sábado, 24 de agosto de 2013

¿Quién es el melón? Apología cucurbitácea.- (2)




3.- Intermedio sinfónico.  

 

 (El de “Cavallería rusticana”, que aparte de estar ambientada en un melonar, nos encanta , a Coppola hijo y a mí).
 Para las más verbeneros, sugiero tararear “Corazón de melón”, mientras reflexionan sobre su característica, ya que este es huero, y no rebosante de jugo y sabor como el de la sandia.  Por mi parte, reconozco mi incapacidad para comprender la relación que pueda existir entre el estribillo , Corazón de melón, melón, melón..., y el resto de la letra:. 

Luna, desde que te conoció
No hace más que pensar,
Que pensar en ella
En ella, en ella.

Dime, dime que pasa por tí
Que no puedes ya vivir
Sin ella, sin ella, sin ella, sin ella

La semana pasada, salí de la autopista buscando el puesto de melones bajo la lona, habitual en cierto punto al sur de Despeñaperros, y encontré en su lugar , tras un todavía esperanzador recodo, una gigantesca, elefantiásica y megalomaniaca área de servicio, donde restaurante cafetería y tiendas diversas se mezclan, haciendo difícil incluso el que pudiera alcanzar mi segundo objetivo propuesto. Observo la llegada simultanea de tres autocares y apuro la búsqueda de los servicios antes de que también resulte imposible el desagüe. Pero los autocares estaban ocupados exclusivamente por chicas, japonesas, con lo cual la disponibilidad del aseo  resultó  plena..
Ofrecian en la tienda, alemanes  de Guarromán y miguelitos de la Roda – sobre los que glosaremos otro dia -  de los melones ni rastro.


4.-  Prosigue el ascenso imparable

Me aferro a los signos externos de riqueza, como último recurso. A aquellos estigmas que antes obligaban a pagar impuestos por ellos y solo por ellos, y que hoy quedan exentos al resultar de difícil separación la tipología de los dueños de los Porsches y los Stingray, entre narcotraficantes, proxenetas o, más abundantes, corruptos a cargo del Estado. Y no es cosa tampoco de molestar a nadie, mejor mirar para otro lado y dejar los signos externos para… los melones.

Etiquetas en primer lugar, vistosas, tradicionales con la foto de la primera comunión del abuelo fundador, o incluso de diseño, con la firma del artista, que de todo hay. De dar a calar ni hablar, venta al peso, ignorante el consumidor de que un buen melón puede llegar a pesar lo mismo que un buen jamón y concretarse en un ticket de varios dígitos.
Pero este verano han hecho añicos mi paciencia, y de virtudes teologales ando en precario, también. He estado comprando la variedad más costosa de las ofertadas, obviando que solo el necio confunde el valor con el precio, aun aceptando el estigma de la etiqueta de marras “Melón de autor”, y me he callado, como lo haría ante el humilde melonero de mi pueblo, con la duda, el temor, de que el “Creador” del melonar anduviese cerca con la consabida garrota espanta depredadores, que no es mi caso. Estaban ricos, a pesar de la sandez. Aceptable relación precio calidad y un consuelo para la nostalgia de lo dulce.

Vuelvo a casa, donde el control de insumos suele ser más fiable por cercano y, donde además, no dispongo de mayor tentación que la  oferta semanal del tío de la furgoneta que llama a la puerta con sus tomates, papas y… melones absolutamente incomestibles. Por lo que decido posponer la deliciosa exquisitez del secano patrio hasta la próxima temporada.
Pero encuentro la oferta en el email  -ya ni en el buzón de las cartas, saltándose pasos en el progreso - con descuentos del 25%, mi perdición, regalo de botella de tinto crianza de la misma denominación de origen – un maridaje doblemente imposible, por la región y por “la” color del vino – y con el envío gratuito en pedidos superiores a... cantidades de tres dígitos que no citaré para no asustaros. ¿La etiqueta? “Selección Platinum”, y supongo que lo de Platinum Pro lo tienen reservado para la temporada próxima. La oferta que me hacen de melones septembrinos es, porque ignoran que, como ellos, los melones, soy de también de pueblo, y conocemos las fechas en que el paso de la madurez a la podredumbre resulta indiscernible.

Por cierto que, como podréis comprobar en la imagen, vienen en cajas individuales de madera de roble francés, supongo, cubiertos de virutas de ídem, y ofreciendo el aspecto herético del niño en el belén navideño. Lástima de no tener inquisidores a mano, están todos en Madrid.. 

Digo yo que alguien tendrá que parar nuestra inmersión lingüística y sin salvavidas, en el terreno de la estupidez colectiva. Melones de autor, categoría platino, vendidos en tiendas “exclusivas” a precios que se acercan demasiado al presupuesto semanal para la alimentación de una familia media de un país en crisis. Creo que  solo es un síntoma, otro más obviamente, de este descenso a los círculos de Dante.

5.- Corolario previsible.

Encuentro imágenes, fotos, del monumento al melonero erigido en bronce, a nivel de la calzada en medio de la calle, impostando cercanía con el transeúnte y posiblemente realizado por el mismo autor que modelaba los indios pieles roja y los marines, en plástico monocolor y que tantas alegrías nos dieron a los chicos , a pesar de su extrema fealdad. Otro disparate a cuenta de préstamos pedidos a nombre de terceros, nosotros, y etiquetado seguramente con el nombre, inmortal ya, del cacique de turno.

Falso a simple vista, desde la composición en la que se intuye como la figura que observa el paso del pollino cargado de melones, saluda al melonero con el mismo signo de cortesía que ofrecería al dueño del melonar, descubriendo su cabeza, tocando el ala de su sombrero o gorra visera, algo imposible, jamás visto. Ya digo que los meloneros que conocí no tenían nombre, ni probablemente alma, en su modestia, como los seis millones de parados, o los inmigrantes que siguen arriesgando sus vidas en el mar de Alborán. Efusivo recibimiento con el que llevan años agasajandonos , rebosando falsedad, en las instituciones que se aprecian en las fotos - solo os castigaré con una de ellas- , según el ángulo de la toma, en ambas aceras de la calle, Caja Rural de Badajoz, y Caja de Ahorros de Extremadura, una frente a otra. Ayer mismo ya no se llamaban así ninguna de las dos. La próxima temporada de melones quizás ni existan como tales oficinas bancarias y tan solo sirvan para volver a cobijar, en el local vacío, al melonero en cuestión. Ya conozco casos similares.

Y digo yo: 

-  ¿Quien es el melón?


P.D.- Adjunto definición de “Calar el melón”, según la Real Academia de la Lengua


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