------------------------------------------------------------------------------------------------------------------3. - Vasily Grossman with the Red Army 1941-1945 .
Anthony Beevor. Ed. Crítica 2006.
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Ciertamente hábil el experto historiador británico,- lo cual es un pleonasmo porque todos ustedes saben que todos los británicos son historiadores expertos- al publicar algunos libros relacionados con su especialidad, Estalingrado y la Batalla de Berlín, en los que su misión llega a reducirse a poner su nombre en la portada y en la cuenta bancaria de la que es titular.
Algo así sucede con la recopilación y edición anotada de los apuntes, de las libretas de campo que Vasily Grossman utilizó para elaborar sus artículos y donde podemos comprobar la estrecha relación entre la carrera del periodista militar, entre la propia supervivencia vital durante los años oscuros, y su obra magna, la nueva Guerra y Paz, también llamada “Vida y destino”.
No obstante, a pesar del vampirismo que supone publicar el trabajo de otro en su nombre, se agradece.
El lector confirma sus sospechas de que gran parte de los personajes de la ficción descrita por Grossman, de ficticios no tenían nada. Sus propios nombres y apellidos repiten algo que se sabe desde que se inventó la literatura, que solo las vivencias reales de los personajes de carne y hueso bastan, y generalmente sobran, para elevar los sujetos de la ficción escrita a unos niveles de excelencia literaria que nunca podrán igualar los creados por las mentes, por la fantasía de aquellos escritores que necesitan musas o absentas para rellenar mil páginas.
Como buen profesional, el autor se limita a ordenar, a clasificar y a ubicar en el tiempo y el espacio los comentarios y las reflexiones que Vasily dejaba en el tintero, a veces por motivos obvios, y otras por no molestar a alguien en particular.
Como algo bueno, como algo único que solo tienen los libros especiales, y este lo es en cierto modo, es cuando ofrecen entre líneas el hilo de Ariadna, la cita inadvertida de una obra o de un autor que a partir de ese momento se convierte para el lector en un objetivo a seguir. Si en el “Danubio” de Magris he llegado a la conclusión de que tengo que leer, pero ya mismo, antes de que llegue la gripe A, por favor, “Auto de fe” e incluso “Masa y poder” de Elias Canetti, del tío Elias, sefardí, y correligionario en sus orígenes de Grossman, en este trabajo de Anthony Beevor, y mira que se gastan nombres raros, he recordado un nombre al que tengo que prestar la atención que le debo. Se trata de Iliá Erenburg (otro Elias) que me he aparece al otro extremo del hilo. Corresponsal de Izvestia durante la Guerra Civil (solo hay una) y escritor de novelas sobre aquella. Personalidad intelectual y política, fue compañero de trabajo en el frente oriental de Vasily Grossman con el cual tenia otra cosa en común. Ambos fueron invitados a incorporarse al partido comunista en varias ocasiones, y ante la negación repetida, ambos fueron considerados por el sistema como excelentes comunistas sin partido. Vivir para ver.
Ciertamente hábil el experto historiador británico,- lo cual es un pleonasmo porque todos ustedes saben que todos los británicos son historiadores expertos- al publicar algunos libros relacionados con su especialidad, Estalingrado y la Batalla de Berlín, en los que su misión llega a reducirse a poner su nombre en la portada y en la cuenta bancaria de la que es titular.
Algo así sucede con la recopilación y edición anotada de los apuntes, de las libretas de campo que Vasily Grossman utilizó para elaborar sus artículos y donde podemos comprobar la estrecha relación entre la carrera del periodista militar, entre la propia supervivencia vital durante los años oscuros, y su obra magna, la nueva Guerra y Paz, también llamada “Vida y destino”.
No obstante, a pesar del vampirismo que supone publicar el trabajo de otro en su nombre, se agradece.
El lector confirma sus sospechas de que gran parte de los personajes de la ficción descrita por Grossman, de ficticios no tenían nada. Sus propios nombres y apellidos repiten algo que se sabe desde que se inventó la literatura, que solo las vivencias reales de los personajes de carne y hueso bastan, y generalmente sobran, para elevar los sujetos de la ficción escrita a unos niveles de excelencia literaria que nunca podrán igualar los creados por las mentes, por la fantasía de aquellos escritores que necesitan musas o absentas para rellenar mil páginas.
Como buen profesional, el autor se limita a ordenar, a clasificar y a ubicar en el tiempo y el espacio los comentarios y las reflexiones que Vasily dejaba en el tintero, a veces por motivos obvios, y otras por no molestar a alguien en particular.
Como algo bueno, como algo único que solo tienen los libros especiales, y este lo es en cierto modo, es cuando ofrecen entre líneas el hilo de Ariadna, la cita inadvertida de una obra o de un autor que a partir de ese momento se convierte para el lector en un objetivo a seguir. Si en el “Danubio” de Magris he llegado a la conclusión de que tengo que leer, pero ya mismo, antes de que llegue la gripe A, por favor, “Auto de fe” e incluso “Masa y poder” de Elias Canetti, del tío Elias, sefardí, y correligionario en sus orígenes de Grossman, en este trabajo de Anthony Beevor, y mira que se gastan nombres raros, he recordado un nombre al que tengo que prestar la atención que le debo. Se trata de Iliá Erenburg (otro Elias) que me he aparece al otro extremo del hilo. Corresponsal de Izvestia durante la Guerra Civil (solo hay una) y escritor de novelas sobre aquella. Personalidad intelectual y política, fue compañero de trabajo en el frente oriental de Vasily Grossman con el cual tenia otra cosa en común. Ambos fueron invitados a incorporarse al partido comunista en varias ocasiones, y ante la negación repetida, ambos fueron considerados por el sistema como excelentes comunistas sin partido. Vivir para ver.
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Nota .- Donde pone ¿? hay que pensar. Ya se que es jodido, ya.
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