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Aunque, en anterior reseña, hemos tratado sobre el sexo de los ángeles, no está por demás el continuar con la metafora.
“Cuando la injusticia entra por la puerta, la razón salta por la ventana”
Proverbio
Hace bien poco, a pesar de que el frenesí de los ultimos meses pretendan relegarlo a un pasado lejano, unos amigos míos tuvieron la osada valentía (No toda osadía es valiente, la gran lanzada al moro muerto no lo es) de plantarse ante el sumo sanedrín, al que ahora llaman eurocámara, para denunciar un crimen contra la naturaleza, o al menos lo que ellos asi consideraban, el allanamiento y destrucción del primer nivel del bosque eterno, de la frontera virginal de la sierra madre, con fines urbanos, ya saben.
Los sacerdotes escucharon atentamente su denuncia, durante no menos de diez minutos, y la anotaron en la correspondiente tablilla que quedó depositada en uno de los montones de teradenuncias aceptadas por la justicia europeana y que luego serán usados como base real, no figurada, en la cimentación del nuevo edificio que el tribunal espera ansiosamente, desde hace decenas de años, para comenzar a funcionar.
Tan satisfechos como el estomago luego de degustar un aire esférico de perdiz con sus plumas sobre un lecho de tinte de tempura al nitroso, mis amigos salían meditabundos del recinto habitacional de 3x2, donde fueron atendidos, cuando un cortesano afín les fortaleció el espíritu a la vez que cumplió con su cometido de palmear los dorsos ajenos. Mas o menos, les vino a decir que, cualquier crimen contra los ciudadanos de la republica (interestelar, no me malinterpreten) o sus intereses, derechos humanos incluidos, no tiene otro valor que el agravante de su insistencia, de su carácter de iterativo, de su molesta repetición que hace distraer la atención del que escucha. Y por tanto aconsejoles orientar sus reclamaciones futuras, basándolas en el padrinazgo de alguna especie animal o vegetal en peligro de extinción, algún diminuto espécimen a punto de desaparecer, hacia los cuales se polarizan las simpatías actuales de los pueblos civilizados ,es decir ricos, es decir poderosos. Esta simbiosis defensiva de los debiles ante el peligro del peor de los enemigos, verbi gratia, depredadores urbanísticos que, por otra parte solo buscan el bien para sus semejantes, mas viviendas, mas descanso golfista para algunos, y de paso mas trabajo para otros que, al fin y al cabo, es la máxima riqueza a que puede un pueblo aspirar. Angelitos.
Y aunque la naturaleza, en este caso, no es sabia, fue confortado el pleito en esta ocasión por una actividad humana, usualmente hostil, como es la economía, quien tras una epoca de vertiginoso placer, como el de una tortuga mora (testudo graeca) al deslizarse por una inmensa duna, y quedar al fin del viaje con las patas hacia arriba, inmóvil e indefensa, rogando para que al menos llegase pronto la noche que aleja el punto de cocción del microondas solar sobre su blanco vientre, y de paso aplace el momento en que los chimangos carroñeros perciban el olor a muchas leguas de distancia, olor que, de momento no es otro que el de los emuntorios abiertos ante el pánico usual en tal trance (este trance suele ser singular, no da ocasión al plural trances).La querida economía ya digo, leer a Marx y otros es comprender, ayudó involuntariamente, a detener temporalmente, las aspas de los molinos que mis amigos confundieron con gigantes. No hay dinero, no hay urbanización, no hay destrucción. De momento.
Pero si hay enseñanzas.
La mayor es la primera. No hay justicia. No hay voluntad local ni supranacional de que la haya. Cuando el crimen no no se castiga porque es lejano, es porque es que ajeno. El caso es que, mientras tanto nos disfrazamos de seres civilizados y miramos para otro lado. Discutimos sobre el sexo de los ángeles, hablamos y miramos sobre otra cosa y esperamos que el tiempo pase a nuestro favor y le de vuelta a la tortuga. A veces resulta.
Pero mientras tanto... los niños españoles cuya sangre derramada lloraba Neruda eran los mismos de Irak que el nobel H.Pinter glosaba en nuestro anterior panfleto, los mismos que diez dias después del mismo corrieron la misma suerte en Gaza, los mismos que setenta años antes lo hicieron en medio mundo, y todo porque el otro medio fingio ignorarlo, nego tener conocimiento, “We dont know”. Como si la ignorancia eximiese el cumplimiento de la ley. Como si el crimen, dependiera exclusivamente de que creamos en el o en su inexistencia. Y es que este abarca mucho, muchísimo mas que el asesinato de inocentes lejanos, abarca desde el escupir en la calle hasta el dejar morir a los vecinos en una patera, pasando por defraudar , el escaquearse, el robar los impuestos de todos mediante contratos ilegales, dinero negro, economía sumergida o cualquier otro eufemismo para negar la evidencia de que nos estamos quedando con el dinero de los demás, que estamos dejando entrar la injusticia por la puerta y que, al igual que en cualquier sitio y epoca donde la violencia estalla, empezamos a mirar de reojo la ventana.
Bien es verdad que los deformativos, por asi llamarlos, de prensa y televisión nos hacen ver que el mundo es, todavía, habitable, y que en todo caso hay que buscar culpables en tercera persona, el o ellos-as, casi siempre de la otra cooperativa política(vulgo partido) de la otra cofradía o del otro equipo deportivo. Del sexo de los ángeles, ya digo, mientras vemos como la sociedad pudiente se va radicalizando, y la de menesterosos (de menester) aprieta los puños y traga la rabia. Esos son los primeros síntomas de que la justicia es un bien tan básico para el fundamento de la sociedad como tan frágil que puede hacerse añicos en nuestras narices. y su ausencia conducirnos a aquel sitio que cantaba Brecht cuando primero fueron a por los judios y no hicimos nada, luego….
Todo esto no es más que una estación desabrida, invernal, en el ciclo de la naturaleza. Afortunadamente existen los superhéroes, mas bien superbirds en este caso, como el Carricerin Cejudo, alias Acrocephalus paludicota, que vuela en nuestra ayuda.
Si les cuento que es un ave que cría en zonas de vegetación helofítica del Paleártico occidental, se que corro el riesgo de alejar a algunos de los escasos seguidores, santos ellos, que me quedan. Pero si les digo que esta minúscula avecilla, diminuto pajarillo, vuela todos los años entre los Urales y el sur del Sahara, con el único objetivo de que el mundo siga dando vueltas, que está, obviamente al limite de su supervivencia, y que una de las pocas escalas que realiza en su periplo la hace en nuestro pais, comprenderán que nosotros, también tenemos recorrido la mitad del camino. La esperanza está aquí... Tenemos el arma definitiva.
Y ya existe un programa de protección específico. Incluso se están recuperando lagunas desecadas por perforaciones ilegales, pozos piratas que no han conseguido cambiar el destino de los agricultores pero si, casi si, el del carricerin. Se están habilitando y repoblando sus habitats, sus espacios vitales, sus áreas de servicio para un viaje de seis mil kilómetros, para los que este vulnerable pajarillo solo necesita que la naturaleza siga su curso, que el mundo siga dando vueltas. Y aunque solo fuese porque su paso por nuestra tierra en otoño y primavera signifique que el sol sigue brillando, habria que primar su su existencia por encima de todos los disparates que los gobernantes del mundo guardan en su cartera con la etiqueta de soluciones, aunque solo sea por eso, su presencia justificaria cualquier esfuerzo imaginable en su protección..
Si además consideramos que, por primera vez, esta iniciativa es nuestra; no es impuesta ni subvencionada por ningún Mr Marshall foráneo al que pretendamos seguir ordeñando con el secular “Dame argo señoriíto”, puede ser el comienzo de una gran amistad, con la naturaleza, con nosotros mismos y con nuestro héroe el carricerin cejudo.
Y la segunda, y la más importante de las enseñanzas es la segunda. Se llaman gambusinos, en plural, y justifica un capitulo aparte.
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