martes, 30 de diciembre de 2014

... A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD.-


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viernes, 26 de diciembre de 2014

TU QUOQUE, POLAND ?


Categorías hilvanadas con los mismos hilos que están confeccionados los trajes del rey... desnudo.
Patrimonio de la Humanidad, dicen, y últimamente con la coletilla de inmaterial. Inmediatamente me surge el apóstrofe, la pregunta que me hago ante tamaña desmesura. ¿Realmente han preguntado sobre el asunto a la Humanidad? ¿Ha aceptado esa buena señora la titularidad del bien en cuestión?.
Por lo poco que conozco esa abstracción, en la que intentamos condensar la vida humana sobre la tierra, desde nos sabemos tampoco cuando, sospecho que son fuegos de artificio en honor de San Dimas (el buen ladrón), o reminiscencias de las justas poéticas, de los juegos florales provincianos que obstinadamente se niegan a desaparecer en una época que, obviamente, ha dejado de ser la suya.

Aceptemoslos, no discutamos si no queremos hacernos, o que nos hagan, daño. Y menos por bagatelas que serán puestas en evidencia a la menor. Vale chicos, esto, eso y aquello son, o pronto lo serán: “Patrimonio de la humanidad”, siempre y cuando tenga algo que ver con vuestro, nuestro, ombligo, hasta la pelusa si es necesario, este dentro de la categoría intangible o evanescente, para inventar etiquetas, perdón, tags. En el mientras, naturalmente, a la Humanidad que le den.

Viene esto a cuento porque ayer vi Ida, película polaca de 2013 dirigida por Pawel Pawlikowski , que ha tenido el privilegio de ser nombrada película europea de 2014, por los mismos que otorgan este sello, otro ex libris de la cultura universal como el del patrimonio, otra que tal baila. Y conste que debe estar realmente entre las mejores películas del año que termina estos días; que es un excelente ejercicio de ese arte en el que la fotografía animada, puede contar historias tan profundas, y poéticas como la de esta novicia, esta residente de tercer año en el convento de monjitas, M3, o Sister of Mercy, como gustéis, cuyas virtudes no terminan en la trascendencia, o universalidad del mensaje que encierra, sino que continúan desvelándose y desvelándote, minutos y horas después de terminar, cuando quedan dando vueltas dentro de tu conciencia y también consciencia, para revelarte que novicios somos todos.
No estoy contando, sino inventando, no hay temor de destriparla. Virtudes como la de su duración, ochenta minutos son más que suficientes, pinceladas de claroscuro, ausencias sublimes que ahorran tedio al espectador, y encuadres iterativos donde los personajes ocupan el lugar que les otorga la historia de la humanidad, fragmentos humanos dentro de cualquier rinconcito del paisaje. Más que suficiente la puesta en escena, el resto, inabarcable, corresponde añadirlo al espectador. Y en esas estamos.

También Polonia, tu también querida hermana, y no solo de religión como identidad nacional, también aceptas tu culpabilidad en “aquello”, manifiestas tu dolor, el necesario acto de contrición, de arrepentimiento sobre el daño que como verdugo hiciste a los que simplemente estaban indefensos, la Shoa, el genocidio que, al parecer no fue solo la obra de aquel pintor austriaco, y que hace susurrar al verdugo del film, desde dentro del osario “Yo debería estar aquí”.
Lo hace Polonia, lo veo entre los fotogramas, los planos semiestáticos de esta película, un país que ha sido victima entre las victimas, y que podría encabezar del ranking, en este caso cruel y estúpido de países europeos que más han sufrido en el ultimo siglo.

Lo hicieron antes, desde el principio, los alemanes, reconociendo lo innegable, y asumiendo ya en
Wir Wunderkinder 1958, Nosotros los Niños Prodigio, de Kurt Hoffmann, que este arrepentimiento precoz podía ser tan falso como imprescindible para la sociedad alemana de posguerra, cuando los mismos perros, con idénticos collares, continuaban dirigiendo el barco.
Infatigablemente el cine alemán, con el intervalo de los felices sesenta, el cine de gansters “Krimi”, ha vuelto una y otra vez a las causas y a las consecuencias de aquel desastre, insistiendo en que ni todos fuimos tan malos, ni los buenos tuvieron muchas oportunidades, hasta la penúltima y reciente miniserie “Hijos del III Reich”, pasando por la extraordinaria “Heimat” Edgar Reitz, de los años ochenta, todos han insistido en usar la pantalla como muro de las lamentaciones sobre el lado oscuro del alma de una nación. Incluso siguen penando en “La vida de los otros”, pidiendo disculpas por lo que, evidentemente, estuvo mal hecho por un Estado, y deben responsabilizarse todos. Admirable madurez.

Lado oscuro que , al parecer, también tuvieron Francia, Holanda “El libro negro”, y ahora hasta Polonia. Sin olvidar la Austria de Haneke, cuya “Cinta blanca” fue mejor película europea del 2010, igual que lo fue “Caché”, donde el tema de la discriminación racial, sin necesidad de odiar (xenofobia) al otro, podía destruirlo con idéntica crueldad, incluso su ,penúltimo gran premio del cine europeo 2012, “Amor”, vuelve a tocar estigmas de los que nadie quiere hablar, la eutanasia. Y no hay que olvidar que el asunto, eugenesia, fue hecho realidad en Norteamérica, mucho antes del genocidio europeo. Faulkner nos lo recuerda de vez en cuando.

Curiosamente, hasta el Nobel de literatura de este año, abunda en la redención de los pecados. Patrick Modiano, monotemático en toda su obra, no hace otra cosa que denunciar, con la ironía propia de quien sabe y puede utilizarla, la mala sangre francesa para con los ascendientes judíos de Modiano y para muchos otros franceses, de hecho la ocupación no fue otra cosa que la emulación gala de la guerra civil que acababa de terminar al otro lado de los Pirineos, y el que la fundación Nobel haya optado por insistir en este tema , no es tanto por darme la razón, que también, como en seguir la tendencia, lo mas cómodo, que lo de crearla ya es otra cosa.

He citado cuatro o cinco países europeos. ¿Falta alguno?.
No, de ninguna manera. Aquí no hubo nada de eso, nada de nada, como dice la monjita de la película, y no hay que pedir disculpas a nadie, ni estar doloridos, sufrientes por culpabilidades apócrifas, y así nos va.

De hecho, por lo que yo observo, no hay examen de conciencia, ni contrición, ni hubo rey que abandonase su país para nunca más volver, no hubo guerra civil (todas lo son, como nos recuerdan los polacos), no hubo dictadura, a semejanza de la primera posguerra alemana, y mucho menos nada por lo que haya que arrepentirse, para intentar evitar lo mismo que el resto de países europeos, que el horror, cuando lo hubo, no vuelva a repetirse, el propósito de la enmienda. No es nuestro caso y en todo caso las victimas, una de cada diez españoles incluyendo cárcel y exilio, lo fueron por ser exclusivamente de izquierdas o derechas, como bien nos han convencido, jamás por ser lo que realmente fueron todas, republicanas.

Todavía estoy esperando algún atisbo de terminar el duelo ante el cadáver, para iniciar la reconstrucción familiar, aunque ahora me asoma la certidumbre de que al ser moda, al ser algo tan viral, esto de pedir disculpas, que hasta la bendita Polonia se ha sumado, nos obliga a subirnos al tren y además hacerlo en AVE, con la inmediata aparición de un próximo aluvión de actividad intelectual, entre literatos y cineastas, que nos hagan quedar en buen lugar, demostrando que a arrepentidos no nos gana nadie, tampoco.
Si es que hasta los portugueses nos llevan ventaja, que el “Tren de noche a Lisboa” Bille August, del año pasado, ya se sumaba al evento este de la humanidad compungida.
Que a modernos no nos gana nadie, y aunque ya no esté Berlanga, que es el quien más se ha aproximado al mea culpa generacional, cualquier día nos sorprenden otro Santiago Segura u otro Almodovar en uno de sus novísimos registros de posmodernidad, poniendo en claro alguno de esos episodios cubiertos de total oscuridad en nuestra historia. Para que luego digáis que no soy optimista.

Por cierto que, reflejos de esa época tenebrosa pude contemplar el otro día en la mítica “Surcos” 1951, del falangista Nieves Conde, exhibida en su versión restaurada en televisión española, y me produjo la sensación de que cineastas excelentes, y actores, no nos han faltado ni en tiempos como aquellos. Magnifica muestra del neorrealismo patrio con un final tan deprimente como irreal, que el hambre puede siempre mucho más que los criminales, los peligros de la gran ciudad o la mismísima censura. Gran hallazgo. 

Lástima que, después, Saura y su epígono Gutiérrez Aragón se empeñasen durante décadas en mostrarnos unas imágenes tan abstractas y expresionistas sobre la realidad española que, ni con un terapeuta mental, y el correspondiente e incomodo diván, pudimos desentrañar las ambiguas denuncias que, supongo, pretendían exponer. De no ser porque en alguna ocasión los radicales del Frente Atlético, o similares, tirasen huevos podridos, bajo las marquesinas de los cines donde las proyectaban, jamás hubiésemos imaginado que eran películas progresistas.

Esperando estamos, ya digo, que alguien nos lo explique tan sencilla y certeramente como Pawlikowski en Ida, incluso que alguien, yo mismo, tenga que volver a iniciar el folio con un encabezamiento así:

¿Tu quoque España?.


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jueves, 25 de diciembre de 2014

EXCESOS VIRTUALES.-

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miércoles, 24 de diciembre de 2014

FELIZ NOCHEBUENA A TODOS.-


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DRAMA NAVIDEÑO.-


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lunes, 22 de diciembre de 2014

CUENTO DE NAVIDAD.-



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jueves, 18 de diciembre de 2014

DISGRESIONES SEMÁNTICAS MOTIVADAS POR LAS AGUJAS.-





Agujetas reconocía padecer el machote protagonista de “La mujer pirata” negando la tremenda paliza a que le habían sometido mediante el castigo de los latigazos, decenas de ellos.
Reducirlo a agujetas no era seguramente, para minusvalorar la dureza de la pena, ni para evidenciar el poderío  del héroe que encarnaba -de hecho Louis Jourdan estaba especializado en papeles dulces y melifluos, alejados de protagonistas sobrados de fortaleza física- era más bien una manera de acercamiento, de cortejo hacia el sexo débil que, en este caso era el fuerte, la mujer pirata; encarnada por Jean Peters, la actriz con las mejores piernas del Hollywood de entonces, según los expertos, que yo no puedo juzgarlas bajo esos bombachos enormes y las correspondientes botas fláccidas de caña alta que, al bueno de D. Luis Buñuel prestarían, sin duda,,motivos para algunas de sus entrañables perversiones.

El asunto es que, agujetas, para el niño que contemplaba la película, ignorante de su significado, eran lo más parecido a ”agujitas” y no lograba entender como aquellas heridas producidas por el látigo, se habían convertido en “agujitas”, aunque los cuidados de la guapa y el posterior desarrollo sentimental del asunto me hicieron olvidar la contradicción enseguida. Olvidar, pero no desaparecer, que el ser humano es obstinado, al menos con las pequeñeces de la vida, y las anécdotas sin apenas importancia como la de estas agujas, quedan dando vueltas en su alma durante años. Los asuntos importantes ya son otra cosa, como veremos enseguida.

Después, Elias Canetti me enseñó como ciertamente son espinas, lo que realmente nos van clavando de forma ininterrumpida e inmisericorde desde que tenemos uso de razón; y como esos dardos, imposibles de extraer - observamos aquí la diferencia fundamental entre espinas y agujitas, las segundas pueden retirarse permitiendo la restitutio ad integrum- y como esas espinas, injusticias en su versión metafórica, van enconando nuestro carácter, necesitando alcanzar cada día, ciertos bienes espirituales o terrenales para olvidar su presencia. Aunque no descarta el bueno de Elias que, también podemos extraerlas a condición de clavárselas a otros, a otros más infelices todavía.
Aquí hay demasiada metafísica, o al menos demasiado elevada para incorporarla al quehacer cotidiano, por más que reconozcamos la sabiduría o el brillo del poema, el larguísimo y eterno poema, Masa y Poder de Elias Canettí, ensayo para otros.

Otros literatos, más cercanos, usan su sapiencia, su conocimiento del aquí y el ahora más próximo al lector, para impregnarlo también de ética, de unos valores morales, no menos poderosos. Rafael Chirbes lo hace en su, aparentemente novela, “En la orilla”, donde son esas agujitas las que le clava una y otra vez la vida a alguien que, entiende y de paso, nos enseña, la única forma de supervivencia, la dualidad de la persona que debe ignorar esas dificultades cotidianas, por injustas y dolorosas que sean, para seguir vivo, y la única manera es desdoblando su personalidad, algo que hacemos todos, mediante la invención de otra, mas optimista y esperanzadora, dotada con infinita fe en que cada día por venir nos va a liberar de esas agujas, en tanto en cuanto estas son extraibles, y a sabiendas también de que ello no es posible, no lo ha sido jamás para nadie, aunque todos los esperemos ansiosamente hasta el último suspiro (ese es el título de las memorias de Buñuel, y también el de una peli de Jean Pierre Melville que, en francés se llamó Le dernier souffle, y lo de suflé navideño ya vuelve a distraer al diletante que esto escribe).

Maravilloso Chirbes, y sus páginas interminables preñadas de reflexiones, de gramática parda y otra no tanto, que nos reconfortan al explicarnos de forma amena y creíble, la repercusión que esas puñaladas traperas tienen sobre nuestro estado de ánimo y lo que es más grave sobre la integridad moral de nuestra alma. Creo que voy a tener que leer “Crematorio”. Yo, que abominaba de la novela. Snif.
 Me quedo de él, con su versión positiva, la terapia subconsciente del sufrimiento impuesto por la necedad o por la maldad de otros, virtudes que a veces son sinónimas, al menos para quienes las padecen.

Aprende uno, a quién la vida ha ido cubriendo con el manto de la misantropía, que esta no tiene por que ser un defecto, ni un pecado capital, que bien entendida es la revelación asumida de ese subconsciente que debemos domesticar para poder seguir soñando con un mundo mejor, el de la próxima jornada, porque esta nos la han vuelto a joder.

Recientemente se han desarrollado elecciones sindicales en la empresa donde trabajo, España; y aunque como siempre, han ganado todos los contendientes, me sigo asombrando, me siguen clavando espinas los erizos y los chumbos que me obligan a rascar la piel de ciertos lugares innombrables hasta hacer sangre. Han votado el 80% o más de los censados. A unos sindicatos pagados por la empresa para que defienda a los trabajadores. Para que los defienda frente a ella, que es la que paga. Yo las lecturas infantiles, las hadas, las princesas de largas pestañas, y los caballeros asesinos de indefensos dragones que siempre palman al final, ya las dejé hace tiempo.
El tener fe en que un intermediario pagado exclusivamente por una parte – el aporte de la otra resulta tan ridiculizo como insignificante-, llegue a defender a la otra, a la insolvente, me parece digno de interconsulta a la unidad de psiquiatría. Solo que aquí el comportamiento es colectivo y para este no hay terapia protocolizada, aunque periódicamente la historia suela aportar soluciones ciertamente drásticas.

Si el razonamiento, el silogismo sobre que quien paga manda, para entendernos,  no fuese suficiente, y no es solo porque su efectividad implica razonar, algo exótico, si no fuese suficiente,  tenemos la otra versión de la demostración de la existencia de Dios, según Santo Tomás o San Agustín, que tanto montan (a caballo), el hecho de su actuación presente y pretérita, la de los presuntos agentes sociales a lo largo de todas estas décadas, en las que cambiaron su autentica denominación de “verticales “por la de “de clase” , y sobre todo la de los tiempos difíciles, los presentes, donde su participación en procesos de rapiña institucional, donde los culpables jamás han sido evidenciados, a veces ni expulsados, por los sindicatos donde ejercen su labor, y su inoperancia, el peor de los pecados, la incapacidad, la inutilidad, ante la ruina, el desclasamiento hacia la miseria, y la exclusión vitalicia de millones de trabajadores de la posibilidad de serlo algún día, los hace formar parte de esa nata sobrenadante y maloliente que hace imposible la navegación sobre lo que una vez fue el mar laboral (no de Alborán, ese es otro), o la promesa de serlo.

Y ante esas evidencias, el ochenta por ciento, cuatro quintos de las victimas, se declaran cómplices con su voto, y manifiestan fehacientemente su voluntad de que todo, la vida, siga igual, y a mi Julio Iglesias siempre me ha cargado, por lo que la ración de misantropía, la agujita semanal ya la llevo puesta.

Por cierto que agujetas de color rosa es una canción preciosa de Los Hooligans, grupo mejicano de los sesenta, y si mal no recuerdo, lo de agujetas debe significar algo así como zapatos de tacón alto y fino, de aguja, para acabar de liarme las neuronas, que no de volverme loco, eso “ya” no es posible.

También es cierto que hoy su letra sería acreedora de una denuncia en el juzgado de la violencia de género, o algo así. Fetichistas abstenerse. https://www.youtube.com/watch?v=jY0s2FhrU50

Hoo ho ho
Hoo ho ho
Hoo ho ho

Yo tengo una novia que es un poco tonta
Pero es mi gusto y yo la quiero mucho
No es muy bonita pero esta re loca
Hoo si ella usa mallas también

Agujetas de color de rosas
Y un sombrero grande y feo
El sombrero lleva plumas
De color azul pastel
Hoo ho ho
Hoo ho hoo
Hoo ho ho


                                                 

miércoles, 17 de diciembre de 2014

ALTERNATIVAS A LA SANIDAD PÚBLICA.- (55) Medicina preventiva o profilaxis del empacho.-


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jueves, 11 de diciembre de 2014

GALERIA DE SIMPÁTICOS.-(O QUE A MI ME LO PARECEN).- 27


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martes, 9 de diciembre de 2014

CONTENTO ME TIENEN .-

                                        



Cifras, datos, estadísticas, macro y micro economía al desnudo, titulares tendenciosos cuando no envenenados, y esto es lo más parecido al análisis científico de la realidad. Tienen ellos  una credibilidad limitada a las tragaderas de quien se asoma a las cifras sin una formación económica que vaya más allá de haber sufrido los reiterados desmentidos que la única magnitud indiscutible, el tiempo, va acumulando sobre las cifras convirtiéndolas en el montón de basura maloliente donde todas las mañanas escarbamos, buscando atisbos de profecías minimamente creíbles.

Al fin y al cabo el hombre es creyente por naturaleza, y parece razonable que busque apoyo espiritual donde pueda, aunque lamentablemente sean las leyendas, apócrifas por naturaleza, o los chismes, los rumores más disparatados los que ocupen lugar de honor en su armario de la fe, limitando cuando no anulando posibilidad alguna de que otro tipo de conocimiento, el racional, el mal llamado científico, el conseguido a través de la experiencia y el esfuerzo del discernimiento cotidiano tengan la menor posibilidad de ser incluidos en su bagaje de conocimiento.

Creemos por lo general en aquello cercano a lo que nos gustaría que fuese realidad, cuando no en lo primero que llega a nuestro conocimiento, declaraciones, manifiestos, panfletos, hasta en los infumables programas electorales, y siempre, siempre, en lo que está escrito -si lo he leído es cierto- o lo que aparece en la pantalla o en la radio. Incluso la referencia que nos da alguno sobre aquello que se haya mencionado en televisión o escrito en cierto sitio, ya da impronta de verosimilitud al mayor de los disparates.

Tampoco la realidad que vemos todos los días a nuestro alrededor es sinónimo de certeza. Sabemos que un observador único puede errar en sus apreciaciones, y que además los  hechos contemplados por este, por estridente que sean, no tienen otro valor que el de la anécdota.

De modo que, tenemos que fiarnos de algo, y ponemos nuestras esperanzas en esos datos, a veces contradictorios, pero cuyas fuentes suelen tener cierta pátina de credibilidad, como sumos sacerdotes de una religión, el economicísmo, en cuya iglesia figuran todas las instituciones de todos los países del orbe. Religión como todas, pero cuyos dogmas, y cuya practica obligatoria, nos hacen feligreses suyos, queramoslo o no.

Por eso, todos los dias, me golpean esos fidedignos informes, esos enunciados dificilísimos de digerir para cualquier cristiano – aquí el termino no tiene connotaciones religiosas- poco acostumbrado a que pongan a prueba con tanta insistencia la paciencia, la humildad y la tolerancia hacia aquellos que le llaman estúpido una y otra vez. Quizás tengan razón y uno se hace el loco, esquizoide en la creencia de que lo cóncavo y lo convexo del espejo en que se refleja den imágenes idénticas de la realidad. Mencionan con cierta frecuencia, los profesionales de los mentideros de pago – son profesionales- la madrileña atracción de los espejos deformantes del callejón del gato, donde cuentan que, antaño los paisanos usaban este antídoto, la risa ante la propia imagen monstruosa - para evadirse del dilema que estoy planteando.
¿Creemos o pensamos?.

Por cierto, el presidente del gobierno y el jefe del estado visten guayaberas en las imágenes de hoy, ellos que tan fachosamente – no tiene nada que ver con el fascismo - ridículos, suelen aparecer con corbatas fosforescentes, elegidas sin duda por asesores de imagen formados en ese estilo remordimiento, tan querido para los españoles desde el siglo de oro hasta hoy, al menos, y que no dudan en someterse al mas feroz de los espejos, sin necesidad de callejón alguno, el que pone de manifiesto la hipocresía subyacente en los espíritus dispuestos a “lo que sea” con tal de conseguir “lo otro”.
Y ya estamos, en el “lo que sea” entra la certeza que podemos tener en que con nosotros también harán “lo que sea”, si es necesario para que ellos consigan “lo otro”. Por supuesto que no nos van a contar que es lo otro, y si llegamos a conocerlo, dentro de un cierto tiempo, no nos va a sorprender que no figuremos en el reparto del beneficio.
Aquí, figura la creencia en el mal absoluto, la injusta sospecha sobre quien nos ha engañado cien veces, y sobre quien , ningún creyente honesto debe dudar sobre la moralidad de su próxima apuesta. Anda que un trilero con guayabera no da el cante. Que no es suficiente indicio de criminalidad el cambiar el terno sedoso y tornasolado de los sucesores de Armani  - tampoco nos cuentan quien los viste, desde el episodio desafortunado de aquel colega que pillaron con las manos en las corbatas- por la cubana, que es como en mi pueblo siempre hemos llamado a las guayaberas y que, por cierto, solo vestían los señoritos en las fiestas estivales, ya que el blanco inmaculado y el popelin no tienen lugar alguno en el vestir popular de los trabajadores, de la plebe expuesta a las inmundicias y al desgaste, y es que hasta eso desconocen.

Con lo claro que lo tienen los del otro bando, los exquisitos pantalones y chaquetas de pana, nunca a juego, que los trajes dan imagen de derechas, las cazadoras y los jerseles de campaña -electoral- y las insignias, las efigies de la virgen del pilar, por aquello de que es la patrona de la guardia civil, y hay que estar preparados para cuando vengan. Tiene mandanga, que me haya tenido que enterar por El Fary, y Google claro está, que cosa es la mandanga, y que tampoco es el veneno que destilan los culpables de nuestra idílica situación, “los actuales acontecimientos, conocidos por todos” a los que achacar todos los males, sin jamás buscar culpables con nombre propio ni mucho menos buscarlo en el espejo del cuarto de baño, ante el que nos afeitamos, o nos atusamos, todos los días.
Coletilla esclarecedora que usa Modiano en su justificación sarcástica y eximente de los crímenes cometidos por franceses en la Francia ocupada “Situación debida a los actuales acontecimientos, conocidos por todos”.

Aquí, no nos han invadido los nazis – no hay – y nadie es culpable directo de ese quinto jinete del apocalípsis, la ineptitud, al que insistimos en llamar crisis, aunque que sea más elegante su versión literaria “los actuales acontecimientos”. Aunque no deberíamos ignorar que parte de responsabilidad nos toca en ellos, la de dar por buena la pésima y desastrosa gestión que realizan nuestros señoritos, y el que esta sea la causa directa de que cada mañana tenga que tomar infusiones tranquilizantes, reforzadas con cardamomo, antes de enfrentarme a titulares bipolares, además de la ingesta de abundante rioja a mediodía, para que el almuerzo acepte seguir la trayectoria correcta y no la del inodoro, que está para otras cosas, aunque solo con ver su marca, reminiscencias de político, ya me vuelven las nauseas, y eso que aquel, el pobre, resultó inofensivo, o casi.

Podría incluir espectaculares gráficos, titulares, declaraciones irracionales de quien no debería hacerlas, pero no lo creo adecuado. Son tantas... en todos los medios, que el repetirlas, aparte de fomentar su difusión, no debe ser en absoluto necesario para llegar a conclusión alguna. Esto no la tiene.
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jueves, 4 de diciembre de 2014

LA GRAN ESPERANZA BLANCA .-




La gran esperanza blanca

La diferencia entre el cine y la realidad  es que en la pantalla cinematográfica, que no en las televisivas, todo lo que asoma por ella es falso a ojos del espectador, consciente de la ficción que contempla, mientras que ante la realidad, y ante la impostada e interesada imagen de esta que le presentan los medios, se deja llevar por sus sentimientos, su fe absoluta en que las cosas son como su ilusión se las muestra, ciego y sordo ante las evidencias más flagrantes.

Por ello la película de hoy, hay que verla como lo que es, como casi todas, un ejercicio de argumento forzado, la ficticia actitud heroica del protagonista y un final tan falso como satisfactorio para el espectador poco exigente. Aunque tengamos que usar este símil cinematográfico de palanca para la nueva esperanza, esperanza eterna, si queremos continuar vivos.

Que no es otra que la prevista oferta de cambio político, de regeneración democrática, usando estos tópicos obsoletos hasta la exasperación, ofrecida por el nuevo púgil en el cuadrilátero, sobre cuya victoria depositamos, otra vez, las ansias de supervivencia, como hace un siglo lo hizo la sociedad norteamericana, aquella marginada por el color de su piel, reflejando sus sueños de justicia, en la figura simbólica del campeón de boxeo, hermano de color. Boxeo hoy políticamente incorrecto,  socialmente mal visto en un mundo que presume de humanismo y ejerce de todo lo contrario.

Aquí y ahora observamos a nuestras jóvenes, y virginales, promesas del espectáculo electoral, en un país donde continuamos delegando ciegamente nuestra responsabilidad individual, que no es poca, en lejanas estrellas deportivas, del rock, y de la prensa amarilla o rosa, que tanto da. Cualquier cosa menos aceptar  que de los espectáculos con entrada gratis nunca podremos esperar otra cosa que la peregrina justificación de su excelencia, en cuanto a la relación entre  coste y beneficio, siempre que el coste sea cero. Aparentemente cero. El votar cada cuatro años es gratis, el reconocerse demócratas por gracia y milagro de la magnificencia divina, y no por aquello tan sensato y razonable como por los méritos propios o por el esfuerzo y a veces, la sangre de sus ancestros.

Al menos cuando fui al cine, pagué mi entrada y las emociones que me suscitó la historia, derecho a emocionarme, las consideré acordes con el deber satisfecho previamente en taquilla.
Mi primera confusión, basada en lo que considero un fraude, un incumplimiento del contrato social por la parte contratante dela primera, y de la segunda parte, es si considerar el voto como un deber o como un derecho, o lo que es lo mismo si el contrato social se basa únicamente en derechos o en deberes y no en ambos. Si habrá que releer la biblia que sobre este dilema escribió J J Rousseau o limitarnos a creer ciegamente en las promesas electorales de la parte realmente interesada  en que el espectáculo debe continuar. Envidia me dan los que tienen las ideas claras al respecto, y la fe incólume. Por gracia recibida, y universal supongo.

Tenemos una gran promesa, blanca además, y no es necesario recordar a Paulino Uzcudun o a Urtain, el morrosko de Cestona., y sus respectivas carreras, para comprobar que no hay nada más efímero y engañoso que el discurso de los charlatanes para llenar el estadio. Aunque necesitados como estamos de modificar el rumbo hacia la nada, no podemos negarnos a ante la probabilidad, por remota que aparezca, de la existencia de alguien o algunos que puedan manejar el timón de manera más honorable, al menos. En ello estamos.

Bien es cierto que vistos los innumerables combates ofrecidos en las últimas décadas, el tongo irredento y recidivante no nos va a sorprender, pero como la necesidad es la madre de la irracionalidad, volveremos a asistir a la función cuatrienal en la que tanto nos jugamos.

Como en la película, conocemos datos de los contendientes que nos hacen desear, más que esperar, actuaciones heroicas y sorprendentes que, por una vez, echen a perder las apuestas de los que presumen amañado, a su favor, el combate, aunque en el caso improbable de que esto suceda, siempre, siempre saldrán ganando los corredores de apuestas, los intermediarios en este negocio.

Y ese es el único cambio que necesita, con urgencia, nuestro sistema político, el eliminar la grasa sobrenadante del cocido, cuyo exceso lo hace indigesto y peligroso, muy peligroso para las arterias.
Solo que ese asunto vital, como otros de la misma índole no van a ser sometidos a las urnas, previsible y desgraciadamente, en mucho tiempo.

Limitémonos a acudir a ver el combate, unos pagaremos la entrada, otros cobraran por ella, y bajo el paraguas de la paz social seguiremos apostando por los atletas del futuro inmediato. Sin más problemas, y sin hacernos mala sangre.

Al final, y al principio, en la película que estoy contando, la auténtica gran esperanza es la negra, mira por donde, por donde mis ideas y el paralelismo entre ellas, la ficción del cine, y la realidad, solo son el fruto de una mala digestión, el resultado de una cena ligera o de la naranja del postre, que han debido ser un exceso superlativo para las cuatro neuronas que  me restan.

Interesantes sin duda los prolegómenos del combate. Estamos ya viviendo ciertos sucesos, escalofriantes esperpentos, como la afirmación sobre la  voluntad de pactar por unos y otros, o la voluntad de lo contrario, mucho antes de que resultado del combate los sitúe en posición de pactar cosa alguna. Si añadimos las acusaciones de populismo que hacen los populistas, las descalificaciones ad personan, y ad infinitum, hacia el aspirante, hacia la gran esperanza blanca, y las zancadillas que los medios afines al poder, es decir todos, interponen en el camino de su equipo, y el hecho de que semejante actitud solo consiga incrementar la venta de entradas y consiguientemente el beneficio de los reventas, ilegales, economía sumergida pero menos, dinero opaco pero solo para el que no lo maneja, etc. etc., nos encontramos ante un nuevo viejísimo fenómeno, el de considerar el espectáculo de los gladiadores en el circo como algo ajeno y divertido, olvidando que el número que viene a continuación es el de los leones y los mártires, siendo los leones los de siempre y los mártires….

                                       

P.D.-

DRAE  recoge "populista" con el significado de "perteneciente o relativo al pueblo (idénticamente a la primera acepción de popular -ambas palabras proceden de la latina popŭlus, ‘pueblo’-

Trama
El gran boxeador afroamericano Jack Jefferson, acaba de derrotar en Reno, Nevada, a su contrincante Frank Bardy. Se convierte así en el primer púgil de color que gana el título mundial de los pesos pesados. Pero, corren los años 50 y Jack, que viaja junto a su novia Eleanor, una mujer blanca, ha cruzado los límites de un estado donde aún impera el racismo. El púgil es arrestado bajo la acusación de mestizaje, procesado y condenado a tres años de cárcel que no llega a cumplir porque se evade de prisión. La pareja deja los Estados Unidos, su vida se convierte en una constante huida y su reputación como boxeador cae en picado. Más tarde, le ofrecen pelear en Cuba en un combate amañado que le devolvería el título a un hombre blanco a cambio de su libertad y de retirar todos los cargos contra él. Jack no acepta, pero Eleanor, que no soporta por más tiempo la constante presión a la que se encuentran sometidas sus vidas, se suicida., Finalmente, Jack acepta participar en el combate que tendrá lugar en La Habana. Ese día toda su rabia contenida le lleva a boxear como jamás antes lo había hecho.
(De Wikipedia).

La “Nueva Esperanza”, canción de Carlos Puebla, hace referencia a los tupamaros, grupo terrorista que perdió su guerra y enseño al resto del mundo que las revoluciones no triunfan jamás si el pueblo no está suficiente mente hambriento (Marx dixit). 
Y como  no son en absoluto deseables semejantes alternativas, va a ser cosa de buscar otras más amables, que indudablemente no lloverán del cielo, y que van a tener algún coste que tendremos que asumir entre todos. 

Deberes tengo madre, y temo no poder demorarlos mucho.




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