miércoles, 21 de mayo de 2008

La falsa moneda


Es como el tabaco de segunda mano, ninguno se lo queda.
Y como fumador pasivo, siempre tendré tiempo para dejarlo.
En la otra vida.

lunes, 19 de mayo de 2008

MAYO DEL 68. (También estuve allí).


De la santidad y otros excesos.-

1- Carta a los fenicios (ellos me entienden)

Si digo que quien realmente ha motivado esta dispersión de ideas subversivas más propias de la hipoglucemia del cotolengo antes del desayuno con bromuro, que de la mente lucida de alguien que dio en pensar y que acabó, naturalmente, en susodicho recinto de custodia, que quien realmente ha motivado a mis neuronas ha sido Brigitte Bardot; comprenderán, o comenzaran a hacerlo, parte de lo que quiero decir. Ese placer nos fue vedado, el contemplar semejante belleza, el extasiarse ante un animal semejante que no tenia necesidad de actuar, ni de cantar, ni mucho menos de desnudarse, para llenar la pantalla y fijar nuestras miradas como un imán atrapa a las virutas del metal que la lima ha desperdigado por el suelo previamente, abandonadas a un futuro tan poco optimista como el de la basura del tedio. De pronto esas imágenes, reagrupan las miradas de los espectadores de todo el mundo, de otras épocas incluso, y nos hacen siervos de otra religión, la de los mitos del siglo que nos ha tocado.
Brigitte como imagen de santidad puede parecer inadecuada a primera vista. Pero si nos quedamos con lo realmente valioso del personaje, con su cara bonita, con un rostro excepcional cuya presencia, en dos miserables dimensiones y a veces en blanco y negro, justificó la carrera mas brillante, en el firmamento del celuloide claro esta, de una mujer francesa. Y es que no necesitó nunca actuar, ni tan siquiera enseñar partes pudendas, tan solo estar quietecita y a ser posible primeros planos. El resto no era necesario, y mucho menos para los subpirenaicos. Solo su nombre en el reparto, impedía que la película fuese estrenada en España, o en caso improbable de que esto sucediera, nos fuese proscrita como pecado capital por nuestros consejeros espirituales, alguno de los cuales, miren por donde si han alcanzado la santidad fetén, la de Roma. La leyenda de algo que puede ser posible en la inocencia del que quiere creer, la bola de nieve rodando el mes de agosto por la península hace el resto. Se suman las privaciones impuestas al hambre natural del que las sufre y se sueña con festines, con banquetes de Canan.
Un tiempo de transición, esta si lo es, entre la religión única y por tanto excluyente, propia de una carencia de estímulos artísticos e intelectuales, de una parquedad de conocimientos, y lo digo sin afán peyorativo, en una base histórica y social donde eran tan pocos los medios de que disponía la imagineria popular como pocos eran los pudientes que disponían de acceso a los medios artísticos o intelectuales, para poder llegar a generar otras aficiones, pasiones comunes que pudiesen desembocar en algo parecido a lo que podemos llamar una religión. Nos ha tocado vivir el cambio real donde los medios de comunicación y la facilidad para viajar hacia las antipodas, es decir la mayor distancia imaginable, han ensanchado nuestra imaginación con miles de estímulos placenteros que no hacen mas que mover nuestras neuronas en una dirección determinada o en centenares de ellas, unas veces de forma consecutiva y otras en un tojunto, a modo del postre de la casa de los años del desarrollo, en que una comida excelente no podía serlo si el ultimo plato no incluía helado, nata, melocotón en almíbar, flan de la casa y algún otro ingrediente de cuyo nombre no puedo acordarme, todo junto, ya digo, para poner a prueba la elasticidad ilimitada de unos estómagos formados en la austeridad del plato único, y el mal gusto de propio de mentes poco habituadas a poder elegir con tino, y mucho menos digerir las imágenes, los iconos, las ideas maravillosas por naturaleza, que nos caían encima de manera inmisericorde. Es como si pasásemos de poseer, por unos días una copia incompleta del Corazón de Edmundo de Amicis, a disponer en propiedad de la Biblioteca de Alejandría.
Solo con la particularidad de que no se trata de un hecho figurado, ni de una comparación superlativa, la constatación de una realidad, de haber leído en la infancia el resto del tomo cuyas hojas caían de portal en portal a lo largo de los meses, en toda la calle. Y, también esta caída de la hoja no prefigura otra cosa que la triste perdida para un libro que bajo el manoseo sin fin quedaba reducido a un silogismo, en una metamorfosis imposible hasta llegar a los anaqueles de mármol travertino donde reposan confortablemente las mejores ediciones, las ultimas, de todos los clásicos que en el mundo han sido. Ahora, mira por donde, tengo que elegir entre Gracian y Montaigne, y lo mejor !Caspita! es que puedo elegir ambos a la vez, y sobre todo, no es pecado.
Seguiremos con Brigitte y luego si son pacientes, podrán conocer la vida y milagros de Maria Goretti, de la Beata Imelda y de D. Luis Buñuel.






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