lunes, 30 de enero de 2017

ALTERNATIVAS A LA SANIDAD PÚBLICA.- (81)

RANKING EUROPEO SOBRE LA SATISFACCIÓN DE LOS USUARIOS CON SU SISTEMA SANITARIO.- (Publicado hoy en la prensa portuguesa).-



Croacia y Macedonia, nos tienen a su alcance, y Estonia y Eslovenia se nos escapan, muy alejadas. Dicho así para los que piensan que esto es una mera competición deportiva, en la que no se tiene en cuenta que somos los primeros en transplantes, o en motociclismo, por ejemplo.
Supongo que es solo otra muestra de la conspiración judeomasónica. Que nos la tienen jurada desde que Massiel ganó Eurovisión.
Porque de que la gestión política, de la sanidad pública, no tiene nada que ver con este resultado, estoy seguro. De hecho, las cifras y gráficos institucionales, con seguridad desmentirán lo anterior, elaborado por medios dudosos, es decir independientes, y recogiendo la opinión de los ciudadanos, quienes como buenos demócratas, deberian limitarse a votar cada cuatro años.

Y de que entre- casi- todos, nos la estamos cargando, también estoy seguro.
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jueves, 26 de enero de 2017

A VUELTAS CON LOS GÉNEROS .- (Y EL NOBEL ES PARA...).-





Solemos confundir los espejismos - haylos - con la realidad. Llevábamos algunos años comprobando como la cultura universal y la de Occidente en particular daba pasos acelerados en la dirección correcta, otorgando al divertimento general -música, cine y literatura- la categoría adecuada a una sociedad ilustrada, donde el nivel de estudios y la suficiencia económica, permitía a la masa irredenta acercarse, e incluso apropiarse, a/de refinamientos culturales, tradicionalmente restringidos a los ámbitos aristocráticos e intelectuales, que por cierto, no suelen ser sinónimos, ni siquiera superponibles.


 Así, la ópera se hizo popular en nuestros teatros provinciales, desplazada la zarzuela a la ignominia, y la revista a no digamos, y apareció un género nuevo – en realidad no tan nuevo- tanto en cine como en novela, al que se etiquetó con una simple linea en su cartel: “Basado en hechos reales”, una etiqueta menos ajustada a su esencia que las de “crónica” ,”documental”, o “ensayo”, con las que las editoriales o las productoras cinematográficas daban por seguro, espantar a las multitudes, a las que tanto quiero y tanto debo. Una aparente huida colectiva de la fantasía y un tímido, aunque evidente, acercamiento al conocimiento.


 
Comenzamos a vislumbrar etiquetas menos plebeyas, o menos malsonantes, para deleitarnos con novelas de “ No ficción”, que solo era otra manera de marear la perdiz, de introducirnos en la lectura,  y disfrute, de los ensayos, sin temor a sumergirnos en un tostón.

Vaya hallazgo, lo de “Novela de no ficción”. Me recordó enseguida a la “nivola” unamuniana, consciente el hombre de que no tenia sentido continuar con los patrones narrativos y argumentales del siglo diecinueve, y las aproximaciones a personajes o hechos históricos más o menos alejados -los recientes solían ser tabú- encuadradas dentro de la novela histórica de toda la vida, que continuará vigorosa en tanto persistan los alérgicos a la historia en particular y a la cultura en general. 
Del género, subgénero en este caso, denominado biográfico, solo quedaban libros polvorientos en la bibliotecas de los abuelos, con un autor sobresaliente que afortunadamente vuelve a editarse y, curiosamente, a venderse,  Stefan Zweig, cuya crónica sobre Fouché, el Duque de Otranto, nos permite fundir en un solo estilo todo aquello de lo que estamos hablando, biografía, novela histórica, obra de no ficción, basada en hechos reales, o ensayo histórico sobre uno de los personajes más influyentes y decisivos en la historia europea, que es decir en la universal.


Estuvimos cierto tiempo, disfrutando de esta inmersión en temas y en  maneras de abordarlos, que la cultura siempre había reservado para los eruditos, y comprobando como estos ensayos históricos, incluso de ayer mismo, se editaban, y se vendían masivamente incluso en formato de bolsillo, es decir asequibles para el vulgo que quería perder el adjetivo de necio, más propio de los tiempos del siglo aquel del oro (ajeno). Aquí, sin ir más lejos hemos tenido cronistas como Chirbes o Cercas, que han dejado relatos imprescindibles para profundizar en la realidad de una sociedad, esta, en los tiempos que aparentemente no dejan marca en la historia, alejados de convulsiones o masacres, en esta nirvana aparente en el que llevamos décadas, esperando el advenimiento, inevitable, de otro desastre, al que ni tan siquiera podemos todavía poner apellido relativo a su origen, climático, sanitario, o bélico, los jinetes nos dirán cual de los cuatro llegará primero a la meta. Pero esto es obvio, solo es, será, otra vuelta más en la rueda.


Curiosamente, hoy me inspiro en las tendencias sublimes de la moda en los medios, en este caso del cine  de siempre, el de Hollywood, y sus candidatos a los óscares del año que se ha eclipsado, para descubrir las cabañuelas, como en el calendario zaragozano, y preveer lo que nos espera, o quizás aquello que ya está aquí. La vuelta a los clichés sagrados de siempre, los que no tienen trampa ni cartón, ni ocasión de error para los espectadores que, al parecer, regresamos también a niveles culturales previos. Nada de no ficción, nada de cronistas, y solo ocasionalmente, mantendremos lo de “basado en hechos reales”, véase el estupendo semidocumental  “Sully”, si bien ya hemos retirado la etiqueta porque el público ya está aburrido de ella. Nos limitamos a los géneros eternos-del cine o de la novela- en su modalidad bestseller o superventas.


Y así este año  tenemos excelentes películas -algunas lo son- en modo western: “Comancherias”, melodrama: “La luz entre los océanos”, musical: “La la land”, o bélico: “Hasta el último hombre”. Géneros de toda la vida que no suscitan la confusión del espectador sobre aquello que va a ver, o leer, que lo del género negro en el papel también tiene su mandanga, y sus viciosos. Y quizás sea este, el policíaco o thriller el que echo ahora en falta en el lote de oscarizables.

La comedia, flojita, flojita, a pesar de la inconmensurable actriz de “Memorias de África” o de “Los puentes de Mádison”, Meryl Streep en “Florence Foster Jenkins”, una película prescindible de no ser por su presencia. Quizás merezca la pena ver la original francesa de hace tan solo un par de años, para comprobar como los remakes son exclusivamente una manera norteamericana de echar a perder buenas ideas.


La de “Guerra”, la del último hombre, me niego a verla, tanto porque su director, Mel Triste  Gibson, antaño actor, no ha hecho nada salvable en su prolongada carrera, como porque me recuerda excesiva y desgraciadamente a los bodrios que tuve que soportar en mi infancia, cuando el cine era el único medio de entretenimiento, y de propaganda, mundial, y todas las congregaciones religiosas y postineras, produjeron la consiguiente película sobre sus santos, desde “El señor de La Salle” hasta “Fray Escoba”  Martín de Porres, o  "Rosa de Lima". Inevitablemente nos golpeaban con sus héroes, los fines de semana, dejando para las tardes de los laborables, las series radiofónicas sobre Fátima o Lourdes. Así que la proclamación como héroe pacifista, de un señor por sus correligionarios, ya me pilla de vuelta. Espero que me disculpen. Además vuelven a insistir en el género con “Silencio”, donde Scorsese vuelve demostrarnos que está capacitado para practicar también ese tipo de cine que Buñuel llamaba, con absoluto conocimiento en hambre propia, cine alimenticio. Lástima.


Estupenda la del “Oeste” adaptado a estos tiempos en los que el espectador, ya digo, exige algo más, sociología incluida, que el enfrenamiento a tiros entre buenos y malos. Muy disfrutable película, mientras nos vernos obligados a a rascarnos la nariz y preguntarnos por qué “Hell or High Water” se tiene que traducir como “Comancherias”.  Mejor todavía el melodrama clásico , “La luz entre los océanos”, título correctamente traducido, lo que demuestra que poderse se puede, y que podría haber filmado, y firmado, Douglas Sirk. Sobrada de sentimientos y de paisajes exóticos y disfrutables. Esta es de mucho llorar, que uno paga por reir o llorar en el cine. De espanto ya estamos servidos todos los días, gracias a la pequeña pantalla y sus telediarios.


El musical, que se va a llevar la mayoría de los muñecos dorados, “La la Land” , aquí “La ciudad de las estrellas”, insistiendo en molestar, resulta tan brillante como prescindible. Música excelente y personajes cuya historia está tan sobada que pierde atractivo a lo largo de los clips musicales que tanto me recordaron las pelis de Marisol y de Pili y Mili, diez o doce canciones, y el tiempo perdido entre ellas para contar algo sin mayor fundamento. A las dos horas se me había olvidado que había ido al cine.


Como casi siempre, encuentro más interesante la selección de películas aspirantes al premio de “Habla no inglesa” en la que suele haber de todos los géneros, si bien la denuncia social, histórica, o étnica, goza siempre de esmerada representación, dejando este año un hueco para dos filmes respetables y con cierto parecido. Aunque su clasificación genérica quede en terreno de nadie, entre drama, comedia o quizás tragicomedia. Me refiero a las excelentes “Toni Erdmann” y “Un hombre llamado Ove”. De lo mejorcito que he visto.


A la espera de poder contemplar la de Manchester, con el hándicap añadido de que para paños los de Bejar, y poder valorar en su conjunto el cine de 2016, no puedo desgraciadamente, dejar de avisar a los incautos que la “Elle” donde supongo que Isabelle Huppert se adentra en el terreno alimenticio, me pareció algo repugnante, así como poética y en cierto modo nostálgica resultó la de “Capitan Fantástico”, ciertamente apropiada para verla en casa después de la siesta, y poco más.


(Continuará). (Si encuentro alguna que me guste).

P.D.- Ni me he fijado en el nombre de los directores, y apenas en el de los protas. Me parece estar alcanzado un nivel de cinefilia de lo más saludable.  Os invito a hacerlo.

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domingo, 22 de enero de 2017

JAPÓN. CRÓNICAS DE UN VIAJERO ENAJENADO.- y (5)


Te acostumbras enseguida a que en los restaurantes te faciliten al llegar esa servilleta caliente y húmeda para que limpies tus manos, y no te parecería mal que fuese una rutina universal, por  beneficiosa, pero te sorprenden también que a la hora de pagar, sea siempre en metálico, ya que no aceptan tarjetas, al estar negociada por un intermediario que se apropia del 2% innecesariamente, como tampoco aceptan la propina, esa dádiva semicaritativa con la que intentamos completar el salario insuficiente de trabajadores como nosotros. 

El cambio siempre, siempre, entregado con las dos manos en las tuyas y, sorprendentemente, con los billetes inmaculados, limpios y planchados, sin la menor arruga ni señales de doblez, a pesar de que este viajero, siempre los llevaba en los bolsillos de la unica manera posible para él, con el resultado de que la sensación de proceder de un mondo primitivo, se fundía con otro misterio por resolver. ¿Tienen máquinas para lavar y planchar los billetes antes de dartelos ? Y hablo de los pequeños, equivalentes a 8 o 9 euros, porque los grandes entiendo que estén mejor conservados y parezcan simpre nuevos. Una de mis sospecha, heredera de las ficciones adquiridas a lo largo de toda la vida, ha sido que todos los días destruyesen los usados y fabricasen otros nuevos. Reminiscencias de haber leido "El tunel" de Sábato, y de no haber despejado la pesadilla, supongo.


Hablando de escalofrios,  los he sufrido, y con ellos la sensación  de estar vivo, quizás los que merezcan la pena recordar durante mucho tiempo, unidos a alguna lágrima furtiva, iban acompañados de música, el canto coral del grupo de colegiales, gorras al suelo, frente al oratorio de los niños víctimas de Hiroshima, en el Parque de la Paz –eterna-, que transmite exactamente lo que su nombre indica. 
Una canción breve y sentida, para voces blancas, en la cual, lógicamente, solo me resultaba familiar e inteligible la palabra Hiroshima. Otros grupos similares, procedentes de colegios de todo Japón, supongo, permanecían semiocultos bajo la sombra de los sauces, esperando su turno. Os aseguro que las ruinas no me evocan otra cosa que edificios en desuso, por más que quieran dotarlas de significados sublimes, pero por inesperada y tambien por el simbolismo de dolor colectivo, setenta años despues, la escena de estos chicos ante quizas una de las estructuras menos llamativas del lugar, ha quedado grabada en mi memoria.

¿Continuará?

Cuando pienso, por ejemplo, en la madera o en el acero y su relación con el pueblo japonés, me surgen ideas para un par de ensayos interminables. Mejor dejarlo aquí. 

P.D.- Foto desde el shinkasen . En primer plano se observa la verticalidad imposible de un poste fotografiado a 300 km/hora. Al fondo el Fuji, al que no habían pintado el vertice de blanco durante nuestra visita. Motivo de la consiguiente reclamación en el departamento de turismo. Estoy esperando respuesta, aunque quizás la nieve de la última semana la  hayan enviado en plan compensatorio. Son muy suyos, hay que reconocerlo.  

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jueves, 19 de enero de 2017

BUENOS AUGURIOS.-(A VECES LA NECESIDAD ME HACE CREER EN ESAS COSAS).-






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miércoles, 18 de enero de 2017

ALTERNATIVAS A LA SANIDAD PÚBLICA.- (80)






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jueves, 12 de enero de 2017

FUERA DE CARTA.-




Y fuera de carta tenemos…

He llegado a ver plastificada, adjunta al habitualmente pringoso cuadernillo de los menús de restaurante, una hoja de reciente e imprescindible presencia, la que recoge el listado de platos fuera de carta, encabezada por el inconfundible titular: “ Fuera de carta”, e incluida, como digo, dentro de la carta.

Dado que en  algunos WC japoneses, retretes en su autentico y sonoro nombre, al menos los de Narita, que fue donde lo vi por primera vez, con gran impacto emocional como podéis comprobar, tienen junto al  tradicional rollo de papel higiénico –  papel más endeble que el nuestro, al cesar lo que es del cesar- un estuche con toallitas húmedas, impregnadas con bacteriostáticos, o quizás bactericidas, destinadas a la limpieza de los teléfonos móviles del usuario. Y aunque no especificase si lo conveniente era usarlas antes, durante, o después, lo cierto es que me pareció una idea genial.
Móviles contaminados por las manos de sus dueños, manoseados de forma inmisericorde en situaciones variopintas, y reservorio de bichitos que pueden amargar la salud de todos aquellos por los que pase de mano en mano, como las falsas monedas (estas, a extinguir).
Parece sensato que, al igual que nos las lavamos antes y después de usar el lugar sagrado – reconozco haber sonreído entupidamente la primera vez que escuché en portugués hablar de la zona púbica, como área sagrada, obviando que nosotros la llamamos técnicamente área sacra, creyendo erróneamente que el latín nos evita pronunciar palabras poco virtuosas- parece sensato, ya digo,  que también limpiemos, y desinfectemos aquellos objetos que usualmente manejamos con ellas, con las manos pecadoras.
Y, ya que una carta catálogo en un lugar de comida –mano y boca contaminadas o contaminables- suele servirse con el complemento bacteriano del pringue que envuelve sus plásticos, al menos debería de ir acompañada en cada mesa de la cajita con toallitas higiénicas , para poder pasarlas por ella antes y después, con la fe puesta en que nuestra mirada sobre sus exquisiteces gourmand no transmita también patologías que todavía no hemos conseguido detectar, ni poner de moda, que es de lo que estamos hablando.

La moda del fuera de carta, obviamente dentro de la carta, como complemento imprescindible que denota la calidad o excelencia del lugar y, posiblemente, de la factura de nuestra refección.
Bien es verdad que la moda también ha cambiado el nombre de la tradicional casa de comidas por la del gastrobar en cuyo nombre no puede faltar el sufijo o prefijo art, o quizás el de algún programa televisivo de moda, también. Curiosamente han mantenido algunos elementos imprescindibles, todavía – no es el caso del plato o la cuchara, totalmente obsoletos- como la pizarra en la pared con la especialidad de la casa, o el menú del día, en la que ahora figuran inevitablemente los platos –perdón, raciones- fuera de carta.
Me resigno, igual que hice prematuramente con las carnes a la piedra, ya que ahora los grandes de la copla, o de la tapa, están incorporando piedras genuinas, nada de pizarra gallega, auténticos fragmentos de pedrusco como componente presencial en cualquier tapa de postín. Si todavía no lo habéis experimentado, lo haréis prontamente, os lo aseguro.
Y es en este tiempo “instantáneo” que nos ha tocado en suerte, cuando lo instantáneo ha dejado de ser la exclusiva de un tipo, y marca de café para “empoderar” de modo “inclusivo”a  palabras ya pretéritas como globalización o redes sociales, palabra doble, esta última, para la que no han encontrado todavía alguna estupidez “viral” resumida en una sola palabra, preferible con no más de dos silabas, los artífices de la cosa esta de la degeneración del lenguaje, pero démosle tiempo para ello, aunque no lo tengamos para nosotros.
En este instantáneo, todo pasa y nada queda, pero lo nuestro es pasar – ya lo dijo otro mucho antes- es previsible que el  fuera de carta siga el camino de los necios que en el mundo han sido –otra – como la epidemia de los gin tonics o de la cerveza artesana que están en los niveles de burbuja explosiva, tal que la de los globos de colores, en fase de conversión en fragmentos de caucho, húmedos y despreciables, pendientes de escoba y recogedor.
Afortunadamente llegarán otras pesadillas colectivas, universales y gratuitas como califican erróneamente a la sanidad pública, que nos harán progresar en el aprendizaje y conocimiento, que no en el disfrute, de la bebida o comida de moda.
Es nuestro carácter, como el del escorpión del cuento.
Y ansioso estoy de conocerlas, no voy a engañarme,  feliz de poder hacerlo.

La última foto, corresponde al 1º premio internacional de tapas de 2016. Con su piedra "ad hoc".
                      




“El buen menú” de Los Xey
Cuando los camareros se llamaban “camareros” y no “oiga” ni “perdone”
Los clientes “señor”, jamás “familia”.


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