3.- Intermedio sinfónico.
(El de “Cavallería rusticana”, que aparte de estar ambientada en un
melonar, nos encanta , a Coppola hijo y a mí).
Para las más verbeneros, sugiero
tararear “Corazón de melón”, mientras reflexionan sobre su característica, ya
que este es huero, y no rebosante de jugo y sabor como el de la sandia. Por
mi parte, reconozco mi incapacidad para comprender la relación que pueda existir entre el estribillo
, Corazón de melón, melón, melón..., y el resto de la letra:.
Luna, desde que te conoció
No hace más que pensar,
Que pensar en ella
En ella, en ella.
No hace más que pensar,
Que pensar en ella
En ella, en ella.
Dime, dime que pasa por tí
Que no puedes ya vivir
Sin ella, sin ella, sin ella, sin ella
Que no puedes ya vivir
Sin ella, sin ella, sin ella, sin ella
La semana pasada, salí de la autopista buscando el puesto de
melones bajo la lona, habitual en cierto punto al sur de Despeñaperros, y
encontré en su lugar , tras un todavía esperanzador recodo, una gigantesca,
elefantiásica y megalomaniaca área de servicio, donde restaurante cafetería y
tiendas diversas se mezclan, haciendo difícil incluso el que pudiera alcanzar mi
segundo objetivo propuesto. Observo la llegada simultanea de tres autocares y
apuro la búsqueda de los servicios antes de que también resulte imposible el
desagüe. Pero los autocares estaban ocupados exclusivamente por chicas,
japonesas, con lo cual la disponibilidad del aseo resultó
plena..
Ofrecian en la tienda, alemanes de Guarromán y miguelitos de la Roda – sobre los que glosaremos otro dia - de los melones ni rastro.
Ofrecian en la tienda, alemanes de Guarromán y miguelitos de la Roda – sobre los que glosaremos otro dia - de los melones ni rastro.
4.- Prosigue el
ascenso imparable
Me aferro a los signos externos de riqueza, como último
recurso. A aquellos estigmas que antes obligaban a pagar impuestos por ellos y
solo por ellos, y que hoy quedan exentos al resultar de difícil separación la
tipología de los dueños de los Porsches y los Stingray, entre narcotraficantes,
proxenetas o, más abundantes, corruptos a cargo del Estado. Y no es cosa
tampoco de molestar a nadie, mejor mirar para otro lado y dejar los signos
externos para… los melones.
Etiquetas en primer lugar, vistosas, tradicionales con la
foto de la primera comunión del abuelo fundador, o incluso de diseño, con la
firma del artista, que de todo hay. De dar a calar ni hablar, venta al peso,
ignorante el consumidor de que un buen melón puede llegar a pesar lo mismo que
un buen jamón y concretarse en un ticket de varios dígitos.
Pero este verano han hecho añicos mi paciencia, y de
virtudes teologales ando en precario, también. He estado comprando la variedad
más costosa de las ofertadas, obviando que solo el necio confunde el valor con
el precio, aun aceptando el estigma de la etiqueta de marras “Melón de autor”,
y me he callado, como lo haría ante el humilde melonero de mi pueblo, con la
duda, el temor, de que el “Creador” del melonar anduviese cerca con la
consabida garrota espanta depredadores, que no es mi caso. Estaban ricos, a
pesar de la sandez. Aceptable relación precio calidad y un consuelo para la
nostalgia de lo dulce.
Vuelvo a casa, donde el control de insumos suele ser más
fiable por cercano y, donde además, no dispongo de mayor tentación que la oferta semanal del tío de la furgoneta que
llama a la puerta con sus tomates, papas y… melones absolutamente
incomestibles. Por lo que decido posponer la deliciosa exquisitez del secano
patrio hasta la próxima temporada.
Pero encuentro la oferta en el
email -ya ni en el buzón de las cartas,
saltándose pasos en el progreso - con descuentos del 25%, mi perdición, regalo
de botella de tinto crianza de la misma denominación de origen – un maridaje
doblemente imposible, por la región y por “la” color del vino – y con el envío
gratuito en pedidos superiores a... cantidades de tres dígitos que no citaré
para no asustaros. ¿La etiqueta? “Selección Platinum”, y supongo que lo de
Platinum Pro lo tienen reservado para la temporada próxima. La oferta que me
hacen de melones septembrinos es, porque ignoran que, como ellos, los melones,
soy de también de pueblo, y conocemos las fechas en que el paso de la madurez a
la podredumbre resulta indiscernible.
Por cierto que, como podréis comprobar en la imagen, vienen
en cajas individuales de madera de roble francés, supongo, cubiertos de virutas
de ídem, y ofreciendo el aspecto herético del niño en el belén navideño.
Lástima de no tener inquisidores a mano, están todos en Madrid..
Digo yo que alguien tendrá que parar nuestra inmersión
lingüística y sin salvavidas, en el terreno de la estupidez colectiva. Melones
de autor, categoría platino, vendidos en tiendas “exclusivas” a precios que se
acercan demasiado al presupuesto semanal para la alimentación de una familia
media de un país en crisis. Creo que solo es un síntoma, otro más obviamente, de
este descenso a los círculos de Dante.
5.- Corolario previsible.
Encuentro imágenes, fotos, del monumento al melonero erigido
en bronce, a nivel de la calzada en medio de la calle, impostando cercanía con
el transeúnte y posiblemente realizado por el mismo autor que modelaba los
indios pieles roja y los marines, en plástico monocolor y que tantas alegrías
nos dieron a los chicos , a pesar de su extrema fealdad. Otro disparate a
cuenta de préstamos pedidos a nombre de terceros, nosotros, y etiquetado
seguramente con el nombre, inmortal ya, del cacique de turno.
Falso a simple vista, desde la composición en la que se
intuye como la figura que observa el paso del pollino cargado de melones,
saluda al melonero con el mismo signo de cortesía que ofrecería al dueño del
melonar, descubriendo su cabeza, tocando el ala de su sombrero o gorra visera,
algo imposible, jamás visto. Ya digo que los meloneros que conocí no tenían
nombre, ni probablemente alma, en su modestia, como los seis millones de
parados, o los inmigrantes que siguen arriesgando sus vidas en el mar de Alborán.
Efusivo recibimiento con el que llevan años agasajandonos , rebosando falsedad,
en las instituciones que se aprecian en las fotos - solo os castigaré con una
de ellas- , según el ángulo de la toma, en ambas aceras de la calle, Caja Rural
de Badajoz, y Caja de Ahorros de Extremadura, una frente a otra. Ayer mismo ya
no se llamaban así ninguna de las dos. La próxima temporada de melones quizás
ni existan como tales oficinas bancarias y tan solo sirvan para volver a
cobijar, en el local vacío, al melonero en cuestión. Ya conozco casos
similares.
Y digo yo:
P.D.- Adjunto definición de “Calar el melón”, según la Real
Academia de la Lengua
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