miércoles, 27 de julio de 2011
ESPERANDO A GODOT
Rapsodia de las manos muertas.-
“La rapsodia es una pieza musical característica del romanticismo, compuesta por diferentes partes temáticas unidas libremente y sin relación alguna entre ellas. La forma de las partes integrantes de la rapsodia puede ser parecida a la de la fantasía”
Enajenación y venta de los bienes de las manos muertas.
Ese era el significado, presuntamente aclaratorio, del termino desamortización, que no es otra cosa que la pretensión de saldar las deudas de la casa vendiendo las joyas – bisutería, se entiende – de la abuela, en la seguridad de que a ella no van a servirle de mucho en los tiempos venideros y, sobre todo, que su oposición en el caso improbable de producirse va a ser fácilmente anulada.
En varias ocasiones, el gobierno de nuestro país, apremiado por unos créditos a los que no podía hacer frente, ha vendido a precios irrisorios unas propiedades que no eran suyas - hasta poco antes de la fecha del mercadillo- y ha conseguido recaudar la ínfima parte del valor de aquellos bienes de producción improductivos, es decir, en manos de: “Las manos muertas”.
La verdad es que lo de “La mano negra” ya lo tenia yo asumido desde bien pequeño, al aparecer profusamente este tipo de grupos de poder, a los que ahora llaman lobbys y cosas mejores, en innumerables episodios de aventuras de policías y ladrones. Raro era el héroe juvenil, el agente de la ley o el detective particular que no tenia que enfrentarse duramente con los malvados componentes, desalmados malhechores, de “La mano negra” , que siempre eran derrotados y desenmascarados, dejando ver que eran los malos eternos, y por tanto, simples fantoches de pacotilla.
Luego comienza uno a leer –perdición- en lugar de limitarse a creer ciegamente lo que le dictan y por tanto ser feliz- es decir, creerlo – y descubre que “La mano negra”, fue también otra cosa, además de la marca que dejaban los perdedores en las primeras páginas de los tebeos. Que era, que también fue, un pretexto o coartada que usaron las fuerzas de seguridad del estado, para quitarse de en medio, mediante el exterminio, a ciertos grupos susceptibles de revolucionar el gallinero – el episodio de Casas Viejas puede ilustrar el tema a quien esté interesado- . Un sistema pacificador, por lo demás, universal y generalizado en aquellos años, con capítulos iniciales en la masacre de La Comuna francesa, otros innumerables en la Rusia zarista, y algunos ya, exhibidos por los medios de comunicación al servicio de, como el de Sacco y Vanzetti, cuyo memorial marmóreo espero visitar dentro de unos días.
En todos los casos aparece la misma secuencia, bajo un enunciado tan falso como ininteligible para el vulgo, manos muertas, manos negras, justificando el pasarse la ley por el filtro o teorema fundacional del terrorismo de estado, aquel que dice, que el fin justifica los medios, y que unas mentirijillas no hacen daño a nadie, de los que las dicen, claro está.
Solo que yo sigo estupefacto ante el hallazgo literario, cuando los poetas eran imprescindibles en la política.
Aquí también se puede revisar nuestra historia mas o menos cercana, para corroborar, si alguien está interesado, la grandeza de unir esas dos palabras incompatibles, manos y muertas.
Para resumir, diremos que aquellas manos improductivas no tienen derecho a tener derecho, es decir, si tu no produces nada, no te dejo jugar conmigo, aunque el juego ya haya comenzado con otras normas bien diferentes. No importa, ya te digo. Esto es lo que hay.
En las ediciones anteriores, además, se identificó en el primer párrafo a los titulares de de aquellas manos putrefactas, tras tantos años y siglos de pertenecer a cadáveres, de los miembros del clero, primero, y luego de los ayuntamientos absentistas en el asunto de conseguir beneficios de los bienes públicos – algo, por lo demás, improbable- y finalmente llegar a expropiar alguna pequeña partida a miembros de la nobleza para justificar el corolario del teorema citado, que hace mención a la justicia universal. Eran manos muertas y había que cortarlas por el bien común. A todo el mundo le pareció mas o menos bien y, en sucesivas ocasiones de empobrecimiento nacional, se consiguió satisfacer con ello el primer plazo del vencimiento de los intereses. El primer “efecto” a cuenta del resto del motocarro. Algo así como lo que hace Cassen en “Placido” pero a lo grande. Es decir, con dinero ajeno.
¿Y por qué estoy citando el asunto de las manos muertas, es decir improductivas? ¿De la deuda estatal que ahoga a un país, hasta el punto de obligar a sus mandatarios a tomar medidas tan ilegales como inefectivas?
Porque ahora las manos muertas no son las del clero, ni las de los terratenientes absentistas, son las de aquellos que no trabajan porque no tienen trabajo, aquellos que lo hacen en labores absolutamente inútiles para los demás, aquellos que pudiendo no quieren hacerlo y finalmente aquellos, la gran mayoría, que mueven una enloquecida rueda llamada función publica, cuya autentica función está por ver. Salvo dogmas que satisfagan a los hombres de mucha y buena fe.
En segundo lugar, porque va a resultar difícil, expropiar algo a quien no tiene nada. Ayuntamientos con un craso pasado que hoy son titulares de un debe superior al de muchos países del tercer mundo. ¿Tercero? Otro sambenito. Y tampoco tenemos a nuestra añorada Inquisición para imponer otros nuevos.
Bien es cierto que hemos visto, en una de esas iniciativas incontestables, en las que la ilegalidad es la dueña y señora, como se expropiaba el salario a los trabajadores del sector público, por aquello del bien común insisto, y sin necesidad de recurrir al pretexto de las manos muertas.
Bien es cierto que la única propiedad de que disponen, todavía, la mayoría de los ciudadanos, la vivienda, se ha vuelto iliquida, es decir invendible, a la vez que su valor virtual desciende cada año en cantidades de “dos dígitos” a la vez que su valor catastral, es decir imponible o castigable, vía impuesto de bienes inmuebles, llamado contribución en los tiempos de la desamortización, no deja de subir otros “dos dígitos” anuales , habiendo superado en muchos casos la tasación penal al valor real, es decir virtual, de la propiedad en camino de dejar de serlo.
Es realmente otro tipo de desamortización, y es, también, inevitable. El empobrecimiento colectivo hasta volver a los tiempos que algunos poetas llamaban “de solemnidad”, de pedir pordios (pordioseros).
Y es que, solo me queda esperar ansiosamente, la nueva majadería que convenza a la mayoría de siempre, de como “El fin justifica los medios, todos, y como estos además son justos y benéficos, y fíjense que frase mas espectacular hemos acuñado esta vez, para la posteridad”. Escucharemos algo así, pero repetido muchas veces.
¿Manos muertas? ¿Manos improductivas? ¿Sector servicios? Este último, actualmente, recoge la casi totalidad del empleo en nuestro país, y viene en los libros de educación infantil que, no es este, el terciario, mas que un gigante con los pies de barro sin un sector secundario fuerte, industria, a su lado. Igual viene que, para mantener las pensiones, las “clases pasivas” (manos muertas, a su manera), para mantener la “política social”(otra descomunal estupidez, ya que toda política es social por definición y todo lo social es política por la misma razón), siendo la viabilidad de estos conceptos, que engloban la educación, sanidad, y la protección a los débiles, realmente imposible sin la producción de bienes por las manos vivas.
Intrigado estoy por comprobar cual es la próxima genialidad del rapsoda de turno.
P.D.- El fracaso de todas las justificaciones alegadas por las desamortizaciones quedó patente en poco tiempo. Los latifundios siguieron creciendo con un coste ridículo para sus nuevos propietarios, y gran parte del patrimonio artístico y publico de la nación, sencillamente desapareció.
Esperemos que no se repita la secuencia. Esa ya la hemos visto.
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