
Esas “pequeñas fugas”(1) de la monotonía cotidiana, son
realmente liberadoras a la vez que estímulos imprescindibles para que nos
resulte satisfactorio el continuar sentados en la mesa de juego, esperando esas
cartas tan escasas como sorprendentes que pueden hacernos sentir inmortales,
dioses, o cosas peores y, en todo caso, alegrarnos la jornada.
Buscamos esas grietas, esos agujeros en la tapia adusta y
envejecida del patio de infancia donde nos tienen recluidos, buscando un orificio
mínimo, a través del cual, el efecto estenopeíco nos hace creer dueños del
universo, poseedores de visiones celestiales, por el simple hecho de haber
pasado de la ceguera absoluta a la contemplación de la pequeña fracción de un
horizonte tan lejano como inalcanzable, o no.
Y esta es la cuestión, el componente mental de la ilusión esperanzada,
del afán por conocer algo nuevo, asociado a la imaginación, resultan
imprescindibles, siempre lo han sido para el progreso de la humanidad. Aunque
en esta ocasión solo sirva para que el simple individuo, modesto y limitado en sus
capacidades, pueda disfrutar de estar vivo.

Me gustaría creer que además son las capacidades de llorar y la de descubrir algo nuevo cada día, lo que nos separa temporalmente del suelo, el yin yang propios de nuestra especie, y al que debemos dedicarnos con fruición. Más que nada para poder seguir jugando y disfrutar con ello.
Por lo que respecta a la sed de conocimiento y a su
satisfacción mediante el descubrimiento de algo nuevo, eso que mueve a los
exploradores, a los investigadores y a los pensadores, desde nuestra paupérrima
condición de bípedos implumes, resultan escasas las posibilidades de encontrar
la fuente de la sabiduría, y menos aún las de beber en ella hasta saciarnos.
Quizás los viajes y la lectura. Sobre todo por su
accesibilidad, la lectura. Y dada la ventaja de vivir en una época en que la
lectura ha transmutado los caracteres del alfabeto por las imágenes, no debemos
descartar el cine, las películas a las que les han salido unos apéndices extraordinarios
en forma de series televisivas. Maravillosa y económica forma de acceder a ese
conocimiento, a ese descubrimiento, a esas sorpresas que nos presta el discurso
ajeno, a esa fuente de regocijo intelectual, que es a lo que estoy
refiriéndome.

Me ha vuelto a suceder, y estoy obligado a contároslo.
“Tu dors Nicole” 2014 Canadá. Stephane Lafleur.
Una historia de adolescentes desencantados y perdidos en la
sociedad hiperprotectora del primer mundo, donde los valores tradicionales
parecen estar ausentes y el vuelo hacia la madurez de la protagonista parece quedar suspendido indefinidamente.
Ese sería el resumen de otra historia más sobre esa edad de
la que algunos intentamos salir insistente y desesperadamente, con menor éxito
aun que el de Nicole, a quien el insomnio le dificulta conciliar el sueño
reparador y las ideas imprescindibles para su supervivencia, al menos hasta los
diez segundos finales de la película. Aparentemente anodina.

La banalización absoluta del sexo, quizás más bien su deconstrucción
gastronómica como medio de relación social, de aceptación dentro del grupo,
totalmente alejado del placer, del amor o de sus funciones fisiológicas, de las
reproductivas. Su uso intemporal, pero aquí explicito, como prostitución
encubierta, un uso compasivo a cambio de compensaciones evidentes.
El concepto de amistad interesada y volátil, de convenios
sociales que se desbaratan cuando la zanahoria es discretamente más apetecible
que la fidelidad, la honestidad con el colega.
El gap, el abismo insalvable entre dos generaciones
consecutivas, donde los padres han cumplido su deber laboral a lo largo de toda
una vida y dejan a sus hijos todo lo que suponen necesario para su confort personal, en
ausencia, y su único mensaje interestelar y repetido es el de que no olviden
regar las macetas. Como si hubiésemos eliminado la etapa del hijo caballero, y pasásemos
directamente del abuelo arriero-trabajador al nieto pordiosero-zangolotino.
Más, mucho más minusválidos mentales que los titulares de la
tienda donde trabaja Nicole, hasta ser denunciada y expulsada gracias a ellos
los “débiles” discriminados positivamente por la sociedad que no tiene lugar
para ese otro tipo de debilidad encubierta, la generación de jóvenes que no
tiene trabajo, ni necesidad de buscarlo. Terminan los “cortitos” riéndose de
Nicole, obviamente, cuando esta pierde su empleo.

Pero en Canadá, en ese paisaje cercano, esa
imagen idílica del primer mundo, donde el desempleo no existe, y donde los jóvenes,
algunos, disponen de tarjeta de crédito de forma milagrosa y su único y
aparente sinsabor vital sea ver que la amiga se apropie del chico deseado, o
viceversa, no me imaginaba que el vacío moral - nada que ver con lo inmoral-,
el vacío absoluto tuviese el poder sobre una sociedad empobrecida espiritualmente
en el peor de los sentidos, la absoluta falta de interés de toda una
generación, con el consentimiento negligente de la de sus padres, situados en la inevitable senda del auténtico declive del
imperio americano (3).
Declive imperial que, me temo no afectará en exclusiva a
ellos. Son demasiadas las similitudes con nosotros, como para despreciar la
imagen crepuscular de una sociedad que no me resulta ajena.
El surrealista final, la liberación de la cólera reprimida de
Nicole, más que una venganza pasional, resulta un despertar de ese sueño, ese “tu
dors” en el estamos amodorrados.
No me atrevo a interpretar ese mensaje, políticamente incorrecto,
en un medio donde ciertas cosas, ciertas ideas, no deben siquiera nombrarse. Mejor
pensar que no ha quedado claro lo que pretende decir el director con ese
insurgente geiser final. Las ideas son peligrosas para quien las padece, sobre todo en
cuanto salen al exterior. Aunque también podíamos pecar con el pensamiento
hasta hace bien poco, pero eso solo era posible en un mundo ficticio, a
extinguir. Es lo que parece, después de ver películas como esta.
(1).- “Les petites fugues” 1979 Yves Yersin. Suiza (que también
se las traen los helvéticos).
(2).- “Mayrig” 1991 Henri Verneuil. Francia. (Y quizás Armenia,
Turquía, Siria…). A ver junto a su inevitable secuela “588 Rue Paradis” 1992.
(3).- “Le declin de l´empire americaine” 1986. Denys Arcand. Canadá.
(Profética).
“De vez en cuando viene bien dormir” es una canción de Piero,
de 1995, algo más divertida y optimista. Si habéis conseguido llegar hasta aquí,
seguro que os gusta. VIENE BIEN DORMIR
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