viernes, 31 de mayo de 2019

VIAJANDO POR LA RAYA (3).-





De como Arquillo se transformó en La Villa del Arco y su olmo milenario en un refugio de los gorgojos supervivientes de la grafiosis. Esqueleto de acero inoxidable y costosas placas metálicas explicando en fallido presente el pasado que fue. Siempre a cuenta del mismo pagador.
La encina -azinha- grande de Idanha a Velha sigue frondosa en cambio, merendándose sus raíces las enormes y graníticas piedras que los romanos usaron en la muralla. La naturaleza, y la corrupción, son las única que han vencido a Roma, y solo en ciertas ocasiones.

Las pousadas, donde me escatimaron el cabrito, ya no son lo que eran. Fueron privatizadas durante la transición portuguesa, en la época que las malas lenguas acusaban a los rojos de llegar a comerse la ganadería Mihura, con mayoral incluido. Pasó la crisis, una de tantas, y las pousadas, mas melancólicas que nunca, acusan las prisas de exprimir el jugo que tienen los nuevos gestores-arrendatarios. 
 
Aquí la comparación nos beneficia, las nuevas hospederías extremeñas, son tan excelentes que miedo me da publicitarlas. no vaya a ser que la próxima vez me hagan esperar mas de diez minutos para pasar al comedor y no acompañen la demora con una cerveza de cortesía y las correspondientes disculpas. Ambientes palaciegos, mantel y servilletas de lino y menús ajustados en todos los sentidos. Incluso tienen en carta la “Perdiz a la moda de Alcántara” basada en recetas de los frugales e inapetentes guerreros pertenecientes a las ordenes militares del medioevo. Recetas que robaron las huestes del general Junot antes de su derrota en estas tierras, y que sirvieron para hacer creer al mundo que la cocina francesa....bla, bla, bla.

            

Nada como el nacionalismo de aldea para unir a los supervivientes con la creencia de algo tan obtuso como el hecho diferencial. Claro que, bien gestionado el asunto, puede seguir manteniendo con vida el espíritu de los creyentes-complices en su superioridad. El mas antiguo, el mas grande, el más valeroso, incluso el más pequeño, superlativos siempre, mientras la discrepancia entre la fantasía, espectacularmente sostenida con dinero ajeno -europeo, que ya no resulta tan ajeno- y la realidad, donde la juventud escapa por los cauces de los arroyos secos, nos hace ver la incongruencia de pueblos, villas, o ciudades magníficamente restauradas y conservadas, establecimientos hoteleros donde la factura que pagas es solo una fracción despreciable del coste real del servicio, y donde se recrean rutas e incluso áreas geográficas, milenarias según sus administradores, al objeto de fomentar la única industria floreciente en nuestro tiempo, el turismo.

¿Y esto quien lo paga? Preguntaba Pla. ¿De donde saca pa tanto como destaca? el chotis; y el viajero recorre centenares de kilómetros en carreteras excelentemente asfaltadas y señalizadas, plazas con pavimentos de laborioso empedrado, sin ver un alma, sin cruzarse con signos de vida, ni siquiera con otros viajeros perdidos como él en este aparente purgatorio, para el que no me sirven ya las indulgencias que llevo atesorando desde la infancia, tras el cierre oficial de aquel albergue antesala del paraíso, y que van a acabar como la tarjeta de fidelidad de la gasolinera cuando tomé consciencia de que periódicamente ponían su valor a cero. 

Quizás no haya que pensar absolutamente nada sobre quien, como, o cuando nos van a pasar la factura de estas limosnas, y limitarnos a disfrutarlas, a devorar el contenido de los sacos que los caballeros, al pasar, entregaban a los babuinos mendicantes, mendicantes y gesticulantes, incluso parloteantes de un discurso incomprensible, como los mensajes de un anciano tras un ictus, en el que las palabras se vuelven indescifrables, incluso para la novísima maquina “Enigma”, que es el traductor automático que viene dentro de mi cuaderno de viajes digital.

He visitado pueblos desiertos, incluidos en la guía oficial correspondiente de pueblos fantasmas -sic-, y he comprobado como, las ruinas que contemplé y afortunadamente fotografié hace cincuenta años, se han convertido en una villa recién construida, perteneciente a un gigantesco parque temático de dudoso gusto, donde florecen como setas de primavera, como espárragos trigueros, las viviendas rurales -cerradas, o nunca abiertas, tras recoger la subvención correspondiente- los albergues para peregrinos de las futuras vías compostelanas – igualmente deteriorados ante la demora de su puesta en servicio y de la escasez  de almas en busca de perfección.

Carreteras magnificas, recientemente restauradas que llevan a destinos donde no vive nadie, y donde las familias de domingueros despistados se turnan para poder vigilar inútilmente el horizonte  avizorando sobre el improbable peligro de ser vistos, mientras alguno hace sus necesidades en un rincón recoleto.
Hasta el cambio en el nombre resulta más elocuente que todas mis cuitas en el papel, que tampoco lo es. “Arquillo” el pueblo abandonado de la Sierra de Cañaveral, ahora se llama “Villa del Arco”, cincuenta años y muchos millones después. Lo de abandonado no ha cambiado, ya digo que la realidad es habitualmente molesta.

Hubo, hace no mucho tiempo, un intento de crear una nueva región europea, incluyendo todos los territorios pertenecientes a “La Raya” con objeto de que esta zona, una de las mas pobres de Europa, continuase recibiendo las ayudas que inevitablemente van a dejar de llegar, con la incorporación de nuevos babuinos mendicantes. Supongo que mientras las guerras nos sigan olvidando, y las crisis económicas no pasen de baches aéreos en las rutas imperiales, no hará falta semejante osadía, para la que, a buen seguro, ya tienen nombre preparado.

Y es que, es muy duro, recorrer un paisaje, y los restos de un paisanaje, tan maravillosos como este, extasiarte ante los pájaros, y los rebaños pastando la verde hierba primaveral, sin encontrar seres humanos en el trayecto. Ruinas majestuosas, dólmenes y menhires, pueblos amurallados, castillos que perduran, a pesar de su inevitable puerta falsa o de la traición, que digo yo que ya son ganas de hacerlos con semejante puerta, sabiendo para qué va a servir.
En fin que, volveré cuando me sea posible a recorrer esos lugares que Jaramago -en portugués Saramago- reseña en su libro sobre Portugal y en los que nunca estuvo, si cotejamos sus descripciones con la realidad.

Monsanto, Marvao, Idanha a Velha, Castelo de Vide, Coria, Brozas, Arquillo, El Palancar, son lo mas parecido que tengo al condado faulkneriano de Yoknapatawpha, y me corresponde sufrirlo, disfrutarlo y, sobre todo, quererlo. Mientras pueda.


P.D.-

1.- Ordenes militares y desamortización. Los caballeros del Templo llegaron a poseer extensiones superiores a las de las actuales provincias. Los de la orden de Alcántara no hicieron otra cosa que ocupar el vacío de poder propio de la reciente conquista de terrenos musulmanes por los ejércitos cristianos. Sus restos patrimoniales fueron usados siglos más tarde, para intentar cancelar las deudas del estado español mediante las consecutivas desamortizaciones que transformaron en ruinas los fastos arquitectónicos, militares o religiosos, convirtiendo conventos y palacios en naves ganaderas o talleres de artesanos, cuando los hubo, reconvertidos algunos ahora en residencias u hoteles, gracias al maná, a la limosna recibida de las autoridades, las mismas que, hace menos de dos siglos arruinaron al país para distribuir los restos de este pasado de dudosa gloria entre los pudientes. Hoy mustio collado.

Curioso ver las ermitas supervivientes dedicadas al santo patrón local, idéntico en los pueblos de uno y otro lado, cercanos a la raya marcada por el rio Sever. Distinto país, lengua diferente, idéntico santo.
Igualmente las picotas, los rollos castellanos o manuelinos, plantados en la plaza o en el camino de entrada de todos estos lugares, nos recuerdan que el poder real llega hasta lugares infinitos, y no importa si deshabitados, si es menester. Los innumerables menhires y dólmenes que pueblan los campos desde tiempos difíciles de precisar, añaden la pátina misteriosa de la civilización que precedió a aquellas que nos dejaron pistas sobre las que nuestra imaginación, ayudada por esos profetas del pasado a los que llamamos arqueólogos, y a las que llamamos ancestrales. 

Los que lleguen, o queden, después de nosotros, seguirán sorprendiéndose igualmente, y volverán a entonar los versos de la canción a las ruinas de Itálica, de Rodrigo Caro.
Joyas esparcidas desde el neolítico a lo ancho de esta zona, como el gigantesco Menhir de Meada, junto a Castelo de Vide, el más alto de la península, o el altar rupestre de Peña Carnicera en Mata de Alcántara, como tantos otros, esperando su “puesta en valor” según modismo político, o al menos el libre acceso a los interesados por la cultura megalítica.

2.- Las casas de misericordia, residencias para pobres de solemnidad, casas de “Por Dios” a este lado, y dedicados en la otra parte a determinados gremios y oficios, sobreviven bajo la dirección de ordenes religiosas en un país oficialmente laico, donde el estado es el titular de la mayoría de edificios eclesiales de cierto valor, dedicados hoy a actividades culturales, de culto profano obviamente. Las residencias de ancianos nuestras, al menos las públicas, justifican, afortunadamente, la sensación de vivir tiempos más solidarios.

3.- No hay niños en el camino del viajero, más allá de los rubios que alguna pareja joven de turistas pasea por lugares que difícilmente van a recordar. Tampoco inmigrantes en un terreno absolutamente inadecuado para ellos, donde durante siglos, estamos en el sexto de ellos, las migraciones aquí solo tienen un sentido, hacia fuera.

4.- Privatizar o nacionalizar, esa es la cuestión.- Las pousadas portuguesas, ubicadas en edificios históricos, tan singulares como majestuosos, han sido cedidas para su explotación al grupo privado de hoteles Pestana, que intenta, logicamente, mantener los ingresos por encima de los gastos, reducidos estos últimos hasta su practica extinción. El resultado es dantesco, ni un café puedes tomarte en ellos sin tener la sensación deprimente de que te va a alcanzar la ruina a ti también, si no huyes rápidamente de estos lugares.
Conste que también he vivido esos momentos en Zafra o en Tordesillas, pero en general los paradores están vivos e invitan a volver a ellos a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gozado. (Cervantes). Los del grupo Pestana y los gobernantes portugueses hacen un mal negocio de cara al futuro, sin duda.


5.- Sorpresa en Idanha a Velha, que merece otra versión más novelada.





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martes, 28 de mayo de 2019

LOS HEROES TAMBIEN SE EQUIVOCAN.-






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martes, 14 de mayo de 2019

VIAJANDO POR LA RAYA (2).-


En Castelo da Vide no llegué a probar la repostería kosher. Ni su aspecto ni los ingredientes me resultan familiares o atractivos. Otra vez será.

  Sin embargo la semana del cabrito y el borrego me ofreció uno de esos momentos cumbres para un estómago desagradecido. 

Magnífico Marvao, en su emplazamiento celestial, con sus murallas intactas y su castelo increíble, tanto que la subida a la última torre puso de manifiesto un demonio que creí enterrado, el vértigo, que me impidió arrastrarme por los los escalones mas elevados, avergonzado de que alguien me viese en circunstancias tan lamentables como las de James Stewart en “Vértigo” que volvimos a ver la semana pasada, y sin que mi Kim Novak estuviese dispuesta a cambiar el color de su pelo para rematar mis sentidos. Di por excelente el paseo y , aconsejado por el guia que todo lo ve, desde la pantalla del teléfono, acudí a la Pousada para degustar el plato de la temporada, con el resultado ya referido, la alternativa de esperar cuarenta minutos viendo comer asiáticas, jóvenes y guapas por cierto, o buscar otro restaurante antes de que la hora tardía nos dejase fuera de la ementa.


Allí al lado en “Casa do Povo” nos estaban esperando en una sala con aspecto de antiguo granero habilitado para colocar el mayor numero de comensales en el menor espacio disponible, con un servicio, femenino portugués, tan eficaz como invisible. Y al fin sucedió el milagro, el cabrito se les había terminado, lo que no parecía buen augurio, cuando estábamos justo en la mitad de la temporada publicitada, pero cuando escuché afirmativamente la respuesta a mi alternativa -aconsejable llevarla siempre preparada, la alternativa ante la hipotetica negativa, ya que en su ausencia uno puede caer en las peores trampas- el ensopado de borrego, que figuraba con letras cursivas en el catálogo de la casa, ya quedé más esperanzado.
El vino de la casa, un tinto excelente en jarras de cuartillo, y el pan bregado junto al queso de cabra en el aperitivo, nos tuvo entretenidos hasta que sucedió lo que tenia que suceder. La cazuela de barro con el guiso humeante y el aroma inconfundible de la hierbabuena, o menta, o como quiera que la llamen, marcando la diferencia con el perejil portugués, el cilantro, imprescindible en su cocina, a la vez que abre la espita de la memoria olfativa y gástrica de mi infancia. La hierbabuena y el cordero, y los aditivos de la sabiduría encerrada en esas cocinas centenarias, consiguieron casi hacerme llorar, cosa mal vista en un idoso – sin s- y que solo el cine, en su oscuridad y presunta soledad, me hace disfrutar. 
Tres vuelcos di al puchero, tres platos rebosantes de ambrosía, idéntica sin duda a la que disfrutaron ocasionalmente Sancho y Alonso, bajo la reconvención a partir del segundo, de que aquello iba a hacerme daño. Imposible que la felicidad te resulte dañina, incluso cuando intentas prolongarla con los medios a tu alcance, con el último barquito de pan en los restos de la salsa. Tarde feliz y sensación de bienestar, de haber comido otra vez en la mesa de mi madre, que me duró un par de días.

Con la ventaja añadida de escuchar las noticias locales en un televisor cercano, al que prudentemente ubiqué a mis espaldas: Un anciano -idoso- había sido maltratado en un hospital lisboeta, mientras que otro – reformado, o sea jubilado- desapareció misteriosamente en medio de la plaza del Rossio. Noticias de alcance nacional que, a falta de otras, me hicieron pensar en la conveniencia de vivir alejado de la capital. Menosprecio de corte y alabanza de aldea o arte de marear de Fray Antonio de Guevara.

Hasta que me hicieron volver a la realidad en Coria, en el tradicional restaurante de la calle de las monjas – se llama así porque “toda” la calle es de las monjas, fachada del convento, sin otra justificación necesaria- donde sirvieron unas lentejas apaelladas, grano seco y redondo, demasiado oscuro para un arroz bomba y demasiado insípido para un guiso viudo, sin tropezones. A pesar de lo desafortunado del primer plato, llegué a vaciarlo en un sesenta por ciento y a enfrentarme con el secreto ibérico, y ahí ya me negué a continuar sufriendo; seco, frio, y con sabor a esos cadáveres que guardamos en la nevera hasta que decidimos enviarlos a la basura, convencidos de que no vamos a darles otra oportunidad. Ofrecieron calentarlo -léase recalentarlo-. Cosa que decliné tan fríamente como sentí el bocado, y entonces escuché la palabra mágica: “Duroc”, ya que al parecer se les había terminado el bellotero fetén, el de las dehesas infinitas que rodean la villa – aquí puede usarse villa sin riesgo-y lo habían sustituido por su sucedáneo, universal en los fogones patrios, donde lo venden como cruce ideal entre el ibérico y el norteamericano duroc, que se venga de esta forma del daño que los extremeños hicimos en el nuevo mundo, según dicen ellos.
Una experiencia poco afortunada, salvada exclusivamente por la excelente ración de boletus al ajillo y porque nos descontaron sin rechistar los errores en la cuenta, a su favor, curiosamente, como casi siempre. Dice Trapiello que los gitanos del rastro se mienten, pero nunca se engañan. Y nosotros nos dejamos engañar porque pensamos que nadie nos miente. De ahi la conveniencia de revisar al factura, siempre.

Día aciago en Coria, a pesar de sus murallas romanas y su castillo ducal; la catedral cerrada durante las horas en que figuraba explícitamente su apertura, familias sentadas frente a su puerta, en una tarde ventosa y gélida, esperando que se acercase el momento del cierre imposible, para dar por terminado el intento.

Para rematar, la amable y parlanchina encargada del centro de interpretación local – media hora cronometrada de explicaciones a cada grupo de visitantes, mientras los privados de conocimientos, aplazábamos sucesivamente la premura informativa para mejor ocasión, me atendió en la sesión vespertina para aclararme que: 

“La casa de ese señor -Rafael Sánchez Ferlosio, fallecido hace bien poco- estaba en ruinas frente a la catedral, como todo el mundo sabe y que no tenia conocimiento alguno de que tuviese otro domicilio en Coria, ni de que hubiese aparecido por allí durante los últimos veinte años”.
Ante mi insistencia, y los datos cutres o cotillas que pude aportarle -del nivel de los que algunos guiás turísticos suelen regalar a sus victimas- dijo quedar intrigada y me prometió consultar con el director del museo que, al parecer, era docto en el personaje. Rogó volver otro día, y me confirmó el desprecio tan grande que casi todo el país, incluidas instituciones culturales de la nación, o las del pueblo de su infancia, han manifestado por nuestro premio nobel de literatura “in pectore”, aquel que murió hace unos días, solo, en un  hospital madrileño y a quien tanto le debemos los que disfrutamos con los textos y con la inteligencia ajena.
Inexplicable que haya pasado tan desapercibida la desaparición de Sánchez Ferlosio, quien solo por el pasaje de los babuinos mendicantes en El Testimonio de Yarfoz. merecería figurar en los altares de las letras. Ingratos.

Por cierto que, las ruinas mas o menos cercanas, del palacio de La Camisona, antaño del Duque de Alba, y la cuantiosa herencia dilapidada por la familia Sánchez en tan solo dos generaciones, solo acentúa la sensación de terminal abandono en que se encuentra este territorio donde tengo las raíces.
La monja de la calle de las monjas, quien nos enseño el patio del convento, e intentó vendernos sus dulces monásticos, se mostró más preparada en relaciones publicas, y en humanidad compartida, que la profesional del centro interpretativo, y me explicó, franciscana terciaria ella, que el santo solía ir con frecuencia a Garrovillas, y yo en la inopia del conocimiento – indigencia,, pobreza, escasez, según DRAE-.
Aclaro que el santo, San Pedro de Alcántara, (nacido Juan Garabito) anduvo por allí a mediados del siglo XVI, y que su estancia en el convento más pequeño del mundo “El Palancar” ha convertido este en centro de peregrinación turística que no pudimos pasar por alto.
Un jardín y una huerta preciosos, al lado del Puerto de los Castaños, y donde un joven fraile, con aspecto de haber pasado una, o varias, malas noches, nos indicó que volviésemos en otra ocasión, si queríamos ver donde y como se mortificaba el santo, que esto del morbo tiene sus seguidores, al parecer. 

Una vida harto interesante para cualquier interesado en la historia, hombre relacionado con papas y emperadores, y consejero de Santa Teresa. A tener en cuenta, y a “poner en valor” su relación con mi pueblo que, entonces era ciudad. Lo que son las cosas.



viernes, 10 de mayo de 2019

VIAJANDO POR LA RAYA (1).-



Viajando por La Raya.-


Faltan cuatro días, o así, para que el Gran Hermano me envie el resumen mensual sobre las ciudades que he visitado en el último mes, los paises, dos, y los kilómetros en coche o andando. Todo lo detalla el amigo invisible, Google, incluso los lugares donde he comido o pernoctado. Exhaustivo cuaderno de viajes donde incluso tengo marcado en el mapa el trayecto en el que me ha fijado el ojo que todo lo ve. 

Supongo que lo próxima extensión de tan molesta e inútil aplicación, será el reflejar también hacia donde he mirado y por cuanto tiempo. De los pensamientos ni me preocupo, es lo primero que me ha calado a través de los escasos efluvios emitidos por el lóbulo cerebral correspondiente, lo doy por hecho. Resignación ante lo inevitable y actitud risible ante aquellos que todavía creen en la virginidad de sus “datos”, como si estos pudiesen ocultarse en este mundo de bits que se intercambian en los mercados etereos. Aunque esto del eter resulta ser muy literario, pero nada real; hoy circulan de disco duro a disco duro via PTP, mañana quien sabe. 

Lo del cuaderno de bitácora escrito por este amanuense sin alma, al menos las referencias a altitud, latitud y desplazamientos, lo doy por bueno si de paso me permite recordar ciertos lugares sobre los que no está de más elaborar una reseña que los fije algo en esta memoria cada día mas evanescente, la pobre.
Siete ciudades, siete, excluyendo el sobrero, que es la mía natal, hecho que el espia desconoce al parecer, y que no le pienso detallar.

Lo primero que he aprendido es que no puedes preguntar información sobre un pueblo cualquiera a la responsable – lo siento, todas han sido la – del centro de interpretación local, con la pregunta terminada en “...este pueblo”. No volveré a hacerlo jamás, salvo que esté haciendo un estudio sobre malos modos en respuestas súbitas y generalmente vociferadas.

-!Ciudad querrá usted decir!. Incluso en aquella aldea a la que el amigo de la pantallita le atribuye cincuenta almas en el el registro de habitantes.
-!Fue una gran ciudad en tiempos de Roma! Me aclara la señorita, o señora, condescendiente con mi ignorancia, ya sin gritar.

Esta situación la he vivido repetidamente, sufriéndola al llamar erróneamente pueblo a la nueva capital autonómica de esto o de lo otro.
Tal es mi irracional desazón al respecto que, el otro día cometí la grosería al contestar a unos turistas interesados sobre los sitios donde solemos ir a comer los paisanos de mi ciudad. Espero que ellos me perdonen; los muy considerados y prudentes, usaron el termino ciudad.

-!Eso me lo tendrían que decir ustedes que son realmente aquí los paisanos y los que comen fuera todos los días!

Realmente no me pude contener, y lo siento. Pero es que como las plagas de palomas urbanas o como las ratas que Nosferatu llevaba con su mensaje pestilente -de peste- a las ciudades que desaparecerían poco después. 250.000 invasores el pasado año, la mayoría coreanos, a los que encontré un día de estos saturando la pousada de Marvao e impidiéndome probar el hojaldre de cabrito que anunciaban en el día del ídem. 
Esto de las invasiones barbaras, que puede parecer divertido para unos y harto lucrativo para otros, está ciertamente fuera de control y no hace otra cosa que marginar, cuando no expulsar, a los auténticos viajeros entre los que obviamente me incluyo, en primera persona, del plural, que tampoco hay que ser excluyente en grado absoluto. !Já!

Viajero eres hasta llegar a un lugar tan exprimido por el boom turistico como el tuyo, donde te conviertes obligado en otro turista más, sometido a las consabidas vejaciones.
Aqui suele ser de utilidad seguir los consejos negativos del ojo que todo lo ve, para no caer en las trampas donde otros insectos hermanos lo hicieron. Aceptar con cierto reparo los comentarios positivos y alejarse si fuese necesario de lugares tóxicos donde solo eres visto como un euro con patas. Me sucedió en Monsanto, y me arrepentí de no haber reservado una mesa en Penha Garcia.
Consejos doy y, para mi no tengo.

Se agradece, no obstante, el garito de la interpretación local, de donde sales con un puñado de estupendos planos y programas gastro culturales, cuando no directamente la invitación para una inolvidable jornada de senderismo. Sin ir mas lejos, en Marvao, a donde debo regresar otro día que no sea fiesta local, algo realmente difícil en el país vecino – observen que el país vecino es uno solo, al parecer- estaba programada la ruta del contrabando de café para primeros de mayo.

 
!Ahí es nada!, me imagino con una mochila de treinta kilos de café a la espalda y atravesando arroyos y riscos hasta poder depositar la preciada mercancía al otro lado de la raya.
Cultura cafetera marcada a agua y fuego, con algo de leche para los infantes, a lo largo de décadas de autarquia dictatorial, y que nos ha dejado deformado el gusto por esa magnifica infusión, dado el monopolio del grano negro -torrefacto a su pesar- y pequeño que, paradojicamente pertenece a la variedad robusta y que se cultivaba en las colonias del vecino, Angola y Mozambique.
Ha sido tan prolongada y exclusiva la provisión de este café de matute a lo largo de toda la frontera que todavía es esta variedad, y la marca de la etiqueta del tío del sombrero, la preferida. Siendo difícil encontrar otro tipo de café en las tiendas de los pueblos -ciudades- limítrofes.

 Sin duda que hubiese disfrutado en la excursión, cual emulo contrabandista, sabedor de que los cuarteles de uno y otro lado están desiertos y abandonados, igual que el resto de edificios fronterizos y un gran porcentaje de viviendas semi ruinosas en cualquier núcleo urbano. Es difícil escribir que esta tierra languidece, difícil y falso, porque no languidece, sencillamente agoniza, que es bien diferente. Y el tópico de la España o el Portugal vacíos, pierde su significado por el uso interesado que algunos puedan hacer y por el absoluto desconocimiento de la realidad, dantesca la señora.

Me ha servido de consuelo, al perder la posibilidad de convertirme en porteador de mi droga favorita, después de la patatera – paté tera , si me hacen caso los innovadores de la cosa - el hecho de que ciertamente la variedad robusta no ha sido nunca de mi agrado, y más en su tueste con azúcar quemada, que aglutina los granos en un ladrillo cilíndrico que había que romper con martillo, en mis recuerdos. Es lo que tiene el viajar, y probar el arábica colombiano en la Feria del Campo, un antes y un después, una raya en estas cosas del vicio.

Castelo de Vide, donde apenas pude tomar un café de estos, de los suyos, en trago corto y negrisimo, acompañado del imprescindible pastel de nata que, sorprendentemente a lo largo de esta zona tiene la textura y frescor de los recién hechos en la Belem lisboeta, demostrando que la repostería industrial canallesca a la que nos tienen habituados las grandes superficies, tiene alternativas ocultas o secretas, pero que existir existen..
Esta ciudad conmemoraba con su gastronomía tradicional de origen judío, a pesar de los siglos de discreta ausencia, y con homenajes varios, algún aniversario de cuando entonces.

Me sorprende que guarden con cierto esmero su judería y su estupenda sinagoga. Recuperada por aquellos que mantienen la hermandad entre ellos y nosotros, semitas todos, con sus inscripciones pétreas del presidente portugués pidiendo disculpas, y otras de agradecimiento israelí por la acogida de los expulsados del paraíso adonde presumiblemente íbamos a llevar el café, al otro lado, donde por cierto el tema sigue siendo tabú, como tantos otros, y tan solo los dirigentes políticos mencionan, con la boca pequeña aquello, de las tres culturas, nada menos que tres, mientras algunos lloramos la inexistencia de al menos, aunque sea solo una, de ellas.

Bien es cierto que de allí partieron los padres de Spinoza para dejar en los Países Bajos, la gloria de la filosofía sefardí cuya procedencia cercana no era otra que el otro lado del arroyo. Baruch Spinoza, expulsado del judaismo por librepensador, es decir por malo malísimo, nos dejó perlas dentro de ese bivalvo oculto al que llamamos razón, y tan solo tenemos que entreabrir su obstinado caparazón para: “He procurado diligentemente no reírme de las acciones humanas, ni llorarlas, ni abominar de ellas, sino comprenderlas”. “No queremos algo porque sea bueno, sino al revés, decimos que algo es bueno porque lo deseamos”. “La actividad más importante que un ser humano puede lograr es aprender para entender, porque entender es ser libre”.
-Baruch Spinoza-
Si añadimos que el héroe local, y bastante más cercano en el tiempo, fue Maia Salgueiro, y que este se jugó todo lo que alguien puede jugarse el 25 de Abril al escuchar la canción de Grandola Vila Morena, y dirigir la insurrección incruenta que devolviese la democracia al país después de una larguísima dictadura, vuelvo a comparar, y es algo nefasto eso de comparar cuando te tumba la moral, con aquellos otros militares que, al otro lado de la raya hicieron justamente lo contrario. Me alegro de la suerte y el destino de los vecinos, a la vez que me admiro de su considerable ayuda con aquel exilio forzoso de hace quinientos años, y que, curiosa e inevitablemente,vuelve a repetirse otra vez. Los miro, los admiro, y sigue sin gustarme el café torrefacto. Envidia cochina que me atormenta.
 


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miércoles, 8 de mayo de 2019

APRENDÍ A DESCONFIAR-INTERPRETAR LA PALABRA ESCRITA.-






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viernes, 3 de mayo de 2019

BAKUNIN SUBIÓ A LOS CIELOS.- (SUCEDE EN TODAS LAS RELIGIONES).-



Los idus de mayo
El flashback y el porvenir ciego, el que tienes frente a tus ojos abiertos mientras tu cerebro se niega a aceptar cualquier realidad diferente a la que lleva forjando durante toda la vida.
Nunca nos contaron si Adán lo vio venir con antelación, si al menos tuvo algún amago de sospecha sobre lo que podía llegar a sucederle, o si bien resultó ciertamente sorpresivo, el juicio y la condena en acto único e instantáneo, un instante incomprensible, ejecutado además por alguien que resultaba ser la antítesis de la violencia, de la severidad, y de la crueldad, el portador de la espada flamígera, la que corta y quema, el ángel, ese ser etéreo y bondadoso que flota en los nimbos que decoran el paraíso.

Ni mucho menos pudo imaginar que además, tras la expulsión llegaría la factura por los servicios recibidos, aquellos que siempre creyó gratuitos y que sin embargo no resultaron serlo, materializándose al terminar aquello que resultó ser tan solo un sumarísimo crucero de placer y no otra cosa. Factura además, vitalicia para todos sus descendientes. No pudo imaginar algo tan cruel. Creyó el hombre que el libre albedrío solo tenia sentido si era realmente usado, una herramienta que le dieron para utilizar y que resultó ser solamente una clave oculta del sarcasmo divino. No lo vio venir.

Tampoco la noticia del fallecimiento del gato, el pobre Bakunin. Ni tan siquiera la forma en que sucediese, en las fauces del perro lobo de los vecinos, el perro policía, el pastor alemán. Como hecho consumado, mi amigo no le dio la menor importancia al suceso; algo inevitable y en tiempo pretérito, sin posible modificación, un pasado mas o menos cercano, solo lamentó realmente las miradas de los niños temerosos del disgusto que la noticia iba a producir a quien les había regalado, y bautizado, el gatito hacia pocos meses.

!Bakunin ha muerto!. Pero aquello no iba con él, como la muerte de Dillinger en la película de Ferreri, que no tenia más relación con ella que el prestarle el titulo. “Dillinger e morto”.
Y sin embargo era una advertencia, una premonición que cualquier observador sensato no habría pasado por alto, desde la distancia en que suelen situarse los observadores, absolutamente diferente de la apreciada por quien vive los sucesos en primera persona. 

Cuando Cesar tiene su pensamiento secuestrado por el discurso que debe dar, por las replicas a los senadores de la oposición, no puede prestar la menor atención a los idus, ni al libelo delator que le han introducido en el bolsillo de la túnica. Absorto, no ve que la ausencia de Bakunin presagia la suya, y que las miradas lastimeras de los chicos no son la respuesta a la perdida de su mascota, sino a la inminente de su amigo. Ángeles que saben más de lo que aparentan, pero que no tienen capacidad para evitar aquello que sucederá a su lado, ni para evitar ser portadores de la espada de fuego cuando reciban la orden de blandirla. Parece que a Cesar lo apuñalaron casi todos, los cuarenta de Ayete, todos a una, generando unos lazos de sangre cuyas manos se encargaron de enlazar y compartir. Hermanos de sangre...ajena.

Los oráculos habían avisado con antelación, los niños lo hicieron a su manera, avisados sin duda por los rumores, los comentarios que escaparían a su mayores, mientras el pobre Adán seguía ajeno al cambio, al cielo que iba a derrumbarse sobre su cabeza por los siglos de los siglos. “Y no te vayas de rositas sin pagar lo que debes so pringao”.

Entiendo que lo del primer hombre, que no era el de Camús, y si el de barro que cantaba Enrique Guzmán, pertenece al mundo de los creyentes en un dios cruel y justiciero, y solo a ellos, aunque el episodio siga provocándome estupor e indignación. Diferente a lo de Cesar, que no El Cesar, que eso vino después cuando todos los navajeros quisieron ser sus herederos y se apropiaron el sustantivo convirtiéndolo en adjetivo, todo lo contrario a nuestros próceres que han heredado al generalísimo y a sus ángeles guardianes pero se cuidan muy mucho de usar el su excelencia en vano. 

Lo de Cesar parece que fue desgraciadamente cierto y tan solo nos queda la sospecha de la veracidad sobre la parte de leyenda que pueda tener el asunto de los idus. De la muerte de Bakunin y de la expulsión de mi amigo del paraíso aquel puedo dar fe. Ciertamente premonitorio el cadáver de la mascota, tanto como que el sujeto no fue consciente del aviso, como Cesar, aunque al final el resultado no fuese tan diferente, después de todo.

Tengo otra lectura del suceso aquel; al fin y al cabo, la expulsión del paraíso , sin necesidad de violencia ni torturas anejas, no fue otra que el paso de la ingenuidad adolescente, de la ilusión revolucionaria del tal Bakunin, a la madurez imperfecta o como sea que la llamen, del estado anímico en el que das por perdidos ciertos sueños de justicia, por inalcanzables, y comienzas a sentir en tu carne, a aprender en el estricto sentido de todo aprendizaje, doloroso e imperecedero, el mensaje atribuido a la sabiduría oriental, de que si a los veinte años no tienes corazón, a los cuarenta ni te digo....

Ahora comprendo que el destino de Bakunin gato no pudo ser otro que el de servir a alimentar la nostalgia de aquellos años, y que tenemos que estar agradecidos a que, a pesar de soslayar el aviso de esta Casandra, a la que acusamos de afónica más de una vez, el cambio que vino a continuación, no fuese tan definitivo como el de Julio Cesar, ni tan eterno como el de Adán. Al fin y al cabo una vida no da para tanto lamento, suele ser mas breve que cualquier siglo con sus pesares, y casi tanto, en brevedad como la del gato en cuestión. Si tiene otras seis escondidas, presumo que serán tan breves y felices como las del Francis Macumber del cuento de Hemingway, aquel iluso marido accidentalmente abatido por el rifle de su esposa durante una cacería de leones, o de gamusinos, en presencia del experto cazador, el macho alfa, quien iría después a prisión acompañando a la autora material de su viudez. Menos mal que allí, y entonces, no existía todavía la violencia de género y el cuento terminaba con el triunfo de la justicia.

En el caso de Julio, y en el del minino, los autores nos dan un destino dispar, tragedia inmortal la del romano, en versos de Shakespeare, y recuerdos nebulosos los del gatito en las fauces del perro de los vecinos fascistas (lo eran) en la memoria de un servidor. Del otro Bakunin no queda mas que la china en el zapato que fue lo que supuso para otra religión, el bolchevismo, en trance ahora de pasar a mejor vida, con un coste en vidas humanas discretamente mayor que el de la gripe española (que no lo era), y en almas, infinitamente menor que el causado por el pecado de Adán, cuya cuenta no ha terminado de incrementar su numero de victimas, todavía.
Y por cierto, también todavía sigo ignorando cual fue el pecado de Adán, y cual fue su magnitud para merecer semejante castigo, lo de la desobediencia no me sirve, y menos si considero que probablemente no originó consecuencia alguna irreversible, mas allá de la irritación-presumo temporal y transitoria- del poder de las fuerzas vivas.

Ahora el destino ha hecho otra de sus piruetas, y el alma de Bakunin, presumiblemente encarnada en otro felino de su especie, tropecientos siglos y kilómetros después, ha destripado a mi sapo, lo ha devorado sin dejarme otra cosa que las manchas de sangre en las losas del patio, como las de Cesar en el marmol del senado aquel; y vuelvo a sentir el aviso de algo que no puedo prever, y lo que es peor, en lo que no puedo creer. El presagio de los fanáticos llega a ocasionar que la maldición se haga realidad, como nos lo contaba García Márquez, y nos lo puso Alcoriza en pantalla. Pero es que ni siquiera tengo el titular de lo que va a venir. Ni entonces lo tuve, ni ahora cuando del sapo solo me queda el recuerdo de las manchas sobre el barro cocido, otra vez el barro.

P.D.-
1.- Los cuarenta de Ayete y el palacio de Ayete como testigo mudo de X (Veasé wikipedia que no estoy para que me rompan el espinazo otra vez).
2,. Quien a los veinte años no sea revolucionario es que no tiene corazón, quien continua siéndolo a los cuarenta es que no tiene cabeza. A eso Houellebecq lo llama sumisión en su novela, pero en fin....
3.- Bakunin, uno de los padres del anarquismo, se enfrentó a los marxistas en la primera internacional y estos se vengaron durante la guerra española. Todo el mundo lo sabe.
4.- He encontrado restos recientes en las losas del patio, cagarros inconfundibles con idéntico aspecto y tacto de esos cigarros que arden en el suelo completamente sin ser realmente fumados, prueba inequivoca de que otra generación de sapos sigue en la brecha. Hay futuro.
5.- Estos relámpagos del destino, epifanias dolorosas, no dejan de ser útiles, tanto los sufridos en carne propia, o próxima, como en esos hechos históricos, o ficticios, tanto da. Siempre que sepamos usarlos como enseñanza. Y ese es, sin duda, otro cantar.
6.- Hay avisos, hay Casandras y hay Jeremias que no cesan de avisarnos...con palabras. Los sordos tenemos un problema añadido, sin duda.
100 Kilos de Barro:

Con sólo barro lo formó
En su creación perfecta
Con sus dos manos modeló
Le dio la forma correcta

Y así fue que la creación
Llegó a su culminación
Ha creado a un hombre y de
Compañera a una mujer
Oh oh oh, una mujer
...
 (!Machista !)

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