
Parece ser que, al menos para los
creyentes en el mundo científico, las estrellas no son lo que
parecen, son tan solo la luz que viaja en el espacio regalándonos el
recuerdo de aquellas extintas hace millones de años. Para hacerlo
todavía más sorprendente, nos quedamos sin conocer la fecha del
futuro y definitivo apagón de cada una de ellas. En todo caso,
algunos eones después de que la humanidad se haya marchado.

Cineasta auspiciado por otros
directores, Víctor Sjostrom –inefable protagonista de “Fresas
salvajes” y Alf Sjober; inspirado por los dramaturgos Ibsen y
Strindberg, iluminado por la cámara de Steven Nyvist, y vestido con
las máscaras de actores como Gunnar Bjornstrand, Max Von Sydow,
Ingrid Thulin, Bibi Andersson, Harriet Anderson y Erland Josephson.
Nombres exóticos convertidos en rostros familiares de nuestro
universo cercano.

El séptimo sello, 1957, y su partida
de ajedrez del caballero contra la muerte, establecen que hay algo
peor que el diablo y que el pecado, alguien que gana todas las
partidas.

Después, sus películas no cesan de
ganar en intensidad dramática y en calidad visual. Los primeros
planos y los silencios generosamente intercalados en todas sus
historias crean una marca de fábrica que hace germinar innumerables
e insensatos imitadores. Obras de enorme densidad emocional, con
evidentes sobreactuaciones de actores prodigiosos. El rostro, El
silencio, Los comulgantes, Persona, La vergüenza, Pasión, Gritos y
Susurros, Secretos de un Matrimonio, o Cara a Cara, son títulos tan
aparentemente secos e impasibles como las historias que encierran,
tan lentos en su exposición como generosos en la psicología de sus
personajes.
Desgraciadamente limitadas a circuitos
especiales, a disposición de un público que se hace adicto a ellas,
o que las rechaza por aquello de que “el mensaje” no quedaba
suficientemente explicito o, quizás, no sienta necesidad de mensaje
alguno.

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El testimonio de Jaime (Ahora Jaume,
léase Yauma).-

La película era “La vergüenza”
“Skammen”, de 1968, y la reunión, en la sala de actos del
colegio mayor, un ensayo a las asambleas preconstitucionales que nos
entrenaban para pergeñar ideas propias y defenderlas a cualquier
precio, algo que pocos años después ya no haría falta, ni
defenderlas, ni mucho menos tener ideas propias.

No pudimos encontrar mejor motivo para
elevar aquel epílogo al corolario argumental que rubricaba la
intencionalidad del mensaje. Intencionalidad sobre la que disponíamos
de varias interpretaciones, razonadas, discrepantes, y justificadas
durante largos minutos, hasta el paroxismo y más allá, por aquellos
que veíamos clara la advertencia apocalíptica bergmaniana.
Estábamos a punto de concluir el
mitín, del que saldríamos como casi siempre con ideas divergentes
sobre la cuestión, pero reforzadas las propias dentro de la cabeza
de cada ponente, cuando apareció Jaime.
Perdón, Yauma, que era físicamente
parecido al Woody Allen de aquellos años, si bien algo más bajito y
quizás con gafas más discretas. Pertenecía al grupo de estudiantes
de telecomunicaciones, quienes habían asumido por principios de
lógica difusa, la responsabilidad técnica de la sala de
proyecciones. Era pues el proyeccionista que nos había servido el
espectáculo.
Tímidamente se acercó desde atrás y
tras varios intentos por hacerse oír en medio de las últimas
parrafadas estentóreas, pudimos escuchar su versión. Definitiva.
-Quería pediros disculpas, me temo que
sin querer, he dado con el codo a la palanca del sonido, y os he
dejado sin oír los cinco o diez últimos minutos. Si os parece,
rebobino y os los vuelvo a poner.
No hizo falta, ni de aceptar sus
disculpas, ni de comprobar la veracidad del mensaje que habíamos
inventado.
Marchamos cabizbajos, y aleccionados
sobre la incapacidad del ser humano para interpretar sensaciones que
escapan a sus sentidos. Ver más allá que tus ojos u oír cosas que
no escuchan tus oídos. Dejarte guiar por una mente que fía en la
intuición, en la agudeza y arte de ingenio -exclusiva de Gracián-
aquello que solo puede sostenerse con datos fidedignos.
Enseñanzas que, como podéis
comprobar, tampoco nos han servido de nada.
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