domingo, 19 de marzo de 2023

CUARTO Y MITAD

 

                                              


Cuarto y mitad.-

Ininteligible enunciado para el profano que no lo haya vivido. El niño agarrado a la cesta de su madre, ante el tendero que obviamente domina el metalenguaje y tan solo espera el nombre del producto al que aplicar el peso mágico, el cuarto y mitad, en el ultramarinos donde tan difícil habría sido encontrar algo procedente de ultramar, el café quizás. Y es que jamás se refería en todo caso , al cuarto de algo, de un queso o de un cabrito lechal, Y además quedaba incógnito el total al que se hacía referencia, porque con su mitad complementaria, se convertíria en tres cuartos la cantidad solicitada.


Un misterio, referido al peso, que como tantas otras cosas se resistía a cambiar de siglo, a pasar de libras a kilogramos. El cuarto y mitad solo quedaba transparente si le añadían esas palabras necesarias: “y mitad de cuarto”, a la vez de otra innovadora: “kilogramo”. 

Difícil e innecesario el traducir la suma de 250 gramos y 125, el cuarto y mitad y comprobar que el total de 375 gramos, resultaba cercano a los 450 gramos que pesaba la extinta libra. Desconozco por qué no se ajustó el cambio al medio kilogramo, mas cercano a la realidad de la libra, aunque habría sido incrementar la cantidad, y el precio a pagar, y evitándolo se recortaba el gasto, por aquello de la necesidad. Tampoco queda claro de que tipo de libra estamos hablando. El sistema métrico decimal no tuvo fácil el adaptarse a medidas naturales, y la libra era una de ellas: ”Lo que puede llevarse con las dos manos” según Amando de Miguel.

Curiosamente la pieza de hierro a la que llamamos media libra, en tanto que objeto metálico perfectamente adaptado a la empuñadura de la mano, era la mejor herramienta para partir el fruto seco a nuestra disposición, la almendra; alejada esta pesa de su uso inicial, colgada de la romana, habituada a cantidades múltiplos de las libras y los kilogramos.


Son descubrimientos, misterios desvelados a medias por la experiencia y la razón a lo largo de los años, ante la imposibilidad de preguntar entonces el significado de tantas cosas, cuya respuesta era desconocida o castrada por su presunta inconveniencia para quien la realizaba, Una transición que queda oculta en el arcón del pasado y que cuando descubres su origen, resulta que carece de valor para ti. El emperador estaba desnudo evidentemente, pero eso carece de interés cuando ya no hay emperadores.


Aunque tengamos que reconocer la obstinación de estos cambios en la nomenclatura de los titulares en la vida cotidiana. El cuartillo tampoco era, ni es, un cuarto de litro, más bien resulta ser 0,504 litros, cercano al medio litro, que, sin embargo era llamado y servido en cuartillos. La cuarta parte de un azumbre dicen los de la real academia para despejar la confusión. Buenos estamos.


Resulta inevitable observar que el cambiar el nombre a las cosas no se limita a cambiar el significado, y a veces la utilidad, de las cosas, también imperceptiblemente nos van cambiando la cantidad, el peso, el volumen de lo que recibimos a cambio de nuestro dinero, de nuestro esfuerzo. La inflación ayuda al menos a comprender el sinsentido de guardar el metro de platino iridiado como medida inmutable, cuando esta depende más bien de la importancia que demos al caudal de agua que baja por el arroyo seco y al que, además, estimamos por el ruido que creemos escuchar, que deseamos escuchar en tiempos de sequía, y que no hace otra cosa que confundir nuestros sentimientos y deseos, con la razón de la realidad.


El cuarto y mitad... ¿de que?. ¿Como podían tasarlo además en aquellas balanzas cuyo fiel no marcaba cuartos ni mitades?.

No deja de ser un hecho anecdótico, o anecdóticamente significativo si comparamos con tantos otros que hemos tenido que tragar, casi sin deglutir, como pesadas ruedas de molino desde. entonces, cuando el celemín y el liendro significaban algo, y en una continuidad interminable, en un gerundio infinito, viendo, escuchando y sufriendo las vejaciones cotidianas a que nos somete el destino, que no es más que una figura retorica para nombrar lo innombrable, aquello que no es conveniente mentar, salvo que figures en una pandilla que pueda sacar beneficio de ello. No tiene sentido jugar a la ruleta donde jamás puedes ganar, y donde cada apuesta, incluso la de quedarte pasivamente mirando el recorrido de la bolita, te va a suponer un coste difícil de digerir, de asumir mas pronto que tarde.

-Si no esperas sacar beneficio, ya estás perdiendo- (Máxima castellana que te invita a mirar hacia el cielo y limitarte a ver pasar las nubes)

Lástima que no siempre haya nubes y que los pies sigan en el suelo..


Periódicamente cambian, nos cambian las cartas de la baraja por otra nueva, baraja nueva que confundimos con la usada y que sin embargo trae nuevas reglas de juego. Cuando descubrimos el cambio suele ser tarde para recuperar las perdidas en este juego que es la vida y no otra cosa, si bien el ser conscientes de estos cambios, tan inevitables como la enfermedad y la guerra, nos permite sentirnos vivos, actores y observadores a la vez, de cuanto sucede a nuestro alrededor. A la vez que el aprendizaje nos ayuda a comprender mejor el sentido de esta función, simulacro para algunos, pantomima para otros, y sin embargo esencia del ser humano, quien nace, crece, se reproduce cuando puede, y aprende, siempre aprende algo nuevo, para después volver al comienzo de la partida. No podemos pedir mucho más a este modesto espectáculo.


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