miércoles, 29 de octubre de 2008

CENTRO DE INTERPRETACION DE LOS AÑOS SESENTA IV


LA MEMORIA
IMPERTINENTE.-





Cuando uno viaja solo, cuando viaja por deber, y se encuentra en una ciudad, ahora extraña, en la que vivió parte de su adolescencia, se encuentra bastante perdido. Embriagado por referencias urbanas y humanas que ya no existen, o estan, en otra forma y en otro sitio, irreconocibles.
Vencido el estupor del recuerdo, que insiste en doblar la próxima esquina para volver a aquel bar. donde merendaba con los amigos del ayer, golpeandose con otra oficina bancaria, con otro puesto de chinos en lugar de la pastelería donde su madre compraba las magdalenas, vencido el estupor y apremiado por el hambre después de una mañana intensa, no queda otra que encender el GPS del sentido común: buscar local céntrico, limpio, luminoso, y entrar en una cafetería que reúne todo lo anterior, junto con la promesa de tapa a elegir con la caña y una carta mas o menos sugestiva para un estomago hambriento y de capacidad limitada. Se sienta en una mesa discreta desde donde puede ver a los parroquianos- otra palabra perdida- sin apenas ofrecer una presencia perceptible. Los parroquianos tienen poco que ver, la verdad. Maduros y elegantes con su disfraz provinciano, apenas logran distraerlo del plato de calamares, tan horrorosos que, el maître – al menos viste como tal- lo invita a doble ración de tapas, tan copiosas e incomestibles como el rebozado a la romana, en justa previsión de sus necesidades, para evitar la pesadez de una comida abundante y poder seguir pronto en carretera. Queda la mesa rebosando de platos sobre bandejas de varios tamaños y colores, algunas como extrañas matrioscas, van saliendo unas de otras y su contenido quedando incólume tal cual estaba en la cocina, de donde nunca debieron haber salido. En fin, una mezcla entre fast food y slow food que no acaba de cuajar.
Es cuando levanta la cabeza, con el trago único del café, (el italiano y el portugués son así, un solo trago), cuando se percata de la figura familiar que se vislumbra tras el escaparate en que se encuentra, la del chalet del parque. El palacete centenario al que las crónicas del periódico, que a veces sigue en la distancia, acusan de hundirse diez centímetros bajo el nivel del suelo cada cincuenta años, ya prácticamente perdido el primer escalón de la entrada y, sin signo alguno, sin grieta o desperfecto aparente que justifique el menor fallo en su estructura. Un edificio convertido en leyenda pues, y no solo por la anécdota subterránea y sus misterios, sino por ser el único superviviente de una época en la que en un kilómetro a la redonda del caserón solo había un prado, un bosque, un parque, y media docena de edificios similares y extintos, menos afortunados.
Pero para el viajero tiene otra categoría diferente a la actual, de objeto de deseo de los especuladores inmobiliarios, tiene otra identidad relacionada con los años que esta informando. Era la casa del médico donde alguna vez lo llevaron de pequeño para intentar solucionar la grave enfermedad que a muchos chicos ha estado a punto de llevar al huerto, “Que el niño no come, que come poco, que no come nada”. Que entonces, como ahora por lo visto, comía poco a ojos de una madre que, envidiaba a la vecina y sus gorditos pensando en que una buena reserva en peso no estaría de más ante la previsible enfermedad consuntiva que acababa en repiquete.
La consulta del Dr. Gazaba, dueño de la casa, estaba en la planta baja y, cuando se aproximaba el turno para el presunto paciente, la madre salía a comprar magdalenas, a la repostería cercana como vimos antes, y el chico entraba al gabinete médico acompañado de una anciana, de una niñera ocasional que curiosamente aparecía en casa para tal cometido. Al poco rato aparecía la madre y recibía el diagnostico, molestias gástricas propias del crecimiento y el tratamiento en forma de vitaminas y una lista de alimentos sanos y aconsejables que también es coincidencia, eran los habituales del chico. Este, entre asustado e indignado por la inicial deserción materna, pasó a la sensación de perplejidad cuando , meses mas tarde se repitió la situación, e intentó abrir ojos y afinar oídos para entender lo que estaba sucediendo. La segunda vez se fijó en la cara de placidez cercana al éxtasis, de la niñera, aunque en aquel tiempo ignoraba que era eso y quizás lo asociase con cierto matiz de simpleza, e intuyó una cierta complicidad entre la anciana, contenta, la tía Felisa, la tía Felisa Gazaba, la señora del carrillo de chucherías de los domingos del pueblo, y su madre, y en los comentarios que hicieron durante el regreso.
-¿Te ha reconocido?- dijo la madre.
- Me ha mirado, pero no me ha visto- contestó Felisa.
-Sois muy parecidos, a pesar de que tu hermano tenga veinte años menos que tú- remató la madre.
Y el chico, atando cabos y apellidos, fue prudente y calló ante un nuevo misterio que aparecía en su entorno. Dos personas podían ser hermanos y no conocerse, podían pertenecer a niveles sociales tan distantes como cercanos estaban sus domicilios, y por, tanto podían existir familias, extrañas familias donde los padres tenían varias madres con las que tener hijos. Algo sorprendente. Algo que quedó en el olvido cuando el chico siguió aprendiendo otras cosas y conociendo otra gente, aunque, por otras razones siempre recordaba con cariño a aquella anciana desdentada, que vivía sola en una parquedad muy cercana a la pobreza., aquella vieja bruja para otros compañeros de correrías y aquel ángel para él que aparecía siempre al lado del chico enfermo, aunque este fuese imaginario.
En aquellos tiempos, muchas de las preguntas que hacían los niños, en su continua labor de aprendizaje, al objeto de descifrar cualquier fleco que vagaba por el sendero del entendimiento, iban hacia el mismo lugar, hacia la misma respuesta, y terminaban en una zona oscura que ocultaba un hecho terrible “La guerra”, un sujeto terrorífico que era mucho mas que un sustantivo neutro al que pudiese añadírsele un apellido en forma de fecha o lugar. “la guerra” no solo tapaba las respuestas, también abortaba la mayoría de las preguntas, como fue en este caso. No obstante, el chico asoció ideas y como no ignoraba que durante un cierto numero de años, en los que el pueblo sufrió una extraña metamorfosis, algunos matrimonios se deshicieron legalmente, y hasta los niños que nacieron en aquella epoca llevaban unos nombres preciosos y extraños, distintos a los de santos, mártires y reyes de España, pues el chico pensó entonces que el misterio quedaba explicado, con la erronea justificación del que no tiene suficientes datos, pero tampoco puede conseguirlos, y dejó pasar el tiempo.
Pero ahora , para el viajero, la visión del palacete se completa con la experiencia, con el eco de otras imágenes similares, las casas de indianos. Eso es. Un caserón construido por un indiano hace más de un siglo, un paisano que dejó a su familia en el pueblo, y Felisa, la hija era parte de ella, y marchó a buscar fortuna. Solo que con la riqueza probablemente encontraría también otra mujer y, para ella, construyó el chalet del parque.
Hoy al viajero, que ya no es tan niño, le cuadran las cosas, las fechas, y lo sabe. Y sabe también que la vieja Felisa, con la complicidad de su madre, nunca estuvo mas cerca de esa vida y de esa familia que le fueron negadas. Y que cuando ambas usaron al chico para ese intento heroico, no hicieron otra cosa que localizar en él el punto de apoyo para una palanca con la que intentaron cambiar el destino. Evidentemente no lo consiguieron, pero más evidente para el viajero es que fueron valientes al intentarlo, y que le dejaron una hermosa lección, una lección recibida con casi medio siglo de retraso, pero en todo caso, viva.-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

lunes, 27 de octubre de 2008

CENTRO DE INTERPRETACION DE LOS AÑOS SESENTA III


LA GRAN ESPERANZA BLANCA
Howard Oliver Sackler 1967.

Premio Pulitzer, entre otros, en el 69, y versión cinematográfica en 1970, a cargo de Martin Ritt. La pelicula es lo que aqui pudimos ver. Del autor de la obra de teatro y del guión solo supimos que murió en Ibiza en el 82, en “extrañas circunstancias”, aunque la autopsia lo etiquetase de muerte natural, a los cincuenta años de vida, y sin patologia previa ni factores de riesgo, salvo el exito. Quizás fue eso.

La historia está ambientada en la misma epoca en que Jesse Owens suscitaba la ira de Occidente, de un occidente blanco cuyos atletas aprenderian, desde entonces a llegar detras del primero; ya que este era y sigue siendo negro. En un deporte, ahora desfasado, como el boxeo, el nombre de la primera figura con la supremacia del color oscuro era el de Joe Louis. Y sobre la sombra del personaje que rompe los cauces de la historia gira el drama de Mr Sackler. Son escenas de antesdeayer que hoy se nos antojan cuentos de Marte, cronicas de Bradbury. Pensar que un campeón podia ser odiado por la misma sociedad que lo emcumbraba a la vez que deseaba su destrucción. Que no podia tolerar su relación con una mujer blanca, y que no dudaba en recurrir a la trampa, al tongo, para poner las cosas en su sitio. Y todo ello, por algo tan irrelevante como el color de la piel. Ahora se dice anacrónico. Para mi, de marcianos.
Ese es, mas o menos , el planteamiento de la obra. Del desarrollo y del final no voy a contar nada, entre otras razones porque no interesa al tema de hoy.
Interesa la analogía con algun pais geograficamente lejano de Occidente, pero demasiado cercano en muchos aspectos, como pueda ser “La” Argentina, a los que Europa y sus primos llevan años mimando, ayudando, perdonando, es decir invirtiendo ingentes recursos con la esperanza de que al salir del bache, al terminar el combate, dejen de ser para siempre “el pais del futuro” y pasen a ser uno del presente, un socio comercial que les devuelva la alegria en forma de ganancias en las apuestas.
Y otra vez, la enesima, la nación se arruga frente al coloso, y decide arrojar la toalla, para desespero de mafiosos y banqueros que ven esfumarse el dividendo.
Sucede que estas situaciones solo pueden mantenerse en el tiempo cuando detrás hay un esponsor, o un fanatico con el bolsillo lleno dispuesto a sufragar una ilusión que, al estimular el animo colectivo, en la crisis de los treinta, o en las del 2008, libere la espita que anuncie el comienzo de la recuperación.
Ello requiere, ya digo, y ahora desgraciadamente no estamos en el caso, la disponibilidad continua e ilimitada de recursos para seguir manteniendo la esperanza en el perdedor. Y creanme que, ante Joe Louis, ante Cassius, y ante Obama, cualquier rival estará destinado a descender de categoria, hacia la de esparring quizas. Sin contar con la realidad mas cruda, la del promotor de hoy, con los bolsillos vacios, con el previsiblemente implacable corte de suministros y con un futuro, que ya es presente, inimaginable, para el boxeador blanco y para los desilusionados y hambrientos espectadores de occidente, a los que ya no les quedan botones dorados,como al personaje de Dostoievsky, para hacerlos pasar por monedas.
Tiempos jodidos.
Pero tampoco es la del pais amigo, la del pais hermano, ni la del nuestro, la mejor metafora de la gran esperanza blanca.
Quizas todos hemos tenido, en nuestra epoca de esplendor en la hierba, que asumir inconscientemente, el papel del personaje sobre el que estan puestas las esperanzas de la gente que nos rodea, de nuestros padres, de nuestros amigos. Un papel que nos dura hasta el momento en que el potencial adolescente deja paso al remanente de la madurez, y el horizonte se perfila tan cercano que puede tocarse, puede pasarse la mano por él y comprobar que detras no hay nada mas, que es solo un teatrillo donde el escenario limita nuestros movimientos a una representacion repetida que solo sigue convenciendo al entregado publico que mantiene viva la esperanza blanca. Se mantiene, mientras ese publico existe.
Cuando el tiempo comienza a barrer a los seres queridos que confiaron en nuestro triunfo, ya perdidos los en la niebla del pasado los fanaticos seguidores, los soportes economicos y afectivos que nos llevaran hasta el aqui, hasta el ahora, solo nos queda el recuerdo de aquellas buenas intenciones, y es entonces, mas que nunca, cuando comenzamos a depositar las esperanzas en nosotros mismos, esperanzas que serán vitales hasta que comenzemos a mirarnos en los que vienen detras, y soñemos con la gloria de alguno o algunos de ellos, con pasarles el relevo cuando proceda, y mientras tanto apretar el testigo. Quizas sea asi de facil.
Tan facil como la vida misma..
El desenlace de la gran esperanza blanca, que era la de los blancos, mas que la del lechoso pugil que enviaban al circo, comienza presentando un combate, el ultimo, amañado con el arma mas infame que imaginarse pueda, perdonar al campeón el delito que nunca cometio, el color de su piel, a cambio de dejarse ganar por el saco de patatas en que se ha convertido nuestro occidente cristiano. ¿Funcionará el truco esta vez? ¿Conseguiremos mantener el engaño?
Dentro de unos meses lo sabremos. Pero con cuatro millones de parados, un Estado endeudado hasta donde quieran los banqueros, en un pais donde no quedan judios a quienes pedir prestado (los echamos), y con un paisanaje dispuesto a transigir con lo intransigible, menos a cesar en el empeño de salirse con la suya, con la de cada uno, se me antoja un futuro harto conflictivo.
Me temo que, en todo caso, vamos a necesitar nuevas ilusiones, nuevas y grandes ilusiones, pero esa era de Dickens, y ya la contaré otro dia.

domingo, 19 de octubre de 2008

CENTRO DE INTERPRETACION DE LOS AÑOS SESENTA II.-


Iznogoud.(léase: No es bueno)Fue un buen maestro de aquello que no se debe hacer, a la vez que un gran discipulo de D.Nicolás.
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Hasta hace bien poco, una iniciativa como esta, hubiese supuesto para su promotor:

1.- Ser acusado de nostálgico. Pensador en sepia.
2.- Ser acusado de inmaduro. Peter Pan.
3.- Ser acusado de senil. Alzheimer.

Después del baño de irrealidad, baño de burbujas, grandes burbujas que estallan a nuestro alrededor ha cambiado un poco la visión de los inquisidores, y su acusación:

1.- Ser acusado de promover el escapismo. De invitar a una sana subversión mental, en la que los condicionantes del tiempo presente quedan sumidos en el ostracismo, que es donde deben.
2.- Ser invitado a proseguir en el empeño. Resulta conveniente la distracción del evento consuetudinario, cuando este se tiñe de gris.
3.- Ser felicitado por tan encomiable actitud, y alentado para su estimable persistencia. Al menos hasta que repunte el Ibex, baje el Euribor, y se estabilice el Brent. Luego volveremos al párrafo primero.

La tarea en sí, resulta de una extraña sencillez. Consiste, básicamente, en aplicar una de las pocas lecciones de gramática parda que recibí gratis, las demás me costaron no solo un precio excesivo en relación con su valor real, sino que, además, una vez pagada la peor de las tarifas, la de la experiencia , me dejan la sensación de que no me van a servir para nada. El futuro no te ofrece jamás la oportunidad perdida, y en todo caso, en el mejor de los casos, te ofrece otra, nueva y diferente. Y ya no es lo mismo. Ya no son los años sesenta.

- Atiende Emilio: Cuando te hagan encargos, cuando te manden a comprar algo, pones los papeles encima de la mesa. Sobre cada papel pones las monedas que te hayan entregado para llevarlo a cabo, y luego, y esto es lo mas importante, soplas con todas tus fuerzas, soplas tanto y tantas veces, hasta que queden solo aquellos, a los que el peso del dinero, impida volar. Esos serán los únicos que tienes que realizar. El resto pertenecen por igual a la codicia de los que te pidieron el favor, y a tu propia ruina si los llevas adelante.

Me pareció un consejo tan ingenioso como inútil. Al fin y al cabo, rara vez he servido para hacer un mandado, y cuando asi ha sido, ha resultado ser de escaso valor para el beneficiado como escaso el perjuicio para mi bolsillo. Y es que me faltaba, me sigue faltando lo más importante, la malicia. La maldad suficiente como para no entender el mensaje en su plenitud.”No hagas nunca un favor, salvo que este sea por interés, salvo que te reporte un beneficio”
Y este enlaza con otro capitulo del mismo libro, también recibido oralmente de un amigo:

-Amigo Emilio, si te embarcas en un negocio con la idea de no tener beneficio, ya estás teniendo perdidas, desde el momento en que te has puesto a ello.

Y no estoy hablando en primera persona, aunque pueda parecerlo. Los consejeros de papel cuché - suplemento semanal del diario nacional de mayor tirada- recetan lecturas mucho mas instructivas y moralizantes, para superar tiempos difíciles, que los consejos de mis mentores. Figúrense que, recomiendan como libro de cabecera, en primer lugar, el que han tenido nuestros políticos desde el siglo XVI, nada menos que El Príncipe, del autor mas vendido de todos los tiempos, aunque no figure en las listas, Maquiavelo. Libro de ética aplicada, donde el autor no hizo otra cosa que recoger los hechos y las palabras de nuestro primer monarca, D. Fernando, quien seguramente no hizo otra cosa que seguir los consejos que le dictaban sus buenos amigos. Los mismos consejos que a mi me dieron sus descendientes, unos quinientos años después, siglo mas o siglo menos. Nada nuevo. Solo la incoherencia otra vez. Con el trabajo que nos esta costando sacar adelante la educación para la ciudadanía, y ahora me vienen otra vez dando la vuelta a los conceptos básicos de la moral, con la ética perversa de que lo malo es bueno, de que donde esté el puñal, la cicuta y la difamación, que se quiten las reglas de urbanidad, las leyes, y la bondad. Al fin y al cabo esos son vicios de tontos y de pobres. ¿En que quedamos?

Quedamos en los años sesenta, no crean que el punto tercero del párrafo primero, ya me ha alcanzado. Y en el primer ejercicio a que voy a someter a mis lectores, ejercicio imprescindible para poder navegar con seguridad, y con sensaciones placenteras que es lo que nos interesa, en esa época procelosa.

Ejercicio nº1.-

-Atiendan. Queridos amigos.

Corten un trozo de papel blanco por cada uno de los años que tengan cumplidos. No hace falta que los numeren, ni que escriban en estos, signos cabalísticos o pinceladas de sabiduría oriental. Nada. En blanco. Colóquenlos encima de la mesa -es la de antes- y soplen con fuerza, con todas sus fuerzas, permitiéndose solo un truco que les voy a explicar, una pequeña trampa, absolutamente necesaria. A la vez que soplan, deben mirar de reojo, sin que la otra mano lo sepa, hasta que vean que los papeles que quedan sobre la mesa – los años perdidos se los ha llevado el viento- son mas o menos convenientes. Entonces, paran el soplido -los fumadores habrán parado antes de tiempo, una lastima- y cuentan los papelillos que restan sobre la mesa. Ese es el numero correcto de los años con los que van a iniciar cada uno de ustedes esta aventura. A mi me han salido diecisiete.
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sábado, 18 de octubre de 2008

CENTRO DE INTERPRETACION DE LOS AÑOS SESENTA I.-




Ciertamente que, el reciente cese para ascender en escalafón, del director/a general del observatorio de la violencia de genero, ha estado a punto de cambiar el sentido y el destino de este capitulo. Resultaba , mas que tentadora, la posibilidad de arrogarme los galones y erigirme en director general del observatorio de….cualquier cosa. La verdad es que, a mi entender, debe resultar un puesto envidiable. No dice nada, la noticia, de que es lo que se hace luego con los datos obtenidos de la observación. Quizás el Numa considere que la nuda observación de entidades abstractas como puede ser la terrible carestía de baba de caracol, debido al abuso que de ella se hace en la moderna cosmética, o la contemplación, igual es solo eso, del cambio en la mediana estadística del color de la piel de los españoles, es razón mas que suficiente para que el mártir ciudadano, y disculpen la figura , se sienta realmente protegido ante las eventualidades mas insospechadas. Y eso es bueno, es el fin que justifica los medios, que los de abajo nos sintamos confortables y optimistas. Loado sea el Numa. Y si de paso, el nepote de turno ha colocado a la Cuqui/o en un puestecito que la/o haga autosuficiente, pues eso, que el peculio familiar queda a salvo, y la legitima/o tendrá un motivo menos de sospecha. Al fin y al cabo el presupuesto no va a notarlo, son tan pocos los observatorios que no van a incidir negativamente en el balance. ¿Verdad?
El problema es que si son pocos los observatorios, las cuquis/os son innumerables, tantas como cargos de alto rango tiene el escalafón, y para resolverlo, nada mejor que acudir a una extensión del disparate, o sea a los centros de interpretación. Esta es una figura social tan absurda en su enunciado -sospecho que, otra mas, procede de una mala traducción, de alguna función imprescindible para la sociedad anglosajona- y en su utilidad, que resume la simbiosis entre la poética de la generación del veintisiete y la del 98, o sea que ha devenido en un transgenico del esperpento y la greguería. Algo que sacado de su contexto, de la genialidad de sus autores y la sociedad de su época, se convierte en eso, en una tontería. Y es donde estamos.
De los centros de interpretación ya no voy a citar ningún ejemplo, real o inventado, difícil resultará inventar alguno que no sea real y, en todo caso no haría mas que dar pistas para que la amiga (antes se decía, amiguita) de alguno se busque el futuro a costa del lomo común, del costillar colectivo. Pero, he de dejar constancia que, dicha perversión, parecía ser una demanda insatisfecha durante siglos, si nos remitimos a el calado que ha llegado a tener en nuestra vida cotidiana. Hasta en las casas de comida (ahora estrellas Michelín) te explican con detalle que el liquido se llama sopa, y si esta es dulce y fría es sorbete, y si tienes que roer el bocado, esto es crujiente. Les juro que lo he vivido, solo una vez, pero de verdad. Una azafata, gastromoza la llamaría yo, nos explicaba sonriente el significado y pedigrí de cada platito multicolor en las distintas fases del carísimo menú degustación. Y son tres barbaridades en una. La primera hacer esperar al rugiente estomago a que termine la perorata cuanto la saliva te sale por la comisura. La segunda llamar degustación a la perversión de ir a un sitio a comer para salir sin. Y la tercera y ultima, que alguien pretenda interpretar aquello para lo que tus sentidos están mas que sobrados.
De esta ultima se deduce, también, la innecesidad de que todo aquello exterior a nuestra persona, necesite un traductor, un interprete a nuestro lado para aclararnos que el cielo es azul y que la rosa tiene espinas. Algo debe existir, que seamos capaces de entender sin ayuda impuesta, y a ese algo es a lo que quiero dedicar esta sección. Que, quizás debería llamarse, mejor, evidencias absolutas sobre un pretérito cercano, o bien, yo estuve allí, y lo vi., ¿Y qué?
Además, cuando necesitas realmente que alguien te explique algo, verbigracia lo que está pasando en los bolsillos y en los corazones de media humanidad -la otra media nunca los ha tenido- y miras hacia arriba esperando ver el rayo de luz , la sombra luminosa que da esplendor y belleza a la pintura flamenca, ese índice del artista que te señala hacia donde debes mirar, hacia esa imagen que va a fijar tu retina para que no olvides su nombre. Igual que el artista te está interpretando su trabajo para que pueda ser digerido, igual te esperas cuando miras hacia arriba que vas a ver, que vas a escuchar las palabras que estabas esperando, y que van a calmar las dudas sobre el futuro, sobre el trabajo, y sobre el pan de los tuyos. Y no escuchas mas que gemidos ininteligibles, nuevos ruidos de viejos golpes, y el sonido del viento huracanado alternando con el tableteo del pedrisco, pues ya hasta la lluvia dejó de ser un augur de bonanza para convertirse en un daño seguro e implacable en su presencia o en su ausencia, tanto da. No entiendes lo que escuchas, y no tienes a nadie para explicarlo, pero lo que alcanzas a ver, no hace mas que apagar el ascua a que estaba reducido tu estado de animo. Y donde deberias ver al Numa, solo ves marionetas. Allá arriba, en el pequeño escenario rectangular ves a Gorgorito con su estaca, dando golpes en la cabeza a quien la asoma por la cortina. Los muñecos de Maese Villarejo con sus estupendas aventuras, impagables en nuestra primera infancia, y que ahora aparecen fuera de tiempo y lugar, y sobre todo, no te quitan la congoja, no te sirven, no te explican, no te interpretan nada de lo que está pasando.
Por todo ello, no me queda otra cosa que abrir una ventana a la esperanza, derribando el muro si es preciso, inaugurando este nuevo centro de interpretación. Centro que queda abierto a la colaboración de todo aquel que , sintiendo la iluminación del humano conocimiento, esté dispuesto a prestar un poco de luz, de su poderoso xenon o de su humilde vientre de luciérnaga, a la noble misión de aclarar aquellas pequeñas dudas que, a veces no nos dejan dormir, la siesta.
Prometo además, seguir la honesta trayectoria que es, la de repartir con ellos los emolumentos recibidos, los que, después de retirar la parte de la Cuqui, queden en nuestra inagotable fantasía. Amen.

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jueves, 9 de octubre de 2008

LA REPENTINA RIQUEZA DE LOS POBRES DE KOMBACH Y III


-Pues a mi, me jodería.(De Muñoz Molina).

LA REPENTINA RIQUEZA DE LOS POBRES DE KOMBACH II




Es que, el tema de estos repentinos nuevos ricos de Kombach, lleva dándome vueltas en la cabeza desde hace unos años. Concretamente desde que he comenzado a ver en mi barrio, y no es metáfora no, la transfiguración de los rebaños de cabras (payoyas pa mas señas) en porches cayennes. bmw X5 y similares. Vehículos de superlujo, cuyo importe supera mas o menos en veinte veces la renta per capita atribuida a sus propietarios, que es la propia de una zona deprimida, como la nuestra. Y conste que, el potro alazán o la jaca torda son solo la punta del iceberg, como suele ser habitual.
Un país entero se viste de blanco....


Tanto vestido blanco, tanta parola..
Y el puchero en la lumbre, con agua sola.

(Del cancionero tradicional).


Viviendas fastuosas, cirugía plástica hasta para el caniche. Vicios olvidados desde la caída de Babilonia, nada caro nos resulta extraño. Ningún uso ni costumbre de multimillonario nos resulta ajeno, por insano o pecaminoso que resulte. Tan solo exigimos que sea caro, cuanto más, mejor.
Esta situación mas o menos prolongada, de consumo desaforado, por quienes nunca han dispuesto de unos recursos económicos que justificasen algo mas que la supervivencia, como los pobres de Kombach, o en el mejor de los casos, algo que antes se ha llamado un buen pasar, y luego, el estado del bienestar. Esta extraña situación no ha dejada de causar perplejidad en unos y envidia, natural, en otros, y no pocos avisos sobre la inviabilidad de ese sistema absurdo, absurdo desde tiempos inmemoriales, de gastar mas de lo que se gana, mas de lo que se tiene, e incluso mas de lo que se debe ( a los bancos).
Y el verbo se hizo carne, como dice la Biblia. Las profecías se cumplieron. Y los pobres de Kombach van, vamos, a pagar, a purgar nuestros excesos. O, al menos, eso parece.
Sucede que, la reflexión que hizo Volker no es en absoluto baladí. Bien es verdad que en aquella ocasión pagaron los culpables. ¿Culpables?. Y que en esta volverán a pagar los mismos, o sea nosotros. Pero el tiempo transcurrido desde que comenzó esta kermesse, y el hecho de que yo, y usted, vayamos a ir al paredón por algo que no hemos hecho, me ha obligado a cambiar un poco el mensaje de la película. Al fin y al cabo, ni usted ni yo hemos disfrutado de la posesión de esas cuadrigas forradas de oro y brillantes, no hemos rellenado el mollete del recreo de los niños con caviar iraní, y mucho menos nos hemos planteado el costosísimo, y seguro que dolorosísimo, alargamiento de pene.
¿Por qué han de pagar justos por pecadores?. ¿No será mas bien que sea el mensajero, el cajero, y quizás mas arriba, el que lo ha nombrado y mantenido en su puesto, quien tenga la responsabilidad de la situación, y quien deba pagar por ello?. No sé, no sé. A veces pienso que, como en la película de Scholondorff ( no intenten pronunciarlo, ya no tiene ni gracia) la muerte del recaudador fue un acto mucho mas justo (justicia natural), que la consiguiente carnicería sobre los pobres de....
Vamos a pagar los platos rotos. No me cabe la menor duda. Pero me temo que peor que pagar los excesos ajenos, va a ser que , no solo, ni siquiera vamos a cambiar la forma de mirar, y de actuar sobre los que ostentan el poder, cuya dejadez ha originado esta hecatombe. No intentar siquiera enviarles la carta que Tolstoi envió a su emperador, exigiendo que o bien los policías que habían hecho desmanes injustificados en su hogar, o bien quien los había enviado, o bien quien era el responsable absoluto, el querido zar Alejandro, diesen la cara, respondiesen por ello. Esto sucedió en 1870 y, me temo que ahora no quedan valientes así, igual que tampoco quedan zares. Son las lecciones de la historia, mil veces repetidas.
Pero no, insisto en que tampoco. Es mas, me temo que, un clamor colectivo, en forma de babeante rogativa, implore a los auténticamente responsables-que no son únicamente los profesionales de la pasta ajena- que sigan en su puesto, que no nos abandonen en semejante trance, que organicen los pucheros colectivos, que si es necesario empeñaremos la gargantilla de la abuela, o a la mismísima abuela si nos la piden, pero que por favor que sigan cuidando de nosotros, que después de tantos siglos de aceituna, los pies y las manos presos, después de cuarenta años de paganismo y otros treinta de lo mismo, no se nos puede dejar solos. Y no pregunto si recuerdan a quien se atribuye la ultima frase “No se os puede dejar solos”, no lo hago porque es una pregunta retórica que no necesita respuesta.
Y me parece bien. Bien está lo que bien acaba. Y si seguimos pensando que , como ciudadanos inmaduros, necesitamos guías, tutores, preceptores, asesores, o padres prefectos para salir de paseo, pues bien, que así sea. Solo que en las próximas excursiones, mas de uno va a ir con el culo al aire. Y vienen tiempos fríos.
Como dicen algunos insolidarios, que cada palo aguante su vela. Pero yo seguiré pensando, seguiré soñando con tiempos en que los ciudadanos, o en lo que nos hayamos convertido, asumamos que la responsabilidad es nuestra desde el principio, y que si no queremos aceptarla, si preferimos delegar en extraños la gestión de nuestro país, que es nuestra casa, no podremos quejarnos luego de que la sopa esté fría, esté sosa, o esté en otra boca.

P.D. Como es probable que no se entienda bien, o no se entienda en absoluto, lo que quiero decir, lo que estoy diciendo, me veo obligado a ser más conciso. Es el sistema global el que está averiado, no solo el económico, y es en la relación, en el desequilibrio de la misma entre gobernantes y gobernados, donde esta la fuente del pecado. Mientras no cambie esa relación, dando mas protagonismo, y responsabilidades, a los pobres de Kombach, no hay mas que rascar, solo rasgarnos las vestiduras.-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

LA REPENTINA RIQUEZA DE LOS POBRES DE KOMBACH I




Pobres de Alabama






Los Santos Inocentes







Volker Scholondorff 1971.
Ni lo intenten. Son palabras para ser escritas. En nuestro idioma, su pronunciación supone que nuestra boca se nos llene de lengua, lengua propia, intentando desesperadamente emitir vocablos inteligibles o, al menos, audibles.
Del trabajo en cuestión, Der Ploetzliche rechtum der armen leuten von Kombach, ya ni les cuento. Digamos que es el titulo de este escrito, y que es una obra que el cineasta hizo para la televisión publica alemana que, en nuestro país, pudimos ver en la pantalla grande.
Eran tiempos cuando las corrientes cinematográficas estaban de moda y, una nación, con el poso cultural de Alemania, no podía quedar excluida en el desfile. Al Free Cinema y a la Nouvelle Vague, respondieron con el contundente Neuer Deutscher Film, donde nuestro introductor de hoy, formó equipo con Wenders, Fassbinder, Herzog y hasta con su señora Von Trotta, y reinventaron el cine, otra vez. Obras de ajustado presupuesto, con una puesta en escena mas o menos teatral, y con unos personajes de desbordante humanidad, basadas a veces en hechos reales, y que llegaron a conseguir enfrentarnos al espejo, de nuevo.
Alli, en las profundidades de la Baja Baviera, en tiempos en que la Edad Media acaba de perder su nombre, en una comunidad rural paupérrima, donde las epidemias se suceden unas a otras , con breves intervalos de sequía o de guerra, acontece un hecho milagroso.
Súbitamente, algunos ciudadanos de Kombach, descubren y llevan a la practica el concepto del estado del bienestar. Comienzan a dejarse ver ricamente vestidos, felices, e incluso borrachos. Un hecho inexplicable, por inédito, que causó asombro en la región durante el tiempo, breve, que duró.
Fue el tiempo empleado por la policía estatal en descubrir a los autores del robo y asesinato del recaudador de impuestos, meses atrás, cuya desaparición fue ignorada, en un principio, debido a la lentitud burocrática de la época.
La descripción de la pobreza de aquellas gentes resulta harto concisa. Son un ejemplo de la supervivencia del ser humano bajo las condiciones mas adversas imaginables. Cuando el futuro no existe como tal, ni siquiera en el patrimonio intelectual del colectivo.
Resulta una de esas ocasiones en las que, sin justificar el crimen, sin ponerse abiertamente al-del lado del asesino, el autor nos hace ver que “entiende” los hechos. El como y el por que esas personas pueden llegar a hacer algo tan brutal y despiadado a otro ser humano. El como y el por que el hombre puede llegar a perder la humanidad.Y aparece la idea de que, ante tal degradación de su condición, puede llegar a convertirse en un depredador implacable, en su lucha por la supervivencia. El autor no justifica los hechos, pero resulta evidente que los “entiende”.
La resolución del conflicto ocupa los últimos tres cuartos e la película. Y en ella nos muestra la otra cara de la moneda. Cuando la policía detiene a los campesinos con la única sospecha indicio o razón, de encontrarlos bebidos, y cuando los tortura hasta la muerte, los tortura de tal manera que ese hecho resume o compendia todo un proceso judicial, donde el detenido pasa a ser victima desde el momento de la detención, y a través de ella se convierte en culpable. Nada viejo, sigue sucediendo; y nada nuevo.
La rosca sigue dando vueltas y el torturado se convierte en ejecutado, y la confesión , puro sarcasmo como todas las obtenidas bajo tortura, se da por supuesto como se dá el valor en el militar o la eficacia en la policía imperial. Asomando otro tipo de degradación humana con un infranivel de inmoralidad aun mas terrible, si cabe, la del Estado.
Y es ahí, donde se centra la tesis argumental, aunque sea limitándose a reflejar, con un realismo desnudo, dentro de las consabidas limitaciones de la impostura cinematográfica, el cruel destino de los desgraciados desde o por el nacimiento. Clases desfavorecidas los llaman ahora.
No es una mirada neutra, como sucede en la muerte del mensajero, la del cobrador habilitado. Es una reflexión, necesariamente intencionada, sobre los mecanismos de perversión que permiten que una sociedad, cualquiera, llegue a destruir impunemente al individuo, cualquiera.
Veinte años después algo parecido, de manera todavía mas brillante, nos cuenta Kieslowski en “No matarás”. Un tema recurrente y universal y, no voy a insistir, actual.

domingo, 5 de octubre de 2008

De como las ideas pueden brotar del suelo.-










Digging up bones - Van Gogh








Este verano, la jefa perdió un pendiente en la piscina y, no pude menos que despertar el sentido del deber que los hombres de bien tienen siempre a punto para tamañas ocasiones. Arrojé displicente el tarugo que estaba leyendo, uno de esos escritos en letras pequeñas, sin puntos aparte , con apenas mayúsculas que distraigan un poco el renglón, y con centenares de paginas detrás, siempre detrás, de la que estas leyendo. O sea que sacando ventaja, también, del hecho de cambiar de ocupación, me ofrecí a buscar la perla. Porque era uno de esos de perlita pequeña ensartada en palito dorado, que en este caso debió perder el anclaje a mi amada oreja y no pudiendo resistir la separación del complemento siguió su camino, perdiéndose también. Resulta curioso tener que soportar las acusaciones del desequilibrio en el reparto de tareas en el hogar y anejos entre los miembros¿? de la pareja. Manejan los sociólogos los porcentajes de tiempo e incluso la exclusividad femenina de la mayor parte de las tareas, prácticamente de la totalidad, relegando al varón, o lo que sea en que han acabado de convertirnos, a labores que no suelen llevar mas del 10-15% en el mejor de los casos, labores sencillas, especificas y absolutamente imprescindibles como sacar la basura, poner o quitar la mesa(las dos cosas ya es un claro abuso de parte), comprobar si han llegado las niñas, o tal vez ir a comprar el pan los fines de semana. Cosas que solemos hacer bastante rápido (nos quitan un tiempo precioso de sofá, de ordenador, o de ambos) y bastante mal, siempre traemos el panecillo equivocado, aunque este sea el ultimo que quedaba y la posibilidad de error fuese nula, dejamos la basura donde no corresponde, con lo fácil que es dejar el vidrio en los contenedores apropiados, llenos a rebosar, que están a trescientos metros de los de toda la vida y haciendo un triangulo equilátero, de trescientos metros de lado ,por definición, con los otros en discordia, los del papel, que tienen las hendiduras llenas de cartones que asoman como los pelos de las orejas de quien yo me se . Vaya, que no existe justificación para el pecado climático que acabo de cometer, y eso que no se entera de que las pilas…también. Del resto, de esas cosas que siempre nos habría gustado hacer, desde que pequeños veíamos a nuestra mama en ello, o sea jugar a las cocinitas, a regar las macetas, e incluso a eso tan creativo de cortar la tela y coser los botones, nada de nada. Bien sea porque las naturales inclinaciones fueron coartadas en la mas tierna edad, ante la idea equivocada de que podría condicionar un trauma sexual en la adolescencia y después; bien sea porque acusan a nuestras manos de una actitud monstruosa, como si fuesen un diseño de Harry Harryhausen para el cíclope tuerto del ciego Homero, el caso es que no nos dejan tocar ciertas cosas de la casa, y no hablemos de otras, y por tanto, nuestra actividad domestica queda, aparentemente, reducida, al stand by, a la disponibilidad absoluta a que en cualquier minuto de los 1440 que tiene el día (ya saben 60 x 24) escuchemos el grito aquel en el que nuestro nombre se convierte en un tiempo verbal, el imperativo, por supuesto. Esta disponibilidad y entrega absoluta no suele ser tenida en cuenta por esos sociólogos de tres al cuarto que no ven más que cantidad y calidad, sin darse cuenta de que hay algo más valioso en nuestro sentido de la responsabilidad conyugal. Es como si los bomberos tuviesen que estar apagando fuegos o los policías deteniendo gente las veinticuatro horas del día para justificar o dignificar su trabajo. Pues no. Están ahí y punto, como nosotros estamos.
O sea que con capacidad de planificación, estrategia y ejecución, que nuestras hormonas tienen a bien concedernos mas o menos generosamente, digamos un poquito, me dirijo al lugar de los hechos, con la clarividencia del que no sabe realmente cual es dicho lugar, porque en caso contrario, el pendiente estaría ya con su dueña. Recorro el camino inverso con cierta lentitud, aparentando que busco el objeto mientras realmente estoy pensando las soluciones razonables de que dispone mi sistema operativo, a saber: Primero, le compro un puñado de chuches al niño que lo encuentre en el fondo de la piscina, aunque si es el gordito de la pelotita que me ha tirado dos veces el gintonic, y en una de ellas lo tenia en la mano, no se si voy a tener que confiscarle el premio, porque la pelotita va ser que no, creo que es un objeto imprescindible para la deformación de su futura personalidad, dejémoslo. En segundo lugar hablo con el encargado de mantenimiento al que explico el problema con la esperanza de que me confirme lo que estoy pensando, que el filtro de agua retendrá el articulo y estará resuelto el problema con la simple revisión del cajetin en el que yo presumía que se acabarían juntando pendientes, monedas, anillos y demás accesorios perdibles, que los nadadores suelen llevar en el agua ex profeso, para poder comprobar a la salida que -!Oh contrariedad!. Me temo que lo he perdido.- Me hizo ver que tampoco, que el liendro en cuestión tiene una malla con un tamaño desmesurado que permite que, a partir de cierto tamaño, los objetos perdidos vayan directamente al sumidero, si bien en el caso de que los brillantes tuviesen determinado numero de kilates podría considerarse la posibilidad de desmontar el sifón del desagüe e incluso la fosa séptica a donde van aparar los susodichos. La irónica facies que pone mientras me lo explica me impide tener la necesidad de replicarle que no es para tanto, que además no la dejo yo bañarse con los brillantes, porque estos si que son invisibles bajo el agua. Faltaría más. Será por brillantes. La tercera opción, esta asumo que es específicamente masculina, es la de la aceptación de la fatalidad. (ese no lo encuentra ni el Paquillo de Triana). Así que doy media vuelta y comienzo realmente la búsqueda, el paseo palmo a palmo, escudriñando una y otra vez cada brizna de césped de los apenas cincuenta metros que hay desde el borde de la piscina hasta la tumbona donde, realmente, fue descubierta la ausencia. Cuello abajo, lomo doblado, y a musitar aquello de camino verde, camino verde, que va a la ermita, mientras pienso si no pensaran que olvidé el farol en casa, el de Diógenes, y me habré convertido en el tonto del farol, pero tan tonto que ni siquiera lleva farol. Todo dentro de lo previsible. Cuello estirado, mano en el lomo que comienza dar señales de contracturarse, y una pose como la de Tati en Mi tío, solo que sin paraguas que, además, seria un incordio para mi tarea. Y, en un periodo de tiempo mas corto del que yo estaba dispuesto a dedicarle (mas o menos hasta la segunda vez que escuchase aquello de –eres un inútil hasta para esto-) ocurre lo imprevisto, encuentro el pendiente, lo recojo del suelo y veo que es un zarcillo, o sea que no es, lo guardo y sigo, muy cerca del anterior veo el verdadero, el de la perla, con tanta facilidad que empiezo a sospechar si no me habrán hecho el truco de ponerlo allí para que lo encuentre y así justificar la soldada de mi psicólogo. Y, voy a entregar el trofeo cuando, sigo encontrando mas cosas, una pulsera de plástico, y una cadena de llavero sin ídem, ya ni me agacho. Los entrego a la jefa, y comprobamos con el consabido estupor que no es ese. Es muy parecido, pero un poco más grande. Vino el anochecer y suspendí la tarea tras haber indagado por los dueños de los pendientes sin dueño, y delegado este nuevo e insondable misterio en el barman. Agotado que estaba yo después de los doce trabajos de Hércules en uno solo, y miren por donde todavía me quedaba, de vuelta casa, in itenere, otro nuevo. Pues estaba yo pensando que, a veces, buscando una cosa, excavando bajo tierra si es preciso, se encuentran otras. Otras que pueden dejarnos indiferentes, pero que también pueden alegrarnos o amargarnos la tarde, pero no, no es eso, no es ese tema en el que estais pensando. La necrofilia es otro tipo de patología diferente de la mía. Ya seguiremos luego, mas tarde, y podreis comprobarlo.








Artist seeking the intelectual Truth

Rick Ross







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viernes, 3 de octubre de 2008

Are you ready?









No estamos preparados para el fin del mundo.-


Tantos siglos de contabilidad para nada.
La fe en el dogma financiero para nada.
La cofradía no me sirve, el club tampoco.
La comunidad de vecinos me mira mal.
¿Qué hacer?

Sacar el dinero del banco, que es lo que están haciendo muchos, de los que tienen dinero en el banco, parece lo mas saludable; aunque me temo que tampoco servirá para nada.

Pensaba exponer un montón de soluciones y dispositivos-gadgets los llaman- para guardar, esconder los fajos que día tras día papá trae a casa. Incluso pensé en lucrarme, si conseguía la patente de algún nuevo artilugio ad hoc. Piensen no mas en el prota de no es país para viejos y el truco del hueco para el aire acondicionado, piensen y aplíquenlo a cualquier parquet de los millones de viviendas con ídem que se han vendido en los años de gloria. Y si no piensan es igual, ya pienso yo. Se levantan una esquina del piso enmaderado, y por el hueco se van introduciendo fajos en sarta-los chorizos en sarta son aquellos a cuya tripa se le hacia un nudo a un intervalo determinado al objeto de convertirlos en multidosis- empujándolos con el mango-palo de la escoba hasta conseguir rellenar el subsuelo del susodicho, o bien hasta que el deprimido y deprimente cajero del banco-caja X, nos diga aquello tan oído de: “Lo ha sacado usted todo” La idea es cojonuda. Esperaba forrarme con ella, pero se la regalo a mis lectores. Al fin y al cabo es en estos tiempos cuando la solidaridad, que tanto hemos visto sembrar en los últimos decenios, ha de aflorar. Sirva el ejemplo, aunque conste que no hago mas que emular al magnate X que ha salido en ayuda del sistema bancario, y los que saldrán, comprando el banco X a punto de quiebra por la infinitesima parte de su valor. Por generosidad que no quede.
Pasa que, el sarcasmo nunca paga. Como el crimen, al final te pillan y el que paga es el cretino, el gracioso, aquel al que pillan. Por eso no veo nada risible en todo lo anterior. Mas bien pienso en la penúltima estampida humana de fanáticos religiosos-y el fanatismo no es solo exclusivo de talibanes y similares, es que hay mas- de antesdeayer cuando mas de doscientos han perecido aplastados por la turba que huía de uno que dijo “Ay” porque se le torció un pie.
Y es que, el fanatismo de las religiones-lo que entendemos como tales-no tiene parangón con el de la religión del dinero. Hay que leer a Sabato, y a los demás, para descubrir que todo el dinero del mundo está controlado por una secta que por las noches…..(no pienso contarlo, hay que leer) y leer la Historia y la Biblia para saber que en el Armagedon –nada que ver con Bruce Willis, créanme- los billetitos en general, y los de papel en particular no van a servir para nada. Aunque esta previsión ya la tengo yo asumida y en el plan, ingenioso por cierto, inicial de guardar el dinero mas abajo, algo mas abajo del calcetín, hay una alternativa aun mas ingeniosa, ya que el papel serviría para, una vez extraídos los fajos, tirando de la cuerda que los une, usarlos como combustible en la chimenea, salamandra o chubeski, según sea el hogar de cada cual. Dado que el concepto de la idolatría al papel moneda, aparte de inutil, va a estar muy mal vista en pleno invierno. Ya se, ya se que son demasiadas ideas brillantes para digerirlas de una vez. Por ello no voy a seguir con esta línea de trabajo. Punto y aparte (aparte es ¿junto o separado?).
Lo grave es que no estamos preparados para el fin del mundo. Veo que la gente echa a correr al primer aviso y se me abren las carnes de membrillo-es la época de recolección y me esperan días de mucho pelar, cortar y remover con el azúcar, ya les contaré como queda) y no veo la manera en que el ser humano sea mas previsor y piense desde antes el luego del después que es aquello de las fuentes a los ríos y estos al mar, y que somos tan pequeños e insignificantes como el pardal muerto que encontré hace un rato bajo el nogal. Por cierto que este año, las nueces tampoco. Están cayendo hueras, sin peso alguno, como si quisieran unirse a la corriente ecuménica esta del fin del mundo. Lastima que no podamos culpar al milenio, aunque ya saldrá algún listo, varios, que intentaran convencernos de que este es el ultimo año del calendario de fulano y que, precisamente, la semana que viene, es la fecha establecida en el libro sagrado de los zutanos, como aquella en que el cielo y la tierra y tal y tal…
Espero que no lo tomen, del todo, a broma. La verdad es que van a salir muchos profetas, ya verán, y lo grave es que a estos van a salirles muchos, miríadas de seguidores. Y es que volvemos al principio, donde hay que reconocer que el ser humano es creyente porque su chip está construido en ese sentido. Una fe que va indisolublemente unida al miedo, y esa es una falsa fe. No se trata de creer en que algo o alguien te va salvar de de todos los males reales o inventados, eso es imposible. Pero no deja de ser beneficioso ser un buen creyente en que la humanidad, por citar algún concepto real, ha pasado tragos peores, mucho peores que las crisis estas de los dineros que, en el peor de los casos, nos van a enseñar a no volver a caer, otra vez, en el timo del tocómocho, mocho, espero. Y la esperanza es la otra cara de la fe, hermanos.

P.D.-
Como música de fondo, aconsejo :
“Me cago en el amor” de Tonino Carotone.(1).
Aparte de disfrutar de la melancólica e iterativa salmodia del procaz juglar, comprenderán que hay desgracias mucho peores.
(1) Incluida en la proxima selección musical, dedicada al desamor –eso si que es grande- que estará a disposición de todos ustedes a la mayor brevedad, y si el tiempo - o sea la crisis de los c…..- no nos lo impide.

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