miércoles, 27 de abril de 2016

JUAN DE MAIRENA Y EL ENCOMIO DEL GIMNASIO (Desde Coubertin hasta el compi-yogi).



Quince años y una bicicleta.

Y casi todo el tiempo de luz para ti solo. Tardes de verano en los que la brisa te acaricia a la par que te invita a viajar, a iniciarte en el placer de descubrir paisajes nuevos y explorar los límites de tu entorno natal, a la vez que de los propios, tu resistencia física ante un esfuerzo limitado por el tiempo, las horas en que puedes ver y ser visto, y limitado por tu capacidad de adolescente, más fragil de lo que imaginas.
Presumes que el entrenamiento te permitirá ensanchar esos límites, la virginal lejanía del punto donde cada tarde te darás la vuelta, mediante el alejamiento progresivo tras días y semanas de placentero rodaje.

El primer pueblo, el más cercano estaba a doce kilómetros, alcanzado al segundo dia sin incidentes. A continuación el reto doblaba la distancia, treinta kilómetros, durante una semana seguida, confirmando como propio el terreno conquistado, y soñando con la próxima meta, la que haría realidad el recorrido circular, con regreso al punto de partida; los setenta u ochenta kilómetros, el ejercicio fortalecedor para el ciclista aficionado que no pretendía serlo, tan solo disfrutar al ir rompiendo progresivamente las ataduras físicas en esa edad cuando a eso llamamos aprendizaje.
Todo iba sobre ruedas, redundante, y tenía medio verano para rematar la fusión entre jinete y montura.
Pero en la mitad del proyecto, a los diez o quince días de comenzarlo, sucedió cierta impertinencia que hoy justifica esta reflexión relacionada con aquella aventura.

Durante el camino de vuelta, en algún lugar cercano al comienzo y final de etapa, en esas horas de la tarde en que la canícula comienza a refrescar el aire con las corrientes térmicas, esas que anuncian la inversión entre la temperatura del suelo y la del cielo, y que hacen amable y placentero lo que queda del dia. (Esa es de Kazuo Ishiguro, de lectura imprescindible).Escucho una voz que me llama desde el borde de la carretera. Y digo que me llama porque no podía observar a nadie más lo suficientemente cercano para considerarlo destinatario de aquel aviso, casi orden.

-! Eh muchacho! - Si tienes ganas de hacer ejercicio, vente a la huerta y me echas una mano. Que estoy harto de verte pasar todas las tardes para no ir a ninguna parte -

Me pareció algo violento el discurso, y aunque seguramente terminé bromeando con el hortelano, explicando quizás que mi interés estaba más cercano a la verde Orbea que a las hortalizas, lo cierto es que el resto del camino no hice otra cosa que meditar sobre el asunto.
Aquel hombre, invisible hasta entonces para el ciclista, estuvo todos esos dias, durante muchas horas, en cuclillas, escardando y ahuecando la tierra con su azada, en una postura que lo confundía con el color del suelo, completado el camuflaje por la movilidad reducida de quien se pasa la tarde dosificando el esfuerzo y el sudor, para estirarlos hasta que aparezca en el cielo el lucero del alba.
 La presunta agresividad de su interpelación, quedaría suavizada si no anulada por la familiaridad de quien seguramente conocía, mi nombre y mi familia, cosa que, en los pueblos, supone la identidad personal absoluta. Con el añadido, positivo para quien está en condiciones de aprender, y de agradecer la lección de aquella reflexión tan simple como certera. El esfuerzo inútil del deportista y su presencia fuera de lugar, su obscenidad al compararlo con el trabajo, a veces muy duro, de los demás.

Ahora, el paso de los años me ha hecho intuir otros hilos del conocimiento que entonces no estaban a mi alcance. Quizás aquel sujeto era una representación de la figura patriarcal, del abuelo conservador, que gustaría de enseñar a los nietos los conocimientos de que disponía, entre los cuales estaba seguramente el esfuerzo cotidiano dirigido, como no, a la supervivencia. Otro hilo, el de la memoria, del que hoy he tirado, me ha hecho ver la posible expectativa de los padres, en aquellos los años de discreta bonanza, al soñar con la posibilidad de que sus hijos estudiasen e iniciasen la conquista de otro nivel económico y cultural, previsión que hasta entonces estaba prácticamente proscrita. Después de tantísimas generaciones de mulo y cuadra, de sequía y pedrisco, de pan y cebolla, no podían, ni querían, desperdiciar la ocasión de apartarlos del peligro de repetir la historia. Para ello, la bicicleta pudo ser un medio valido, el instrumento para usar el tiempo que dejaba libre el estudio, alejándolo del rito agrario, del calendario zaragozano.

Entonces no comprendí este razonamiento, ni podía siquiera intuirlo. Si asimilé la reprimenda del hortelano, y avergonzado, suspendí la experiencia ciclista, más allá de aquellas proximas a los alrededores y a las tertulias del grupo de amigos, al vuelo gallináceo en suma. Con ello la carrera atlética, y el desarrollo muscular dirigido exprofeso hacia la perfección física, y por añadidura la participación discreta en cualquier prueba deportiva, pasaron a mejor vida. Me gustaría culpar a aquel hombre del rechazo a esto del fitness de ahora, que cualquier dia también aceptan el palabro en la RAE, viven de eso. Pero tampoco puedo menospreciar mi falta de voluntad, creo que congénita, para los esfuerzos en general, y la comodidad que ha supuesto a lo largo de mi vida el limitar el ejercicio a las necesidades básicas del dia a dia, o del placer de andar, de pasear par el campo o la playa, hasta que la luz, otra vez el sol poniente, me aconseja iniciar el camino de vuelta.
Viene todo esto a cuento de la realidad, de la moda quizás, del absurdo de repetirme una y otra vez aquello que escuché a los quince años “Si tienes ganas de hacer ejercicio vente a la huerta y me echas una mano” y las ganas reprimidas de repetirlo a todos los que veo en este actual baile ecuménico e incomprensible, aun a riesgo de sufrir lapidación.

Ha tenido que ser la lectura de Juan de Mairena, y otra lección aprendida, quizás demasiado tarde, de la pluma de Antonio Machado, la de poner en boca de otro, de un personaje, siempre en segunda o tercera persona, las ideas que se te ocurren, para usarlos como coartada del delito, del crimen de opinar que en aquellos años en que lo publicaba, 1936, eran de lesa majestad. Eran y lo siguen siendo, porque el simple hecho de trascribir la reflexión de Mairena, o quizás de su maestro, en quien se escudaba a veces Juan, también temeroso, me puede acarrear al menos la incomprensión, de esa multitud que llena nuestras calles, campos y gimnasios, en busca del santo grial.

  • Para crear hábitos saludables, que nos acompañen toda la vida, no hay peor camino que el de la gimnasia y los deportes, que son ejercicios mecanizados, en cierto sentido abstractos, desintegrados, tanto de la vida animal como de la ciudadana. Aun suponiendo que estos ejercicios sean saludables- y es mucho suponer-, nunca han de sernos de gran provechos, porque no es fácil que nos acompañen sino durante algunos años de nuestra efímera existencia. Si lográsemos, en cambio, despertar en el niño el amor a la naturaleza, que se deleite en contemplarla, o la curiosidad por ella, que se empeñe en observarla y conocerla, tendríamos más tarde hombres maduros y ancianos venerables, capaces de atravesar la sierra de Guadarrama en los días más crudos del invierno, ya por deseo de recrearse en el espectáculo de los pinos y de los montes, ya movidos por el afán científico de estudiar la estructura y composición de las piedras o de encontrar una nueva especie de lagartijas. Todo deporte, en cambio, es trabajo estéril, cuando no juego estúpido. Y esto se verá más claramente cuando una ola de ñoñez y americanismo invada nuestra vieja Europa. (A.Machado 1936).


P.D.- He ido a comprarme unas zapatillas y me preguntan si las quiero de trekking, o de running. No he sabido que responder, y me siento tan avergonzado como el dia aquel en que dibujé tu rostro en la playa, Aline, yy luego el mar lo borró. Después fue tu lagrima la que cayó en la arena, y más de lo mismo. Los que somos de secano , Juan de Mairena, y la mayoria de nosotros, eso de vivir permanente en una playa virtual, en un pais donde parte importante del PIB, depende de la actividad deportiva, absolutamente yerma a la hora de producir bienes que supongan un beneficio tangible para la sociedad, más allá del paseo recomendado por los cardiólogos a los jubilados o en trance de serlo, nos sigue pareciendo un autentico disparate. Otro.
P.D. 2.- La imagen es de “Les Triplettes de Belleville” 2003 Sylvain Chomet. Versión diferente sobre el tema de hoy.
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lunes, 18 de abril de 2016

DON ESTANISLAO EN EL MANUAL DE USO CULTURAL.-

                                         



El paisaje post apocalíptico suele parecerse demasiado al páramo de las afueras del pueblo, al desierto de Atacama, o a la taiga siberiana. Llegamos a confundir lo nuevo con aquello que siempre hemos tenido delante de nuestras narices. Nos queda la imaginación, la ficción sobre el momento sublime en que aquello sucedió, el cielo negro, el cataclismo provocado por ese ser vivo, planeta tierra, o por el mundo lejano de meteoritos o alienígenas, el espectáculo embriagador del fin del mundo, el Armagedon bíblico, convertido una y otra vez en algo tan elemental y ominoso como suele ser la apariencia del día después.
Todo eso fue la ciencia ficción, el boom literario y fílmico desde Verne y Melies hasta hace cuatro días, cuando las aguas han vuelto al remanso, a la curva placida del rio que afortunadamente continúa fluyendo. Un genero literario infantil, de no haber sido por la presencia de   autores como Orwell, Wells, Huxley o Lem, que vieron en la fantasía científica el medio de trasmitir mensajes filosóficos o profecías sobre el futuro de la humanidad. 

Lem es ciertamente un caso aparte dentro de los escritores especializados en el género. Intelectual y científico, con una formación intensiva, iniciada en su infancia y cristalizada durante los años dedicados a filtrar y distribuir  -y asimilar- las revistas occidentales especializadas en ciencia que llegaban a Polonia. Fue un filósofo, cuyo planteamiento del azar y la causalidad, de la responsabilidad y las secuelas del determinismo sobre el individuo, solo tienen sentido en tanto trascienden a la colectividad de la especie humana, sin descartar la propia vida de nuestro planeta, al que solo recientemente comenzamos a considerar como un ser doliente y pluripatológico. Valorando la existencia de vida extraterrestre en su justa medida, la de que existen otros mundos pero que están también dentro de este, del desconocimiento que el hombre tiene sobre si mismo, y de las dudas que la historia siembra para jamás resolver.

Tras una fase en que la ironía y el sarcasmo, inundan páginas de ciencia ficción que son metáforas del totalitarismo, parábolas fantásticas sobre la necesidad de vestir el realismo socialista con las escafandras de los astronautas y los robots a su servicio, usa su erudición literaria, para navegar en un mundo paralelo, donde las letras, libros clásicos e irreales de autores consagrados e improbables, llegan a un esplendor tan solo igualado por el Borges asiduo creador y divulgador de bibliotecas inexistentes.
Con la comparación inevitable, a favor de Lem, ya que su Borges polaco y judío, sufrió el martirio del pueblo polaco, antes y después del holocausto, además de durante.

Aquí el océano mental del planeta Solaris, y las metáforas divertidas y a la vez pesimistas de Ciberiada, quedan reducidas a lo que son, obras maestras del género fantástico, dando paso a la tremenda despedida del maestro en su “Provocación”, esa extensa crítica literaria sobre un ensayo: “El genocidio”, que el alemán Horst Aspernicus realiza supuestamente, justificando el por qué de “la solución final”, la antropología del mal y su esporádica efervescencia a través del terrorismo. Tremenda patada al alma, a la razón de quien contempla, y aprende, la crónica estupidez del género humano y su erupción periódica como masacre genocida. Tan perfecta disquisición, y de tan extensa divulgación literaria que, hasta algún responsable de estudios reales sobre la solución final, llegó a reconocer en entrevistas que lo tenia en la mesilla de noche, el libro ficticio del autor inexistente. Como si el mundo artificial que los Borges y los Lem pretendieron crear mediante sus textos se hubiese hecho verdadero. Una meditación final, nihilismo confeso, que mantiene viva la esperanza del autor sobre el progreso de la humanidad, y con ella del cosmos, ciertamente condenados a desaparecer.

Incoherencia feliz y tan brillantemente expuesta a través de toda la obra de Stanislaw Lem, que nos divierte a la vez que nos educa en algo tan fantásticamente ficticio como resulta ser la actividad de pensar.

                                    

P.D.- Estanislao era el protagonista (real), de uno de los primeros cuentos que escribí. Voy a buscarlo para que veais que la nostalgia, la saudade, no puede ser patrimonio de la memoria ajena. Jamás.
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viernes, 15 de abril de 2016

TENGO UNA PESADILLA HORROROSA Y RECURRENTE.-

                                   

El psicológo dice que cree conocer su significado, pero no se atreve a decírmelo. Y avisa que se prolongará todavía unos meses, al menos hasta finales de junio.
Si me echais una mano os quedaré agradecido. En hacerla desaparecer, claro está. Porque el descubrir su significado no me preocupa tanto. Ando sobrado de conocimiento inutil.


Y hablando de pesadillas. Los resultados del enigma anterior:

Ginger Baker. Baterista de CREAM, fundadores de la música moderna, tal como la conocemos.
Luis Buñuel. Obsesionado por su ilusión adolescente de que lo dejasen entrar en un convento, el que fuese.
Ernesto Guevara. Sin el disfraz hipster con el que lo recordais.
Frank Zappa. The big pappa, según Moebius. Fácil.
Werner Von Braun. Padre de los cohetes. Injertado en la NASA desde Peenemunde,  desde donde volaban las V-1 y V-2 hacia Londres.(Nada que ver con la linea dentrífica, que no era lo suyo).
James Dean. Valiente pájaro.
Ezra Pound. Este os lo perdono, por poeta y por antisemita, dos crímenos horrorosos.
John Huston. Solo por "The Mistifs" deberíais tenerlo en la mesilla. Fácil.
Raquel Meller. Guapísima y desconocida imagen de aquella anciana que nos castigaba con los cuplés de nuestros abuelos. Díficil, vale.
Klaus Kinski. Chupao.
Brassens. ¿Quién si no?.
Sinatra. Por el sombrero deberíais haberlo reconocido.
Finalmente, la victima del hombre que amaba los perros, fundador fallido de la cuarta internacional y tan odiado, por comunistas y anticomunistas, que omitiré su nombre.

¿Cuantas dices ahora, que habias acertado?

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miércoles, 13 de abril de 2016

RETO A LOS FISONOMISTAS.-

-Si reconoces a todos, es probable que seas un perdedor. Eso dicen, que no sirves para otra cosa.
-Si aciertas entre 8 y 12, digamos que estás en el mundo, como el pasodoble.
-Si solo te suenan entre 4 y 7, has superado el nivel de los iniciados, aunque debes fijarte más en los dioses que te importan.
-Si solo reconces a 3, o quizás ni eso, debes dejar de ver la tele inmediatamente. Para ti es algo peor que el tabaco.

Los resultados,el próximo finde.













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domingo, 10 de abril de 2016

¿DONDE ESTÁ EL ANACRONISMO?



Efectivamente. En que hoy la cola, gracias a las políticas igualitarias, tiene mayoria femenína entre sus componentes. Emigrantes y emigrantas, por supuesto.

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martes, 5 de abril de 2016

DE OVEJAS Y CARNEROS.-




Disquisiciones ovinas.-

(Carnero viene de carne. Nosotras damos leche, damos lana, y  queso para toda la semana)


Bienaventurados los pacíficos, porque ellos pacerán en paz.
Roer o gastar algo, comer el pasto, eliminar hasta la última brizna (de hierba).
Brizna, parte delgada de algo.
No importa tanto el hecho de exterminar el verde primaveral, cosa que pronto se convertirá en algo pecaminoso, quizás delito, no importa tanto como la actitud iterativa y, lo que es peor, exclusiva.
Todavía los optimistas ven benéfico el hecho devastador, el asuelamiento de los campos, nunca mejor empleado el término de asuelamiento, al contemplar las innumerables bolitas negras que dejan a su paso, tan similares a los granos de café (torrefacto) y por los que otros pagarán pronto sumas inconcebibles, en cuanto la moda dictamine los beneficios salutíferos de su infusión. Al tiempo.
Pero la empatía que desborda infatigablemente mi ánimo, impide juzgar peyorativamente al rebaño, al que, por lo demás pertenezco.

Lamiendo el suelo de la patria mía, sin separar la mirada de la madre tierra, buscando y arrasando cualquier fragmente del verde en toda su gama cromática.
Mi único contacto con el mundo exterior al rebaño, son los rumores que llegan a mis orejas a través de los infinitos balidos, también en toda su gama, acústica en este caso.
Parece ser que otros rebaños, más numerosos, aparecen periódicamente , sincronizados con las primeras hierbas de primavera, para regresar después a sus orígenes, en el norte, una vez que el ciego sol, el del Cid, ha transformado en polvo las gotas del roció mañanero que cubrían los tallos nacidos la noche anterior.
Las gotas y los tallos son solamente un recuerdo nostálgico, cuando nosotros seguimos lamiendo la parte de las piedras opuesta al mediodía, tiempo en el que los rebaños trashumantes disfrutarán de los pastos donde nacieron, vírgenes hasta su regreso, justo a la espera de la próxima nevada, cuando volverán a visitarnos.
Claro que aquí ignoramos que es una nevada, aunque intuimos que nada bueno cuando les obliga a semejante caminata. Sus vidas son, por lo demás tan rutinarias como las de aquí, salvo quizás por los equipos que les acompañan, pastores expertos, y vehículos de intendencia en los que no faltan alimentos ni medicinas, previsiones meteorológicas, ni alternativas tácticas ante cualquier incidente, al parecer.
Me llegan las voces admirativas hacia ellas, que no dejo de escuchar, la comparación inevitable con nuestro destino de miserables paridoras incansables, a la espera de ser retiradas como inútiles para este servicio, si antes no nos convertimos en morras, eso que los veterinarios llaman encefalitis espongiforme ovina. Que sabrán ellos de este duro oficio y de lo que llega a hacer una para que la retiren del puticlub.

No es la dureza de la supervivencia en un terreno donde el alimento solo llega en primavera y otoño, y no en todos, ni la de los días inhóspitos de viento helado donde nos arrebujamos en círculo con el culo a sotavento, como nos enseñaron las abuelas. Es la inevitable comparación entre los pastores de ellas, numerosos y preparados, provistos de aparatos que proveen medios para el confort de hombres y ovejas, y en los que se advierten niveles de humanidad, de intelecto, que aquí jamás hemos encontrado en nuestro supervisor, único y retrasado, el buen hombre. Hasta la perrita carea, a pesar de su inminente ancianidad, nos aporta más seguridad y respeto que el Azarías de la boina remendada. Dicen algunas hermanas de lengua azul, como las de vacas que nos empujan cada vez a terrenos más escarpados, que además es su familia quien se aprovecha del pobre, que cobran una subvención por incapacidad, a la vez que lo hacen vagar todo el año junto a nosotras, y así no tienen que soportarlo mientras disfrutan de los beneficios que les produce. Tan solo llenarle el morral una vez a la semana y recoger los ternascos para su venta, justo cuando podrían comenzar a incrementar, y enriquecer, el rebaño.

Son voces que escucho y que rara vez entiendo, mientras veo que cada año que pasa quedamos menos y somos mas viejas, y es que con los tres verbos que disponemos, rumiar, parir y balar, poco podemos hacer para cambiar nuestro destino. Lástima no tener un pastor que nos lea el libro aquel de la granja autosuficiente, de aquellos compañeros de matadero que quisieron cambiar el mundo y que, ciertamente, cometieron errores, improbables en ovejas como nosotras. Pacer y balar. Ya digo.


                                       

borrego, borrega
nombre masculino y femenino
2. adjetivo/nombre masculino y femenino
[persona] Que se somete fácilmente a la voluntad de otra persona sin rebelarse ni protestar.
cordero, cordera
nombre masculino y femenino
2. Persona dócil y humilde.
carnero
3. m. Arg., Par. y Ur. esquirol ( trabajador que no se adhiere a una huelga).
4. m. Chile, Cuba y Perú. Persona que no tiene voluntad ni iniciativa propias.
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