domingo, 21 de mayo de 2017

JOAQUÍN COSTA, CASTELAO Y EL ÚLTIMO AÑO DEL PAGANISMO Y PRIMERO DE LO MISMO.-




Último día del paganismo y primero de ... lo mismo

Joaquín Costa



Hay títulos tan deslumbrantes que llegan a anular la obra que anuncian y representan, aquella que, de alguna manera, intentan compendiar.


Ello sucede con el que presagia la divertidísima historia de Numisio, el patricio romano que ya presumía de español, mucho antes de que nuestra nación pudiese ser considerada como tal.

Hoy nos queda idéntica sensación que la que induce el trabajo de Joaquín Costa, al leer entre líneas la trasposición que hace de las vicisitudes políticas y sociales de los tiempos de Roma, 300 a.c. y los del suyo propio. De ahí el título, revelador de aquello que el lector va a descubrir envuelto en brillantes trazos, citas y personajes de la literatura clásica, entendiendo como tal la que , en su latín o griego original, podían digerir los lectores cultos, es decir pudientes, de finales del XIX, Joaquín Costa y Castelao entre ellos.


Castelao es realmente quien ha provocado mi vuelta al túnel del tiempo con sus dibujos, fijados en mi infancia desde “Caras y Caretas” y precursor, sin saberlo, de los tebeos y comics (son cosas diferentes) que me siguen divirtiendo.


Vuelvo a contemplar las estampas de Castelao, de hace más de un siglo, y el tiempo se me congela, cosa que casi sucede con el corazón. Son estampas gallegas amarillentas con los trazos de un dibujante excepcional que te llegan a hacer prescindible el pie, el mensaje, como en los Caprichos, Desastres y Disparates de Goya, o como en el libro de Costa cuyo título tan vistoso,  conveniente y falsamente referido al paganismo para evitar el fuego censor que todo lo purifica, lo ha mantenido cerrado en la estantería del abuelo hasta que la biblioteca virtual Cervantes, ha convertido en algo absolutamente innecesario el  sujetarlo con las manos o el abrirlo.


Tiempos duros de una crueldad que, afortunadamente, queda relegada a esa parte oscura de la historia cuya frontera con los tiempos oscuros de la edad media no llegan a estar claramente definidos. El regeneracionista Joaquín Costa llega a establecer su lema “Escuela y despensa” como bandera personal, al igual que “El abaratamiento rápido del pan y la carne” como programa político que nunca pudo realizar. Tampoco su personaje, o la interpretación sesgada que de él hacen los poseedores de la verdad genuina, desde el poder, lo hacen verosímil merecedor de figurar en las esquinas de calles principales de casi todas las ciudades y pueblos de España.

 O quizás sí lo sea, a pesar de su innegable ambigüedad. Al fin y al cabo tampoco resulta esta un adjetivo peyorativo, salvo en las eternas luchas entre buenos y malos, entre moros y cristianos, a las que somos tan aficionados. Nos quedaremos con la definición que le otorga A. Machado “Un conservador que quiso dejar de serlo sin poderlo lograr”.


“Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España: urgencia y modo de cambiarla (1901)”. Es la publicación que implica también en su autoría, además de Costa, a Pardo Bazán y a Unamuno, y  la que vuelve a evocarme uno de los motivos principales de Castelao y a retrotraerme a la actualidad, sin necesidad de volver a insistir en el título inmortal, o casi: “El último año del paganismo – tradúzcase por cualquier otro ismo- y el primero de lo mismo”.


Y es que además del neocaciquismo  hay otros paralelismos increíblemente actuales, la emigración, o la corrupción política, con la España de un siglo atrás. Pero quizás lo más sorprendente es la insinuación sobre la dudosa conversión democrática de un país en el que la incultura y el poder desdibujaban cualquier posibilidad de que esta democracia llegase a ser real. El cambio nominal de cacique a diputado resultaba sarcástico, igual que ahora el camino inverso resulta tan probable como certero. Este cambio resultó, entonces, ser otra herida abierta en un cuerpo que llegaría a convulsionar pocos años después. 


Mi duda es si el esquema político de que disponemos, heredero directo de aquel innombrable, porque seguramente nunca existió, de cuarenta años de duración, continuados en otros cuarenta, va a seguir intocado e intocable hasta superar el punto sin retorno que convierte el último año en el primero de lo mismo. 


Diferencias de alimentación, escolaridad, y televisión aparte, no encuentro otras entre los caciques de antes y ciertos responsables políticos de ahora. Elegidos por los notables del partido – banda-, y que al final resultan representar exclusivamente a quien los ha elegido. ¿Representan los caciques al gobierno, o el gobierno a los caciques? Se pregunta Castelao.

“Ganan dos mil y ahorran cinco mil” en otra. Para llegar a esbozar mensajes prerrevolucionarios como el de afeitarse la barba.


Hasta el nacionalismo gallego de Castelao, y el su versión de aldea, sigue cubriendo de esa terrible costra el lugar más recóndito de la nación, estando de actualidad otra vez. ¿Otra vez?

Esto sería motivo del más atroz de los aburrimientos, si no fuese realmente dañino.


En fin, seguiremos leyendo a Joaquín Costa, y exponiéndonos a que nos consideren inapropiadamente una cosa o la contraria, o incluso hacernos acreedores de la duda sobre si no seremos realmente defensores del paganismo, en el mejor de los casos.

 
Y se abre paso la sospecha de que el túnel del tiempo, ficticio o no, va ser circular, y su cadencia viene determinada exclusivamente por el olvido, la desmemoria de los sucesos de hace bien poco, de casi antesdeayer. Y es que nunca deja uno de aprender cosas. Otro asunto es que le resulten útiles para algo.




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