¿Por qué las chicas continúan fumando, y los chicos
escupiendo en el suelo?
Hay un agujero en el tiempo, un hiato insalvable que la
memoria de los desmemoriados se apresura a ignorar, y que a mi me exacerba el
prurito del alma, ese picor que en cuanto más rascas, peor., más intolerable se
vuelve.
Resulta característico el ejemplo de la mal llamada
transición, como si el país hubiese transitado por algún lugar, o hacia algún
sitio en el que no hubiera estado antes. Magnífico comodín, si aceptamos pulpo
como animal de compañía, en el juego este del desconocimiento, para ignorar lo
que no conviene afrontar. Bien está, si bien acaba. Solo que lo último está,
siempre, por ver.
Pero hay otros baches en el calendario, y algunos bastante
peores. Figuraos el salto, el corte, la barrera infranqueable, entre las
generaciones anteriores a la de los internautas y la de estos, los que navegan
-navegamos – infatigablemente por las mal llamadas redes sociales, aun
admitiendo que tontos los ha habido siempre, y que los de solemnidad han
alcanzado gran prestigio en nuestra patria, al menos desde el siglo de oro, que
se sepa.
Veo, y quedo estupefacto, al contemplar la carátula del
disco, y el mensaje explicito que transmite, el sometimiento femenino al rol
más infame – uno de ellos – a que la mujer se ha prestado, en no pocas
ocasiones. Algo así como: “ Tu puedes competir con la más eficiente de las
pelanduscas, y tu proxeneta es, y será siempre, tu marido”. Incluso en letra
pequeña hacen referencia a la profesora, experta y famosa en el negocio, que ha
supervisado el asunto.
No me cabe duda que es un producto de la transición, de otra
no tan diferente a la nuestra, la de los años de bonanza imperiales en los que
la economía boyante y la necesidad de olvidar los malos ratos, y los muertos,
de la última guerra, pudo llevar a la sociedad americana a situaciones tan
esperpénticas como esta, la de pasar del rosario vespertino en familia, al strip tease ecuménico.
Tremenda transición
que aquí, afortunadamente, tampoco tuvo lugar. Ni tan siquiera el espectáculo
pecaminoso y degenerado, ese, tuvo la menor opción de hacerse popular. Hasta
las “animadoras” locales de los conjuntos músico-vocales de la época, tenían
sus carnes encorsetadas a unos niveles en los que el burka puede resultar
comparativamente como un paradigma
erótico. Gracias a nuestros mentores morales nos libramos de “todo mal, señora,
de ese terrible animal”, como cantaba Gato Pérez.
Claro que los sesenta quedaron lejos, y la memoria es flaca,
ya digo, pero los que llegaron después se encontraron cosas similares, el hiato
digital, sin ir mas lejos, y sus consecuencias incidentales para aquellos que
lo hemos sufrido.
Os pongo otro ejemplo de transición inconclusa, o no.
Una canción de Adamo, Salvatore.: “Nada que hacer”.
De mi alegre vida que fue ayer,
las alegres chicas
volví a ver,
a Paula sonreí, y un dedo me enseñó,
al murmurar así: Nada que hacer,
ya tengo a quien querer,
soy la señora fiel,
ya no hay, lo ves bien,
nada que hacer.
Ahora no sería difícil localizar a la paulas o a las nereas
de entonces, gracias a facebook o a instagram, e incluso guasapear con ellas
sin llegar a mayores. Siempre y cuando,
hayan logrado su autonomía individual, su independencia, o incluso su
pareja, con posterioridad al advenimiento del ms dos y del megabite. Porque a
los jóvenes de la etapa previa, la cosa les resultó, y a algunos les sigue
resultando, diferente.
Buscas a las alegres chicas de tu vida, que fue ayer, como
dice Salvatore, y lo haces con los medios extraordinarios de que dispones
ahora, y en el caso probable que, como Paula, tengan un dedo que enseñar,
sencillamente descubres que han conseguido la invisibilidad, que una nebulosa
las envuelve y protege de cualquier intromisión fuera de su estatus matrimonial,
cual el más feroz de los burkas, otra vez. No han dejado el menor rastro, ni en
las redes estas , ni tan siquiera en la titularidad de la linea telefónica, del auto o
de la vivienda que, como la de tantas otras cosas, siguen estando a nombre del
marido. Desaparecidas en combate, ocultas, secuestradas por la misma moral
quizás, que establecía, y sigue estableciendo salvo contadísimas excepciones,
la posición de la mujer en el mundo moderno, y en el de siempre.
Se escandalizan algunos por las teorías, y las practicas,
del islam, al respecto de la mujer, tan abominables; y se olvidan, como
siempre, de la viga en el ojo propio, que no suele ser en el quevedesco
tercero, sino en el de la razón.
Y sigo sin comprenderlo, y no encuentro ayuda, a pesar de
que os la suplico:
¿Por qué las chicas continúan fumando, y los chicos
escupiendo en el suelo?.
Seguramente la respuesta, que la tiene, despejará también
otras incógnitas.