_03.jpg)
“Esto se lo dedico a
Don Francisco Morán, “Yebenes”, y a su señora con todo mi cariño”.

Demasiado hermosa la canción, evocadora de sentimientos, de
amistad y de cierto tipo de gratitud que trasciende ampliamente la dedicatoria.
Demasiado hermosa para no necesitar distraerme de ella, e involuntariamente dar
un salto témporoespacial, siglo más siglo menos, y plantarme en cualquiera de
los conciertos de verano, de las galas musicales semipúblicas –en algunas, se
exige un escueto aporte a los asistentes para que valoren con mayor interés la
función- organizadas por ayuntamientos, diputaciones, o incluso instituciones
paralelas como los cursos de verano o por cualquier ministerio que esté
vagamente relacionado con la dilapidación de fondos públicos que, para eso,
todos sirven.
De la señora del delegado nada de nada. Ahora, como ella
suele estar discriminada positivamente con la titularidad de jefa del departamento de igualdad, no necesita
ningún valor añadido, supongo.

Sin ir más lejos –que podría hacerlo, naturalmente- con la
penúltima secuencia de Blade Runner, cuando Rutger Hauer, a punto de quedarse
sin pilas, le suelta aquello tan extraordinario a Indiana Jones, a quien
acababa de perdonarle la vida:
"Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais:
Naves de ataque en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la
oscuridad cerca de la Puerta
de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo...

-Tú no has visto
nada, colega, todo lo excepcional que cuentas no es otra cosa que una lagrima
que se pierde bajo la lluvia, comparado con la realidad de ciencia ficción que
estoy viviendo .
El artista sigue dedicando su actuación al cacique, sesenta
años después, solo que ahora el agraciado no paga nada, en lugar de hacerlo, se pone del lado de los que
cobran y todos contentos; hasta los estupefactos espectadores, ante semejante
desfachatez.
Y vuelvo a la película, a la última escena, con la bellísima
replicanta al lado de Indiana, a la que en la edición director´s cut, se supone
dotada de pilas inagotables que le anulan la fecha de caducidad a la vez que le
conservan la lozanía indefinidamente para mayor placer de Harrison Ford.
Como falso nuevo final, pinturero y contradictorio, puede
servir para los que nos quedamos apenados en la primera versión. Aunque los
mitos son muy suyos y no gustan de perversiones a la hora de tocar el asunto
del destino.

Y es que también creemos que lo hemos visto todo, que hemos
escuchado toda la música del mundo, y luego cualquier hoja suelta de un
calendario viejo, nos demuestra que el tiempo, y con él las vivencias de cada
uno, se contraen y se dilatan tan prodigiosa como caprichosamente.
¿Cuánta historia, cuanta filosofía, y cuanto futuro pueden
encerrarse en los tres minutos que dura una copla? Vosotros diréis.
Prefiero considerarlas como capsulas témporo espaciales
donde guardamos lo mejor, y conjuramos lo peor, de nuestros recuerdos, y que, al
igual que el preludio del Clave bien temperado en la grabación de Glenn Gould,
navegan encriptados en la en la nave Voyager 1 como muestra de nuestros afanes
y de nuestra cultura.
Aunque preferiría que fuesen Farina o Valderrama, en lugar
del Johan Sebastian, la elección tampoco está mal. Recordad que una prima
hermana de ese preludio era lo que versionaban Los Pop Tops en “La voz del
hombre caído”, y otra en “Oh lord why lord” que ya figurasen en nuestra primera
edición, hace tanto, tanto… como lo de las naves de Orión.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Opinar es una manera de ejercer la libertad.