martes, 26 de febrero de 2013

SUBLIME INDECISIÓN.-






Entre el blanco y el negro existe una gama infinita de grises. Limitarnos a elegir solo un extremo implica renunciar al resto de la gama, y  conduce a la ceguera. Probadlo. ( con cautela).

Esta situación, la de tomar un partido excluyente sobre los demás, puede tener cierta validez, más o menos divertida, en el terreno deportivo, al que según ciertos sociólogos dedicamos el 90% de nuestra actividad cerebral.

Pero esta actitud bipolar creó tendencia en nuestro medio, (Lo de crear tendencia es una memez, lo de aplicar el adjetivo viral gratuitamente, ya se sale de la gráfica) y cobró inusitada virulencia, desde tiempos inmemoriales, en que nuestros ancestros decidieron elegir entre estar a favor o en contra de… cualquiera;  y desde entonces se bailan los fandangos de Santiponce;  con lo bonitos que son los de la blanca palidez de Procol Harum (We skipped the light fandango) por un suponer, demostrando que hay otros también, que el mundo no se acaba en el santiponce particular de cada uno.

Aquí nos resulta más fácil elegir un color llamativo, condicionados por una parte minúscula de uno de nuestros hemisferios  cerebrales (el resto tiene otro dueño, el futbol) y despreciar estúpidamente las otras circunvoluciones,  contralaterales y rellenitas de neuronas deseando  expresar sus ideas, trabajar en su futuro, para no dejarlo en manos ajenas. 

Sobre su predominio, el del monotema, en el terreno de la política ficción que nos asuela, no voy a insistir. Uno de dos y ya está, y solo hay que participar, sin coste alguno – esto es muy importante, gratis- cada cuatro años en el juego que han organizado otros y luego esperar  los noventa minutos de rigor para saber si ha ganado nuestro equipo. Ese es todo nuestro esfuerzo, toda nuestra entrega democrática. Y sobre la responsabilidad que nos atañe respecto a las consecuencias del  encuentro deportivo, o sobre la idoneidad de semejante liga, no queremos saber nada. En todo caso el culpable es siempre el equipo rival. Denuestos y lapidatio si las cosas se tuercen en demasía.

Resulta tremendamente asertiva la extensión de esta pantomima a la madre del cordero. Ahora que comienzo a escuchar voces –tímidas- respecto a si monarquía o república, si churras o merinas, si aquello fue o esto dejó de ser. Y vuelvo a sufrir pesadillas en las que tengo que elegir forzosamente entre tinto y blanco, como si no existiesen otras bebidas saludables y divertidas.

A mí se me ocurren siempre otras posibilidades, reales, y cercanas, y no entiendo como los parroquianos del bar, o los tertulianos de la barbería – qué tiempos- no la mientan en sus quinielas. De los súbditos mejor no hablo, felices ellos.

Hay una tercera vía, entre una cosa y la otra, bastante cercana y sentida, estuvo cuarenta años entre nosotros, y no es por tanto ningún sistema extraño para nuestras condiciones gestoras de la cosa nacional.
Claro que tiene mala prensa, indudablemente, y que la ha soportado a lo largo de las diversas ocasiones en que ha sido nuestro único contrato social, y que también  así ha resultado la proyección de su imagen, cuando ha polarizado a países más poderosos que el nuestro, demostrando su trágica condición, siempre y curiosamente, al perder la guerra que termina con ella, y nunca antes, cuando gozó de una prensa mejor que excelente. 

Hablar de ciclos de libertad y represión, de carta magna o de principios fundamentales, no tiene mucho sentido, y menos cuando el titular de los unos es quien nombra al sucesor, el de la otra.

Pero la masa se agita, se caldea, y la turba se prepara, de momento para el numerito de la detención en el huerto –en Sevilla ya están templando tambores y cornetas-  y después solo queda esperar la tontería aquella de la levadura, de la masa crítica, y de la violencia que todos llevamos dentro para iniciar otra kermesse.

O bien me equivoco y dimite media docena, encarcelan a docena y media, y milagrosamente la economía da un vuelco para hacernos olvidar la más antidemocrática de las situaciones, la del desempleo y el empobrecimiento acelerado de todo un país, o mal...

Todo es posible. De momento he observado el nacimiento de esta criaturita, aparentemente inofensiva, solo es un bebé todavía,  y me pregunto si así ha comenzado otro ciclo similar a los de antes,  y si estos son  realmente los brotes verdes, tan alejados en apariencia de los rojos y los azules, y tan terriblemente dañinos como ellos.
 
 

Corolario.- Entre monarquía y república existe la posibilidad de la dictadura. ¿Lo habíais olvidado?.



P.D.- “Sublime decisión” es una obra de Miguel Mihura que se hizo carne entre nosotros gracias a Fernán Gómez y Analía Gadé.  Trata, en clave de humor, el valor de la mujer a la hora de incorporarse al mundo laboral. Hoy el valor se le supone, pero no es suficiente para lograrlo, y lo que es peor, ha dejado de tener gracia.
De todas formas, no es a esa indecisión a la que me estoy refiriendo.


Abajo el enlace de Santiponce: 

http://www.youtube.com/watch?v=Mb3iPP-tHdA

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domingo, 24 de febrero de 2013

ALTERNATIVAS A LA SANIDAD PÚBLICA.- (19).






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jueves, 21 de febrero de 2013

AI WEIWEI . (PARTE 2).-



¿Quién es Ai Weiwei y por qué está diciendo esas cosas tan terribles sobre mí?




Evidentemente es alguien que tiene mucho que decir, y que no para de hacerlo. Ha necesitado media vida para tomar conciencia de ello, y después no ha cesado de transmitir lo que lleva dentro. Y la actividad artística al uso, es solo una pequeña parte de lo que nos intenta transmitir.

 Su estudio de arquitectura, clausurado y demolido por las autoridades chinas, su blog, censurado y cerrado desde hace cuatro años, y  del que podemos contemplar miles de fotografías expuestas en esta muestra, centenares de escritos, post en el lenguaje web, llenos de sabiduría, y su actividad inconmensurable a través de las redes sociales, en las que demuestra que el escultor, el arquitecto, el ceramista, el filósofo, el genio que se convierte en figura del arte moderno, no es, no debe ser más que un proyecto, la sombra de un intelectual que está obligado a intentar convencer al mundo entero de que pueden mejorarse las condiciones en que vive el ser humano. 

 Y lo mejor de todo, de este mesías tocapelotas, es que parece tener los pies en el suelo. Aparenta poseer una humildad bastante alejada de aquella que exigimos a un líder, a un genio, o a cualquiera digno de nuestra devoción. Va a ser cosa de replantearnos, también el redirigir nuestra admiración a personas y a cosas que no nos alejen de nuestro propio nivel, considerando este justo a ras del suelo, ese lugar donde podemos progresar incluso reptando.

Otra de la sugerencias, al menos media docena, que me ofrece con insistente obscenidad – hay de todo – la visita al CAAC, es la repetición en varios de los epigramas enmarcados junto a las obras de Weiwei, de la cesión en préstamo de dichas obras por su legitima propietaria, cierta dama española en esta ocasión, al parecer coleccionista de postín.
Y será porque uno es mal pensado, desde que fue expulsado del paraíso por el asunto de la manzana, o sea de nacimiento, y siempre piensa sobre el origen legal, y moral, de las fortunas que se permiten semejante dispendio. A veces conozco de donde provienen los fondos ilimitados que facilitan a una española, cuya única cualificación es la de consorte, cuando no hija, nieta o biznieta de aquel que acumuló montañas de dinero con subterfugios harto dudosos, por no decir delictivos. Sin ir más lejos, en los tiempos presentes, podríamos enumerar decenas, o centenares, de damas de prosapia y etérea virtud, asociadas, tálamo mediante, con alguno de los centenares de convictos y confesos  ladrones que han robado al país, y siguen en ello, sin otro castigo que el de ser citados anoche por las lenguas de doble filo.

Concretando, que el titular/ara de la propiedad de las joyas expuestas en templos del arte puedan, y sean, beneficiarios/as de, por ejemplo, las comisiones percibidas, de la franquicia de negocios como Fórum filatélico. ¿Ya lo habíais olvidado? De la inversión en preferentes o de la gestión inmobiliaria durante los diez últimos años, incluyendo concesiones administrativas como las de los notarios o registradores de la propiedad, que han bendecido, mediante la recepción del óbolo legal, la ruina de todo un país; que todos ellos se permitan presumir de la generosidad de ofrecer al vulgo el disfrute de sus colecciones de arte, me produce cierta desazón, cierto dilema moral sobre las bondades del arte y la ausencia de honestidad que suele ser la base de la fortuna de sus patrocinadores. 
Puedo estar equivocado,  al insistir en esta pregunta, sin respuesta, la del campesino chino, quien ante su probable inclusión en alguno de los happenings del artista, se atreve a pensar en voz alta. ¿Y quién pone el dinero?
Obviamente es una pregunta que queda diluida, por más que se haya formulado millones de veces, ante la contemplación de los miles de maravillas arquitectónicas de nuestro planeta, y  en menor medida de la obra de artistas plásticos, o multimodales como en el caso de Weiwei. Pregunta que pasa a segundo plano cuando, durante siglos, y decenas de generaciones, sigamos maravillándonos con la obra extraordinaria,  la creación artística que,  indudablemente tuvo detrás un mecenas. 

El dilema moral sigue flotando en mi mente. Si fueron legales, y justos, los orígenes de su financiación, probablemente si también tuvieron un coste para los pueblos que contribuyeron con sus carencias, impuestas por el poder, a la grandeza de esas joyas que tanto llenan de orgullo a la humanidad.  Visto desde la globalidad de la historia universal todavía resulta asumible, por aquello de que lo lejano resulta ajeno, pero  la cercanía resulta tan cruel como la hoja del bisturí, sin anestesia previa, cuando conoces los nombres y apellidos que figuran en los pies de las obras de arte, que de esta manera pierden prestigio súbitamente, y sabes del modo en que el dinero llegó a esas manos para transmutarlos, marginalmente, en mecenas de un artista. 

Supongo que no puedo evitarlo, desde pequeño he intentado descubrir que es lo que había detrás de la pantalla en el cine, y siempre que he conseguido asomarme he encontrado lo mismo, telarañas, basura y ratas. 

Y a veces no conviene cuestionarse tanto ciertas cosas. Al final la rosa es la rosa, como dijo el otro. Limitarnos a contemplarla y a olerla si tenemos la fortuna de compartir su aroma. El resto de consideraciones, como las que se hace interminablemente Weiwei, nos harán indudablemente más sabios pero, dudo que más felices.



Y lo curioso es que todas esas cosas que está diciendo, las está diciendo sobre mí y sobre ti, y el que la censura de su país, o la de los distribuidores de cine en el nuestro, acorten el título hasta el escueto ¿Quién es Ai Weiwei? no conseguirá otra cosa diferente que distraer al que quiera quedarse solo en la superficie, a reducir el interés de la creación artística , de la cultura en general, a la primera impresión que te produce una obra de arte, o a la del pedante enciclopédico que dispone de un nombre nuevo para su colección. Y no es el caso, insisto.

P-D.- La reseña sobre la muestra, mínima, de Agnés Varda, y la tremenda historia del adelantado que murió por abrir la boca, ya os la cuento otro día. No tienen desperdicio.

  
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martes, 19 de febrero de 2013

INICIATIVAS PORTUGUESAS...


QUE AQUÍ NO HAN DADO RESULTADO.-



Detenidos el director y tres detectives de Método 3

19 feb 2013


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domingo, 17 de febrero de 2013

AI WEIWEI . (PARTE 1).-




¿Quién es Ai Weiwei y por qué está diciendo esas cosas tan terribles sobre mí?
 

(Visita al Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla, en su versión CAAC. Siglas  que, sorpresivamente, no encierran ningún significado relativo a las comunidades autónomas, o quizás si. Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Aunque uno es más de museos y lo de centro lo deja mejor para las ciudades y para la cosa de la gravedad que, también la tenemos perdida).

La película de “Dustin Hoffman” de 1971, aunque la dirigiese Ulu Grosbar, es una auténtica y aborrecible piltrafa, de las que de vez en cuando nos colocan para hacernos ver lo excelentes que son las demás, es decir las discretamente normales. Aquí, obviamente la titularon “¿Quién es Harry Kellerman? Y, por una vez el titulo estaba ajustado al original, la única lástima es que detrás de las preguntas, a veces, se despierta el interés del espectador que intenta descubrir la respuesta y… cae en la trampa.

 
Ai Weiwei, de quien yo conocía su imagen de disidente chino, de activista tocapelotas, y poco más, expone en Sevilla. Y allí me planto, en  las instalaciones de la Cartuja, que por si sola merecen una tarde de febrero, y cuyo planteamiento cultural es comparable al de cualquier gran museo “moderno”, sinónimo de “no rectangular” “no tabicado” no basado en “la excelente marquetería de nuestros artesanos de la cosa”. Totalmente a ras del suelo, sin escalera alguna, y con añadidos propios y exclusivos del  barroco andaluz. No desmerece en absoluto de los estuches que los arquitectos Pritzker suelen elaborar para los museos de las ciudades pudientes, verbigratia, las nuestras hasta antesdeayer.
Como en el cartel encontré el nombre de una vieja amiga “Agnés Varda”, junto al del chino, y al de otros artistas de apellidos sospechosamente parecidos a los de algún cargo político, no dudé en aprovechar la ocasión para aprender, para quizás deslumbrar la mente adormecida por las carencias luminicas invernales, y en todo caso descubrir quién es AI Weiwei.
Y hay que reconocer al artista, que lo es, por encima de la hojarasca mediática, que interesadamente, o no, rodea su figura.

 
Cuatro pinceladas sobre su obra, finas o gruesas, como ella, es lo que nos ofrecen allí. Una extraordinaria lámpara caída en el suelo que simboliza, que evoca, que insinúa aquello que el artista nos quiere revelar, (Duchamp dixit) mucho más allá de la figura de un farol abatido que, sin embargo sigue funcionando, a tenor de las innumerables halógenas que alumbran su interior. Otras salas, otros temas. Porcelana china en su versión gigantesca. Piezas enormes en tamaño y sencillez que .no obstante recogen los rasgos de la tradición vernácula en su forma y sobre todo en su color. Otras  de cerámica vidriada tradicionales, y algunas “ex novo” que en lenguaje de comisario artístico quiere decir que no tienen utilidad alguna, salvo la de ser expuestas, y que contrastan con los recipientes domésticos, procedentes de hallazgos arqueológicos de la dinastía tal o cual, y vidriados de nuevo por el artista con colores primarios y siempre con solo uno de ellos (como el parchís).

 
Quizás la parte más espectacular de la muestra sean las docenas de vasos de porcelana alineados en formación, sobre el suelo, como los guerreros de terracota, y que están parcialmente decorados con dibujos alusivos a cierta figura legendaria de su país. El componente Ai Weiwei es la especial distribución de las piezas, ya que la ubicación espacial de cada una respecto al conjunto logra dar identidad y movimiento al grupo de vasijas, en tanto que al desplazarse el espectador alrededor de la muestra observa cómo cambia su aspecto, y no solo  el color, y como este cambio está dirigido por el tiempo, el ritmo en los pasos del observador. Curioso y espectacular, el resultado.
Evidentemente el arte moderno exige a los artistas algo más, algo nuevo, que no estaba presente en sus predecesores, y en ese aspecto Weiwei  merece el adjetivo.

Otra de sus obras características, las tres toneladas de pipas de girasol esparcidas en el suelo de la Tate Gallery, y ahora parcialmente recogidas en el de una de las capillas de la cartuja, comienzan a dejar de ser una broma para el visitante, cuando nos explica el significado, otra vez el simbolismo, de las flores del girasol girando alrededor del astro rey, Mao, y cuando nos muestra , y demuestra, que cada una de ellas es una preciosa pieza de porcelana china elaborada por expertos artesanos, por sus  familias , por un pueblo entero que ha podido mejorar sus condiciones vitales, mediante el trabajo proporcionado por este moderno faraón que en lugar de pirámides, ordena la producción de millones de pipas de porcelana que van a cubrir el suelo de los museos occidentales. Una chica, pintora de las líneas grises verticales que caracterizan las pipas de girasol, refiere muy contenta, haber recibido tres mil yuanes a cambio de su trabajo, mientras Weiwei medita, en voz alta, la posibilidad de iniciar otra obra similar en el sentido de generar trabajo para su gente.

Y aquí, en la palabra, comienza la otra cara, el auténtico rostro de Ai Weiwei, los documentales expuestos, sobre la realización de estos trabajos - excesivo el de casi tres horas de duración- sobre su presencia en la Documenta de Kassel, en la que trasladó, o más bien creó, un pueblo chino de mil y pico habitantes dentro del recinto de la documenta, logrando que durante una semana  estos viviesen  lo más parecido a un cuento de hadas, salir viajar, conocer...  O la entrevista realizada por la televisión americana en la que , ausentes las preguntas, solo el rostro y la voz del autor, nos hace ver, en treinta minutos , la distancia sideral que puede existir entre lo que podemos apreciar como piezas artísticas, solidas, de una exposición, y la tremenda figura, la enorme capacidad intelectual, es decir moral, del artista.

  

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