Tren de noche a Lisboa.2013 Director: Bille August. Género: Aventuras.
(Según Guía del Ocio).
Mal comenzamos. Imagino que alguien puede ir al cine buscando un film, o filme, de aventuras y
encontrarse con una historia que le obliga a pensar, y que esta actividad sea
el principio de una enfermedad mental degenerativa y generadora de esa actitud
exclusiva de los que disfrutan odiando a los demás, aunque a veces no sea
imprescindible lo del disfrute, la misantropía.
Solo le falta al cartel, la etiqueta de “Basada en hechos
reales” para que imaginemos la solapa del libro, escrito por un señor de
Cuenca, en la que se destaca la autoría previa de un par de sagas nórdicas, leídas
– no solo vendidas, puestos a mentir - por millones de amantes de la lectura, y
firmada por un nombre femenino, con muchas jotas, kas, y dobles eses, para
certificar la falsedad de su procedencia escandinava.
Me pregunto si
alguien resolverá algún día los enigmas que me desvelan.
-Sacar mocos de la
nariz – secos eh – mientras se conduce, ¿Cuántos puntos quita?
-Los negros de los
que dicen escribir libros “de éxito”, aun siendo autoras generalmente monas,
cosa improbable, ¿Son negros o negras?
-Y los que escriben erróneamente los titulares de la prensa,
en general, y de la sección de cine en particular, ¿Dónde lo aprenden?
En fin, supongo que el personal tiene otras cuestiones, y
otras dudas, más interesantes que las mías. Sin ir más lejos, lo imagino
ansioso de sumergirse en la próxima edición de la estupefaciente serie
nacional, que en la próxima temporada, agotados y exprimidos los exitosos
argumentos de las anteriores, referidos a la burbuja, al secesionismo, a la
abdicación e incluso al aforamiento, palabras de uso popular que adobadas con
lo de “Poner en valor a” o como leo
ahorita mismo en un diario nacional “Si son elegidos líderes del partido, dicen
que se presentarán a las primarias” ellos, los líderes por designación, y la
evidencia de que los periodistas en
prácticas ya han tomado las riendas estivales del las crónicas del disparate
patrio.
Lo de primarias promete para varios capítulos, y lástima que
no haya lideresas también, rubias a poder ser, como nos tienen acostumbrados, para
la nueva temporada televisiva de la
HBO, la LFP, la NBA,
o de cualquier otro triunvirato de consonantes que, así en mayúsculas, resulta
agresivo, como todo internauta experto bien sabe, pero explica perfectamente el
nivel de exigencia de los radioyentes, tres letras máximo es la consigna de la
dirección.
Otros patrones argumentales, a pesar del éxito cosechado por
la audiencia, en el pasado, como la prima del riesgo (ajeno), el desempleo – mal llamado paro, por razones
obvias- la corrupción que, al ser costumbre
ya no tiene tanto gancho, o incluso el desfasado terrorismo, en vías clarísimas
de reconciliación entre víctimas y verdugos, no parece que tengan la menor
opción de cara a la temporada, que suele iniciarse cuando la tía Eduvigis deja
de hacer gazpacho, y vuelve a la legumbre, en otoño.
Lo de la reconciliación entre los que están bajo tierra y
los que impulsaron la inhumación, ya me resulta como otra coña insufrible para
la razón impura, la de Kant tampoco se por donde iría ante estos disparates.
Ayer vi. “The Railway Man” 2013 de Jonathan
Teplitzky, felizmente traducida por
“Un largo viaje” - me habían hecho temer por la desaparición del Master en
traducción de películas - en la que aparece la leyenda esa de “basada en hechos
reales”, y donde, además de la desesperación de los admiradores de Nicole
Kidman, al comprobar los estragos de sus primeros planos, prueba fehaciente de
nuestro propio envejecimiento, se relata la improbable amistad y reconciliación
entre los verdugos y por ende torturadores japoneses, cuando lo del río Kwai, y
los miles de soldados ingleses que llenaron las tumbas colectivas de aquella memoria
histórica.
Bien es verdad que, aún sin rematar correctamente, ni
siquiera intentarlo, el asunto del por qué una raza pretende exterminar a otra
por considerarla más despreciable que
los animales ídem, y viceversa - no se dignan los guionistas recordar al
espectador el asunto civilizador y progresista de Hiroshima y Nagasaki -
terminan culpando a las guerras que, como todos sabemos son muy malas, y no las
origina nadie, ni las consiente tampoco, son cosas del destino de nuestro
hormiguero inmundo, y mejor reducirlo al sentimentalismo, al perdón individual,
al buenismo que tanto gusta a los espectadores – que son, somos, personajes de
este documental que es la vida, sin saberlo – de estas series televisivas.
En la nuestra no ha llegado todavía, la conversión de
terroristas en héroes, pero no desesperemos, que en Irlanda ya lo están
celebrando.
Y si he estropeado el argumento a los que pensaban ir a
verla, no lo siento, ni pienso reconciliarme con ellos, a pesar de los actores
y del lujo de producción y demás, creo que le falta un hervor, y en la fase del
guiso donde más resulta más necesario, en el guión, que parece sacado de uno de
esos best seller del principio.
La de Bille August tiene un patrón similar, el que ofrecían
gratis en la primera lección del curso de Corte y Confección de CCC – otro trío
- si bien, por motivos que enseguida comprenderéis, se ha ganado un lugar en mi
corazón.
A pesar de que el esquema narrativo resulte tan sobado como
el comienzo de una historia a partir de un libro que cae fortuitamente en manos
del protagonista y el embrujo de la belleza de sus versos, o aforismos, obliga
a este a coger el tren nocturno a Lisboa y... Y no voy a destripar el resto,
aunque ganas no me faltan.
Estupendos Jeremy Irons, Charlotte Rampling, Christopher
Lee, Bruno Ganz – en su blanca Lisboa de Alain Tanner- o Tom Courtenay, tan
estupendos que tuve que buscarlos en los títulos finales para reconocerlos en
los papeles asignados. O sea que todavía quedan actores.
Pero lo más estupefaciente del argumento, para mi, es el
descubrirnos una realidad tan cercana como oculta, la dictadura portuguesa tan próxima
como superponible a la nuestra, que con la propia estábamos bastante
entretenidos, y censurados supongo, para malgastar indignación con la del país
vecino.
Necesaria revelación, aun con el agravante de distraernos
con la belleza de sus protagonistas, que no son las arriba citadas, y con el
final reiterado sobre el que no voy a insistir.
Creo que es una más que digna producción paneuropea,
realizada por y para las cadenas televisivas del continente y en la que solo me
extrañan el que figure como director Bille August, y quizás alguna localización
marginal de exteriores, ciertamente deslocalizada. Lisboa preciosa.
Digamos que, imaginación la justa, puesta en escena de
autentico lujo, y como crónica de una época y lugar cercano, casi
imprescindible. He disfrutado con ella.
Maridaje (otro estúpido modismo) obligado:
Vino verde y licor de guindas helado si
es en la terraza, café torrefacto y pastel de nata si en la sobremesa.
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