domingo, 18 de octubre de 2009

SOBRE ESTRENOS QUE NO SON TAL COSA.-


-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Dicen que, después del debacle en taquilla, ha llegado el colapso en las ventas del DVD, con lo que la codicia de los grandes del cine mundial, es decir, los de siempre, ha sufrido un tremendo castigo, bienmerecido por cierto. Llevan tiempo rasgándose los armiños por la terrible ignominia a que los vendedores de banda ancha los están sometiendo. Acusan a los interesados en el cine en particular y en el arte en general, de convertirse/nos en sanguijuelas que a corto plazo causaremos una anemia irreparable a todo el sector audiovisual primero y literario después.
Llevan razón solo en la primera parte de su exposición, en que les va mal y probablemente les va a ir peor, pero el resto del razonamiento es la más estúpida y patética de las pretensiones. Pretenden impedirnos el mirar por la ventana, al censurar y limitar el uso del mayor invento mundial en el terreno de la comunicación, nada menos que a nivel de los hitos que marcaron Edison, Bell o Marconi. Con el agravante de que el novísimo, el internet, está todavía como el bebe en el carrito señalando con el dedo las cosas cuyo nombre desconoce, sin permitirnos imaginar que sucederá cuando realmente eche a andar y a asociar todo aquello que quede a su alcance.
Me temo que los autores, como sociedad derechohabiente y sus acólitos, van a resultar otro concepto obsoleto en breve plazo y la compasión tendremos que dirigirla a todos los “negros”, esos miles de esclavos silenciosos y transparentes que llevan siglos, ya Dumas presumía de ello, alimentando, con su trabajo, semejante estafa. La presunción impuesta de que detrás de cada obra de arte existe un autor “legítimo” que junto a otros cuatro merecen el 80% del reparto de los beneficios del arte mundial, mientras el resto se pelea por cáscaras de altramuz, no es otra cosa que una patética y risible presunción.
Otra de sus apocalípticas profecías es la de anunciar el fin del arte, ya que nunca nadie más va a dedicar su tiempo en darse el gusto de realizar algo genial para lo que esté especialmente dotado. Esa pretensión es no menos estúpida que la de poner puertas, esclusas infranqueables, al intercambio digital de archivos. Si yo fuese artista ya estaría programado por estos señores, en una huelga general, de neuronas caídas, para demostrar al mundo que si los que se fingen autores dejan de cobrar, los de verdad se dedicarán al ostracismo, a la inacción, a parar la producción de este material de primera necesidad en el que oficialmente jamás han participado. Más de lo mismo.
Y es que uno va a las librerías, de la capital no vayan a creer, y se encuentra las estanterías llenas de ausencias y de basura a partes iguales, sin otra opción que recrearse en los centenares de tochos dedicados a la “novela histórica” y toca Hipatia esta temporada, cerca de quince títulos en el lugar de honor tiene la moza, o a la enésima saga detectivesca de origen nórdico, sin cuya existencia, realmente las librerías y todo lo que hay detrás, sin duda habrían desaparecido hace tiempo.
Con el cine sucede algo parecido, al menos en la ausencia de estímulos que polaricen al espectador. Las únicas buenas que llego a ver, las gratificantes que te incitan a volver a intentarlo, son curiosamente las clásicas, o las raras, exóticas o minoritarias que consigo a través de internet. Las primeras nunca se repondrán en salas, y menos en la televisión a mi alcance, - gol-tv me han puesto como canal único en el club -, y las segundas, las raritas tengo que disfrutarlas sin sensación de pecado alguno, ante la seguridad de que las probabilidades de estreno comercial o de su pase por el cineclub son remotas.
Figúrense que, en este último ya tengo destrozado el cincuenta por ciento de la programación trimestral, con monografías sobre el cine paritario, el homenaje a los cineastas del país amigo que toque esta vez, o sobre las películas rodadas en nuestro entorno cercano, aunque sea solo un inserto, un exterior trucado o una sugerencia localista en el título.
Me temo que los responsables culturales de estos eventos también estén poniendo su granito de arena, además de la mano a fin de mes, a la hora de mandar este asunto, el de la cultura popular, al carajo. Por ahí deberían buscar culpables los editores y productores, por el boicot explicito que les hacen los mismos señores que los subvencionan.
Y con el resto de la programación sucede lo mismo, incluyendo la cartelera actual, que cada día se me parece más a las subastas de arte, donde la mayoría de las obras me dan risa por su pretenciosa cutrez, a la minoría no puedo considerar objetos de mi deseo, por razones obvias, y las tres o cuatro que parecerían estar a mi alcance resulta que siempre se las lleva otro, o si las consigo en el mejor de los casos, resulta que ya las tengo repes. Como sucede en este caso.

Programan Katyn, que ya vi hace más de tres años, con la presunción por mi parte, de que, a pesar de optar al Nobel de ese año, perdón al Oscar, que es la misma mandanga pero mas divertida, su tema y su realización no iban a ser de interés para el público de Mongo. Figúrense que trata nada menos que de la “verdad histórica” , que lo hace sin una ley que la respalde y cuando todavía están vivos muchos de los que pasaban por allí cuando aquello. De las victimas, como siempre, no quedó ninguno. Que la hace Andrew Wadja, el otro Wadja, no confundir con nuestro Ladislao, que se niega a aceptar la jubilación forzosa del artista añoso, la de verdad, y que con un lenguaje televisivo, filma un documental dramatizado, con dos duros, que en Polonia llaman zloty, y con la intención de tirar de la manta sobre un tema del que nadie quiere saber, del que nadie quiere conocer el motivo ni el autor, la matanza de Katyn. Que no fue un genocidio, que no afectó en exclusiva a una religión concreta o a un partido político determinado, ni siquiera a un grupo social peligrosamente desviado para la seguridad del poder absoluto. Nada de eso, tan solo afectó a miles de polacos, de clase media-alta, y por unos motivos que nunca sabremos, porque aquel que la ordenó, siempre negó tal cosa.
Historia terrible y cercana, y la película no se inhibe a la hora de mostrar escenas tan verosímiles como otras más próximas para nosotros aunque algo más lejanas en el tiempo.
No es una película para estómagos delicados, pero menos para mentes inestables o con la suficiente sensibilidad, todavía, para correr el riesgo de quedar dañados severamente ante la exposición del absurdo de la injusticia colectiva, de un holocausto extra para los polacos, que tienen un pasado realmente sembrado de desastres humanos, tan parecidos a los nuestros.
Resulta magnifico que se estrenen no-películas así., y que la gente vaya a verlas. Mostrar que el cine todavía tiene recorrido, aparte del entretenimiento en la barraca del que realmente no ha conseguido salir, y de la orientación al beneficio de las majors de siempre que tan dolidas están en el bolsillo porque yo veo las películas en la Red.
Pero es que, vamos a ver. Si yo no la hubiese visto hace tres años, ¿La habrian estrenado ahora aquí?
¿A que no?.
Si es que, uno nunca acierta.

P.D..-
El asunto Katyn ha pasado a la historia, curiosamente, por el fraude en la atribución de responsabilidades mas que por la tragedia en si. Por como los intereses geopoliticos han mantenido durante medio siglo en el limbo la terrible culpabilidad sobre los hombros del vencido, del indefenso, que solo podía musitar:
- Yo no he sido -.
Afortunadamente Wadja se remite a los hechos, y deja los desmanes de la desinformación oficial, que no son un tema baladí, para otra ocasión.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opinar es una manera de ejercer la libertad.

Archivo del blog