martes, 28 de agosto de 2012

GATOS EN EL TEJADO.-



Lecturas veraniegas (5).-
Riña de gatos.-

 

Realmente no merece dedicarle una sola página, dedicarle nada.
Pero sigo asombrándome cuando coloco en el cesto de la compra – de los libros- algunos que me resisto una y otra vez a leer, bajo la sospecha de que va a ser tiempo perdido, como  fue la ultima, y la penúltima vez que caí en el vicio atroz de comprar, y leer, más motivado por la simpatía que me inspira el autor, que por el juicio previo, con cierto viso de imparcialidad, sobre la obra en cuestión. Es algo así como la deuda que tenemos con un viejo amigo o un viejo amor, para quienes siempre tenemos abiertas las puertas del corazón.  Somos humanos, lo somos,  o no somos nada.

El caso es que sin ser tu marido, ni tu novio, ni tu amante, soy quien más te ha querido, con eso tengo bastante. Esto es de un poeta cuasi apócrifo, conocido por esto y nada más, a quien no guardo en la memoria, sección autores, y a quien tampoco leería un libro de versos suyos que cayera en mis manos. Y ello posiblemente estaría más justificado que lo sucedido con el que estoy despiezando. Al que guardo, he guardado, cierta fidelidad con la excusa de ser un escritor divertido, uno de los escasísimos humoristas de la narrativa de aquí, del último medio siglo. Como esos cómicos a los que ofreces la mejor de tus sonrisas, la de las expectativas de pasar un buen rato, ante su mera aparición en escena, sin necesidad de que hayan comenzado la actuación.

Este Mendoza perdió la vis cómica hace tiempo, como el marino que perdió la gracia del mar (Mishima), si es que la tuvo alguna vez.
No se si lo ha escrito en su mas tierna infancia, y es una de esas obras inéditas que guarda uno en el anaquel mas lejano, avergonzado de que llegue a ver la luz, hasta que las necesidades pecuniarias - películas alimentarias las llamaba Buñuel, que también fue humano-  las llevan a la imprenta, remendadas con frecuentes corta y pega de la Wikipedia o de ciertos sueltos que llevaban tiempo en el escritorio amarilleando por la nicotina y por los restos sólidos de las bebidas espirituosas de base cereal de las que ya hemos hablado.

Lo cierto es que nos encontramos con una novela portadora de un adjetivo nefasto para ella, el de histórica, pretexto para vender aire, como tantos otros. Novela no es, en el sentido de que los personajes, pueriles, tópicos, y rancios de tocino malo, que andan perdidos en descripciones cutres y entradas , salidas y todo lo que suele hacer  un personaje ficticio en un Madrid ídem, en esos momentos carentes de interés para el lector, son cosidos por un ostentoso pespunte en el que los fragmentos enciclopédicos sobre la pintura de Velázquez, y los prolegómenos del Glorioso (alzamiento nacional contra las hordas) llenan capítulos de juicios artísticos sobados y desconocimiento histórico realmente temerario.
Una lástima que alguien, aparte del hijo-a del editor-a o algún-a Kuki del susodicho-a se atreva a poner su nombre en semejante tocho.

 El que lo haya hecho el autor de El laberinto de las aceitunas, para mí su obra cumbre a partir de hoy, es imperdonable. Nunca más Eduardo. Cruz y Raya.

Y si, propósito de la enmienda. A partir también de hoy, escogeré con mas tiento, que no tino, ese no está en mi mano, los libros que vaya echando al cesto y dedicaré prioridad absoluta- es decir, lo de siempre, prometo prometer, muchas veces- a esos imprescindibles que hay que leer antes de… sentarme a escribir.

 

Transcribo, parte de la pagina 348, y no solo para que comprobéis que ese lenguaje no se “estila”, sino porque su contenido me resulta familiar y reafirmante, como un aura premonitora del momento en que nos encontramos, y que no debe ser otro que el enésimo bucle en el ADN de nuestro hormiguero. Tanta coincidencia acojona, la verdad.

Pág. 348

-          Cuando se me propuso venir, me fue ofrecida una remuneración, y con posterioridad usted mismo ratificó el compromiso en varias ocasiones. Desde el primer momento he tratado de cumplir mi cometido y creo haberlo hecho, hasta donde me ha sido posible, con lealtad, entrega y competencia. Cobrar no es solo justo, sino digno. Los profesionales tenemos el derecho a ser remunerados, y hemos de defenderlo en beneficio de toda la profesión. Repruebo la arbitrariedad de los aficionados: renunciar a la retribución implica declinar toda responsabilidad. Usted, señor duque, de acuerdo con su posición, piensa y actúa según otros parámetros, pero estoy seguro de que entiende y aprueba lo que le estoy diciendo.

-          - Sin la menor duda.

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sábado, 25 de agosto de 2012

12 Razones de Por que la amo (Rich-Jones) (6).-


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jueves, 23 de agosto de 2012

DESGRACIA.- (COETZE)


Lecturas veraniegas- 4.

Los raros es lo que tienen.

Aquí, vamos entrando en materia. Confieso que es el primer libro que leo del sudafricano, de un sudafricano. Y a pesar de no encontrar boers ni referencias mandelares, es difícil sustraerse al fondo de la acuarela, a las pinceladas que, los que aprendimos a leer mediante obras de teatro, nos resultan tan familiares, Aparecían entre paréntesis, a veces en negrita, antes de cada acto. (Sala de estar de una familia acomodada,  chaise longue de cara al espectador, ocupando el centro del escenario, entre la librería, de escalera móvil, y la chimenea).


La escenografía que pinta el autor es bien diferente, árido y alejado suburbio rural, si ello fuese posible, en el que somos testigos de la transformación  melancólíca de los últimos colonos blancos, iniciada ya en los tiempos de esplendor económico y social basado en el poder omnímodo de unos cuantos invasores sobre un país salvaje e indefenso.
Esa melancolía que va dejando paso al descubrimiento de la debilidad del antiguo colono en un medio absolutamente hostil. Y por tanto la incapacidad de aceptar el esfuerzo prodigioso que supone la transformación del confortable colono en el luchador por la supervivencia frente a un enemigo que ni siquiera es el descendiente directo del indígena primitivo, sino la degeneración, o adaptación al medio, como perros  asilvestrados , de los inadaptados que antaño encontraron el confort suficiente para vivir en la marginalidad y que hace tiempo cruzaron la barrera, esa que no admite la vuelta atrás, del respeto a normas, leyes o convenciones que vayan mas allá de sus instintos mas primitivos.


Pero ese es el paisaje, solamente. El lienzo pintado que han deslizado en el entreacto entre las otras bambalinas, y que, en cierto modo, igual que el lector adivina, mas que recrearse en, su presencia, puede servir para escenas similares de historias superponibles a las de tantos otros personajes idénticos prácticamente en cualquier país del globo. Quizás la época, la suya que es la nuestra, sea la única que no pueda extrapolarse a otras pretéritas, al menos la de ese pasado vivido y conocido que nos ha tocado en suerte.

Una vez superados los dos primeros capítulos, imprescindibles para presentar al sujeto, y que por momentos asemejaban la trampa editorial de caca culo pedo pis, habitual en nuestras librerías, comienzo a darme cuenta de que estoy en una de esas situaciones de trascendente humanidad en las que nos colocan Haneke, o los hermanos Dardenne, en las que nos hacen ver las tremendas fisuras que presenta la sociedad en que nos encontramos, y que ante el desliz mas insignificante nos hacen caer al abismo inimaginable que subyace bajo el asfalto, bajo las aceras de nuestras ciudades.

Nos hace ver el espejismo en que hemos vivido los últimos años y las consecuencias del despertar. La adaptación a la realidad de la ensoñación nocturna, algo imposible. Si bien cuando los sueños se mantienen como habito vital durante toda una vida, el abrir los ojos solo puede tener la expectativa que apunta el autor, la desgracia.
La bonanza económica del mundo occidental ,  y sus aledaños,  transformada en cierto grado de confort que hace innecesaria la preocupación, primero inmediata y luego absoluta por las necesidades básicas del  animal humano, alimentarse, reproducirse, y sobre todo la de trabajar de manera productiva, obteniendo un beneficio por su esfuerzo que, a la larga le permitirá prevenir dificultades futuras que pongan en peligro su supervivencia. El beneficio colectivo de ese trabajo es secundario, comparado con los instintos primarios individuales, pero de alguna manera es el que ha ido conformando a lo largo de miles de años, la humanidad que conocemos.

 
Cuando en esta sociedad nuestra, los excedentes permiten ignorar esas premisas fundamentales, esa necesidad de procurarse la alimentación propia y la de la familia, y la de trabajar para conseguirlo, así como la de aceptar los errores como necesarios para el aprendizaje y no como modus vivendi ;  entonces resulta fácil vivir en la nube,  "Get Off of my cloud" de los Rolling, y no querer bajar de ella. Claro que ni el individuo, ni la sociedad pueden tener siempre dieciocho años, y cantidades ilimitadas de cáñamo, o similares, para vivir autoexcluidos del mundo real.
Algo así, pero bastante mas estilizado, casi imperceptible en el desarrollo de la trama ficticia, que no lo es, es lo que viene a contar Coetze.  Ese contraste absurdo entre la marginalidad autoasumida por los hijos de la sociedad mas rica de la historia conocida y la bendición social de esa actitud. Casi me atrevería a extrapolarlo con los participantes en esas ONGs que ignoran la solidaridad  con su entorno mas cercano, y lo que es peor, bendecidos y financiados por ese estúpido entorno, dedican erróneamente su trabajo, en base a un concepto socialmente inaceptable como es el de la generosidad,  a  intentar convertir los perros asilvestrados en canes domésticos, por ejemplo.
Serán devorados sin duda, su fragilidad será puesta de manifiesto de la manera mas cruel,  y gran parte de la responsabilidad será de la sociedad que los ha tolerado, auspiciado, y hasta santificado. Un amargo despertar para los que lleguen a ver la luz después de la batalla. La mayoría se irán al otro mundo sin haber bajado de la nube.

Ya, ya sé que la novela, o más bien cuento corto, por su extensión ínfima comparada con el de mis lecturas veraniegas, poco o nada tiene que ver con lo que estoy escribiendo. Pero es la consecuencia de haberla leído, el hecho de pensar, reflexionar sobre la condición humana, las trampas en las que acabamos atrapados, y lo que es mas terrible, el como hemos entrado en ellas a sabiendas de lo que nos esperaba.

Mira que somos generosos o egoístas, inteligentes o necios,  bondadosos o malvados, pero sobre todo, mira que somos raros.  Y si los raros han gozado de todo el glamour disponible en la alacena en épocas de vacas gordas, también es cierto que son los primeros en arder, en ser quemados, en los tiempos oscuros.

Me ha hecho pensar, ya os digo, y es lo menos que se le puede pedir a un escritor. Supongo  que tendré que leer otras cosas suyas.





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lunes, 20 de agosto de 2012

ALTERNATIVAS A LA SANIDAD PÚBLICA.- (7)


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sábado, 18 de agosto de 2012

LA VIDA INSTRUCCIONES DE USO.- (PEREC).



LECTURAS VERANIEGAS 3.-

Desgracia

Por este motivo Greenpeace acredita que este libro cumple los requisitos ambientales y sociales necesarios para ser considerado un libro “amigo de los bosques”.

Así termina el preámbulo religioso, introductorio a la edición española del libro homónimo de Coetze.
Clavadito al nihil obstat de la censura eclesiástica de los últimos veinte siglos.
Hoy su aggiornamiento la convierte en una certificación tan innecesaria como absurda por parte de Greenpeace, que habrá cobrado el sello correspondiente, la bula, a la editorial especializada en lectores gilipollas, como el que suscribe.

  
Vamos a ver, criaturas, no se puede hacer un libro sin madera, y esta no puede conseguirse sin amputar algún fragmento arbóreo a la madre naturaleza. Las tortillas también implican cascar embriones de pollos y convertirlos en delicias gastronómicas. Si no quieres desfoliar el Amazonas –al bosque de al lado de tu casa, que le den- ni que el insomnio por tu grave falta medioambiental te quite el sueño, no leas papel.  Limítate a ver la tele o vuelve a los relatos de tradición oral, en la peluquería. Podrías también leer la biblioteca de Alejandría en formato digital, pero todavía la progresía no ha sacado el correspondiente edicto que de validez a las palabras evanescentes de las pantallas retroiluminadas. Esperando estamos el próximo concilio, en el que la encíclica de la ONG que tiene el monopolio, nos confirme que esto que estáis leyendo, realmente está escrito. Hasta entonces... a suspirar. 

Otro timo aparece ya en el título del libro de Perec  –no en el de Coetze, que no miente, es una autentica desgracia y lo dejaremos para otro día - cuando te hace esperar eso que todo lector busca inconscientemente en la lectura, su formación personal, su aprendizaje moral, sentimental  y hasta pragmático sobre cualquiera de las variadísimas situaciones con que se va a enfrentar a lo largo de su vida.
No aparece la menor instrucción de uso en ninguna de sus seiscientas páginas, y referencias a “la vida” solo las encuentro en su título. La única pincelada de “autor” que he encontrado es aquella, repetida, pensando en nosotros, los torpes, que explica aquello tan metafísico de que dos piezas de puzzle una vez que se han unido, desaparecen como tales para convertirse en otra nueva, con identidad propia. Esto si lo extrapolamos al proceso en el que el individuo, inevitablemente desaparece como tal  al sumergirse necesariamente en la convivencia familiar, laboral o vecinal, tiene el sello poético del escritor que se lo ha currado. Bellísimo.

El resto, tan inagotable como inaprensible, y autoeliminable en la memoria del lector tras el paso de pagina, se limita a condensar la prensa francesa de los últimos cien años, con predilección por las páginas de sociedad, sucesos, y algún toque deportivo, aliñados por una descripción exhaustiva de cualquier figura o personaje que aparezca reflejada en la imagen de una pintura, grabado, o esmalte de la caja de las galletas. Todo vale. 

Una vez que lo has leído – y digo lo, a él, porque no es una novela- te das cuenta de todo lo que atesoran esos museos a los que no te gusta entrar sin saber muy bien por qué. Museos de la decoración, de los utensilios domésticos, del mueble, de la moda, de los oficios , o de las palabras perdidas. Todos ellos y sus catálogos , exquisitamente reunidos en capítulos clónicos y tan subyugantes como pueda serlo el contenido de los cajones del chifonier de la tía Eduvigis (para sus afortunados sobrinos). El resto, un servidor, termina abrumado entre tanto bibelot, animado o no, y entre tanto libro iluminado – creo que es algo como miniado- de los que aparecen en la lista. 

Ciertamente que se aprenden un montón, centenar mas o menos, de palabras, que supongo  ya eran innecesarias y por ello difuntas, antes de ser reunidas en esta enciclopedia. Pero donde esté un buen diccionario… Incluso los programas televisivos tipo Quiz Show (El Dilema, Robert Redford, 1994), o Saber y Ganar, entre nosotros, pueden ser mas formativos en este aspecto, e indudablemente mucho mas divertidos.

Vuelvo a lamentarme del error repetido por enésima vez,  de leer la contraportada de los libros de aparente prestigio, literatura alternativa, rara, o simplemente foránea, con le ingenuidad de pensar que cualquiera de esos adjetivos sean sinónimos de calidad, cuando tan solo lo son de identidad y, en todo caso relativa. Pero es la lectura de la tapa posterior, y la fe en los autores consagrados que firman opiniones lapidarias, condensadas en un par de líneas, las que suelen conducirme hacia el impulso pecaminoso una y otra vez, caer en la tentación y, volver a realizar el actor de dolorosísima contracción verdadera que estáis contemplando.

Y es que es otro de los misterios de la vida para los que no encuentro explicación alguna. El como se pueden rellenar centenares, miles de páginas y  cuando uno las revisa con detenimiento, comprueba que están vacías. Todas, absolutamente vacías.
Pobres arbolitos míos.


P.D.- Perec es el de la foto del gato. O quizás es el gato.


 Hoy en el cast: Camús, Patricia, Faulkner, y hasta Peter Sellers, un tanto resfriado.













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miércoles, 15 de agosto de 2012

LAS SOLUCIONES, A VECES ACARREAN PROBLEMAS.-

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lunes, 13 de agosto de 2012

LOS AÑOS DE HIERRO







LECTURAS VERANIEGAS 2.-


Volvemos a empezar con el paso cambiado. (Aquí hay que valorar el símil militar. No distraerse).
De entrada llamar – y titular- años de hierro a los años del hambre, pone en guardia (insisto) al más templado.
Son aquellos años de guerra mundial en el que la balsa de piedra, del amigo portugués, estuvo temiendo una invasión inminente por uno de los bandos, o incluso por ambos.
La situación, propia de un argumento de Arniches o de Valle Inclán, o incluso de ambos, (el sainete de Hendaya, un suponer), es vista desde la mirada imposible del historiador apasionado. Lo de apasionado es por suavizar el asunto. Pla me recriminaría no usar el adjetivo mas cercano a la realidad, el de fanatizado. Pero uno nunca sabe, cuando hace referencia a los que escriben libros para venderlos, y los venden, si  les enturbia la mente el sentimiento, las razones del corazón, o las de los lectores a quienes van dirigidos, es decir el bolsillo, el que está delante del corazón.

Por eso prefiero no enjuiciar las intenciones, por muy explicitas que parezcan, y limitarme a disfrutar del paseo, enésimo paseo por esa avenida desértica, árida y estéril en que se ha convertido la literatura sobre la historia de España en su último siglo. Y venga de donde venga, incluyendo los excelentes hispanistas que se mueven exclusivamente por su simpatía, condescendiente y protectora sobre este pueblo tan atrasado y pasional que es el nuestro. Nunca he comprendido donde les dan el certificado, el título, que les acredita como “hispanistas” y que luego les sirve para desenvolverse laboralmente en el único mundo donde este  tiene cierto valor, curiosamente el nuestro.

Por eso leo, y me rio o lloro según, y sigo haciéndolo, con la única e imprescindible salvaguarda que me otorga el haber leído tanto, el haber visto tantas y excelentes películas , la mayoría de propaganda bélica, o política (suele ser lo mismo).. Y sobre todo el haber vivido lo suficiente para asociar los datos  que van mezclándose entre si en un enorme puchero, olla podrida, donde sobrenadan aquellos incompatibles con los sucesos contrastados de alguna manera y sobre todo con el sentido común, siendo estos apartados con la espumadera en los instantes previos al añadir un poco de agua fresca a la olla, por aquello de “asustar” las fabes. 

Siempre se saca provecho de estas lecturas, incluso de las mas abyectas, que tampoco es el caso presente, al establecer esos diagramas paralelos en el tiempo, en los que ocurrían ciertas cosas más allá de nuestras fronteras, entre los alemanes, que eran paganos, y los aliados que eran protestantes y masones, hasta incluir extramuros al resto del planeta en una contienda mundial, de la que quedamos excluidos por méritos propios, - por ser el tubo de ensayo donde se experimentó antes el fenómeno aniquilatorio -  aunque el autor sugiere que debemos agradecerlo al líder de la nación que, en los difíciles tiempos del hierro, terminaba cada consejo de ministros rogándo a su equipo que hiciesen lo único que sabían, y podían, rezar por España.(Escribo esto, el 25 de julio de 2012, dia de Santiago, y en los informativos, los barandas de la cosa piden en la “ofrenda” al santo patrón, soluciones para los problemas de España. Y luego dicen que hubo una transición !Ja!).


Hace un par de días comprobaba  otra vez, in situ, los restos de la arqueología militar, léase bunkers o parapetos que constituían hasta hace bien poco los únicos elementos urbanos que coronaban las dunas de nuestras mejores playas. Las salvajes,  cuando las teníamos.
Ahora siguen ahí, tan inútiles como entonces para detener la invasión del enemigo, y servir en el mientras, de letrinas espurias para alivio de los veraneantes naturistas. Menos mal que ahora  les han cegado las puertas y las aspilleras dotándoles de un aspecto más siniestro aun, si cabe.
La referencia exterior en aquella década fundamental, según el autor, se reduce a los dispendios, los fondos de reptiles generosamente repartidos por los embajadores de Alemania y Gran Bretaña al objeto, insatisfecho, de conseguir conocer las intenciones al respecto de la intervención, beligerancia, neutralidad o abstinencia de nuestro país ante el conflicto. Bueno a eso y los éxitos de la gloriosa división azul, cuya actuación, si no resultó definitiva en el desenlace de la contienda, fue exclusivamente debido al freno que la cancillería alemana le puso en los momentos críticos, lo que impidió revivir la gloria de Lepanto o al menos la rendición de Estalingrado, digo de Breda.

Lo cierto es que he leído, y sufrido media docena de estudios poliédricos abusivamente 
documentados sobre la división de “los gamberros” en palabras del fuhrer, y sigo sin conocer datos del mayor interés, al menos para cualquiera que esté interesado en el tema. ¿Hubo conscriptos en ella?. Perdón, conscripto es el soldado de leva. ¿Tampoco?. Vale, forzoso, de reemplazo, de aquellos que después de tres años de guerra civil volvieron a “repetir” la instrucción por haberla hecho con la camisa o la edad errónea.

 De los veinte o treinta mil que fueron –tampoco el número resulta categórico, se relevaban cada tres o eran ¿seis? meses. Y sobre todo, ¿Cuántos miles quedaron allí? Enterrados bajo el hielo, si es que no se pasaron al enemigo para hacer carrera en el politburó.  La verdad es que hasta cualquier tema serio, trágico ya lo es, parece ser tomado a broma si consideramos la inseguridad que ofrecen unos datos tan aparentemente cercanos. De otros sucesos históricos anteriores, más nos valdría  informarnos directamente en las series televisivas o en las sagas del inefable Alatriste.

Vuelvo a personalizar, que es la única manera de sacar jugo a cualquier lectura.
Mi tío Eusebio “Cucharilla”, lo era por ser hermano de leche de mi padre, y lo recuerdo con la presencia de ánimo y la simpatía inagotable de cualquier tío con cualquier sobrino, aunque  sea de leche. Aunque lo traté poco, podría arriesgarme a afirmar que era una buena persona. Con una característica especial que lo hace inolvidable, le faltaba el maxilar inferior, la mandíbula, que había perdido en la nieve rusa, y le condicionaba a una alimentación muy peculiar. ¿Con cuchara, quizás?

Hubo otros antihéroes como él, el guardia que tenia medio cráneo de plata, obsequio de la sanidad alemana en la retaguardia, o el inválido que vendía chuches en la plaza del pueblo y a quien siempre conocí con pantalones cortos cuyas perneras resultaban todavía excesivas para sus muñones, amputados por las  “katiuskas” según contaba, cosa que me hizo recelar durante mucho tiempo de las botas de agua. 

Nunca sabré si fueron voluntarios, reclutados a la fuerza, o quizás por hambre o dinero, que a veces son la misma cosa. Tampoco los cronistas parece que puedan aclararlo.
Y como ese asunto, quedan sin resolver la mayoría de los recogidos en sus centenares de páginas. 

Quizás el epílogo, que insiste en la opinión personal  sobre la historia, y no en abundar en lo que yo buscaba, retrata mejor al autor y a este tipo de literatura absolutamente prescindible. Insiste en que si bien era un sistema autoritario, en modo alguno lo fue totalitario. Es una de esas perlas que agradecen el esfuerzo de haber llegado hasta ellas.

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miércoles, 8 de agosto de 2012

HAMBRE Y SED DE VERBENA.-


La música y el verano.

 

La necesidad cíclica de contemplar el crepúsculo mientras el oído se evade  con el ritmo de la orquesta, banda o combo, grupo o conjunto. Incluso con la contemplación de un señor bajito y calvo que cambiaba discos en medio del jardín de un museo, siendo al parecer el  afamado DJ (otra marca de whisky, supongo) del lugar. Por cierto que puso varios temas, cortes, canciones, o coplas de mis discos de toda la vida. Por ejemplo la versión del  Paint it black de los Rolling, por Gabor Szabo, del jazz que abriría el clasicismo de Wes Montgomery a los poperos. Y que conste que ya estaban Clapton, Hendrix e incluso Carlos Santana (que grabó algún tema de Szabo) meciéndonos con sus seis cuerdas.
 Pero nunca es lo mismo una Fender que una Gibson, y ahí está Szabo para el que quiera comprobarlo.
La verdad  es que el calvito, y los jurdeles que sin duda cobraría por el rato que estuvo cambiando los discos de la funda al plato y viceversa, me dieron esperanzas. Puedo hacerlo tan bien como él si me dejan, incluso puedo balancearme también  un poquito entre gin-tonics, y además lo haría tras las bambalinas que es donde deben estar los pinchadiscos, pienso yo, y no monopolizando un escenario que debería ser para otra cosa.

La cosa, es decir la sesión estival de conciertos noctámbulos, comenzó algo antes, concretamente con Pájaro en la presentación de su último disco (¡Ah! Pero ¿Es que se ha comprado otro?, era el chiste desmitificador habitual en los estertores del pop, que por cierto nunca muere, sigue agonizando estupendamente). Magnifico el descubrir que Silvio tiene apóstoles, predicadores de su mensaje veinte y treinta años después, y que siguen recitando sus versos con sus mismos arreglos. Por supuesto que los creyentes cantábamos los salmos, uno tras otro, con el placer de la comunión entre los elegidos. Ya resulta extraordinario que uno acierte en la elección de sus ídolos malditos, y que comparta sus rarezas con un millón o dos de correligionarios. Puro ego y puro placer el escuchar a un tío tan feo cantando tan guapamente su ”Per qué”.

Ha habido intermedio sinfónico, como es de rigor, sin necesidad de acudir a Salzburgo que este año ha estado bastante flojito según los puristas de la copla, ni a Bayreuth, que nosotros pronunciamos igualito que se lee para simular que tenemos mundo, mientras que nuestro extranjero se ha limitado, y gracias al cielo por la gracia recibida, al Largo de Sao Carlos, en sus jueves al aire libre y a  la Orchestra Chinesa de Macau que , chinezas aparte, me hicieron ver que la música sinfónica no entiende solo de instrumentos tradicionales occidentales ni de las dos docenas de autores del olimpo de siempre,  violines chinos de dos cuerdas, y mástil largo, erhu,  parientes de los rabeles, o las  tiorbas de bolsillo, y las cornetas que parecen vuvucelas pero suenan como chirimías, sin ignorar, imposible, los encargados de la percusión que abarca desde el batir de las alas de la alondra hasta el estampido del rayo de 60.000 voltios, en el momento que la luz se hace sincrónica con el sonido, es decir cuando te ha caído encima.
Elegancia, ascetismo y magisterio en unos intérpretes orientales que nos vuelven a recordar las deficiencias propias, mal asunto y bella estampa la suya.  Incluso se permitieron unos arreglos sublimes, que me hubiese gustado atrapar, sobre un género que te obliga a bailar, soñar y a veces llorar, “Olhos negros” el bolero al que los portugueses  llaman fado, por aquello del nacionalismo y la saudade. 

Verano cumple con sus deberes, va cumpliendo de momento, como el gran señor que siempre ha sido.




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lunes, 6 de agosto de 2012

LEER ES SOLO REVIVIR RECUERDOS AJENOS.-





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viernes, 3 de agosto de 2012

LA SAGA FUGA DE J. B.

LECTURAS VERANIEGAS 1.-




Comienza uno con los bolsillos repletos de ese bien tangible y finito al que llamamos tiempo. Con un largo – y forzosamente – cálido verano por delante, y algunas deudas pendientes con el, a punto de retirarse, hábito de leer.
Momento idóneo para ajustar cuentas con esos libros apilados en columnas crecientes que, asemejando torres babélicas,  amenazan con derrumbarse en cualquier momento contagiando su pesimismo a las adyacentes, emulando el efecto dominó, imagen harto fácil para explicar la necesidad que tengo de eliminar trabajo atrasado, comenzando por los tochos más extensos, digamos de quinientas páginas para arriba.
Y ya es un mal comienzo, el estar imbuido por semejante espíritu, confundiendo el deber con el placer, y dejándome llevar por el primero. Pero a veces, casi siempre, hay que conjugar ambos, y al menos queda la esperanza de encontrar la sorpresa benefactora en alguna página aislada del libro más  inesperado.
Lo cierto, y por tanto verdad, es que las periódicas redadas que suelo hacer con fines eugenésicos entre las hileras somnolientas, ya me despejan algo el horizonte, al diezmar esos tomos vírgenes, cuyo destino estaba marcado desde su nacimiento, el cubo de la basura, en versión contenedor de papel, cartón y similares. Gran avance desde que dejé de utilizar el método aconsejado por Vázquez Montalbán, de quemar un libro cada día.
 Esa técnica tan vistosa como telúrica, tan evocadora de las lu-minarias de mi infancia, y de los autos de fe sobre textos pecaminosos, tenia ciertas limitaciones, la supeditación a la temporada invernal y a la chimenea encendida, y sobre todo la sorprendente constatación de que algunos libros son malos, realmente malos, hasta para arder. Sin tener en cuenta  que la nueva religión de no contaminarás la atmósfera con olores, ni dióxido de carbono ajenos, estaba en sus albores cuando el Biscuter le iba acercando a la estufa los tochos malditos.
A pesar de ese despiojo - de los despojos-  pertinaz,  que llevo  a cabo cuando el picor se me vuelve insoportable, arrojando al contenedor amarillo tantas páginas ocultas como pueden sujetar mis brazos, a pesar de ello, ahí siguen las columnas , de alguna de las cuales espero reducir la altura, al menos medio metro, en estos días tan especiales.

Torrente Ballester tiene tal acreditado  prestigio, como humanidad escribiente, además de como escritor de novelas - horror- , que sentía yo cierta curiosidad por comprobar si había algo detrás del autor del guion de los gozos y las sombras, a la que no puedo negar el acierto de su título, cosa que comparte con este  del  J.B., que no se refiere, para nada, al Justini &  Brooks del whisky de marras, sobre el que creí, iluso, que iba a tratar el asunto.
La verdad es que la mayoría de mis autores favoritos, han sido confesos consumidores del licor de la cebada y de otros cereales reminiscentes de la primera infancia, Pla, Faulkner, Benet…, y entiendo la necesidad de ciertos estimulantes para abrir  las puertas de la mente, esas que cierran las perspectivas a algo tan escaso  como  la coherencia en la imaginación, la fantasía desatada en la cabeza de cualquier escritor. Por ello quizás mi error, basado en el desconocimiento de la bebida que haya inspirado a Torrente las seiscientas páginas de desbordado barroquismo encerradas en su saga y fuga.
 No creo que haya sido orujo, del de quemar, ya que por encima de los discretos y homeopáticos tragos, apropiados para hacer digerible el puchero, este licor solo conduce  a la locura más o menos  inmediata o a la perforación de ciertas vísceras sin las cuales el resto del organismos no es nadie. Vísceras que también habrían resultado perjudicadas si la ingestión del licor de hierbas- ausente, por cierto, en el relato gallego donde las reliquias de la santa y las lampreas sirven de hilo conductor para que no se pierda el lector en demasía, solo lo justo y necesario-  hubiese sido la infusión  habitual e imprescindible, para ir mecanografiando los montones de cuartillas que imagino apiladas en infolios descuidados en los que no faltarán  miles de huellas dactilares del autor, necesarias para dar vida a semejante e interminable  historia.
Después del gozo inicial, de la inmersión en ese mundo propio de ciertos genios , donde invitan al lector a adentrarse de la mano del autor, cosa tan antigua que, Dante ya lo puso en practica hace unos mil años, y de los hallazgos sorprendentes e ilimitados, página tras página, sobre esos escenarios  y esos personajes tan extraños y tan alejados en el tiempo y el espacio -supongo que Galícia debe serlo hasta para los gallegos- llegas a ir acomodándote en ese universo en el que no te encuentras tan extraño a fin de cuentas, y sobre el que comienzas a descubrir ciertas semejanzas con el tuyo propio de aquí y de ahora, ya que a poco que reflexiones sobre ese mundo paralelo repleto de situaciones  entre épicas y vulgares, entre históricas e inventadas,  en una ciudad de leyenda, comienzas a descubrir esos hilos pegajosos y húmedos, el de las telarañas en los sótanos, las  que cubren toda esa parafernalia de trastos inservibles y obsoletos, y que te llevan inconscientemente al tiempo real de tus abuelos, y de los abuelos de tus abuelos.
De la pertenencia a una tierra, y a un país, que no ha cambiado lo suficiente en los últimos doscientos años, para que cualquier lector de hoy o de pasado mañana, deje de sentirse en casa, al pisar las calles de la ciudad evanescente que tan extensamente retrata, que todo hay que decirlo, Torrente Ballester.
Metáforas demasiado evidentes para serlo, costumbrismo rococó en la visión delirante, en primera persona, de un personaje amable que nos cuenta los entresijos superficiales de una inexistente ciudad de provincias. El peso de la religión y sobre todo de sus jerarquías, en la vida ,en la economía y la política ciudadana, resulta algo sobradamente visto en las novelas de uno o dos siglos antes, mientras que  la relación entre hombres y mujeres resulta tan esquemática y previsible  como alejada de los modelos habituales para un lector del siglo veintiuno.
Se salvan quizás las casi infinitas –el infinito es siempre casi, o no es infinito- variaciones del personaje que solo consigue escapar de la pesadilla, llevadera gracias al aguardiente invisible, supongo, cuando el autor cierra la última carpeta y pone fecha y lugar al final de su obra.


Ya ese dato, en su relación temporal con los años  finales  del paganismo y del comienzo de lo mismo, años setenta, te explica como entonces, la literatura patria podía expresar ciertas situaciones, más bien rememorar e inventar historias que nunca tuvieron lugar, en las letras. Situaciones ausentes, -como el combustible mental, usado por el escritor-  durante décadas, las suficientes para dejar a una generación pez, absolutamente lamprea, sobre el pasado de sus progenitores. De eso va el siguiente ejercicio para este lector.


(Hoy con la anuencia forzosa de Nabokov, Paul Bowles y James Joyce).








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