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La Gambusia, arriba, y su alimento favórito, las larvas del mosquito.
Fragmento de "Oda a la charca"
Aunque mis ojos
ya no puedan ver ese puro destello,
que me deslumbraba.
Aunque ya nada pueda devolver la hora
del esplendor en el fango,
de la gloria en la charca,
no hay que afligirse.
Porque la belleza
siempre perdura en el recuerdo.
William Wordsworth Inglaterra, 1770-1850
Tergiversados los poetas, nos vemos forzados a traducir correctamente algún pasaje, si queremos comprender sus almas dolientes.
La religión darwiniana es tajante al respecto de nuestros orígenes. Descendemos del mono. Si bien Darwin “jamás” dijo, escribió o insinuó tal cosa. Tan solo formuló una hipótesis sobre la supervivencia de las especies que evolucionaban favorablemente frente a los retos de la naturaleza. El resto pertenece a la fantasía universal, a la labor de zapa de los traductores traidores y al trabajo de otros naturalistas que han ido ubicando el origen de nuestra especie en el instante ese en el que ser vivo pasa del agua a la tierra, en el que se arrastra por el lodo, cuando la ameba antecesora se convierte en rana para luego evolucionar hasta donde todos sabemos.
Y ahí estábamos, felices en la charca, donde también existen el esplendor y la gloria, unidos a las habituales impertinencia provocadas por los cambios inevitables en el limo.
Pero nos desplazaremos cronológicamente a las fechas en se escribió el poema. Cuando en la charca vivían unos mosquitos con muy mala sangre, literalmente, que transmitían la malaria a media Europa, y no como ahora que solo la transmiten donde les dejan, y solo a los pobres, que lo son absolutamente.
Hace un siglo, mas o menos, un científico inteligente (casi todos lo son) observó que en determinadas zonas pantanosas, concretamente en el Golfo de Mejico y en el Delta del Mississippi, patria del blues, no existía la tasa de malaria esperada para tal nicho ecológico. Y se puso a cavilar. Descubrió la existencia de unos pececillos de tamaño isignificante, dotados de gran apetito y con una dieta centrada en las larvas acuáticas de los mosquitos. De ahí que el mosquito Anofeles, vector de la enfermedad, no crecía en esa zona, y por tanto no podía transmitirla. El investigador publicó su hallazgo y un colega español hizo el resto.
Hace un siglo, importó de América el pececillo en cuestión, al que debe su salud y supervivencia media España, la gambusia o gambusino. Y lo aclimató y reprodujo en Talayuela, para repartirla por las zonas endémicas del paludismo. Hasta doce centros antipalúdicos llegó a fundar. Descubrió el tifus recurrente español y recibió por este motivo el premio Laveran.
Se llamaba Sadi de Buen Lozano, inspector general de instituciones sanitarias. Y en esas estaba, sirviendo al gobierno de su país, cuando fue detenido y ejecutado en Córdoba, en septiembre de1936.
Azaña, en sus memorias, hace referencia a este crimen, y realiza la innecesaria aclaración de que quizás el hecho de no estar bautizado fuese razón suficiente como elemento de carga penal para su condena a muerte. Y es que se siguen buscando explicaciones para justificar , para manchar, para sembrar la sospecha sobre las victimas, sobre cualquier victima, como si el hecho de la injusticia absoluta no fuese algo real y cotidiano, y como si la victima no necesitase otra cosa que una justificación, aunque sea baladí, sobre el porque se hizo lo que se hizo.
Abundando en el despropósito, podría yo seguir contando que el padre de los tres hermanos De Buen, (los otros, encarcelados o exiliados) , los dotó de una gran formación humanista en la que estuvieron ausentes, y proscritas, las asistencias a las procesiones religiosas y a los desfiles militares. Quizás sigo en la línea acusadora exculpatoria de Azaña, pero mi intención es demostrar, otra vez, lo que está mas que demostrado. La intolerancia hasta el exterminio. Y es que hay especies realmente dañinas.
Del por que la gambusia attinis ha marcado mi infancia, feliz ambos en la charca, habría mucho que explicar. Además de la consiguiente ausencia de fiebres tercianas entre mis progenitores, y de lo que la sobreabundancia de esta especie supuso para el enriquecimiento dietetico de las gallinas, cuyos huevos aportaron la materia noble a las neuronas en desarrollo del que esto suscribe, inevitablemente, la competencia de este encantador bichito desplazó, y exterminó, todo hay que decirlo, a otras especies autóctonas, Cyprinodon iberus por ej., sin originar guerra alguna. Quizás debido a que los nacionalismos autonómicos no existían en aquella época.
La verdad es que resulta difícil mover algo, cambiar una cosa sin molestar a un tercero, pero aceptando algún que otro inevitable daño colateral, no puedo menos que gritar: ¡Loor a la gambusia!.
Y hay mas, mucho mas sin duda. Los baños en el agua calida de la charca (no confundan con charco, el masculino aquí es peyorativo) suponían la única ocasión de natural remojo durante el verano, además de añadir el placentero disfrute, la sensación de cosquilleo de decenas de gambusias en la piel, que en realidad intentaban llevarse un bocado, que luego los comerciantes han querido emular con las bañeras tipo jacuzzi, y que al final terminaba en un peeling, una limpieza cutanea, de lo mas saludable y economica.
Sin contar con las educativas discusiones entre compañeros de pupitre, sobre si aquella victima que caía en nuestras manos era realmente una gambusia o mas bien un renacuajo, la metamorfosis del que luego se habría convertido en rana. Realmente ambos son absolutamente indistinguibles, y el método diferenciador propuesto por algunos acuariofilos de ponerlos juntos en la pecera para comprobar cual se come a quien, (ya saben que la victima es, siempre, nuestro autentico antecesor, el anfibio) no me parece muy cristiano.
Recuerdo alguna de esas discusiones, con una niña de entonces, en las que ya se manifestaba la imposición de la fuerza del pequeño machito que era yo, y la condescendiente tolerancia del sexo débil !Ahora te sales con la tuya, pero después de las amonestaciones te vas a enterar! Digo yo que pensaría ella. Algo así como quien rie primero y quien rie ultimo. El renacuajo o la gambusia. Y ya se vió.
En fin, que son tantas las gracias recibidas por la gambusia que no puedo menos que terminar esta incursión en el terreno de la ética, sin dar gracias a la naturaleza que nos ha acompañado hasta aquí, y a la crisis que, de momento, ha distraído a los fanáticos del conservacionismo ultramontano con otros motivos de no menor fundamento. Seguro que la consideran especie invasora endémica e indeseable, a ella, a mi gambusita.
Y es que los fanatismos ….
P.D. Digo yo si mi adicción a las películas de submarinos no tendrán algo que ver con ello, con esta otra vida anterior. O quizás tendré que releer a Freud.
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martes, 13 de enero de 2009
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Manuel Cáceres:
ResponderEliminarPoseo fotos originales e inéditas de Sadí de Buén desde su etapa en Navalmoral como en la India. Mi idea sería exponerlas a formato 50x70cm, que ya tengo desarolladas. Depende de lo que me ofrezcan.