
Orson “Das wunderkind”

Nunca sabremos, ni querremos saber, si es en realidad una película de detectives, una
road movie que enlaza sucesivos ambientes y personajes o, quizás solamente un
melodrama, donde el último suspiro del presunto protagonista nos muestra en
maravilloso flashback, escenas que siguen siendo paradigma del mejor cine
setenta y cinco años después.
Un guion perfecto, actores de lujo,
secundarios que no lo son, entre ellos el primer y único español que
haya brillado en el Hollywood clásico, Fortunio Bonanova, sin olvidar a un tal
Joseph Cotten, cuya carrera no habría existido sin el apoyo de Welles , protagonista
de la apócrifa “The magnificent Amberson” 1942, aquí titulada "El cuarto mandamiento", por aquello de las témporas,
y actor principal de "El tercer hombre" 1949 Carol Reed, donde el
Welles actor, su memorable Harry Lime le roba a todo el mundo la función, igual
que volvería a hacer en “Sed de mal” 1958 donde, también como director, vuelve a asombrar, creando
otro malvado imprescindible para el cine negro, el inspector Quinlan.

Fracasos en taquilla, boicoteado por el todopoderoso Hearst, unido a la sombra de izquierdismo y
la fama, merecida, de director caprichoso y extravagante, le obligan a
trasladarse a Europa, donde su prestigio le facilitó suficiente crédito para
estirar este declive de manera continuada hasta el fin de sus días.

Recuerdo como hipnóticas,
ciertas secuencias de su inimitable Falstaff, aquí titulada “Campanadas a
medianoche” 1965, por razones citadas con anterioridad. Espero impaciente la
restauración digital de este clásico, donde los exteriores de la Castilla
medieval cubren con creces las limitaciones del presupuesto.

Esta, y también un extraordinario documental-legado, una sincera confesión
de despedida, en la que, usando como pretexto la exhibición de ciertos
impostores, falsificadores, que en el mundo han sido, “Fake” 1973, esboza
mediante un primer plano de su rostro, en la sonrisa del pícaro bonachón, del
gordito cariñoso que siempre fue, el guiño de complicidad con el espectador a
quien va dirigida. Algo así como: " Ese falsificador soy yo. Así es el
cine, y así ha sido la vida de este chico prodigio. Mirad la bengala cuando
cae, y oled su brillo, continuad disfrutando el aroma de la pólvora, después de
los fuegos de artificio"
Magnifica despedida y estupendo
epitafio, en el que no debe faltar
"Rosebud", la palabra iniciática de cualquier aficionado
al cine.
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