lunes, 18 de febrero de 2019

EL EBRO NACE EN FONTIBRE...

                            

Vuelvo a la feria del libro antiguo -léase usado y de ocasión.- y a mantener la mirada perdida de quien busca reencontrarse con algún amor de aquellos que nunca tuvo, que son, obviamente, los de reencuentro mas difícil, por no decir imposible. Perdido entre constelaciones de títulos de otras épocas, de las suyas, modas de autores, géneros y hasta ediciones, que hoy me resultan vergonzantes por su aspecto, cubiertas, portadas y sobre todo vejez, que no ancianidad. Los libreros los mantienen limpios y perfectamente ordenados, exentos de polvo y de las miasmas que se adhieran a los dedos y, quien sabe, al olfato. Pero a pesar de ello me invade la melancolía, el peso de un tiempo evidentemente parco en literatura de otros lugares, de autores imprescindibles de los que podíamos gozar un solo titulo, a veces ninguno, en colecciones dirigidas a kioscos, y ausentes en librerías que dispensaban unicamente las versiones canónicas de la media docena de escritores patrios consagrados. Las listas de ventas y sus best sellers aparecían como algo incipiente en el mundo editorial y sus consecuencias son las que tengo ahora ante mi mirada, libros, y arboles, condenados a la basura desde mucho antes de su tala e impresión.

Pero surge la sorpresa otra vez, el flash back de la película de la vida, cuando el amodorramiento ante esa ilimitada biblioteca horizontal, me hace dudar de si la ecuación entre el placer y la consciencia del tiempo perdido, han invertido su nivel cabal. Un susurro en mi oído, el bueno, y una visión fugaz al girar la cabeza. Alguien estaba ofreciéndome un articulo prohibido, u obsceno, vaya usted a saber; con toda seguridad algo que no estaba expuesto legalmente al publico en ninguna caseta. La memoria me situó inmediatamente en los años del contrabando, del estraperlo, del matute, en esas escenas vistas en el cine neorrealista , donde la estilográfica, el falso reloj o los duros de plata adulterada podían justificar el argumento de cualquier película.

- Tengo ex libris- volvió a decirme en un susurro casi inaudible, mostrando un pequeño catalogo plastificado de garabatos con los que algunos viciosos de la lectura marcan sus libros como si fuesen reses de su ganadería, imitando quizás a James Stewart o a Kirk Douglas en algún rancho de celuloide.
Mi negativa instantánea, refleja ante lo desconocido o inesperado, que no pocas perdidas me ha ocasionado, me liberó del acoso y me dio la entrada a la memoria de ese submundo, que creí desaparecido, de la venta personalizada, a través de cauces tan viejos y en desuso como la mayoría de los libros expuestos. 

Conste que algunos de ellos gozaban de la marca de su anterior dueño en la primera pagina, algunas de un barroco subido, y no pocos incluyendo nombres y apellidos. Conste también que uno ha pasado por la debilidad de elegir cierto día un tampón con caracteres góticos y el grabado de un diablillo con guadaña, y sellar con tinta bermeja algunas victimas de la estantería, de cuando hubo una estantería, hoy toda la casa es un estante, a la vez que la ingenua pretensión de registrar en propiedad algo tan inasible, y afortunadamente perdurable, como los libros. Este pecado venial me vuelve compasivo con la vanidad de aquellos que insisten en
 trasvasar todo el agua del mar a su charquito en la playa. Vanitas vanitatis.



Especial por su exagerado tamaño y por añadir en filigrana el nombre de su ex, enriquecía cierto exlibris, aquellos tres tomos con las obras completas -de momento, hasta que surjan los inéditos- de Kafka, en cuidada encuadernación, ubicados en alto, a la derecha del altar donde esperaba el termo y el bocadillo del almuerzo. Pregunté, obviamente interesado por ellos, a sabiendas de que serian unas segundas nupcias, en las que persistiría el anillo de bodas inicial, del que no dudaba en desprenderme después cortando el dedo anular, la hoja en cuestión, al llegar a casa.
Ante la estupefacción que me produjo escuchar el precio que me pedía, seguramente incrementado irracionalmente por el interés que el probable comprador estaba manifestando – error que no me canso de repetir- el librero se vio obligado a explicarme sus presuntos motivos:

-Es que ya vienen subrayados, como usted puede comprobar- y un rápido movimiento del pulgar sobre las hojas del ejemplar que tenia en mis manos, a modo de amoroso abanico me confirmó el horror: lineas, párrafos y hasta paginas enteras, sometidas a la violencia sexual, al estupro indecente del rotulador verde, del marcador en manos de quien odiaba los libros, las mujeres y, seguramente, la humanidad. Alguien que ha pretendido resumir, limitar, digerir para un tercero inesperado, la prosa de Kafka. Otro desengaño para mi pobre corazón, ya acostumbrado a boleros mucho mas hirientes y desesperanzados y, por tanto, preparado para olvidar, por aquello de que la distancia es el olvido y de que entonces me daré la media vuelta, cosa que hice.

No obstante los libros, ellos, iban llenando las bolsas, y ellas, dos, tres, en su incesante gravidez, cortaban paulatinamente el riego sanguíneo en los dedos de mis manos provocando el dolor físico y mental, intolerable para el adicto que se encuentra incapacitado para decidir entre perder algún dedo, una mano quizás, y el poder seguir husmeando, oliendo cubiertas y oteando títulos en dosis ilimitadas para el vicioso que no terminaría su adquisición compulsiva hasta escuchar como el cierre sucesivo de las persianas metálicas le anunciaban la despedida hasta el próximo año. Esplendida cosecha la del 19.

Y gris presagio para la lectura venidera. Un nuevo autor se ha encaramado en el retablo, y a punto ha estado de derribar a otros que creí imperecederos. No los ha desplazado con malicia alguna, todo lo contrario, al encuadrarse dentro del club de aquellos que te hacen leer a otros, de los que disfrutan con la buena literatura y lo comparten contigo. Sucede que es uno sobre el que apenas había frecuentado su lectura y, además, lleva tiempo el hombre escribiendo sin la menor moderación. Estoy refiriéndome a alguien que supongo tiene por lema aquello de “A la cama no te irás, sin escribir otro relato más”. Aunque él los llame "El salón de los pasos perdidos" y sean apuntes de un diario que edita todos los años con el suficiente decalage temporal, imprescindible para reelaborar ciertos pasajes y para deslumbrar al lector con hechos y lugares que creía perdidos en el tiempo. He perdido la cuenta de cuantos lleva publicados, de las novelas y artículos que llevan intercalados, y mi única desgracia es que tendré que leerlos todos, los vivos, los muertos, gracias a su persistencia en el mundo del libro usado, y los futuros que vayan apareciendo. Se trata de Andrés Trapiello, y figura, ya digo, en ese lado del santoral donde se juntan las los afluentes mas caudalosos del Nilo.

Uno se imaginaba feliz y satisfecho habiendo leído “todo” de alguno de sus favoritos, Monterroso, o Juan Rulfo, aquel mejicano que buscaba a su padre en el desierto de su memoria, quizás también el chico de la cebada, contemplando satisfecho las obras completas del trío en el rinconcito aquel de la estantería. Asumiendo la imposibilidad de rascar poco mas de la superficie visible de la obra de Zweig, de Borges, e incluso de mis penúltimos proveedores, Pla o Ferlosio, imposibles por inabarcables. Y ahora me sale otro de la misma estirpe. Otro vicio extenuante del que se me amontonan los títulos por leer y me aterra pensar los que tiene por publicar e incluso por escribir. Prometo, privado de la voluntad, devoción absoluta al nuevo icono junto al sagrario.
Pocas veces encontramos a una persona inteligente y honesta, hasta un momento al menos en que resulta difícil dejar de serlo, por aquello de la condición humana, y que comparte contigo esa visión de la vida que te produce bienestar. No creo que en las farmacias ni en el camello de la esquina, pueda encontrarse un estimulante mejor. Bienvenido,Trapiello.


...CERCA DE REINOSA.  (Son el santo y seña que te permite la entrada al circulo del conocimiento. Si desconoces que cerca de Reinosa es el lugar donde nace el Ebro, dificilmente podrás comprender las motivaciones políticas del pueblo español de hoy). Claro que hoy no se llama pueblo, es el público nomás, y lo de español...

P.D.- Si. En Aligre todavía hay dias que te cobran un euro por libro. Si bien, lo normal es que puedas elegir dos libros por un euro, elegir entre miles, con la única limitación de su peso y la del vuelo low cost.

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