“Flaubert fue el
primer Adán de una especie nueva: la del hombre de letras como sacerdote, como
asceta y casi como mártir” Esto lo escribe Borges en los albores de su
oficio, el de “Escribir una página que no
sea solamente un borrador”. El que ambos consiguieran convertirse en literatura, “Madame Bovary cést moi” llegó a afirmar Flaubert, resultaría tan previsible como lo fue para
Borges su conversión en biblioteca, en enigma viviente.
¿Existió en verdad, o
bien consiguió su pretensión, como
Cervantes o
Rimbaud, de desaparecer dentro
de sus escritos?.
Difícil separar ambas
cosas, Borges incluso fue más allá, advirtiendo sobre el protagonismo del
lector – él lo fue- en la génesis de cualquier obra literaria. El poeta ciego,
el
Homero de origen incierto, inglés, francés, portugués o español, hasta como
argentino llegó a figurar; habiendo nacido realmente en la biblioteca paterna, nacido
y
vivido en ella, aunque
ello supusiera
la renuncia feliz a la vida extramuros del mundo de los libros. Fallecido
en
Ginebra, su querida Suiza, y
habiéndonos presentado durante
sus últimos treinta años, la imagen
del buda sabio e invidente, del hombre que
encierra en su sonrisa aparentemente bobalicona, la barrera que oculta el
secreto de la esfinge.
-“El señorito murió
virgen”- recuerdo el comentario gratuito de su mucama, o las referencias a las
mujeres intangibles que pasaron por su vida, catalizadas, tamponadas todas por la
madre, forjadora sin duda de este mito
universal.
Tuvo la suerte de
poder presentar
en vida sus obras
completas,
corregirlas y prologarlas
antes de marchar, y dejar con ellas un legado imprescindible para la lengua
castellana. Artesano incansable, limando los excesos
enfáticos y grandilocuentes de la gran
literatura, y fusionándola con su gran rival,
el lenguaje coloquial, repleto para Borges de giros verbales, palabras
callejeras del barrio de su infancia, e impregnándolo todo con la poesía
desnuda de artificio, en
decenas de
relatos cortos de los que puede considerarse maestro indiscutible.
“El hombre de la esquina rosada”, quizás
sea
aquel que guardamos en la memoria
como invitación ineludible a sumergirnos en sus cuentos primero, en sus poemas
después, aquellos que nos hacen confesar el error de nuestros recelo innato
hacia los versos, o de sus ensayos, donde vuelve a brillar la sabiduría, la
mente prodigiosa de quien nos invita a conocer, y a comprender a todos aquellos
autores
ajenos,
y distantes hasta entonces, a nuestra lectura ,
y que Jorge Luis Borges – También Isidoro, Francisco y Luis - consigue
descifrarnos con su dominio absoluto de las claves ocultas del olimpo literario.

Su incursión en el género fantástico, la metafísica ofrecida
como ficción espacio temporal, donde los personajes, propiamente trasuntos del
autor, o del
lector, se confunden
con
el propio texto a través de
arriesgadas y felices transgresiones de las normas narrativas al uso.
“El Aleph” quizás, y la sucesiva
inmersión en docenas de nombres propios que se convierten en mágicos y descubren
ciertos vericuetos encerrados en la lógica humana, a la vez que nos obligan a
leer, a releer otra vez las páginas bellísimas de quien fue el amo y señor, el
primer gran escritor sudamericano merecedor de
difusión mundial, antecesor del boom de los
años sesenta.
Parece ser que la propuesta de concederle el Nobel,
iterativa y yerma durante más de una década, fue una de las actitudes políticas
más definitorias del conservadurismo de la academia sueca. Dicen que su
pensamiento, el de un espíritu libre, su
no alineación con bando alguno, o su más que probable misantropía de octogenario,
pudieron disuadir a un tribunal que siempre ha buscado el aplauso de grupos o
corrientes intelectuales centradas en algún tipo de militancia. No fue el caso
de Borges, él era, y es, únicamente un libro inacabable y erudito, brillante e
imprescindible. Alguien que: “En aquel tiempo buscaba los atardeceres, los
arrabales y la desdicha; ahora, las mañanas, el centro y la serenidad” J.B.L. La vida misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Opinar es una manera de ejercer la libertad.