El negocio de convertir a las ciudades en parques temáticos
no es nuevo desgraciadamente.
Una vez conducida la turba turística hacia ellas, los
peregrinos modernos quieren saber más cosas sobre el lugar, exigen
características exclusivas, para que ellos puedan justificar el esfuerzo
físico, el consumo de tiempo vacante y, por supuesto, el bolsillo.
Por dicha razón, se suele escarbar en las leyendas
atribuidas a sus pobladores o a sus ancestros, forzando con su insistencia la
transformación de estas leyendas o las referencias literarias al respecto, en
hechos históricos irrebatibles. Museos, criptas milenarias recién excavadas o
ritos tradicionales vigentes desde el año anterior, se convierten en hitos
imprescindibles para los visitantes.
Entre las majaderías habituales de este negocio figuran las
placas votivas, las lápidas verticales adheridas a las fachadas de las casa
“Donde nació X” o “Donde pasó unos años el insigne Y”, sin olvidar las que dan
fe del sitio como “Lugar de nacimiento de la institución Z”.
Nada que objetar, otra dolorosa extensión, flexión dorsal del pescuezo y fotos, muchas fotos, acreditativas ante quien las hace de que, efectivamente, estuvo allí, frente al texto breve y lapidario que enlaza el hueco, generalmente inexistente, tras dos o tres derribos y consiguientes reedificaciónes de la antigua casa natal, con la imagen mental que el turista pueda tener sobre la figura histórica en cuestión.
Nada que objetar, otra dolorosa extensión, flexión dorsal del pescuezo y fotos, muchas fotos, acreditativas ante quien las hace de que, efectivamente, estuvo allí, frente al texto breve y lapidario que enlaza el hueco, generalmente inexistente, tras dos o tres derribos y consiguientes reedificaciónes de la antigua casa natal, con la imagen mental que el turista pueda tener sobre la figura histórica en cuestión.
Como uno es pecador contumaz, y además se deja
arrastrar plácidamente por la turba
vacacional, ha tenido la suerte de poder asombrarse ante cierta coincidencia
asombrosa, por aquello de tener que tomar dos tazas cuando reniegas de la
primera.
Paso del cuadrito que atestigua que allí murió el padre de
J.J. Rousseau, aunque lo haya visto y me haya confirmado mi teoría de la
majadería de la que no puedo sentirme excluido, pero cuando un par de calles
más allá, en la Grand Rue ginebrina, veo la que certifica el nacimiento de J.J.,
en una fachada que tiene todo el aspecto de ser realmente la misma de aquella
fecha, 1712, ya comienzo a marcar el cuaderno de viaje con un aspa en el lugar
justificativo del viaje.
Su “Contrato social” fue uno de esos libros que he leído
tres, o quizás cuatro, veces en mi vida, y en cada ocasión me ha surgido la
misma pregunta. ¿Donde puedo firmarlo, dejar constancia de estar absolutamente
de acuerdo con todo?.
Sin olvidar que el autor escribiese también mi libro
homónimo, nada menos que “El Emilio”. Permanecer unos minutos, pocos, ante la
fachada de su casa resultó un homenaje menor para el precursor de la
Ilustración, pero harto gratificante para un servidor.
Me doy la vuelta y continuo andando por la calle, cuesta
abajo por cierto, en un día en que, no muy lejos de allí, las vacas suizas
estaban muriendo por el exceso de calor, verano inmisericorde, que no era mi
caso, gracias a la excelente cerveza con que los turistas prudentes nos
mantenemos hidratados. A pocos metros de allí veo otra cruz, la siguiente del
obligado viacrucis estival y...casi caigo de espaldas.
Justo enfrente de J.J., nació Michel Simón, casi doscientos
años después, y de pronto me entra el mareo, la conexión de estos dos
personajes, de su lugar natal, y sus efectos en la cultura y la historia
europea y en los recovecos de mi memoria, ecos harto repetidos en los estantes
de la filosofía, la política, el cine, pardiez el cine, las mas de ciento
sesenta películas en las que participase Michel Simón, y aquellas
imprescindibles para cualquier adicto, L´Atalante, La Chienne, Boudou, El viejo
y el niño.. Sin olvidar su laboriosa dedicación como probador de las pupilas de
Madame Claude en la vida real. Genio y figura.
Curiosidades, coincidencias anecdóticas, intrascendencias
sin importancia, y personajes tan discutidos en su actitud moral, en su vida
personal, como admirados e imprescindibles para quien esto relata. Doy fe.
Dos glorias de la cultura francesa que, curiosamente,
nacieron fuera. ¿Fuera de donde?. Comienzo
a comprender que el nacionalismo es un patrimonio exclusivo de los paises
pobres, los otros, evidentemente, no lo necesitan.
- Michel Simón: “Nací en 1895, y como las desgracias nunca
vienen solas, el cine también nació ese mismo año”
- J.J. Rousseau: Con 33 años vuelve a París, donde convive
con una modista analfabeta con quien
tiene cinco hijos y a quien convence para entregarlos al hospicio conforme van
naciendo. Al principio dijo que carecía de medios para mantener una familia,
pero más tarde, sostuvo haberlo hecho
para apartarlos de la nefasta influencia de su familia política: Pensar en encomendarlos a una familia sin
educación, para que los educara aún peor, me hacía temblar. La educación del
hospicio no podía ser peor que eso. (De Wiki).
Sospecho que el dilema educativo sigue sin resolverse
doscientos años después, el como educar peor a los hijos, si por la familia o a
través de la sociedad. Miedo me dan las respuestas, aunque la teoría del
Contrato social y la de Emilio o la educación, sigue pareciéndome bellísimas.
Supongo que será porque el dilema no tiene solución ni nosotros tenemos
remedio.
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