domingo, 29 de mayo de 2016
ALTERNATIVAS A LA SANIDAD PÚBLICA.- (70)
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miércoles, 25 de mayo de 2016
COMPASIÓN, PIEDAD, REMORDIMIENTO, INDIGNACIÓN...
Y otros tantos sentimientos, vecinos de las virtudes teologales, despierta esta imagen.
Y todavía, escondido en la trasera del auto, protegido del sufrimiento ajeno por la ventanilla, tuvo fuerzas e instinto artístico, el fotógrafo, para enfocar, componer y disparar.
Y ahora nosotros, desde detrás de la pantalla del ordenador, nos sentimos compasivos, piadosos, compungidos y hasta indignados.
! Y una mierda !. Una caca grande y pestilente, en la cloaca donde chapoteamos, que no está tan lejos como el sari o la tez cobriza de las victimas, inmortalizadas gracias a nuestra ceguera, pueda hacernos pensar. Eso somos, y nada más.
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domingo, 22 de mayo de 2016
EN CAMPAÑA.-
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jueves, 19 de mayo de 2016
PROMESAS ELECTORALES.-
Georges de La Tour, The Fortune Teller, 1630s
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sábado, 14 de mayo de 2016
BILINGÜE NATIVO.-
Nacido bilingüe.-
Leo la impertinencia – otra- sobre los nativos
digitales – desafortunado neologismo – denunciando la brecha que han
establecido con el resto de los humanos, y tal y tal.
Hasta hace unos días era el idioma – el segundo –
quien separaba los mortales en dos bandos irreconciliables, el de los
triunfadores y el de los pringados. El tiempo se ha encargado de demostrar que…
tampoco.
El sábado pasado
iba un servidor a comprar el cruasán en la única panadería abierta en el
barrio, en pleno puente de la Ascensión, que los franceses festejan comme il
faut, y no como otros que han olvidado – también – uno de los tres jueves del
año que brillan más que el sol.
En pleno corazón del XIXº, iba repitiéndome la copla
del olvidadizo Clodomiro “El ñajo”, aquello de una libra de clavos y un formón,
para que la memoria no me traicionase a mitad del camino, y volviese a cometer
el imperdonable error, el de pedir los cruasanes sin el correspondiente “berr..”
final, lo que podría convertir un magnífico desayuno en un vulgar piscolabis.
Esta vez funcionó el recurso nemotécnico y la bolsa
de papel que traicionaba su contenido debido a la constelación sobre su piel de
recién nacidos planetas oscuros y bienolientes
denunciaba las cuatro piezas, trois payés et une oferté, acelerando mi regreso hacia la comida
preferida del dia, el desayuno.
Paso muy cerca de un banco de la plaza ajardinada y
no puedo menos que desviar mi mirada hacia él, la mirada y la oreja buena.
Dos vejetes sentados uno al lado del otro. El más
cercano a mi trayecto, movía ostensiblemente los brazos, manos y cuello en
ademanes propios de un prócer en su discurso magistral, y enseguida hipnotizó
mi atención. Estaba hablando en español, explicando con total propiedad aquello
que quería exponer, y rubricándolo con esos gestos propios del abuelo ante su
audiencia. Una situación amable, casi familiar, que no tendría nada de
extraordinario a no ser que…
Una vez terminada su exposición, al poco tiempo de
incorporarme a la observación y audiencia secreta de la pareja, bajó los brazos
y quedó en silencio, mirando al frente, hacia la nada, y un instante después
inició la réplica el compañero, más calmado, sin apenas gesticular y con las
manos apoyadas en el asiento, inmóviles. Hablando claro, supongo, perfectamente
audible aquello que estaba diciendo, solo que en árabe.
Despertó mi curiosidad y mi sospecha de que
ninguno de los dos conocía el idioma del
otro. Un rato después dejó la palabra al vecino, que había estado totalmente
ausente durante el speech del magrebí, y regresó nuestro abuelo a relatar
alguna de sus batallitas, de aquellas que escuchaban sus hijos y nietos, cuando
los tuvo al lado.
Continué mi camino, maravillándome de la necesidad
de compañía, y de amistad que tiene el ser humano, para el que a veces, ni el
origen, ni la religión ni el desconocimiento de otros idiomas aparte del suyo –
intuí que el francés les resultaba ajeno, a pesar de llevar media vida en
Francia - son el menor obstáculo para
satisfacerla.
Salieron,
probablemente, de su tierra, conociendo a duras penas el idioma materno, y ello
les incapacitó para aprender el ajeno. Recluidos en el ghetto familiar, o en el
de compatriotas cercanos, optaron por cualquier trabajo marginal donde el
desconocimiento del idioma no fuese imprescindible y así han pasado su vida,
soñando con regresar jubilados al pueblo de donde partieron.
Y luego la vida da un giro, leve al principio, pero
aun así perceptible. Hace un clic, una enfermedad inesperada o la divergencia
natural entre los planes de tus hijos y los tuyos, la perdida de tu soporte la
pareja cuando más lo ibas a necesitar, miles de impertinencias que se agolpan
en tu puerta para asumir la culpable responsabilidad de cambiar tus proyectos y
convertirte en zombi, sin haberlo previsto, igual que el amigo Mustafá con el
que compartes tantos buenos ratos en este banco desde bien temprano.
A ambos se os ha clavado el despertador biológico en
esa hora en que os levantabais para ir al tajo, y ahora no os queda otra
alternativa que realizar el trayecto a pie desde vuestra casa hasta el parque
donde vuestros monólogos a dos voces, vuestras discusiones a capela en las que
solo se escucha la melodía inmiscible y disonante de cada uno, y agradecidos estaréis
seguramente a vuestro buen criterio, dirigido a la supervivencia de esta
amistad de tantos años de exilio compartido, que os obliga a alternar las
salmodias, el desahogo propio de quien está obligado a soltar las penas que
lleva dentro, sin el riesgo inevitable para quien habla solo, de que lo tomen
por loco.
Hay válvulas de escape para la peor de las condenas,
que es la soledad, igual que hay sabiduría, siempre, en los ancianos.
Para que digan que la brecha entre los nativos
digitales y el resto es insalvable. Lo ha sido para esta generación que
termina, a la que aprender el idioma ajeno le ha resultado imposible, partiendo
de las carencias de quien apenas sabe leer y escribir el suyo, y de quien no
tiene fuerzas, ni espíritu para superar las barreras del leguaje. Los mismos
que ahora, por mucho que estúpidamente llamemos nativos digitales, no irán más
allá del uso del móvil, y de la
embrutecedora adormidera digital a la que eufemísticamente llamamos redes
sociales.
Quizás a muchos de ellos solo les sirva para perder
su tiempo y energía en banalidades y, sobre todo, para descubrir una forma de
soledad que no encuentro en absoluto diferente de la del Pedro y el Mustafá y
sus recitales ininteligibles en el banco de aquel parque, zombis también los
nativos digitales, a su manera.
Al final dependerá de lo mismo de siempre; la mitad,
de las posibilidades, educación y medios a su alcance, entre los que ahora se
incluye esta ventana maravillosa hacia la cultura universal, y la otra mitad
seguirá dependiendo de la actitud del que lleva el móvil en la mano sin dejar
de mirar y teclear, o de la de quien lo usa con sabiduría, y prudencia, asociándole
el esfuerzo imprescindible para adaptarse a la supervivencia en los tiempos que
le han tocado.
Las
dificultades y los hombres van siempre por la misma senda, y las vaquitas son
ajenas, siempre, según Yupanqui. Y en esas estamos.
lunes, 9 de mayo de 2016
ALTERNATIVAS A LA SANIDAD PÚBLICA.- (69)
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