
“Cuando oigo hablar de cultura, echo mano a mi pistola “
Esta línea de una obra teatral de Hanns Hosht se hizo
célebre, sin duda, gracias a su errónea atribución a H.Goering.
“Pero
aquellos que sacan sus revólveres nada saben acerca del origen de la cita. No
leen. Simplemente no leen" Umberto
Eco.
Y los que leen, cuando oyen hablar de neo-vanguardia, o de
narrativa metatextual, sin ignorar el epíteto de posmoderna que acompañan la
carrera literaria de Italo Calvino, no dudarán en sacar la pistola, la otra, la
de Machado “Si mi pluma fuese tu pistola de
capitán, contento moriría”. Arma que, sin duda, empuñaría Calvino en sus tiempos de partisano
antifascista, de donde saldrían sus neorrealistas “Il sentiero dei nidi di ragno” y “Ultimo
viene il corvo”.
Después se encontraría, como tantos otros, inmerso en
la hercúlea tarea de construir una nueva Italia sobre las cenizas de la
posguerra. Época oscura donde solo unos poquísimos privilegiados, Orwel, Koestler o Camus, pudieron
vislumbrar el camino a seguir como escritores que además eran intelectuales sin
pretenderlo. Calvino yerra al afiliarse al PCI, y del shock que le produce la
renuncia a la fe comunista, surge su trilogía “I nostri antenati”, con
cuyos títulos pudimos conocerlo…sin entenderlo. No incluían el imprescindible
manual necesario para desencriptar metatextos ni la postura adecuada que había
que adoptar para iniciarse en la
neo-vanguardia, una lástima. Y menos mal que posmodernos sí, eso lo hemos sido
desde siempre.
El barón rampante, El vizconde demediado, y El
caballero inexistente, configuraban un estilo literario, de obligada
lectura en los setenta, en los que podría intuirse a lo sumo, un ejercicio
surrealista que pretendía adaptar el dadaísmo a la vida real, aquel de “Yo
era una vaca, pero lo que he visto me ha convertido en dos vacas” que Alberti dedicase al inefable Buster Keaton. Pero, sin embargo,
escondían una carga de profundidad estilística y literaria, oculta para los
lectores poco atentos, siendo esto
de atentos un amable eufemismo de los críticos constructivistas , para
descalificar a los que no vimos este tremendo ejercicio alegórico y simbólico
sobre el hombre contemporáneo, por el que los doctores de la semiótica
encumbraron a Italo Calvino.
De ahí hasta el final, la deconstrucción de la narración
objetiva hasta reducirla a una técnica combinatoria de las palabras con la que
cierra su carrera en “Palomar”, no cesa en ningún momento
de transmitirnos el estresante trauma mental, el pesimismo nihilista de un
pensador comprometido con su país en un tiempo, que “E non ancora finito” ,en
el que “Oscuro y tormentoso se presentaba el reinado de Witiza”, como
se describía metafóricamente en los manuales de historia , la entrada de
nuestro país en el medioevo, la del nuestro y la del de Italo Calvino.
Y es que
puestos a hacer metáforas, dejadme que yo prefiera las fábulas de los clásicos,
donde los dos niveles de lectura, el de los niños que ven animales y personas,
y el de los atentos y sesudos padres y abuelos, logran simultáneamente alcanzar
el placer y el conocimiento, la lección
moral que pretende el escritor. Esopo,
Iriarte y Samaniego, más actuales que nunca. Releamos la clarividente
descripción de nuestra situación socioeconómica actual, y de sus causas,
escrita hace trescientos años: “El perro que lleva la comida de su amo”
de La Fontaine.
Respecto a la diferencia que existe entre el escritor
brillante y aquel comprometido con el tiempo que le ha tocado vivir, solo
recordar la frase de alguien, no quisiera despertar la ira de Eco, que insiste
en que solamente aquellos escritores que intentan mejorar, a través de toda su
obra, la situación y el futuro de su país, pueden considerarse auténticos
intelectuales.
En cuanto a Calvino, aclarar que este autor, cubano de
nacimiento, escribió una novela que resume como ninguna la náusea existencial y
política del último siglo, que no es el de las luces precisamente.: “La
giornata d´uno scrutatore”, la jornada de un interventor electoral
durante el escrutinio en un manicomio. Compendio y resumen, fácilmente
digerible, de toda su carrera literaria.
Durero dibujó el rinoceronte de "oidas", sin haberlo visto jamás. En cambio la liebre, del "natural".
Comprobad la magia que desprenden ambos.
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