lunes, 15 de enero de 2018

! PECHÁ DE TONTOS ! .-





!Pechá de tontos!



La exclamación favorita de mi amigo Manolo. Que también puede pronunciarse con la voz discretamente amortiguada, junto al oído del destinatario. Pero el resultado para quien la pronuncia suele ser insatisfactorio con esta segunda opción. En voz alta, y voceada espontáneamente cuando la ocasión lo requiere, produce la sensación de liberación espiritual que estamos buscando cuando obsequiamos a los oyentes con ciertas verdades que nuestra mente se niega a silenciar.

Y no es el caso, ahora silenciamos todo lo silenciable y un cominito más por aquello de que generosos lo hemos sido siempre. Es una actitud mediática, sin tener muy claro que el termino signifique estar influenciado por los medios de comunicación hasta el esperpéntico disparate, o bien estar censurados por el medio humano en que te mueves y el temor de la respuesta de esta pechá de tontos en la que por supuesto se incluye quién pronuncia la frase en cuestión.


Y es que hay que estar muy tonto – lo de serlo también está proscrito, los subhumanos le costaron otra eternidad al III Reich – para tener que tamizar toda expresión del libre pensamiento, librepensador igual a pecador, hasta el extremo de tener que pasar cada idea que vayas a comunicar por el filtro de la moda, la corrección, el evitar a cualquier precio la disensión, la discrepancia con la actitud de la mayoría de abducidos, de la “gente” entre la que te incluyes y que no están dispuestos a oír, y menos a escuchar, nada diferente a la ola, al tsunami de estupidez que nos asuela.



Para evitarlo, realmente suele ser suficiente, y también necesario, escuchar a la razón, ese dispositivo intelectual que una vez puesto en marcha, y según los filósofos urbi et orbe, suele limpiar las ideas de cualquier estimulo parásito que se le haya adherido debido a la contaminación del medio, de ambos medios.

Claro que, la razón, como los buenos hábitos intestinales, requiere su tiempo, su aislamiento, y su frecuencia más o menos rítmica, condiciones indispensables para que no se desubique por su falta de uso y nos provoque situaciones harto desgraciadas.


Si ese tiempo, y su complementario, es decir todo el de nuestras horas, lo dedicamos a ver y escuchar los mensajes de los misioneros del gran hermano, del ojo que nos hipnotiza para que no despeguemos los nuestros de él - aquí Orwell no acertó de pleno en sus profecías, no fue necesario que el ojo del gran hermano nos vigilase, ha sido suficiente con que no dejemos de mirarlo para conseguir el mismo fin, la uniformidad del pensamiento- si no dejamos el mínimo resquicio para que la razón pueda digerir, o rechazar llegado el caso, la marea informativa y encerramos el criterio junto a la razón, donde no pueda molestarnos, para dejarnos llevar por el no pensamiento de quienes nos rodean dejándonos flotar en el eco adormecido de tu recuerdo, de estar sin ti, como en el bolero “Ansiedad”, nos convertimos inevitablemente en “Pechá de tontos”.



Suelo interpretarlo, con elevado margen de error, como una nueva religión, si es que alguna religión pudiese merecer el adjetivo de nueva. Creer lo que nos repiten machaconamente los medios de comunicación, y que nuestro próximo prójimo -son sinónimos dudosos- considera harto correcto.


Cualquier pensamiento, cualquier opinión, fuera del estricto ropaje que la moda impone a nuestras convicciones morales o políticas del momento, son consideradas heréticas y puede llegar a suponernos la expulsión del modesto paraíso cotidiano, e incluso ser arrojados a la cloaca máxima como le sucedió al pobre Sebastián, quien hoy, además de santo, tendría y tiene avenidas y ministerios a su nombre, tan solo por lo voluble de las modas y el anacronismo del pensamiento colectivo, que nunca lo es, ni debe serlo. El pensamiento es individual y como la razón, de cada cual, debe ser quien mueva nuestras acciones dentro de algo tan asumido universalmente como es el respeto a los demás.



Hasta aquí el prefacio, la antífona de mi error al dejarme llevar por esa parte del ciclo de la humanidad, esa curva descendente, cercana al fondo espero, en que el miedo cercena cualquier atisbo de libertad arrastrándonos a mayor velocidad hacia el suelo de la sima. 


Resulta que el disco de este año – al fin llegamos al asunto principal- como casi siempre, está construido de forma libérrima, mediante la selección de piedras rodadas recogidas en el borde seco de la playa -el agua, la humedad, enturbia su color real, igual que hace la distancia con el de los ojos de las chicas- con el único criterio de la elección de ciertos tonos o matices que, manteniendo su diferencia individual, permite incluirlas en un grupo común, en un puñado donde ninguna desentone de las demás. Habitualmente el gris parduzco o el pardo grisáceo marcan el patrón predominante del conjunto, asimilado al nuestro propio, el del grupo que jamás ha necesitado colores estridentes o marcos de fantasía para enorgullecernos de serlo, grupo, tribu, la cosa.



Sucede en contadas ocasiones que, como en la peli del Indio Fernández, uno recoge una presunta perla negra entre las piquenas -pequeñas en portugués- confundiéndola con un fragmento romo de pizarra o restos de carbón que han llegado flotando desde el mar delos sargazos, quizás. Y aquí , con la perla oscura comienzan a desatarse las pasiones, la ambición, la codicia, y quien sabe si la lujuria, que el tema de la bragueta es siempre recurrente cuando la novedad se universaliza – se hace viral para entendernos – llegando a amargar el sueño del afortunado hasta entonces, poseedor de la joya admirada por todos, aun a sabiendas de que para este humilde pescador -de coplas. A. Molina- no es otra cosa que otra chinita, una más, cuyo mayor merito es el remoto parecido que pueda tener con alguna semipreciosa del albúm de cromos de la infancia.



El caso es que, después de ordenado el conjunto, de quedar terminado el CD 18 con la composición habitual, boleros pocos, por no ser excesivamente llorones ni melosos los oyentes, coplas tres, raigambre imprescindible, algún instrumental con predominio de guitarra fender, gibson más raras veces, y el resto de música bailable, rock, cumbia, twist, o cha cha cha si viene al caso, dejando un par de estridencias con cierto matiz humorístico y otro bastante evidente de sacrílego, bien entendido que el tema de los sagrado suele ser tan individual como el de la razón que mencionaba antes. Cada cual en la suya y dios -el de cada cual- en la de todos.


Soy consciente de que me la juego, de que cada imagen que a veces rompe el cantor, quien también a veces tiene razón según Yupanqui, puede suponer una ofensa para alguien quien no esté habituado a salpimentar la comida, hábito frugal que le aleja de la gula, terrible pecado capital que, desgraciadamente, no se asentó entre nosotros.



No obstante, ante la duda, suelo retirar del borrador inicial, aquellas cuya calificación de 4.- Gravemente peligrosa, las hace candidatas al escándalo que, es como todos sabemos el peor de los pecados y del que nadie se confiesa, que yo sepa. Sobre todo porque son los escandalizados quienes lo ejercen, lo protagonizan con su rechazo, y quienes deberían ir al confesionario a declarar que se han escandalizado por esto o por aquello, y resulta que no, que no van.


Dejo un par de ellas agridulces, no más, y cierro el disco, lo quemo con el burner -así se entiende mejor- y comienzo a repartirlo, cuando mi sospecha se convierte en certidumbre, al ser ocasionalmente rechazada la edición por el mero título de una canción. Me confirman que, con ese nombre ni siquiera han llegado a escucharla, blasfemo que eres un blasfemo, y no importa que la canción reivindique justamente lo contrario de su enunciado, vade retro.


Por supuesto que la religión de la que estoy hablando, y su liturgia, es la recogida en el título de este post - escrito- la sometida a la moda cruel de hoy, que obliga a situar por encima del mal y del bien, de lo divino y de lo humano al leiv motif televisivo de la igualdad de géneros, del crimen pasional -hoy llamado violencia de género- o al acoso intersexos, o heterosexos o quizás bisexos que de todo hay en esta viña. En todo caso la bragueta eterna, el tabú que nos cantaba Lola hace cuatro o cinco discos, y que nos permite pensar y hasta opinar libremente de todo, menos del asunto de moda.



Ahí me han pillado, y obligado a cambiar la edición cuando la rotativa ya estaba en marcha, produciendo dos versiones distintas- una de ellas beata- y un solo fin verdadero, el de divertir, y si puede ser, bailar.


Me queda la duda de si he actuado correctamente al dejarme llevar por este puritanismo mal entendido que nos constriñe, pero ni la picota, ni los autos de fe han sido nunca aficiones de las que haya disfrutado, y si perdono al rollo -Pericucho- donde suponíamos colgados a lo herejes y delincuentes, es por estar anejo al campo de fútbol que, inicia otra religión de la que sería mucho más peligroso el renegar, válgame dios.



Censurado pues, sin vestigios del mal gusto, de la irreverencia, ni del tradicional aroma a las revoluciones caribeñas o transalpinas que tanto espantan al personal, encontrarán algunos la versión que aleatoriamente he mezclado con la non sancta, por aquello de que la sorpresa, el azar es quien según los deterministas -de todo hay- nos hace elegir nuestro camino. Que tampoco era cosa de destruir los ejemplares primitivos, siguiendo los consejos del director espiritual de quemar o enterrar aquellos libros que figurasen en el Index

Tiene gracia que el Index hoy lo renueven todos los años en la tele y en las redes sociales, y que sea más severo que el de entonces. Al fin y al cabo yo siempre lo usé como lo que en realidad era, una lista de lecturas recomendadas. 


Véanse “Index librorum prohibitorum et derogatorum” de la inquisición española de 1612. Y compárese con su versión actual la del manual de lo políticamente correcto. Cuatrocientos años echados a perder.

Pechá de tontos.



P. D.-

Y no, el título del disco de este año no es ese. Podeis comprobarlo.





Y esta es una de las autocensuradas, para que veais que no os miento. Fijaos en el humo que sale del Colt. Tremenda alegoría.




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