viernes, 11 de septiembre de 2009

BIENAVENTURADOS # 6


--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Bienaventurados los justos, porque gracias a ellos existe el mundo.-------------
Dice Zaratustra, o Kalikatres sapientísimo, no recuerdo cual, que el mundo tiene el futuro asegurado siempre que existan al menos treinta hombres justos y ellos no lo sepan.(1)
No me preocupa el numero, con toda seguridad es algo simbólico, una cifra a partir de la cual un grupo humano se constituye en autosuficiente y por tanto puede iniciar una nueva andadura, hasta incluso una nueva civilización, cuando llegue el caso hipotético en que hayamos terminado con la actual. No es el numero lo que me preocupa. Con toda seguridad el numero actual de justos puede cifrarse en millones, sin temor a exageraciones ni a enmendar la plana a Zoroastro.
Lo realmente inquietante es la coletilla, donde sin duda está la genialidad del mensaje.
Y es, “Que ellos no lo sepan”. Que no sepan que son justos, que no sepan que de su existencia depende la del resto del planeta.
Si sospechasen siquiera que pertenecen a la casta de los hombres justos, ya tendríamos el primer inconveniente. Ser raro, anormal, una oveja blanca en un rebaño de lobos y que eso no es muy conveniente para el. Quizás deberá, al menos, adoptar la piel de la alimaña para pasar desapercibido. Y desde ese momento, el de la simulación, el justo deja de serlo.
Quizás esté minusvalorando el valor de su honestidad, la necesaria y querida presencia de la honestidad, como la del comandante,-en versión de Carlos Puebla, por favor- y deba negociar algún beneficio personal, a cambio de de la integridad moral. Y vuelve a desaparecer el manto de santidad.
Que no lo sepan, que nadie les cuente la necesidad de la virtud, de su vida virtual, para que el resto del colectivo tenga, y siga teniendo, una reserva espiritual a partir de la cual beguine the beguine, volver a empezar ,–esta en versión tabajara- porque desde ese momento, del conocimiento de su virtud, estas personas se vuelven evanescentes como la dama del expreso- de Hitchcock- y esta, tan solo queda a buen recaudo en los ancianos que ya no tienen fuerza para acudir al mercado, en los niños, que todavía no la tienen para hacerlo y en los locos, en algunos, que la tienen pero no saben donde la han puesto. El resto no tiene otra oportunidad que vender, cuanto antes mejor, el menor vestigio de la pureza con la que todo ser vivo llega al mundo. Tampoco quiero cometer excesos con el pesimismo. Ese es un humor cercano a la melancolía que solo si es generado por ciertos bebedizos alcoholados me parece soportable.
Ocurre que el mundo en que vivimos tiene algunas características que lo hacen totalmente distinto del de los sabios de antaño. La primera, fundamental, es la transparencia que, aunque lo sea parcialmente, aunque no deje ver nítidamente el lecho del río – de la vida, que luego no se me entiende - al menos permite vislumbrar la capa de légamo que cubre el fondo y la madera podrida que flota en la superficie.
Esa es la primera cualidad que hace inviable la existencia de hombres justos en la ignorancia de serlo, la transparencia del conocimiento. Imposible detenerla. Hay que convivir, por tanto, con la presencia de una cierta impureza en la calidad de las virtudes, tal y como fueron estas concebidas en su principio, de una perfección absoluta.
No existe el paño, bueno, que en arca se venda. No hay mas arcas, porque ya no son necesarias. El mercado tiene otras leyes y ni las virtudes publicas ni las privadas, escapan a estas.
Transparencia, y no poner mas filtros de colores a la realidad que aquellos que el espectador esté dispuesto a pagar.
Y es que además, los justos de antes tenían una cualidad que ahora estaría muy mal vista. Al parecer existía una característica suya, la cólera de los justos, que en determinadas condiciones hacia caer los imperios y volvía tan turbias las aguas del río - de la vida, ya digo- que hacia imposible ver nada a través de su superficie.
Afortunadamente eran muy pocos, unos treinta, y ahora no tienen, tampoco, el caldo de cultivo, la tierra fértil preparada para permitir que germinen semejantes semillas.
Vamos, que yo estoy tranquilo en ese sentido, vaya lo uno, la infinita presencia de pecadores en el reino de Mongo, por lo otro, la paz y tranquilidad que te da el saber que por poca vergüenza que te quede, este bien no está solo en vías de extinción, sino que, además, la virtud que perdimos, al agacharnos a anudar los zapatos, ya es solo es un recuerdo remoto.
En épocas como esta, de similar estado de animo colectivo, al que algunos rapsodas. erroneamente llaman cinismo, es cuando emergen unas figuras nacionalistas o patrióticas, como gusten llamar, que acaban convocando a los justos fetén, a los millones que se creen que lo son, para volver a retomar el ciclo aquel que enturbia la corriente, con un color como de lavar carne y con la presencia de ciertos elementos flotantes y bastante diferentes de la madera podrida, a los que nadie quiere mirar.
Y es que está todo escrito, y repetido un millar de veces.
La lástima es que se siente uno como la profeta aquella que lo veía todo con la antelación suficiente para evitarlo, pero al ser mudita, no podía hacer otra cosa que sufrir su ineficacia con eterna resignación. Por cierto que los oráculos también se llevaban su parte, buena parte, del asado.

Resulta inconcebible que el ser humano resulte tan estúpido en colectividad, aparte de injusto como hemos visto, como para no detenerse a reflexionar, y a plantearse una dirección alternativa a aquella indicada por el guía del desfiladero -esta es de Herodoto, no confundir-.
Ni siquiera Ortega nos sirve en esta ocasión. Si bien su planteamiento político era tan genial como acertado frente a los cambios sociales del siglo diecinueve y la necesidad de un líder culto es decir preparado para dirigir una nación iletrada, esta figura debería haber quedado desfasada en un mundo en el que dos generaciones, al menos en Occidente, han vivido con la suficiente paz y confort para preparar, moral y políticamente, que es lo mismo, a una tercera para que pueda hacerse cargo por si misma de su futuro, sin necesitar los arcanos de Zaratustra y su eterna sabiduría, ni el catecismo del padre Ripalda –al menos este encerraba un atisbo de ideología, aunque no comulguemos con ella - para reconducir el planeta con cierta discreción.
No es el caso, lamentablemente, y no es que me fastidie la vigencia de Ortega o de Maquiavelo, que ya es triste, es que tengo la impresión de que estamos, o al menos estoy, mas equivocado de lo pude pensar. Y bastante menos avanzados, cuestión de supervivencia incluida, que los ancestros de la túnica o el taparrabos.
Y tampoco es nihilismo, los nihilistas eran otra cosa bastante diferente de lo que podría parecer por su nombre y de lo que intento decir. Es tan solo que las tres preguntas de la filosofía clásica, ¿De donde venimos? Etc.etc. me sugieren una respuesta común:
- No lo se.
El pasado no me lo creo, tergiversado y sodomizado hasta la extenuación. El presente no me lo quiero, no me lo puedo creer, estupefacto. Y del futuro para que hablar.
!Que los dioses sean benévolos con aquellos que los tengan!.

Por cierto me acaba de salir otra bienaventuranza. Bienaventurados los que tienen dioses porque ellos recibirán su benevolencia. Pero esa para otro día.
No quiero cansar.

(1).- Realmente está tomado de un pasaje del Antiguo Testamento, en el que Yahvé, promete que nunca faltará ese numero de justos, como Abraham, añade, y de esa manera el pueblo elegido se convertirá en nación.
Aquí el pez se muerde la cola, porque está hablando de la creación de un club milenario, o eterno ya puestos, que nos deja fuera al resto. Evidentemente de justos nada. Confirmo mi sospecha.

La imagen.- “El festín de Baltasar”. Rembrandt.

El rey Baltasar, hijo de Nabucodonosor, celebra un banquete impío con mil de sus príncipes. Ya ebrio, ordena que se sirva más vino en los vasos del templo de Jerusalén, que su padre había conseguido como botín. En ese momento aparecen los dedos de una mano que empieza a escribir sobre el muro tres misteriosas palabras: Mane, Thecel, Phares,
De las muchas traducciones que he sufrido en la vida sobre esas tres palabrejas, me quedo con la escuchada a un padre español culturizando a su hijo en la National Gallery:
-“La has cagao”-.
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1 comentario:

  1. Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos
    en que el hombre sea amigo del hombre,
    pensad en nosotros
    con indulgencia. "

    Bertolt Brecht
    A los hombre futuros

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