lunes, 8 de septiembre de 2008

PANEM ET CIRCENSES ET LAPIDATIO






Acusativos que se convierten en ejecutivos.

«Panem et circenses» («Pan y circo») (literalmente, «pan y juegos del circo») es una locución latina peyorativa de uso actual que describe la práctica de un gobierno que para mantener tranquila a la población u ocultar hechos controvertidos, provee a las masas de alimento y entretenimiento de baja calidad y con criterios asistencialistas. Julio Cesar mandaba distribuir el trigo gratuitamente, o venderlo muy barato, a los más pobres, unos 200 mil beneficiarios. Tres siglos más tarde, Aureliano continuaría la costumbre repartiendo a 300 mil personas dos panes gratuitos por día. (De Wikipedia, copia y pega)
Dosmilcien años después de Julio Cesar, el occidente europeo heredero de su cultura, sigue manteniendo el modelo de pax romana a base de esa clave tan sencilla, si bien adaptada y aumentada en cantidad, que no en calidad, al tiempo presente. Estado del bienestar llaman ahora al pan, y como entonces no llega a todo el mundo, aunque los trescientos mil patricios se hayan convertido en cuatrocientos millones de europeos, y el resto, la plebe multitudinaria, los inmigrantes ignotos, ni se sabe. La mayoría ni siquiera están censados, aunque hayan hecho el camino a Belén. Y por mal que vayan las cosas, los dos panes al día no se los quita nadie.
Del circo y sus héroes, tres cuartos y mitad de lo mismo. Hasta conservan la forma y el modelo arquitectónico del circo romano. El continente sigue intocable como el contenido, su esencia, objetivo de entretener y distraer a la masa. Aparecen nuevas disciplinas, casi todas basadas en bolas, balones, pelotas, incorporan a la mujer a la arena, y usan un vestuario más acorde con una estética sin sangre. Aparentemente.
Lo novedoso, paradójicamente novedoso, del asunto es el nuevo factor que extraído de costumbres ancestrales o, en todo caso, muy anteriores a las del imperio de Roma, se incorpora a los anteriores pan y circo para conseguir la perfecta tríada del estado moderno. Me estoy refiriendo a la lapidación.
La lapidación es un medio de ejecución muy antiguo, consiste en que los asistentes lancen piedras contra el reo, hasta matarlo. (Wikipedia, copia y pega)
Para ello se usarán piedras “no tan grandes como para matar a la persona de uno o dos golpes, ni tan pequeñas como para no poder considerarlas piedras”. Según el artículo 104 del Código Penal iraní, en vigor desde hace muchosmil años.

Para los que somos de pueblo, no resulta ningún secreto que la pedrada, el cantazo, no es algo que hayamos aprendido de Irán, vía Almodóvar&Macnamara(Gran Ganga), ni de nuestros ancestros musulmanes. Más bien es algo innato, tan irreflexivo y espontáneo como el hecho de defensa/agresión de/a algo o alguien que está al alcance de nuestra piedra. Y esa arma es fácil de cargar y bastante económica, basta con mirar al suelo y agacharse. No cabe pues buscar para esta rustica costumbre el padrinazgo de demonios lejanos, de ritos ajenos. Son tan nuestros que hasta Kubrick tuvo que poner a los simios, grandes simios respetados y protegidos por el articulo xxx de nuestro código legal, a buscar un arma mas efectiva a la hora de ejecutar al bípedo de enfrente, sin el riesgo de agotar los proyectiles aportados por la madre tierra, permitiendo un daño repetitivo hasta la consecución del objetivo buscado por ellos y sus sucesores humanos, el Éxitus; que los filólogos hubieron de renombrar en éxito para disimular un poco el malaje que llevaban en los genes(los filólogos).
Hasta aquí la evolución del ser humano, y la supervivencia, según Darwin y cols. de los monos que mejor lanzaban las piedras. Es de suponer que todos las tiraban, solo que los de la cabeza rota fueron los receptores netos de las peladillas, y su ADN se perdió en el olvido.
Aunque ya habíamos expuesto que fuese la risa el signum princeps en la inteligencia animal, el efecto que el sentido del humor, mas bien su ausencia, el autentico motor causal en las primeras batallas entre primates, el sarcasmo, la humillación, el origen del odio y el afán de eliminación de un rival que no solo luchaba por el mismo territorio, que también, sino que además, aparentaba ser mas listo que tu. Y eso si que no. No, si puedo evitarlo. No, si tengo una piedra a mano. En fin, el resto ya es conocido, aunque el dogma y el sintagma insistan en otras motivaciones espurias, como bien quedó establecido en el concilio de Olite, concilio inconcluso como puede suponerse, después de la interrupción causada por los seguidores de D. Carlos. Les juro que no bebo.
Aunque aventuramos una teoría, bastante sensata, sobre la causa, sobre el origen de las canteras y su repercusión paisajística; nunca, jamas de los jamases pudimos atisbar cual pudo ser la razón de la evolución historica de este fenómeno hasta alcanzar su extensión social, la categoria de nacional, ni de su trayectoria temporal al conseguir el calificativo de permanente. Y no digo eterna ni universal, porque son dos palabras que me dan yuyu.
Porque, lo cierto es que, la lapidación, aparte de las motivaciones anteriormente expuestas, con inmodesta brillantez, ha resultado un espectáculo realmente completo, mucho mas que el circo, donde los espectadores pueden participar activamente, haciendo daño. Pueden hacerlo con total impunidad, y además, en el caso en que su natural cobardía les impida levantar el brazo con intenciones homicidas, que es lo natural, ya digo, pueden permanecer como mirones de la función, disfrutando con el dolor y con la muerte, aunque esto no interesa que llegue pronto, porque con ella se acaba el placer, y no es cosa de.
El espectáculo perfecto. Aunque nunca pudimos suponer en nuestras mas aviesas hipótesis sobre la estupidez, que algo semejante pudiese ser fuente de placer colectivo para el homo sapiens.
El cuándo y el cómo un estado moderno (otro día hablaremos de la pervivencia de lo moderno como negación de la ineptitud en el concepto de sociedad) ha incorporado a su caja de herramientas imprescindibles esta ancestral costumbre, es algo ignoto para mi. Insisto.
Aunque su conveniencia para perpetuar la deformación cívica, parece fuera de toda duda, a partir de su pervivencia real en los ritos colectivos, los que nos unen, y de la viabilidad y economía que su aggiornamiento ha prestado a la técnica de alienación (el circo también lo era, lo es y lo sigue siendo) la hacen realmente fácil de mantener a lo largo de la historia.
Tan fácil como establecer, o mas bien mantener, un enemigo común. La fe en la existencia de los otros, del demonio en toda su amplitud, sean de otro color, de otras creencias, o mejor de un origen diferente, aunque esa diferencia en la procedencia sea tan pequeña como las pocas leguas que nos separan del pueblo de al lado. Nada importa ante la maravilla de disponer de un veneno como este, la diferencia, en todos sus matices, y el conveniente dominio sobre los medios adecuados para diseminarlos a voluntad, a través de las fuentes que van a parar a los ríos, y estos a los mares de la información. De la desinformación organizada, de manera que los buenos ciudadanos puedan disponer, con claridad, mejor desde el nacimiento -Yo soy de.....de toda la vida-(Póngase en los putos suspensivos: derecha, izquierda, colchonero o culé;, y hagase de forma irreflexiva. Y manéjese con la suficiente discreción para que los culpables de nuestros males siempre sean otros). No es necesario que sean los de siempre, salvo que tengamos un exceso en el stock de piedras, incluso mejor que sean los de antes, sin importar hasta donde llega ese antes. Hasta Viriato ¿quizás?. Si, además son mas débiles mejor, solo habrá que retocar un poco el presunto pecado para que el pecador quede lapidado. Y como la victoria es, -siempre la futura victoria lo es- segura, miel sobre hojuelas.(esta es una receta sefardí, mejor inventamos otra). Tampoco es necesario ser estrictos en la vestimenta arcaica o en la literalidad de la piedra en la mano. Hay muchas formas de hacer daño, hoy en dia, con absoluta impunidad y placer.
Fácil y económica. Con un publico fiel y entregado como ninguno. Y con unos sociólogos e historiadores incluidos en la nomina de los agentes sociales, con merecimiento, que no dudarán en negar el presente y en rescribir el pasado tanto como haga falta. Y va a hacer falta, me temo. Con unos infiernos tan divinos (obsérvese la figura gramatical) y tan integrados en nuestro tuétano social, como tan lejanos para poder considerarlos enemigos a tiro de piedra (Antes URSS, ahora USA), y con un ejercito invasor de millones de inmigrantes que sin ser los enemigos, ni pretenderlo, de nadie, son ya los candidatos a recibir la primera pedrada. ¿Me equivoco?
Seguiremos viviendo en la Vida de Brian, en su época. Donde el pueblo¿? pagaba, sin reparar en gastos, por las piedras, para arrojarlas sobre la cabeza de la adultera, o de lo que fuese. No importa.
Seguiremos creyendo en los profetas, que es mas fácil, que intentar cambiar lo que no puede seguir igual, por mas que Lampedusa opine lo contrario.


P.D.- Disculpen mi insistencia en luchar “Por un mundo mejor” y en la necesidad de que pasen por la boutique mas próxima y adquieran cualquier modelo de chichonera otoño-invierno, como el del encabezado. En la sociedad en que nos ha tocado vivir, resulta imprescindible.

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