domingo, 23 de octubre de 2022

LAS EDADES DEL HOMBRE (I).-

 



¿Eran católicos Isabel y Fernando?.-


Eran cristianos. El catolicismo nació durante el imperio de Carlos V, y lo hizo como fracción del cristianismo, obligado por la reforma de Lutero, el protestante.

En política.-de salón- a estos secesionistas luteranos se les habría llamado revisionistas, y marcado con el estigma del peor de los pecados. En la realidad ocasionó una tremenda convulsión religiosa, y por ende social, de la que a nosotros nos tocó la contrarreforma, donde aun nos encontramos.

Ellos protestantes y nosotros católicos y romanos. Ineluctable, como diría Pla.


El caso es que sigo sin comprender la razón de llamar reyes católicos a quienes vivieron, y murieron, cuando el catolicismo no existía. Algo así como cuando los jueces de la dictadura condenaban a miles de ciudadanos por infringir leyes posteriores a los supuestos delitos, retroactiva mente, como en el caso de los presuntos católicos Isabel y Fernando. Y aunque el fenómeno lleve un desfase temporal de quinientos años entre ambos disparates, me va afinando el entendimiento, para comprender las maravillas que surgen a mi alrededor.

Si los reyes católicos no eran lo segundo, gran parte de las columnas que sujetan nuestra sociedad , sospecho también sean de papel mojado, y mejor no mirar temerosos hacia arriba y sí distraernos con su magnifica cubierta de pesado granito, al modo gótico flamígero o al que dictamine la propaganda oficial.


El caso es que la duda plantea una revisión, a pesar del castigo escolar, de la formación del espíritu nacional de entonces, no tan diferente de la actual, y de la inmersión histórica e incultural en el imperio español – le dibujaron indisoluble la etiqueta española a un imperio que tampoco tenía muy clara su nacionalidad, el concepto hispano, no más allá de la rivalidad con los depredadores vecinos, y a pesar de los yugos y la flechas y las películas de y sobre conquistas materiales o espirituales.

Pero a pesar de todo, a uno termina cayéndole simpática la pareja. Como los grandes hitos de la historia -oficial- de España, entre los que figurarán después los triunfos en la guerra de la dependencia -sic- o la estancia de don Ernesto -Hemingway- en todos y cada uno de los bares y los pueblos de España, todos tienen en común la supuesta presencia personal de los reyes artistas, por el camino de Swann, celebrando bodas o triunfos de sus avanzados, la fundación de iglesias y conventos, y la conversión de mezquitas en palacios reales.

Las sinagogas no. Esas resultaban incomodas y los candelabros con tantos brazos poco eficientes. Con el hachón teníamos de sobra. En todas y cada una de las villas encontraremos las huellas de su existencia, cuando no de su presencia, y también el bar donde estuvo el americano aquel que nos enseñó como el whisky era una bebida que resultaba mas eficaz para alcanzar el nirvana que el vino de pitarra. 

En caso contrario a la versión oficial, si eres de poca fe, no tienes mas que volver la cabeza hacia el poste rematado con cuatro ganchos, la picota, el rollo, para autoconvencerte de que es mejor dejarlo como está..

Y está bien no complicarse demasiado, no convencer a nadie, que ello es imposible como dice Walter Benjamin. O se convence cada cual, de ahí el auto convencimiento, o te dedicas a la pantomima, pero por favor no insistas.


Y es que el leer da dolor, más si viajas, Ay, si viajas es peor. Tomando los versos prestados de Muñoz Seca y Pérez Fernández, autores que siempre creí eran dos que escribían en tandem, hasta que la ausencia académica del tal Pérez Fernández me hizo sospechar que tan solo eran apellidos postizos del primero, de los que suelen abusar aquellos que solo tienen un padre y una madre como la mayoría de los mortales, pero ellos necesitan media docena de nombres y docena y media de apellidos. Total para nada, como resultó el triste destino de Pedro Muñoz Seca, o el de Blas Infante, entre otras innumerables victimas a las que oficialmente se les ha negado tal condición. Y todo por poner en duda el catolicismo de los reyes católicos, o por cosas tan nimias como esta. Pero sobre todo por la impunidad , no ya de los ejecutores, sino de los que pretenden seguir creyendo en los milagros históricos, lo innecesario de la justicia, y el loor a San Dimas, el buen ladrón.


Uno viaja, claro, y en lugar de quedarse en su pueblo contemplando con la boca entreabierta, y temiendo el rollo en el cruce de caminos, mira ávidamente todo lo que queda su alcance, moviéndose lo necesario para ampliar constantemente los limites de ese alcance. Arriesgándose a ser acusado de espía si regresa a la Rusia de Stalin o a la Cuba de Fidel, en modo gusano. Aunque al final no hay que lamentarse demasiado, gusanos seremos todos, y lo del hijo prodigo ha quedado circunscrito al libro sagrado.


Las edades del hombre.-


Hasta el título me gusta, referencia absoluta a la historia y al ser humano. A pesar de que sea denominada fundación en todas sus franquicias (fundación, palabra mayor, cuantas iniquidades se cometen en tu nombre, desde Teresa de Jesús hasta hoy, cuando sirve a veces para blanquear capitales, defraudar impuestos, y cosas peores).

Esta, tiene la finalidad de poner en evidencia, de dar transparencia a la relación entre en el arte del que se hace depositaria la iglesia española y su propia historia, y hacerlo publico facilitando la asistencia de los interesados en semejante exposición, algo que deberíamos ser todos, interesados en conocer esa parte de la cultura tangible, el arte y la arquitectura que, todavía son uno de los patrimonios mas valiosos de nuestro país.

Ventiseis docenas de ediciones, descubriendo alelado que la pintura, la escultura, y sus anejos, existieron durante los siglos sombríos de la alta edad media, y que gracias a su conservación en abadías, monasterios y catedrales, todavía pueden deslumbrarnos ante artistas que casi desconocemos lamentablemente: Alejo de Vahia, Juan de Flandes, Juan de Juni, los Berruguete...


Todo el románico a nuestro alcance  hasta el advenimiento del renacimiento, quedaba puesto en evidencia, y ahí sigue en las parroquias diseminadas por esa España, ahora vacía, en los cada vez mas despoblados conventos y en los museos diocesanos que siguen nutriéndose, como sus obispos y seminarios en desuso, gracias al concordato que viene a ser la continuación de la asunción del emperador Carlos de unir política y religión, la religión de Roma, católicos de monopolio.

Y es que este salto resulta fundamental en nuestra historia, tanto que sigue vigoroso mas de quinientos años después de la abjuración del estado laico, algo que ya habían puesto en vigor Constantino y Teodosio, y que, al final, ni la caída del imperio romano arredraría a Carlos para volver a poner la cruz papal en sus estandartes y en las manos del cardenal Cisneros, el monje guerrero e intolerante a quien tanto deberían en este sentido él y su nación, y a quien dejaría morir esperando al emperador en un páramo de la meseta a donde no llegó a presentarse a su cita el nieto de los susodichos Isabel y Fernando.


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