martes, 18 de junio de 2019

COPPOLA EN EL MANUAL DE USO CULTURAL Nº 42 .-


Sintiendo tu perfume embriagador.
                     

Fogonazos en la memoria, flashes que vuelven una y otra vez, sin perder el brillo aquel en la pantalla que los grabase para siempre en el atiborrado trastero de los recuerdos placenteros.
La canción de “El Padrino”, sus bodas y sus tragedias familiares, dando por bueno que los muertos que vos matáis son merecedores de la balas Corleone. Héroes en claroscuro, moral aparcada en el armario hasta que la política pueda convertirla en virtud. De Niro y su paseo por los tejados en día de procesión, Pacino, Caan y el actor de actores, John Cazale, el genio malogrado, nominado como mejor actor en las cinco únicas películas que pudo interpretar. Volvería este con Coppola en “La Conversación”, igual que Robert Duvall, el hermano postizo de los Corleone, lo haría en la historia mas grande jamás contada, la guerra de Vietnam en “Apocalypse Now”.


En las burbujas luminosas del cerebro siguen presentes Fredo, el T.Col. Kilgore, antes Tom Hagen, y la sombra de Brando en las tinieblas del corazón de Conrad. La ausencia de las chicas Playboy, animadoras del espectáculo bélico, suprimidas en el primer montaje de la película y recuperadas en la versión “Redux”, me hizo buscarlas inútilmente, disfrazadas de guerrilleras del vietcong o de campesinas ametralladas como victimas colaterales de la guerra. La película no trataba sobre la guerra de Vietnam, en palabras de Coppola “Era Vietnam”. Las playmates reaparecerían rio arriba, acompañando a los héroes, en su papel de floreros humanos. Nada nuevo en el cine, ni en la vida.

Coppola, en la cima del cine universal, tras esas dos películas, no cesó de buscar el más difícil todavía, como corresponde a quien vive por y para la fabrica de sueños del siglo veinte, fracasando dolorosamente en cuanto los costes de producción se le escapaban de las manos. “One from the heart” multiplicó su presupuesto por diez, supuso la ruina absoluta y la desaparición de sus estudios, míticos Zoetrope, Shangri La para los cinéfilos , a la vez que me dejaba otra herida luminosa en un musical donde la ensoñación del protagonista se convierte en atracción por la chica del columpio. Imposible no enamorarse de la trapecista, Nastasja Kinski, que sigue parpadeando en la zona placentera, ya digo.

Volvió a sufrir para terminar “Cotton Club”, en otra pesadilla de Hollywood que, además, no se presta a dejar recuerdo alguno.
Quizás entre su docena larga de clásicos menores, menores para él, haya otra que resulta autobiográfica, en cierto modo: “Tucker”, ese fabricante de automóviles, perfeccionista e iluminado, adelantado a su tiempo y, como el mismo Coppola, dispuesto a fracasar cuando haya menester, y volver a renacer con ciertos proyectos geniales que no pueden dejar en el cajón de las buenas intenciones sin verlos realizados. El personaje que estaba basado en el Tucker real, también me deja imágenes nostálgicas e imborrables, en este caso de los autos americanos de los años cincuenta . 

Flash sonoro me ha dejado “Peggy Sue se casó", obra de encargo donde la canción de Buddy Holly vuelve a recordarnos al inventor de la música pop con ese título mágico, quien desapareció la noche que murió la música, en un vuelo que jamás llegaría a Fargo. Fargo y esos pegajosos iconos culturales imprescindibles. Coppola contribuiría a recordarnos aquellos años produciendo “American Graffiti”. Otra añoranza gracias al cine, de haber perdido algo que nunca tuvimos.

Y es que, el cine total, que nos ha dejado Coppola, tiene un componente operístico, más allá del musical al uso, ya que no pudo dejar de poner en evidencia a Wagner y sus nibelungos, con walkirias incluidas, envolviendo la epopeya norteamericana vietnamita con idénticos efluvios orquestales del Tercer Reich, algo evidente en Apocalypse Now. Igual que Verdi lo es a lo largo de la toda serie Corleone, con el intermezzo sinfónico de Cavalleria Rusticana de Mascagni, tema principal con el que cerraría la trilogía dorada del cine universal, comenzando con el el vals nupcial de Nino Rota, y continuando con la canción de amor siciliana: “Sintiendo tu perfume embriagador y tus palabras susurrar a media voz”, tan inolvidables como -casi- todo el cine de Coppola.



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