Conste que no voy a negar que los dioses sean inmortales.
Están en su derecho. Y aclaro que el uso de legítimo precediendo a derecho, no
siempre es correcto. Hace poco leía que algunos condenados están en su legítimo
derecho de usar cualquier medio para defenderse y, aquí, chocan los conceptos
de moral individual con el de la colectiva, las leyes y la legitimidad de su
aplicación, chocando con el, al parecer legítimo, derecho de los culpables a
impedir que cumplan su pena. Trivialidades.
Esto de ahora es mucho más serio. B.B. King is dead, y bien
que lo lamento, pero el hecho de que hasta antesdeayer estuviese dando
conciertos interminables en los tórridos veranos de nuestro país, a la provecta
edad de noventa y… me tuvo en un tris de perder los nervios.
Más años tenía, en la misma fecha y lugar Sonny Rollins,
ídolo al que me negué a escuchar también, por la misma razón y porque me
quedaba lejos, como la zorra del cuento. Ni que decir tiene de los conciertos
de Leonard Cohen, Bob Dylan…hasta el último y caótico de Frank Sinatra en
cierta plaza de toros, infausto para los espectadores y para el voluntarioso
mecenas que aprendió que no se debe confundir la afición con el oficio.
Todos ellos con algo en común, igual que puedan ser los de John Mayall, Los Rolling, Los Shadows, Ginger Baker y aquellos que puedan presumir de sesenta años on the road. Lo de Aznavour este verano, con 92 recién cumplidos, es más de lo mismo, gerontofilia, muertos vivientes o todo por la pela, que el final resulta ser la única razón de semejante disparate.
Disparate que siempre se puede empeorar, al fin y al cabo,
todos los citados nos han ofrecido momentos gloriosos y docenas de canciones,
cada uno, entre las que nos va a resultar difícil escoger la que sonará en
nuestro funeral que, sin duda será antes que los de ellos y que, al menos en las
películas americanas, resulta un tema recurrente, bodas y funerales… más que a
un tonto un lápiz.
El redoble del más difícil todavía, es que las chicas
también se han unido al club. Y no todas han seguido el camino plagado de
bisturís de Cher, otras muchas, con infinitamente menos méritos musicales,
apoyadas únicamente en la imagen de su belleza juvenil, la que se nos quedó
grabada, como la de la primera novia, a la que seguimos viendo con sus quince
maravillosos años, for ever, habiendo sido en algún momento iconos de la moda. Aunque cuyo paso por el mundo del pop-rock fuese el de meros acompañantes, de
cama también, que eso vende y sigue vendiendo, de los auténticos reyes del
mambo, Mick Jagger y Lou Reed en el caso que hoy nos ocupa.
Son muchísimo más jovenas que los arriba citados, quizás
diez o quince años menos, pero contemplar la flor ajada en el florero resulta
deprimente. Comprendo que el dinero apriete y que haya intermediarios desalmados,
pero esto no se hace sin pasar al gabinete de los horrores.
Marianne Faithfull, a la que he visto hace unos días en los
carteles parisinos anunciando el comienzo del tour 2015, lo hace con una foto
de cuando ella era Marianne, aunque no fuese la destinataria del “So Long
Marianne” de Cohen, méritos no le faltaban, y el que dos días antes de comenzar
la gira se fracturase la cadera, con prótesis incluida, no es sino la
confirmación de que las abuelas, y los abuelos, tienen otro lugar predilecto, diferente
al de los escenarios del guiñol, lugar más adecuado a su edad, la hamaca a la
sombra y el orange juice entre las manos..
De Patti Smith también tengo que quejarme. La imágen
resulta elocuente, aterradora.
Tampoco iré a verlas, a ninguna de ellas, lo de escucharlas
es otra cosa, aunque las razones serán las mismas del principio, no pienso
participar en el escarnio de mis seres queridos y, además, me queda lejos.
Quizás sea solo lo último, la lejanía, y la rabieta de no poder gritar bravos
sin abusar del inhalador de corticoides, que así pierden mucho de
espontaneidad los vítores.
Vida perra, bonitas
mías.
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