He dormido esta noche en el monte
con el niño que cuida mis vacas.
En el valle tendió para ambos
el rapaz su raquítica manta.
Versos, inolvidables para los que
crecimos junto a ellos, que inician el poema, uno de tantos, de Gabriel
y Galán, a pesar de la incoherencia de su escenario, lo de valle no
cuadra con lo de monte, y otras bastante más dañinas, alejadas de
la licencia poética, sobre las que voy a reflexionar hoy.
Los nuevos prejuicios que han
sustituido, sin eliminar, a los tradicionales, me hacen pensar si no
estarán hoy mal vistos estos versos, por aquello de la suciedad del
cristal con que los leen nuestras mentes, gracias a la inestimable e
incontrolable recepción de la basura emitida incansablemente por los
medios, en su interesada gestión de publicitar cierta realidad
social, turbia y procaz, buscando no solo la adicción a sus
emisiones purulentas, sino también, la reclusión forzosa de las
mentes individuales en un gigantesco corral donde no les van a faltar
malolientes y luctuosas imágenes del horror cotidiano, igual que a
millones de ciudadanos, subvencionados desde su nacimiento, no les
faltan el título de ciudadanos, esterilizados laboralmente, ni el
óbolo mensual que asegura su supervivencia y la de sus hijos,
durante generaciones, y vamos por la tercera.
Hablamos de pueblos, ciudades, vacíos
y ruinosos, de la exagerada ancianidad de sus vecinos, y de su
probable extinción a medio o corto plazo, sin siquiera plantearnos
lo innecesario que para el resto de la humanidad pueda resultar un
grupo social, en su asentamiento urbano, absolutamente improductivo.
Al menos los arboles absorben oxido de carbono y generan oxigeno, y
los pastos alimentan criaturas que van a hacer lo mismo con los no
veganos, y al final resulta que, suena mejor que omnivoro, lo de no vegano,
y la imagen lo es todo. Sobre el futuro desierto ni pensaremos.
Son temas menores al parecer, uno, la
desaparición imparable de nuestros lugares de origen, y otro
sabiamente repetido en los noticiarios como la pederastia o el
asesinato de inocentes y de sus madres – me rio de Herodes, visto
lo que hay por aquí- manteniendo la noticia trágica y sanguinaria,
un caso tras otro, llegando a la aberración de otorgarles un numero
individual a cada victima, que en su ábaco mediático ya superan los
tres dígitos, contando siempre desde el momento que a ellos, a los
que viven de recordarnos que el número de ayuda telefónica no deja
huellas, si bien no debemos olvidarnos de borrar el registro de
llamadas. Como si hasta ese momento en que comenzase la contabilidad
no hubiese muerto ninguna mujer a manos de su pareja, y como si
borrar el registro de llamadas fuese lo mas fácil del mundo para
quien está recluido y sometido a la violencia y el poder de su
inminente asesino.
Para acabar de rematar la sinrazón de
esto, puedo observar como, siempre, grupos de vecinos, familiares, y
políticos-justificando estos su salario, no lo olvidemos- aparecen
aplaudiendo entusiasticamente tras cada asesinato. Desconozco el
significado del aplauso ni a quien va dirigido. Al asesino
probablemente si lo hizo con la suficiente crueldad y, lo remata con
su suicidio. Puede que sea eso lo que están aplaudiendo. Ni me
pasa por la cabeza que puedan estar aplaudiendo a la victima, a la
mujer asesinada, cuyo único merito ha sido tener la desgracia de la
pareja que le ha tocado en suerte. Quizás aplaudan sencillamente
porque están saliendo en la tele. No lo se, ni tampoco lo entiendo.
Pero ciertamente que el tratamiento informativo de estos crímenes
debe tener gran éxito entre la audiencia, para que sigan
repitiéndolo cada semana y los responsables de acabar con ello, con
los asesinatos al menos, abandonen la inútil declaración de luto
oficial durante tres días y cumplan con su obligación de evitar esa
dolorosa, y absurda, repetición, donde los niños caen a veces junto
a sus madres, cuando no quedan marcados para toda la vida por el
estigma de sus progenitores, uno, dos, o a veces ambos.
Los niños, lo mas sagrado de la vida,
después de ella, los cachorros que nos alegran con su presencia los
días y las horas de nuestra existencia, y a los que debemos proteger
sobre todas las cosas, aún sabiendo que sus sonrisas, su bondad y
su inocencia, no son otra cosa que un cebo, bendito anzuelo, que la
naturaleza nos pone al alcance para conseguir algo tan fundamental
como es la pervivencia de la especie.
Y es que, el poema de Gabriel y Galán,
inocente bucólico y pastoril, como si Virgilio estuviese detrás, o
Juan Ramón delante, nos deja sin pretenderlo, un trasunto no menos
preocupante que el del presunto malentendido del inicio. Nos habla
también de la esclavitud del niño, obligado a realizar tareas de
adulto y alejado de cualquier posibilidad de formación, elemental
incluso, condenado a repetir la miseria vital de sus padres, a
quienes va a llegar la exigua soldada al final del poema. Claro que
eso, todo ello, o casi todo, es ya historia.
Tan superada la injusticia como alejada
la esclavitud de nuestro medio, al menos tan lejos como los paises
donde sigue existiendo, origen que suelen aparecer en las etiquetas
de la ropa, y donde presumo improbable la existencia de amos tan
magnánimos y misericordiosos como el dueño de las vacas que
escribió el poema. Nos defendemos de la injusticia ajena -la propia
al parecer no tiene quien lo haga- alejándola en el mapa del mundo,
y para mas seguridad, oponiendonos a que se acerquen a nosotros, los emigrantes “no pueden traer nada bueno”, de hecho ni los llamamos
así para no comprometer nuestras conciencias, los llamamos migrantes
que es mas moderno y de significado incierto, y volvemos a vivir
sometidos al prejuicio de una sociedad inmadura que sigue
desconfiando y negando las necesidades del otro, del extraño, del
procedente de un mundo que creemos ajeno, y en el que estamos todos
girando, para bien y para mal.
Es verano, y los noticiarios están en
manos de los becarios – los nuevos esclavos- a los que perdonamos
que escojan las noticias mas estúpidas de la carpeta del rincón tal
vez olvidada, para repetir machaconamente el crimen de antesdeayer,
las vicisitudes de los eternos náufragos rescatados en el
Mediterráneo, supervivientes del hambre; y en la pagina siguiente,
las amenazas de los mandatarios del planeta, sobre la economía, que
son sobre el empleo, sobre la paz, que vuelve a tambalearse, y
también sobre las supervivencia de los bosques, que es la del
planeta. Todo ello entre crimen y crimen, que ya no son “pasionales”
sino de género, hasta que les encuentren otra denominación, aun mas
desafortunada.
Afortunadamente ha comenzado la
temporada deportiva, y además nos encontramos anestesiados todavia
por la resaca de las fiestas estivales que este año han estado
magníficas, como siempre.
Y a tu madre a la noche le dices
que vaya a mi casa
porque ya eres grande
y te quiero aumentar la soldada....
“Mi vaquerillo” Gabriel y Galán,
De cuando la caridad pretendió
sustituir a la justicia. Hoy parece que no hacen falta, ninguna de
las dos.
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