
Y con ellas el placer de descubrir lo inesperado, siempre que este descubrimiento resulte agradable, una de las motivaciones de cualquier viaje. Aquello que figura en la hoja de ruta, los obligatorios ¡OH! ante las maravillas previstas, rara vez te ocasionan otra sensación diferente a la del deber cumplido.
Sin embargo ciertas cosas, incluso aparente pequeñeces fuera de carta, te resultan tan gratificantes como el hallazgo de piedras mas o menos preciosas, pero siempre que estén descatalogadas.
Una sensación positiva que, en este caso no termina hasta que inicias la vuelta a casa.
Conste que he visto turistas, varios, con una hoja de ruta desplegable en
la que figuraban “todos” los monumentos que debían visitar, y un cuadradito al
margen para ir marcando su asistencia .y, uno que es curioso e impertinente, no
ha podido evitar el comprobar que todos-suelen ir en grupo- habían colocado ya
la X en casi todos sus objetivos. Profesionalidad nipona y no el diletantismo
del no se si, o del hoy va a ser que no.

Tanta reverencia y el sentarse en el suelo en la posición de loto, sobre las piernas cruzadas, algo incomodísimo para los profanos, sin duda tiene mucho que ver con las patologías lumbares.
Los comparo con las observadas en los países árabes donde, a pesar de estar sobre el suelo, lo hacen en posición semi o descaradamente yacentes, como en las escenas de patricios en la Roma imperial.
Obviamente no he podido adaptarme a mantener la cintura más allá de los noventa grados de flexión.
Cosa bien diferente del uso de palillos, esa amenaza pavorosa que se cierne cuando entras en algún comedor oriental y temes quedarte sin poder cumplir con la misión que llevas, cuando no el verte obligado a solicitar vergonzosamente un tenedor “fork” a la geisha de turno, y es que todas te lo parecen, esa dedicación a la amabilidad y a la sonrisa, a hacer sentir bien a los demás, aunque sean clientes.

La mayoría de las veces sin embargo,
se presentan con contorno rectangular, gruesos, de madera vista, y son
realmente amables para el comensal inexperto, quien puede atreverse con ellos a
pinzar, cortar, separar bocados e ingerirlos, sin necesidad de – horror-
introducirlos en la boca, además en este último caso de aparentar su esencia de
instrumento de un solo uso, que ofrece cierto apaciguamiento a la inevitable e
infundada sospecha que te embarga en lugares desconocidos.
Aunque reconozco que la sopa, la dichosa sopa, el miso no los necesita, pero la subyacente en los ramen, los udon, los inevitables fideos, termina originando un chorrito oscilante e incontrolable en cada bocado, y raro resulta el que tu camisa no resulte duramente afectada en el mientras. Dras hubo que llegué a hacer lo que resulta familiar por idénticas razones, en los italianos ante los espaguetis, la servilleta a modo de babero que, aunque resulte llamativa, llega a ser imprescindible durante el aprendizaje. Además el temor a llamar la atención lo pierdes enseguida, cuando compruebas que la llamas pero no viene.
Aunque reconozco que la sopa, la dichosa sopa, el miso no los necesita, pero la subyacente en los ramen, los udon, los inevitables fideos, termina originando un chorrito oscilante e incontrolable en cada bocado, y raro resulta el que tu camisa no resulte duramente afectada en el mientras. Dras hubo que llegué a hacer lo que resulta familiar por idénticas razones, en los italianos ante los espaguetis, la servilleta a modo de babero que, aunque resulte llamativa, llega a ser imprescindible durante el aprendizaje. Además el temor a llamar la atención lo pierdes enseguida, cuando compruebas que la llamas pero no viene.

Aprendes a comer sentado en el tatami, que no tiene nada que ver con el
tataki de los bares españoles, es otra cosa,
a cocinarte tu propia comida en planchas y en esos estupendos
recipientes donde hierves o fríes, según, la increíble carne de ternera de
Hida, demasiado parecida en textura, incluso sabor, a nuestro excelso gorrino
de bellota, o incluso la guarnición de verduras, en el punto invisible ese
donde la comida cruda se transforma en sofisticado y exquisito bocado, solo o
acompañado de la salsa correcta elegida obviamente por el azar del
desconocimiento, entre la media docena de ellas a tu alcance.
Los fritos, el rebozado de tempura son un acierto seguro, aun teniendo la
impresión, la sospecha maledicente de que te estén sirviendo algo precocinado,
propio de lugares de comida rápida. Incluso rapidísima en mi experiencia, es
uno de los platos que voy a echar de menos, con esa mezcla juiciosa entre
verduras y pescado, marisco crujiente y dulce, y sin una gota de grasa, junto
al platillo de encurtidos que los palillos intercalan con la fritura. Aquí debo
honrar comparativamente la cocina malagueña y gaditana que tanto en común y en
calidad tienen con los restaurantes de
tempura japoneses. Con su vaso de shake, la cena perfecta.

Y también aprendes, asocias y compruebas que el mejor pastel de Lisboa, el “de nata” que te espera calentito con su canela recién molida junto al muelle de Alcántara, lo han importado de allí los marinos del país vecino, hace un par de siglos, como tantas otras cosas. Aunque si escucho a los portugueses, resulta que fue justo al revés, ya que ellos introdujeron sus dulces, su cocina…Y como los tengo más cerca, no me importa cambiar de opinión si es menester y aceptar su versión, por aquello de adoptar actitudes saludables.
En todo caso, influencias ultramarinas que nos enriquecen con sus mezclas
de especias, guisos, y por tanto de sabores.
Mestizaje afortunado que te hace
recordar la frase aquella del viajar como antídoto contra la xenofobia y… los
nacionalismos.

Curioso, y divertido, el que te pregunten si lo quieres frio o caliente y la probabilidad incierta de que atiendan tus deseos, el hot y el cold les debe sonar similar, y el shake está tan rico que al final su temperatura azarosa me sirvió para hacer risas. Si hace calor lo tomas frio y sediento, algo peligroso, y si hace frio lo tomas caliente, realmente muy caliente, y sientes la sensación de que el primer trago lleva instantáneamente el alcohol a tu cerebro. Me rio yo de los escritores drogatas de la generación perdida, con lo fácil que es colocarse con un simple carajillo en este mundo nuestro, sin necesidad de jugarse la vida para ello.
Filmografía y bibliografía esenciales para enfrentarse a la comida japonesa:
-How to cook your life o “Encuentra
el nirvana en la cocina” 2007 Doris Dorrie
-Jiro, dreams of sushi 2011 David Gelb.
-El Gourmet solitario Jiro Taniguchi
(Realmente fuera de carta. Imprescindible).
------------------------------------------------------------------------------------------------------------El Gourmet solitario Jiro Taniguchi
(Realmente fuera de carta. Imprescindible).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Opinar es una manera de ejercer la libertad.