Palos en las ruedas.-
Las metáforas, reducidas a veces a la
mera frase hecha, suelen simplificar el discurso y aliviar las
entendederas de quien lo recibe. Al fin y al cabo, su uso, el del
palo o palos – no es lo mismo, los palos impiden que la rueda gire
libremente, el palo individual puede detener bruscamente el vehículo
y ocasionar un accidente- se relaciona habitualmente con una figura
retórica, y por tanto abstracta, alejada generalmente del mundo real
de quien lee o escucha.
El que yo haya vivido, sufrido, el palo
en la rueda de mi bicicleta, de manera incomprensible, aunque supongo
que en absoluto gratuita, la consiguiente caída y el baño de
mercromina con las secuelas propias en la piel del adolescente que
solo intentaba dejar de serlo, solo sirve para que comprenda mejor,
plenamente, el sentido de una metáfora tan explicita como esa.
Sobreviví a las magulladuras propias
del asfalto sobre la piel, y también a la adolescencia, y más
importante todavía, a no encontrar justificación alguna para un
hecho cuyas consecuencias podían haber sido catastróficas. Lo tenía
olvidado, y perdonado también. Por otra parte, la bici no sufrió
demasiado, un par de radios nuevos y algún arañazo en la pintura
del cuadro, indistinguible entre los propios de su veterana.
Es justo ahora, cuando están presentes
las alharacas del movimiento neo feminista, a punto de arruinarse por
la desmesurada puesta en escena de algunas lideresas, y los modestos
avances sobre justas, urgentes y necesarias medidas sociales en pro
de la igualdad entre mujeres y hombres, cuando me viene a la mente el
pasaje de “La conjura de los necios” de Kennedy Toole, aquella en
que el protagonista se une a una asociación de negros -hoy hombres
de color- que luchan para acabar con la discriminación atávica que
sufren. En el momento que declaran que su objetivo es conseguir
idénticos derechos que los blancos, Ignatius comprende que nada
puede esperarse de aquellos que pretenden igualarse en privilegios
con los que carecen de ellos. Los abandona, dejando otra cruz en la
libreta donde va clasificando la necedad humana.
Algo parecido podría plantearse con
los movimientos de igualdad de la mujer al nivel de la nada, de la
tabla rasa en que se encuentra hoy día la humanidad completa. Aunque
el planeta es muy grande y el circulo donde cada una/o tiene que
sobrevivir, hace concretar la demanda a ciertos aspectos
diferenciales, de injusta segregación, respecto al sexo contrario,
no tiene sentido exigir idénticos derechos de quienes son parcos y
frugales en la materia.
Análogo a lo sucedido con el
independentismo catalán en los últimos tiempos. Si hubiesen pedido
la independencia para todos, si nos hubiesen invitado a abandonar la
categoría de súbditos, -que ya sabéis procede del pecado original,
inmutable- igual hubiesen encontrado una amplia corriente de apoyo, y
quizás hasta simpatía, entre quienes queremos más. Al menos los
independentistas catalanes quieren más, al contrario que los
conjurados de Ignatius o los que abogan por la igualdad. ¿Igualdad
de qué?.
Las etiquetas, cuanto más cortas más
fraude encierran. Sin ir más lejos, me ofenden los anuncios de las
rebajas del 20 o 30%, cuando no explicitan el total sobre el que van
a realizar el descuento.
Pero no vamos a banalizar el asunto de
la igualdad entre sexos, todo lo contrario. Estoy hablando de palos en las ruedas del movimiento
reivindicativo, de como parte influyente de la sociedad sigue
usándolos donde más daño hacen, en la base cultural y moral de la
población.
Y es que las tres últimas películas
que he visto, excelentes en relación con la calidad media de las que
pueden contemplarse, tienen un nexo común que es digno de
consideración, de advertencia, y de simil como palos en las ruedas
del movimiento pro igualdad – o lo que sea- femenina.
Pase que la de American Hustle
sea de 2013, anteayer, y que el personaje de la rubia tonta lo
detente la increíble Jennifer Lawrence que se come al resto
de la plantilla, a pesar de las minúsculas de su nombre en en el
cartel.
Pase que Woody Allen no haya podido
pagar su caché, de cuatro años después, y haya tenido que buscar
un clon sucedáneo Juno Temple, para el papel de rubia tonta
en Wonder Wheel.
Pero resulta preocupante, y significativo, cuando vuelve a repetirse la ignominia en Three Billboards Outside Ebbing, Missouri. con Malaya Rivera Drew, la amante guapísima del ex de la protagonista, de 19 años la chica, dato que repiten varias veces, y que confunde polio con polo, la pobre, para ridiculizar el personaje, su presunta debilidad mental, al parecer imprescindible en el cine de masas. Y estoy hablando de cine de cierta calidad.
Incomprensible que los espectadores
tengamos que asumir con natural familiaridad el que la mujer, joven y
guapa, -lo que justificaría la tolerancia de muchas espectadoras,
por idéntica razón a la de quienes pusieron el palo en la rueda de
mi bicicleta – tenga en exclusiva el divertido rol de la estupidez,
del clown en el circo del cine. Con el riesgo de su inevitable
mimetismo en el mundo real.
Son tres películas, vistas en una
semana, y el nexo resulta demasiado evidente hasta para un cegato
como yo, y supongo que mucho debe cambiar en la industria del
entretenimiento, que también lo es formativa en sus orígenes, para
que algo tan elemental como es el papel de la mujer, en cualquier
asunto, sea expuesto con el mayor (o igual) de los respetos.
Y es que alguien debería explicar a
estos que ponen palos en las ruedas, por divertido que a algunos les
parezca ver rodar a un ser humano por el suelo, otra utilidad de auto
ayuda que pueden dar a sus palos, utilidad que incluso puede
resultarles placentera. Hay gente pa tó.
En época de Don Claudio, pintaban en
Gran Vía, y quemaban, los carteles de Gilda por el hecho de
que habían “oído” los exaltados guerrilleros de la fe – entre
los que se encontraba algún futuro presidente de gobierno- que se
desnudaba la chica en la película, cuando en realidad solamente se
quitaba los guantes.
Hoy asumimos con risas, y total
pasividad laica, situaciones como la que denuncio. A la vez que
usamos la censura -auto- siempre horrorosa, para reafirmar nuestra
postura de estatuas silentes.
Id al cine, mirad hacia atrás, a los
lados y a vuestro espejo, y comprobadlo.
!Mecachis!.
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