martes, 26 de abril de 2011

DÍAS DE VINO Y ROSAS 1.-


El gorrión cayó del nido, prematuramente, y me dio la tarde.


Vuelve uno a casa con la satisfacción del deber cumplido, de haber aprovechado la jornada de asueto con los objetivos placenteros ampliamente conseguidos – los que están a mi alcance- después de haber rozado el éxtasis en aquellos apartados fundamentales en la hoja de ruta: amigos, merienda al aire libre, y naturaleza en su versión absoluta, la dehesa, el prado, y el arroyo que mece los oídos con su murmullo amoroso. Algo como un must, coronado por sensaciones y hallazgos intrascendentes-o sea imprescindibles- que justifican sobradamente la larga travesía del desierto anual, del calendario asesino, que lo es.
Incluso he cantado una copla en trío, y no he apreciado protestas en el auditorio, si bien la hora ya venia cargada de mezclas y volúmenes inapropiados de ciertas bebidas que suelen volver los oídos más condescendientes, con cualquiera.

Lo cierto es que regresaba yo tan feliz por los ratos disfrutados, alimento de los dioses, que no me apenaba en absoluto el que la función hubiese terminado; quizás bajo el efecto residual de algún brebaje inusual. Ciertamente, tuve que bañar el brazo de gitano en single malt para que este expresase toda su capacidad gastronómica, lo que en tiempos en que la nata no es nata ni el azúcar es azúcar, no fueron ganas de dar la nota ni de fomentar adicción alguna, tan solo de tomar un postre rico, rico. Eso fue unas horas antes.

Al salir al patio, por mor de la cobertura telefónica, todo hay que explicarlo si pretendemos realismo, encuentro revoloteando en un rincón, un pollo de pardal, apurando las pocas fuerzas que le quedan desde su caída del alero, posiblemente al mediodía, en la hora cuando el calor húmedo hace insoportable la espera en el nido e invita a la imprudente percepción de que las alas –ya- están preparadas para volar.

Lo recojo del suelo y a la vez que intento reconfortarlo en la seguridad de mi mano, trato de explicarle que no tiene motivos para preocuparse ya que, inmediatamente, lo voy a devolver a un punto cercano a su hogar, donde su madre, o quizás el instinto, lo van a reincorporar al nicho amoroso, hasta permitirle una nueva oportunidad. Mentiras piadosas.

Ciertamente cumplo con mi promesa, solo que a la mañana siguiente lo encuentro en la misma losa donde lo encontré, pero esta vez con las patas hacia arriba en una posición harto ominosa.

Y es que olvido, o mas bien quiero hacerlo, que solo es un pajarillo y que, salvo excepciones, el retorno al hogar es imposible y que, además, las oportunidades para iniciar con éxito el primer vuelo, se reducen a un solo intento, no hay más.

Confundo las aves con los mamíferos, y a estos con el ser humano, como si la mera taxonomía del libro de ciencias naturales nos hermanase con ellos. Craso error.
O quizás no.
Intentamos asemejar parte de nuestros instintos humanos, y la piedad o la compasión lo son, y extenderlos al mundo animal, cuando ni entre nosotros llega a suponer algo más que un borrador de buenas intenciones.

Piedad es virtud, compasión es sentimiento, aunque ambos son sustantivos, y permanecen a una escala donde lo puramente individual deja de serlo cuando salen a la luz. Así comienza la confusión entre querer y poder, entre dar y aparentar o finalmente entre justicia y caridad.
En un mundo donde es habitual, o debería serlo, la segunda oportunidad. Donde el tropiezo y la caída al suelo deberían ir seguidos de la mano amiga que nos ayuda a levantarnos. A la vez que la lección aprendida nos evita su repetición.

Y es que toda vida no es otra cosa que aprendizaje.
Lástima que el gorrión no pasase del primer capitulo.

P.D.-

Y no llevo como Bloom un riñón, para comerlo, en el bolsillo; pero la samfaina del bar estaba horrible. Olvidaron dos cosas, primero lavar bien las vísceras -callos- y después tirarla, antes de servirla. Malo.
Si no fuese por esos pequeños, estúpidos y asquerosos instantes que tiene el día; no podríamos reconfortarnos con la inmensidad de momentos maravillosos que lo completan. El balance es positivo, siempre.
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3 comentarios:

  1. Mientras, como dice la canción, sigamos entibiando un pájaro herido en la mano,no olvidemos el viejo café,aquellos veranos...etc,permaneceremos anclados en lo mejor de lo mejor.
    Fuerte abrazo. Charo

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  2. Astilla sabe que si los gorriones hiciesen sus nidos al alcance de los depredadores, hace tiempo que se habrían extinguido.
    Más o menos lo que va a ocurrir con nosotros,los demócratas.

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