lunes, 17 de septiembre de 2007

El Eco de Umberto









Apocalípticos e integrados.-

Algunos versos, son tan buenos que pueden prescindir del resto del poema sin que por ello pierda el conjunto ni un ápice de su valor. Solamente una línea, la primera, basta para hechizar al lector y dejarlo en trance de satisfacción anticipada, hasta el punto de que aunque no continúe la lectura, ya dará por consumado el milagro de la poesía, y probablemente quedará en su recuerdo no solo como el estribillo, sino como canción completa. Porque además de musicales, esas silabas encerraran, necesariamente, el significado de toda la canción “Puedo escribir los versos más tristes esta noche.....”

Y no es Neruda, y no es un poema. Tampoco una copla. Son diez silabas que, componen apenas un par de palabras, y que, a pesar de pertenecer al mundo de la erudición, a ese planeta donde los intelectuales y aquellos que usan tal disfraz, navegan con cierta facilidad en un océano de términos tan ilustrados que al resto de mortales se nos antojan poco apetitosos, al considerarlos indigestos con toda probabilidad, basándonos en el desconocimiento que, suele ser, quien nos hace rechazar aquellos alimentos que nos resultan poco familiares. Por si acaso.
Ese título resulta sonoro, sin duda, y aunque no estimule sentimientos, o no nos induzca a soñar despiertos, lo cierto es que tiene un cierto ritmo sincopado que puede invitarnos a caminar, a movernos, cuando no a bailar, directamente, mediante unos pasos desconocidos, en un movimiento mas rectilíneo que circular, incluso en pequeños saltos que no sabemos a donde nos llevan, ya que, como digo, tampoco entendemos bien el significado de la frase inicial. Funk, jazz, tecno?. No lo sé.
Como tantas otras cosas a medio descubrir en la época de los años felices de uno, donde es tal la cantidad de estímulos positivos, de conocimiento, de afortunados descubrimientos, que no tiene capacidad alguna para digerirlos. Como si fuese abriendo cajas con regalos extraordinarios, uno tras otro, y arrojándolos al suelo sin aprecio alguno, obnubilado por el montón de paquetes que le quedan aun por revelar. Maravillas de colores. Sin duda. Y es que si hay algo más grandioso que las maravillas es cuando estas son, además, de colores.
Al final, la moraleja, la vida misma, uno se queda con la ultima calamandrita que queda pegada a sus dedos, y como mucho con los restos del papel de seda de algún envoltorio, aunque sea, en el mejor de los casos, tornasolado, para mantener el espíritu feliz del tiempo aquel que, inevitablemente no prestará una “segunda opinión” como dicen ahora para negar la realidad cuando no gusta.
En fin, que me quedé con el papelito, con el retazo de cinta irisada como escasa pertenencia, aparentemente escasa si la comparamos con el bazar deslumbrante que desfiló ante mis ojos, pero más que suficiente para hacerme sentir sino como Craso, al menos como afortunado en el terreno del espíritu, cuando la memoria me sigue repitiendo la banda sonora: Apocalípticos e integrados.
Y es que lo bueno del optimismo (apréciese el énfasis) es que hasta me hace sentir el efecto beneficioso de no haber leído el ensayo de Umberto Eco, ( también lo tuve entre mis manos en su momento, como el contenido de las cajas aquellas) el extraordinario y divertido estudio sobre el efecto de los medios de comunicación en la cultura de masas, ambientado en los años sesenta (ya dije), y por tanto feliz a pesar de desconocer su contenido y, lo que es igual, su finalidad. Me quedé en el titulo. Y no es poco. Y tan contento.
Pero las palabrejas quedaron por ahí dando vueltas, emergiendo en artículos de significado dudoso, naturalmente. Y aparcadas en la carpeta de “objetos en desuso”, definitivamente, cuando su autor se consagró como novelista de éxito, de novela histórica para mas INRI.(de inritación, supongo).
El que aparezcan aquí, otra vez, cual Ave Fénix, podría considerarse como la presuntuosa pretensión de usurpar el exclusivo privilegio de nuestros autores barrocos, la intención de repetirse una y otra vez en nuestros sueños, aquellos que suceden cuando estamos durmiendo, aquellos silenciosos, ya que no pueden hacerlo en su versión alucinada del comensal ante la sopa de letras: mane, tecel, fares, en la cuchara de caldo. Tiempos aquellos.
Lo cierto es que las palabras insisten, y ellos están aquí, otra vez. Apocalípticos e integrados. Aunque en un remake que poco o nada tienen con ver con el eco del mensaje de D. Uumberto.
Los apocalípticos piensan, y lo dicen, que estamos dejando pasar la oportunidad irrepetible de cambiar las claves de la sociedad, de ajustar el reloj para que siga marcando las horas, y de que esa actitud de agoreros full time, aparte de suponer la mayor de las lealtades hacia el mundo en que vivimos, resulta imprescindible si queremos evitar la hecatombe.
Que, una ocasión como esta, de paz y progreso durante dos generaciones consecutivas, no se ha visto en la humanidad en siglos, y que es esta ocasión unica, o habría podido ser, el caldo de cultivo idóneo para asegurar el bienestar, o al menos la supervivencia, durante otros mil años del nuevo reich, ya que el penúltimo solo duro doce. ¡Y a que precio!.
Que, a expensas de que los profetas ya no existan, salvo entre expresidentes o excandidatos a ídem, las crisis seguirán existiendo, y cuando las nubes rojas vuelvan a aparecer por el horizonte... ( ¡Gases asfixiantes! Escuchaba yo gritar a aquella anciana en mi infancia, cada vez que las nubes enrojecían el horizonte en los hermosos atardecederes de agosto). Y que, cuando otras nubes rojas, figuradas o no, vuelvan a aparecer en el paisaje; nos vamos a acordar, otra vez, de la ocasión perdida.
Eso, y cosas más profundas dicen ellos, los apocalípticos.
Los integrados, alguno de los cuales fueron en su juventud apocalípticos, se encuentran confortablemente integrados, es decir que se encuentran confortablemente, y que a pesar de que algunos deban ese confort a su pasado como apocalípticos, lo cierto es que el presente resulta bastante mas divertido y, en todo caso el autoconvencimiento de pertenecer a una casta de un nivel digamos... seguro y confortable(otra vez) convierte las profecías en cuentos tan lejanos como puedan serlo los de la literatura infantil o os de ciencia- ficción. Al fin y al cabo ¿qué sabían Aldous Huxley o George Orwell, del protocolo de Kioto o del euribor? Nada.
Por tanto, ni los alfa ni los beta, ni los famosos de cagamiseria que harían realidad la profecia, con tan solo unos años de retraso sobre lo previsto, tienen absolutamente nada que ver con los logros del sistema, de los sistemas concéntricos generados gracias a las experiencias, reales de verdad, del agit prop y de los genios de la svástica. A pesar de que la historia no les haya hecho justicia, a estos cerebros, a pesar de que haya que negarlos tres, treinta veces si fuese necesario. A ellos y a otro genio, Maquiavelo; ya que si el fin justifica los medios, es suficiente con qué el fin pueda estar dirigido por buenas manos, o mentes, ya que los medios vienen por añadidura y, así se sientan las bases, el engranaje que hace que el mundo ruede, siga rodando. Y además.: ”No se os puede dejar solos”,” No lo olvideis”.

Eco no toma partido por ninguno de ambos. Y ya digo que su obra trata de un asunto diferente, aparentemente, del que estamos tratando. Mantiene la tesis de que no existen colores absolutos, de qué, en todo caso, todos forman parte del arco iris, y que, resulta difícil decir que fue primero, si el huevo o la gallina. Pero es que él es semiólogo, y maneja palabras tan extraordinarias como estas: apocalípticos, integrados...

P.D.- Realmente quería escribir sobre educación para la ciudadanía y me he perdido otra vez en el piélago de un mar de ideas que se arrojan sobre la playa mental con el desorden propio de las mareas de otoño. Y es que pienso como integrado, que la ciudadanía como fin es una autentica necesidad y que es irrenunciable afirmar los cimientos de nuestra civilización (me sale el símil inmobiliario. no puedo evitarlo) . Y como apocalíptico pienso, que hemos perdido treinta años sin siquiera intentarlo y que, además, los ciudadanos se hacen mas en el día a día mirándose en el espejo de sus gobernantes, en la actitud coherente , en los principios morales y en las pruebas que de ello han dado sus politicos en todo este tiempo, que en los textos y los programas educativos, por correctos y necesarios que estos sean.
Como aprendiz de semiólogo umbertiano, me preocupa tan solo la palabra “para”. Pienso que tanto la educación como la ciudadanía son un fin en si mismas, y no necesitan ballestas ni catapultas. Que la educación “para” el lenguaje es otra asignatura pendiente. Quizas la mas importante. Y no me estoy refiriendo a la corrección gramatical en un idioma universal, y por tanto en ebullición, como el nuestro, sino en el uso y abuso que se hace del lenguaje cuando se le cambia el sentido, o sea la finalidad, a la palabra, cuando se asocia a otra de ambigüedad contrastada.
Formación del espiritu nacional, fue la asignatura , firmada por Torrente Ballester, que antaño formaba a la ciudadania. Y es que ninguna de las tres palabras resulta sospechosa. Formación, bien. Espiritu, pues claro. Nacional, ahora no está de moda, pero si hay Nación debe haber nacional, y si no hay nación, deberian decirnoslo, hemos digerido cosas peores, verdades mas terribles. Pero lo cierto es que el conjunto de las tres, significaba de hecho algo mas, y sobre todo algo diferente de lo que podria interpretarse en la primera lectura.
Por ello, insisto en que, el riesgo está en el “para”. Preposición que se antepone a que, quienes, cuando, hacia, etc., dando un sentido inteligible a la sintaxis de la oración. Sucede que el DRAE lo considera también como partícula adversativa “contraponiéndolo a lo que se quiere aplicar o se dice de ella” de la cosa a la que se yuxtapone. Lo que pondría en duda el sentido de lo que se nos dice Pero otra acepción, la 12, “Junto a algunos nombres se usa supliendo el verbo comprar” con lo cual acaban de hundirnos.....Y este es el tema, el drama de la semiótica, el seguir confundiendo el culo con las témporas sin caer en la cuenta de que aparte de la frase hecha, antes de ella ya estaba el culo, y sigue estando.
Y es que en temas docentes, básicos para cualquier sociedad, los lemas, los enunciados, las intenciones, deben ser claros, concisos, y transparentes, y no prestarse a ambigüedad alguna.

Pues eso, lo dije.

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