sábado, 4 de junio de 2011

HISTORIAS DE UN TIEMPO OSCURO.-



¿Leyenda medieval?
Todo el medioevo es una gran leyenda.
Leyendas que se funden en la memoria de la infancia: La profana Lady Godiva y la divina Genoveva, “Santa Genoveva de Brabante” para los que no podíamos tener acceso a la primera. ¿Qué otro nexo hay entre ellas?
El único, el que prestaba un interés “especial” a las dos historias. En ambas, la protagonista aparece desnuda.
En épocas en que eso era imposible, la imaginación del espectador colaboraba ciegamente con el atrezo, por cutre que este fuera, para convertir un argumento edificante, en la versión soñada e imposible de una revista musical erótica.
A mí me tocó, por la cosa de la edad y la procedencia, enfrentarme a Genoveva, que era la primera actriz del teatro, y a la vez la señora del dueño, y por si fuese poco, la madre de mi amigo Pepín, una señora redonda de mediana edad, enfundada en un holgado pijama de color carne y escasamente visible a través de la peluca más exuberante que imaginarse uno pueda. Mitad miedo, mitad respeto, y un pelín de cariño recíproco al que prestaba en la hora de la merienda al amigo del hijo pequeño.
El argumento, poco importa, estaba proscrito a los menores de edad. Aunque incluía una acusación injusta de adulterio –pecado y a la vez reclamo- y un final redentor para la heroína/mártir, o sea santa.
La otra, la pagana, era otro tipo de mujer, fuerte, y su culpa la obstinación, la defensa de los débiles, su Gólgota, un caballo blanco y un paseo sin ropa – de nuevo la cosa- por las calles de su ciudad, mientras los paisanos miran para otro lado en solidaridad, en actitud cómplice con la presunta. La extensión capilar y exagerada que lleva en el cogote, impide ver toda su piel, además de la del caballo. Pelirrojo total.
El único que se niega a ignorar la realidad, Tom el sastre, pasa a la historia como “el mirón”, desacreditándose por siempre jamás, el voyeur, el “Pepping Tom”, el niño, el loco, el que siempre renegó del traje invisible del emperador. No en vano era la negación de su oficio, de su existencia.
Esta, también estaba vedada a los adultos. La censura no podía permitir un “no desnudo” en una película donde la protagonista no representaba la virtud del santoral y además, lo que era mucho peor, pretendía bajar los impuestos a los más necesitados. Prohibida.
Las dos me sugieren analogías divertidas con lo nuestro, si es que lo nuestro tuviese algo de diversión..
La fe en la ignorancia, la delegación de la virtud y la salvación colectiva entregados incondicionalmente a un/a líder, aunque su imagen sea tan ficticia como la de las innumerables versiones que intentan vendernos -y lo consiguen- de las cuatro situaciones básicas sobre las que los humanos nos empecinamos desde la última glaciación. El sexo, la muerte, la trascendencia y la justicia, a pesar de que solo tengamos certeza de las dos primeras.
Y mientras, seguimos jugando a buenos y malos, y al juego de la fantasía, que engaña a nuestros ojos para que la razón no tenga que molestarse demasiado en convencer a nuestra alma de que la realidad siempre hay que verla desde el otro lado de la pantalla, el del simple espectador.
No vaya a ser que pretendamos participar en la historia e, incluso, osadía feliz, incorporarnos al devenir del argumento, de nuestro argumento. Hasta ahí podíamos llegar.

P.D.- La propaganda -siempre- engaña. Si os fiais de lo que aparece en el poster, vais listos.


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