Último día del paganismo y
primero de ... lo mismo
Joaquín Costa
Hay títulos tan deslumbrantes que llegan a anular la obra
que anuncian y representan, aquella que, de alguna manera, intentan compendiar.
Ello sucede con el que presagia la divertidísima historia de
Numisio, el patricio romano que ya presumía de español, mucho antes de que
nuestra nación pudiese ser considerada como tal.
Hoy nos queda idéntica
sensación que la que induce el trabajo de Joaquín Costa, al leer entre líneas
la trasposición que hace de las vicisitudes políticas y sociales de los tiempos
de Roma, 300 a.c. y los del suyo propio. De ahí el título, revelador de aquello
que el lector va a descubrir envuelto en brillantes trazos, citas y personajes
de la literatura clásica, entendiendo como tal la que , en su latín o griego
original, podían digerir los lectores cultos, es decir pudientes, de finales
del XIX, Joaquín Costa y Castelao entre ellos.
Castelao es realmente quien ha provocado mi vuelta al túnel
del tiempo con sus dibujos, fijados en mi infancia desde “Caras y Caretas” y precursor,
sin saberlo, de los tebeos y comics (son cosas diferentes) que me siguen
divirtiendo.
Vuelvo a contemplar las estampas de Castelao, de hace más de
un siglo, y el tiempo se me congela, cosa que casi sucede con el corazón. Son
estampas gallegas amarillentas con los trazos de un dibujante excepcional que
te llegan a hacer prescindible el pie, el mensaje, como en los Caprichos,
Desastres y Disparates de Goya, o como en el libro de Costa cuyo título tan
vistoso, conveniente y falsamente
referido al paganismo para evitar el fuego censor que todo lo purifica, lo ha
mantenido cerrado en la estantería del abuelo hasta que la biblioteca virtual
Cervantes, ha convertido en algo absolutamente innecesario el sujetarlo con las manos o el abrirlo.
Tiempos duros de una crueldad que, afortunadamente, queda
relegada a esa parte oscura de la historia cuya frontera con los tiempos
oscuros de la edad media no llegan a estar claramente definidos. El
regeneracionista Joaquín Costa llega a establecer su lema “Escuela y despensa”
como bandera personal, al igual que “El abaratamiento rápido del pan y la
carne” como programa político que nunca pudo realizar. Tampoco su personaje, o
la interpretación sesgada que de él hacen los poseedores de la verdad genuina, desde
el poder, lo hacen verosímil merecedor de figurar en las esquinas de calles
principales de casi todas las ciudades y pueblos de España.
O quizás sí lo sea,
a pesar de su innegable ambigüedad. Al fin y al cabo tampoco resulta esta un
adjetivo peyorativo, salvo en las eternas luchas entre buenos y malos, entre
moros y cristianos, a las que somos tan aficionados. Nos quedaremos con la
definición que le otorga A. Machado “Un conservador que quiso dejar de serlo
sin poderlo lograr”.
“Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en
España: urgencia y modo de cambiarla (1901)”. Es la publicación que implica
también en su autoría, además de Costa, a Pardo Bazán y a Unamuno, y la que vuelve a evocarme uno de los motivos
principales de Castelao y a retrotraerme a la actualidad, sin necesidad de
volver a insistir en el título inmortal, o casi: “El último año del paganismo –
tradúzcase por cualquier otro ismo- y el primero de lo mismo”.
Y es que además del neocaciquismo hay otros paralelismos increíblemente
actuales, la emigración, o la corrupción política, con la España de un siglo
atrás. Pero quizás lo más sorprendente es la insinuación sobre la dudosa
conversión democrática de un país en el que la incultura y el poder
desdibujaban cualquier posibilidad de que esta democracia llegase a ser real.
El cambio nominal de cacique a diputado resultaba sarcástico, igual que ahora
el camino inverso resulta tan probable como certero. Este cambio resultó, entonces,
ser otra herida abierta en un cuerpo que llegaría a convulsionar pocos años
después.
Mi duda es si el esquema político de que disponemos,
heredero directo de aquel innombrable, porque seguramente nunca existió, de
cuarenta años de duración, continuados en otros cuarenta, va a seguir intocado e
intocable hasta superar el punto sin retorno que convierte el último año en el
primero de lo mismo.
Diferencias de alimentación, escolaridad, y televisión
aparte, no encuentro otras entre los caciques de antes y ciertos responsables
políticos de ahora. Elegidos por los notables del partido – banda-, y que al
final resultan representar exclusivamente a quien los ha elegido. ¿Representan
los caciques al gobierno, o el gobierno a los caciques? Se pregunta Castelao.
“Ganan dos mil y ahorran cinco mil” en otra. Para llegar a
esbozar mensajes prerrevolucionarios como el de afeitarse la barba.
Hasta el nacionalismo gallego de Castelao, y el su versión
de aldea, sigue cubriendo de esa terrible costra el lugar más recóndito de la
nación, estando de actualidad otra vez. ¿Otra vez?
Esto sería motivo del más atroz de los aburrimientos, si no
fuese realmente dañino.
En fin, seguiremos leyendo a Joaquín Costa, y exponiéndonos
a que nos consideren inapropiadamente una cosa o la contraria, o incluso hacernos
acreedores de la duda sobre si no seremos realmente defensores del paganismo,
en el mejor de los casos.
Y se abre paso la sospecha de que el túnel del tiempo,
ficticio o no, va ser circular, y su cadencia viene determinada exclusivamente
por el olvido, la desmemoria de los sucesos de hace bien poco, de casi
antesdeayer. Y es que nunca deja uno de aprender cosas. Otro asunto es que le
resulten útiles para algo.
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