Ese color, el de las hojas en otoño,
en el tiempo en que la savia suspende su suministro de vida vegetal y
ellas se sostienen en la rama donde nacieron esperando el primer
viento que las depositará en el suelo como copos pálidos de una
nevada yerma, cobertura crujiente bajo las pisadas, presagio de un
renacer tan efímero como su caída, el de las setas, justo antes de
que el frio nos cierre la puerta del frigorífico desde fuera,
dejándonos aletargados hasta la próxima temporada, sea electoral, o
la de la serie televisiva de moda, igual nos va a dar.
Hoy me han obsequiado con una lluvia de
hojas bajo el cercis, una “sakura” serrana que no desmerece de
las de los cerezos en el parque Ueno. Es una sensación
extraordinaria esta de sentirte homenajeado, inmerecida y
accidentalmente por la naturaleza, experimentando una sensación
absolutamente reconfortante, a la vez que te recuerda tu carácter
deudor para con ella.

Mientras tanto continúan balanceándose
en su caída, como modelo a imitar por los surfistas o por los
parapentistas que, como ellas, se detienen al contactar con el suelo,
con la madre. En algún momento mecidas por discretos y cambiantes
vientos del valle, he llegado a confundirlas con mariposas flotando
en en ese espacio inasible para uno, en el que solo ellas y los
milanos pueden establecer con nitidez las limitaciones del observador
humano, una de ellas, quizás la mas insignificante, la de no poder
volar.


To Susan on the West Coast
waiting,
From Andy in Vietnam fighting.
From Andy in Vietnam fighting.
Lo hizo justo antes de refugiarse en
Escocia perseguido por las fuerzas del orden de su majestad que
descubrieron un olor extraño en el tabaco y los bolsillos del
cantautor, y hasta ahí podíamos llegar. Las buenas costumbres
prevalecían entonces sobre sus transgresores.
Después tuvo que hacer alguna
estupidez, como Yellow Mellow, que aquí sería amplificada por los
barceloneses Mustang con la versión titulada “Me gusta el
amarillo” y en eso siguen ellos, al parecer.

Color asignado alevosamente a la
estrella de David, con la que en una determinada época y diversos
lugares se marcase a todo un pueblo en el penúltimo holocausto
antisemita, y eso que lo de semita siempre hay que ponerlo entre
paréntesis, al fin y al cabo tan semitas son, o somos, los hebreos
como los árabes, descendientes de Sem, el hijo vinatero de Noé,
para los creyentes en el libro más vendido, aunque sospecho que no
sea el mas leído, de la historia. Por eso también sospecho que lo
del presunto antisemitismo para etiquetar la barbarie de la Shoah, no
sea mas que otro de esos errores interesados de los medios de
comunicación que suelen convertirse en probados hechos históricos
con la aquiescencia de los escuchas.

Lo compruebo en “El olor de la lluvia
en los Balcanes” de Gordana Kuic, cuando leo frases que la autora
escuchó a su abuela y siento estar escuchando la propia. Puro
ladino.
Lo dice también Jorge Drexler, el
cantante uruguayo que amontona las estatuillas doradas y grammies
abusando de palabras tan hermosas como mar, hielo, noche, luna o
tiempo, y que nos deja su milonga del moro judío para aclarar ideas
a quien se crea necesitado.
Yo soy un moro judío
Que vive con los cristianos
No sé que dios es el mío
Ni cuales son mis hermanos
Que vive con los cristianos
No sé que dios es el mío
Ni cuales son mis hermanos
Por cada muro un lamento En Jerusalén
la dorada
Y mil vidas malgastadas Por cada
mandamiento
Yo soy polvo de tu viento Y aunque
sangro de tu herida
Y cada piedra querida Guarda mi amor
más profundo
No hay una piedra en el mundo Que valga
lo que una vida
Yo soy un moro judío
Que vive con los cristianos
No sé que dios es el mío
Ni cuales son mis hermanos
Que vive con los cristianos
No sé que dios es el mío
Ni cuales son mis hermanos
También podeis escuchar a Yasmin Levy
en “Adio kerida”
canción en ladino (enlace youtube)

Aquí, afortunadamente no tenemos de
eso, y mefistofelicamente nos han convencido de pertenecer a la
ciudadanía, matiz que excluye la responsabilidad individual en la
gestión de los intereses comunes. Es una manera de autoconvencernos
de que también tenemos chalecos amarillos, faltaría más, pero son
para otra cosa, para guardarlos en el auto en los rincones donde se
vuelven inencontrables, y para que algunos bebedores noctámbulos
puedan regresar a casa minimizando los riesgos del atropellamiento.
Cierto que, también, es el color de la
bilis, y que esta guarda una injusta imagen literaria relacionada con
la ira, la cólera, y otros sentimientos pecaminosos a los que
conviene evitar.
Menos mal que la navidad, blanca, está
al caer y, como bien canta Matt Monro:
Más todo pasa, todo pasará
Y nada queda, nada quedará,
Solo se encuentra la felicidad,
Cuando se brinda el corazón.
P.D.- Es el chocolate, y quizás la
glotoneria, los que los vuelven indigestos. Sed prudentes con ellos.
VIÑETA DE EL ROTO DE 11 DE DICIEMBRE (ANTOLOGÍA DE LO ANTERIOR).-
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