Bertolucci.-
El hombre que ascendio desde la llanura
padana -La estrategia de la araña, Novecento, El conformista- a la
Ciudad prohibida, en El ultimo emperador. El chico que pasó de
ayudante de Pasolini a convertirse en un icono del cine europeo y
situarse entre los grandes de todos los tiempos.
Del marxismo antifascista de su
juventud, inevitablemente inducido por las secuelas de los camisas
negras en su tierra, sin llegar a los excesos revolucionarios de su
admirado y amigo Godard, pasa a centrar sus esfuerzos en retratar la
ambigüedad moral de sus personajes, victimas y a la vez verdugos, y
lo hace con la inestimable ayuda de escritores prestigiosos que le
facilitan la labor con sus novelas. Borges en su tema del traidor y
del heroe, que le permite denunciar la inexistencia de limites eticos
cuando la la estrategia del poder – Gramsci o Berlinguer- está por
medio.
Todo vale, incluida la mitificación del heroe, necesario para
los ciudadanos de Tara -homenaje a la otra Tara- aunque ellos no
tuviesen claro dicha necesidad. El partido velaba por cubrir esos
deseos ocultos o inexistentes que servirían de motor al cambio.
Esclarecedora al respecto la reciente Cold War. En la película de
Bertolucci aparece Alida Valli, lujo de actriz que llena la pantalla,
conviertiendo en color el blanco y negro, y también ya estaba allí
Storaro detrás de la camara, iniciando un tandem fundamental. Su
travelling circular en la pista de baile ya era la precuela del que
veriamos en El último tango, dos años y muchos millones despues.
En la novela de Moravia, Il
Conformista, busca, sin encontrarlas, justificaciones a la
podredumbre historica y social que convierte a cualquier personaje
anodino o indiferente, en aspirante a integrarse en las legiones
fascistas, a convertirse en el repugnante Achille de Novecento, a la
vez que nos lo muestra absolutamente perdido en su particular
universo personal. Aqui además, nos descubre Bertolucci que existen jovenes
actrices, Sandrelli, y Sanda, que aportan sensualidad a la pantalla,
un nuevo estereotipo sexista que las exuberantes maggioratas del cine
italiano habian mantenido en exclusiva ante la perfección de sus
figuras, representantes quizas de la proporción aurea de un Fidias
neorrealista., y que nos revelaba la atracción femenina en la
cercanía donde habia estado siempre, en las chicas de al lado.
Pero
es el clima de la historia el que la hace intemporal, los escenarios
de un itinerario vital que visten a la perfección el viaje hacia
ninguna parte de ese conformista, de todos los que consintieron
aquello con su colaboración o su abulia.
La tercera novela que llevó a la
pantalla, El Cielo Protector de Paul Bowles, un borrador
autobiográfico de aquella pareja de escritores en el Marruecos de los
años cincuenta, nos vuelve a presentar a los protagonistas perdidos
en un ambiente absolutamente transgresor, del que ellos disfrutaron a
lo largo de sus desdichadas vidas. Autor que, al menos, estuvo en
contacto con todas las generaciones de literatos norteamericanos que
llenaron el siglo pasado, la generación perdida, la beat y la gai, y
nos dejó documentos vividos sobre el mito del Tanger como residencia
de cadaveres exquisitos, mito y faro que ellos ayudaron a crear.
Lamentablemente, a esas alturas Bernardo ya habia perdido la gracia
del mar, como el marino de Yukio Mishima, y como lo hizo el cine que
conocimos,en general, a partir de los años setenta.
Su obra más compleja, y ciertamente la
más valiosa, no fueron Novecento, que nos contaba en ocho horas lo
mismo que Lazzaro felice en dos, ni tampoco la multipremiada del
último emperador, peliculas que hoy pierden empaque al carecer de
salas y pantallas adecuadas a su formato.
Entiendo que su película
capital es El último tango en Paris, donde Brando, a su pesar,
renació para el cine en tres o cuatro escenas magistrales: el
monólogo inolvidable frente al cadaver de su mujer, el duo
compartido con el amante de la esposa suicida, batines identicos
incluidos, y el final, antológico. Esfuerzo actoral exigido por el
director que supondria una enemistad de muchos años y que los
cinefilos no dudamos en amortizar e incluso aplaudir.
Le sobran un
par de detalles para ser considerada una pelicula de las que marcan
un antes y un despues, el anticlimax de la presencia de Jean Pierre
Leaud, y el escandalo mediatíco de sus supuestas escenas de sexo,
motivo que llevaba los espectadores españoles a peregrinar
Perpignan, cuando aquí no podia verse. Y hoy si puede verse, y
volver a hacerlo en un formato ideal para nuestras pantallas caseras,
comprobando que el buen cine no muere nunca y que Bertolucci merece,
y agradece, una revisión de muchas de sus películas.
Eso, y seguir escuchando a Verdi,
Morricone, Sakamoto o Gato Barbieri, rubrica musical de excepción.
P.D.-
Paul Bowles retrató sagazmente al último viajero:
"Han desaparecido los mozos de andén, los porteadores, de los aeropuertos. Nadie acarrea mis maletas, mis libros".
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