lunes, 27 de marzo de 2017

ALTERNATIVAS A LA SANIDAD PÚBLICA.- (83)

EN PORTUGAL YA ESTÁN DE VUELTA.(Al menos en urología).





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martes, 21 de marzo de 2017

MARTIN NIEMOELLER REVISADO.-

O como los problemas ajenos nunca son un problema.



Cuando los ladrones se llevaron el dinero de la nación,
Guardé silencio,
Porque no era “mi” dinero.

Cuando emigraron los jóvenes al extranjero.
Guardé silencio,
Porque “yo” no era joven.

Cuando hicieron desaparecer la sanidad pública,
No protesté
Porque estaba sano.

Cuando dejaron de pagar las pensiones,
No pronuncié palabra
Porque no las necesitaba.

Cuando rompieron el país en pedazos,
No dije nada
Porque no era “mi” país.

Cuando no ayudamos a los pobres inmigrantes,
No levanté la voz
Porque ellos no eran yo.

Cuando finalmente quedé solo, pobre, anciano y enfermo.
No quedó nada ni nadie a quien poder recriminar.

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jueves, 16 de marzo de 2017

SENZA FINE (GINO PAOLI).-





Gino Paoli 1961   

Senza fine
tu trascini la nostra vita
senza un attimo di respiro
per sognare
per potere ricordare
quel che abbiamo già vissuto

Senza fine

tu sei un attimo senza fine
non hai ieri e non hai domani
tutto è ormai
nelle tue mani, mani grandi
mani senza fine



Non m’importa della luna
non m’importa delle stelle
Tu per me sei luna e stelle
tu per me sei… sole e cielo
tu per me sei tutto quanto
tutto quanto voglio avere

Senza fine

La crónica de una realidad inventada es lo que ahora llaman novela de no ficción. El escritor utiliza un filtro interesado para ofrecer relatos sobre vidas cercanas al lector, modificando u ocultando aquellos aspectos que no tienen cabida en el reparto de la función teatral. Al fin y al cabo es el teatro cotidiano y eterno, el que presta argumentos inagotables al guionista. 


Solo serán necesarias un par de condiciones de absoluto cumplimiento, para lograr la satisfacción del espectador. La primera es el respeto que este se merece, el de su consideración de adulto cultivado, con los cánones de la clase media europea actuales, tampoco hay que ir muy lejos, y el respeto también a los tres actos básicos del teatro clásico, presentación, nudo y desenlace, a los que, inevitablemente habrá que añadir especias hilarantes, urticariantes o lacrimógenas, según el género elegido, y en suficiente cantidad y frecuencia para que el espectador no disponga de más de dos minutos de respiro, pasados los cuales, sin nuevos estímulos, desconectará inevitablemente de la historia que le están contando.


La segunda condición, igualmente imprescindible, es el punto de apoyo sobre el que va a pivotar la palanca argumental , y que, en los tiempos actuales, es la presencia de algún personaje cuya proximidad con la realidad cercana del espectador, haga verosímil esa etiqueta de no ficción, absolutamente necesaria, al menos en los géneros que arrasan en las carteleras.

Por eso agradezco que esa proximidad no resulte invasiva para la intimidad del espectador, ni que abunde en sus miserias cotidianas, que para eso ya tenemos los problemas domésticos inconclusos y los noticiarios televisivos. 


El autor ha decidido aquí elegir el patrón del drama cómico, con el apellido complementario de social, comedia dramática social, que contentará a la mayoría, haciéndonos reír además, llevándonos por caminos imprevisibles pero inevitables, en los que las lágrimas apagarán la risa, o quizás solo una cierta congoja se apodere de nosotros hasta que llegue, en dos minutos, la próxima bonanza de los personajes que sin duda nos devolverá la sonrisa.


Aparentemente es muy fácil. La fórmula está suficientemente rodada, y el resto, el envase, no necesita grandes efectos fotográficos, la Toscana y su luz, se dejan acariciar por la cámara, y los actóres , haylos, milagrosamente todavía quedan algunos, solo nos invitan a “empatizar” con ellos, por aquello de que empatizas o te vas, no hay término medio ni palomitas en el pesebre, ni falta que hacen.

Y el punto, delicadísimo, de realidad aparente, lo pone el personaje secundario, magníficos e innumerables todos, el padre añorado, que hubo sido pianista del grupo de Gino Paoli, allá por los sesenta, y que había regalado a su hija el leiv motif musical que ella escuchaba en su smartphone cuando estaba triste, es decir todas las noches de su vida, “Senza fine”.


Canción que escuchamos completa durante los títulos de crédito finales, esos minutos en los que nuestra estupefacción da paso al agradecimiento al director-autor y que termina dejándonos el sabor de boca del postre más exquisito.

No quiero pensar en los pases comerciales de la película, en la amputación previsible de esos minutos finales, y en la más que probable ausencia del subtitulado de la letra, la nata del postre, perdiendo la guinda en almíbar su condición de golosina inimitable.

Os la pongo aquí, para compensar la castración a que os van a someter, e incluso compensar también el (mal) olor de las palomitas. 


La película estupenda, y es lo que quería contar, en absoluto su argumento, que va por otros vericuetos divertidos y a la vez sentidos, algo así como un Ken Loach a la italiana, con prescindibles homenajes a Fellini y a la peli aquella de las dos chicas americanas que se hacían llamar Thelma y Louise
He pasado un rato estupendo y me pongo inmediatamente  a revisar la filmo de este artista, un tal Virzi. “La Pazza Gioia” 2015, “Loca Alegría”.




Sin fin,
tú arrastras nuestra vida,
sin un instante de respiro       
para soñar

para poder recordar
lo que ya hemos vivido

Sin fin,


tú eres un instante sin fin
no tienes ayer y no tienes mañana
todo ya está
en tus manos, manos grandes
manos sin fin.


No me importa la luna
no me importan las estrellas
Tú para mí eres luna y estrellas,
tú para mí eres sol y cielo
tú para mí eres todo,
todo lo que quiero tener.


No me importa la luna,
no me importan las estrellas
Tú para mí eres luna y estrellas
tú para mí eres sol y cielo,
tú para mí eres todo,
todo lo que quiero tener.

Sin fin...

Podeis escucharla en versión de: 

miércoles, 8 de marzo de 2017

GOYA Y BASQUIAT, UNIVERSOS DIVERGENTES.-

O quizás la divergencia se encuentre entre El Roto y Muñoz Molina.

 

 Cambiar el mundo con una firma, con un lazo en la solapa, o celebrando el día de (del color de la temporada, es decir progresista y ligeramente solidario) es lo más revolucionario, y seguramente infructuoso, que se les ocurre a aquellos comprometidos con que todo siga igual. Una actuación gratuita, para ellos, y revestida de esa costra bondadosa que cultiva exclusivamente la apariencia. Voy a misa los domingos ergo…tengo la santidad al alcance de la mano.

Y no es eso, al menos no es únicamente eso.


A la otra cara de la moneda, la de manifestarse con un palo en una mano y una piedra en la otra, la llama hoy Muñoz Molina, esperanza apocalíptica, y la sitúa en el terreno ficticio, décadas atrás, en los tiempos de libertad, amnistía y estatuto de autonomía. Es decir enterrada para siempre donde no moleste, bajo el porche del jardín, o encerrada en un vaso canopo y guardada en el lugar más inaccesible del trastero. Nada hubo tan paradisíaco jamás como el presente, repleto de merenderos con estrellas Michelin, y de ofendidos y humillados expróceres cuyas elevadas condenas, curiosamente no ameritan cumplimiento alguno.

Claro que, también afirma que en la exposición neoyorkina del otro día, solo se salvaba la genialidad de un Basquiat. 


Lamentablemente, no me veo en condiciones de adherirme o de rebatir ninguna de sus afirmaciones. Tan solo de contemplar la viñeta de hoy de El Roto, y de sentir que no estoy solo, en ausencia de esperanzas apocalípticas sobre la posibilidad de un mundo mejor.

Y me pregunto si el arte desvestido del menor atisbo de contenido social puede considerarse otra cosa distinta de una frívola majadería. Retórico que es uno.
 

domingo, 5 de marzo de 2017

COMO TE ESTABA DICIENDO... (Carátula).- CD 2017




               Como te estaba diciendo..


                                            www.hayquevivirla.blogspot.com  CD 2017




viernes, 3 de marzo de 2017

COMO TE ESTABA DICIENDO... (Y 3).- CD 2017



Una cosa te lleva a la otra, y vas dando saltos como liebre alborotada en un mundo sin podencos. Te acuerdas de Amarcord, y de la polenta que nunca has probado, esa sopa que, a pesar de su exotismo jamás podrá igualarse a la tuya, la de tomate que hacia tu madre.
Hasta que tu incursión en la cocina como algo más que un visitante molesto e intempestivo, tu necesario contacto con las sartenes y las especias, imprescindible para la supervivencia,  te hacen descubrir que el color no era debido al tomate, ausente, sino al inevitable pimentón.  Descubrimiento y comparaciones, siempre ventajosas para tus raíces.

Das otra vuelta por los recuerdos de la película de Fellini, probablemente “La película” de Fellini por antonomasia, esa palabra atroz, para volver a su música. Y con ella a su autor, sus interminables recreaciones de marchas, bailables italianos, que siguen sonando y alegrando a quien las escucha. No tiene nada extraño que iniciemos el viaje acompañados por Nino Rota y la orquesta de Franco Farrara que dejan gentilmente su lugar a Fausto, el proscrito Fausto Pappetti, que solía estar más escondido que la cajetilla de los preservativos, por aquello de que su música era el equivalente a la yohimbina y a otros fantásticos e inverosímiles afrodisiacos femeninos como el pipermín, que buenas vomiteras nos ocasionase, con sus correspondientes dolores de cabeza. “Que anoche dicen que te vieron…con un tremendo vacilón. ¿Quién te lo dijo René?. Me lo dijo Adela, que mañana no me quita usted la muela, aunque me muera de dolor”. 

Quizás sea lo más cerca que hayamos estado a las experiencias lisérgicas de los modernos de entonces y lo más alejados de alcanzar nuestros pretendidos  fines iniciales. Fausto  se aparta aquí de su línea musical exclusiva para amantes feroces, en la que llegase a grabar un centenar de compilaciones imprescindibles, ya digo, y aquí lo tenemos bordando a Nino Rota, demostrando que cuando había que soplar, podía hacerlo como nadie.

Y no deja de ser una introducción engañosa, casi pérfida, haciendo creer al oyente que las cosas van a seguir por ese patrón de calidad, de arreglos perfectos sobre un tema inmejorable. Inmediatamente bajaremos varios niveles en el  infernal purgatorio de Dante, para encontrar el nivel del oscuro bar de húmedas paredes, donde el calorcito humano y las copas servidas por Emilio, el otro, nos harán sentirnos felices en nuestra madriguera, a pesar de que la selección de su sinfonola, tampoco fuese primorosa. Recuerdo haberle cambiado discos horrorosos por otros míos, con la intención de poder escuchar algo aceptable. En esas tardes que tan bien  describe Marsé en su barrio de El Guinardó., tan bien que no tiene sentido el emularlo, aunque los músicos que siguen sonando en nuestra selección, hayan crecido allí precisamente. El azar.

Y aparece también la más espeluznante escena que podáis imaginar. El terror de las películas de Santo El Enmascarado de Plata contra los Vampiros, en el cine de verano, es tan solo un instante de risas que se hiela en nuestra mente cuando contemplamos el porte, y los rostros, de nuestros artistas de entonces. Surgiendo inevitable la pregunta que el subconsciente, que a veces puede parecer despistado pero tonto jamás, nos espeta a bocajarro:
Si ellos están así, entonces…¿Nosotros…?.

Nosotros seguimos descendiendo a los infiernos hasta llegar a esos recodos irrespirables, cargados de miasmas, manando sangre y cieno, que impida el respirar. Esta del paisano Espronceda, el romanticismo de otro planeta, el literario. Cuando nuestras, interminables en número, cartas de amor, ocupaban un folio a dos caras, y resultaron ser finitas como nuestra adolescencia, terminando con aquella nunca enviada, a sabiendas de que su viaje al buzón correría el riesgo de convertirse en el “Return to sender” de Elvis, por aquello de ya sé que tienes novio, ya sé que no me quieres…(bolero de Antonio Machín, que no era de Machín ) para quedar como aquella  “Letter never sent”, en el original: “Neotpravenloe pismo”, de Kalatzov 1960, de cuyo nombre solo recuerdo lo de pismo, y cuya revisión , medio siglo después, me ha permitido comprobar que los jóvenes rusos de entonces parecían ser una imagen especular nuestra en la que solo había que cambiar el vodka por el pipermín. (Es broma, lo de la peli).

Las cartas, que es donde estábamos, no llegaban tan lejos como ahora lo hace la dispersión mental que me posee. A lo sumo aquello de “Una carta quiero escribir, y quisiera no llorar, son recuerdos que tengo de ti, y quisiera no olvidar” esa era de…Formula V señores, y ya nos vamos acercando al abismo. Donde sí nos asomamos,  veremos a Joselito, a Los Centellas, a la Paquita, y a tantos personajes idolatrados-por otros, que tampoco hay que pasarse- que nos parece estar repasando el álbum de cromos sepia, orlados con arabescos, donde siempre hay un hueco sin rellenar, o dos, en alguna página , poniendo a prueba la memoria lejana que, curiosamente, todavía nos funciona. 

Aparecieron luego otras colecciones en el quiosco, hasta con cromos en inglés, el we skipped a light fandango, con que se iniciaban las noches de blanco satén, o los gemidos en francés de la Birkin, cuya pronunciación jamás fue explicada por los libros de texto del bachillerato, el je t´aime moi non plus, más acordes con las hormonas que, por entonces, ponían a prueba nuestra virginidad, que de todo hubo.

Hay cromos viejos, a dos tintas,  que jamás conseguí encontrar y bien que puedo asegurar su existencia, en alguna parte de los estuches de 45 RPM que aparecían en los guateques. “Aline” cantada en español – conditio sine qua non, ya sabéis- por su autor, o mismamente “Monia” por su ídem. Tantas veces escuchada que me parece imposible no poder  encontrar una miserable copia, infelice de mí, y resignarme a contemplar este álbum, vuestro y mío, incompleto, quizás para siempre. De Monia, siempre pensé que ese era el título exclusivo para la versión española, impuesto por la censura, y que el original no podía ser otro que “Monja”.  Os estoy haciendo , suplicando, una petición desesperada, por si alguno está en condiciones de ofrecernos alguna Aline, o alguna Monia castellanocantadas, más que nada para ir completando páginas del álbum que, al pobre se le van a caer las cubiertas de puro sobadas, sin tener la satisfacción del deber cumplido.

Lo de haberlo forrado en su día con aquel papel celofán transparente tan difícil de doblar, una de esas cosas que no hiciste a su debido tiempo, y que luego compruebas que de haberlas realizado, mejor te habría ido después, de las que te originan arrepentimiento insincero, contrición no verdadera, sin amor por Dios, ni por las cosas bien hechas,  sin el menor propósito de la enmienda, (El Concilio de Trento definió la contrición como "un intenso dolor y detestación del pecado cometido, con propósito de no pecar en adelante") algo que descubrimos, y asumimos, demasiado tarde. La otra contrición, la del presunto dolor al comprobar el estado de aparente decrepitud que presenta esta compilación, se rebela contra las condiciones impuestas por los escolásticos y los predicadores, mostrando el esplendor  de las flores en la hierba, lirios en febrero, pero esplendidos lirios salvajes.  Los que no deberían faltarnos jamás.


 Y así ha quedado el álbum, aparentemente escondido en el fondo del cajón, para que  uno pueda recrear y recordar la parte feliz de la infancia, la otra, que es la que nos ha hecho lo que somos.


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