jueves, 1 de octubre de 2009

CRÓNICAS DE UN VIAJERO APRESURADO # 3


-------------------------------------------------------------------------------------------------- NAVARRA FUE EL PRINCIPIO.-
La ficción científica, como casi toda la literatura fantástica tiene unas premisas, un punto de partida imposible en las coordenadas actuales del conocimiento. Generalmente es una modificación arbitraria en la cuarta dimensión, el tiempo, situando la acción y los personajes con un desfase, suficientemente atrasado o adelantado respecto al reloj actual, y a partir de esa condición, es decir introducidos en el mundo desconocido de los tiempos verbales imperfectos, ¿Cómo será si..? O ¿Cómo habría sido si..?, se extiende hasta el infinito, y mas allá por supuesto, la capacidad traductora del autor al adaptar la mas absoluta de las fantasías a la lógica del tiempo presente.
Pero es que la realidad es muy suya, como estamos hartos de comprobar, y a veces, tiene la capacidad suficiente para provocar el asombro, para desmontar la presunción de experiencia en el observador , por muy experto que este pueda considerarse.
Así, tengo que confesar que en un solo día he estado en el siglo XIII, - Si, si, en el 1200 y pico, y he paseado por la superficie de Marte, y sabido de desapariciones humanas, y de otros que han vuelto del mas allá para quedarse de nuevo. Y que todo ello haya sido real, tangible y demostrable, en todas partes a la vez y…no estar loco. Como dice el bolero.
Es llegar al borde de la sima, a la que llaman Bardenas reales, es volver a sentir el vértigo de contemplar ese cráter de dimensiones para las que el ser humano no tiene medidas, el vislumbrar como el abismo me rodea mas allá de los 180 e incluso de los 360 grados, es comenzar a sentir que la inquietud posee mi mirada primero, mis piernas que se mueven sin sentido después, hasta obligarme a sentarme asustado, apoyando las manos en el suelo para comprobar que no estoy en el cielo.
Es volver a sentir la magia de la primera visita, a repetir la conmoción que la naturaleza, la madre tierra, me ocasionó aquella vez.
Cuando miro a la altura de mis manos, huyendo del pavor de lo inabarcable, y veo a mi lado una placa, una estela metálica sobre cemento que, cuenta la putada que los abajo firmantes le han hecho a su ser querido y de paso, a todos los demás.
Sin duda que fue un gran amante de la naturaleza, que al parecer murió en la bicicleta, y que deseó que sus cenizas fuesen esparcidas desde allí. Loables circunstancias las tres, aunque la muerte sea algo tan cruel como innecesario. Pero mas indudable todavía es que nada mas alejado de sus deseos, presumo, que en su nombre, o por su causa, se mancille de forma tan gratuita un paisaje sagrado y , lo que es peor, se abra la veda para exportar las coronas de flores y las lapidas desde las curvas de la carretera, donde nunca deberían estar, hasta los espacios protegidos, donde jamás deberían estar.
Está bien lo del duelo, lo de manifestar el dolor, pero siempre que sepamos ante quien y hasta cuando, y respetemos a los demás.¿Que digo? Doña Tolerancia y Don Respeto son una pareja, un matrimonio de tiempos pasados, extinto hace siglos.
Existe un sendero semioculto, el paso de las mulas, cuyo descenso zigzagueante por pistas de arcilla húmeda con abismos laterales sin otras defensas que las invocaciones al ángel de la guarda, me hizo recordar la sensación terrible sufrida en la montaña rusa de Eurodisney, en la que, también, hubo monjas cojitas mas valientes que yo. Pero igualmente me puse en la piel del antecesor que se encontró frente a un tigre sable con las mismas defensas que tenia yo en ese momento, ninguna.
El caso es que, una vez en el fondo, la superficie lunar y la del mas inhóspito de los planetas me hubiesen parecido un vergel al lado de aquello que veían mis ojos. Me recordaban los fondos de la historietas de Moebius y las entrañas de los monstruos dibujados por Giger para Ridley Scott. Solo que ahora yo estaba dentro del comic, dentro de la película. Restos ruinosos de un castillo sobre una colina a punto de venirse abajo, atribuidos a Dª Blanca. Y las circunvoluciones, el librillo abierto de un cerebelo gigante abierto a mis pies , ofreciendo, a puñados, las conchas de hace millones de años y que la ultimas aguas arrancaban a la caliza en su superficie, y la promesa de que un poco mas adelante llegaríamos a una tierra fértil, donde se cultivaba el cereal y se apacentaban las ovejas, los años en que la lluvia se hacia presente, que no eran todos.
Esto resultaba mas inexplicable aún. Los aparceros tienen derecho a cultivar la tierra, igual que sus padres y abuelos, siempre que no dejen de hacerlo, independientemente de que llueva o deje de hacerlo. Pero la norma complementaria, la carga adicional, viene heredada desde el año 1300 en que se crearon Las Mestas, la sociedad de ganaderos de ovejas merinas cuya lana fue durante siglos privilegio exclusivo del reino, de este reino nuestro. Y desde entonces hay que dejar una franja periférica de ocho metros de cultivo sin cosechar para que el rebaño pueda sobrevivir. Y este lo hace desde entonces, sobrevive. Pastores trashumantes siguen dirigiendo miles de ovejas desde tierras vascas, Idiazabal entre otras, abonando una cuota simbólica y manteniendo un mundo cuya sola supervivencia en estas condiciones, las de hace mas de setecientos años, se nos hacen irreales.
El agua es tan escasa como en cualquier otro desierto, tres pozos superficiales en una superficie de sesenta kilómetros cuadrados, y tan rellenos de arena que es necesario volver a excavarlos antes de cada nueva temporada.
Pero lo sorprendente no termina en tan corta jornada. Desde la colina en que nos encontramos observo, a lo lejos algo parecido al fuselaje de un bombardero .
Y lo es. Restos de un avión en la zona prohibida “El polígono” donde periódicamente se ensayan las armas útiles para suprimir pueblos en general y seres humanos en particular. De hecho, y a pesar de que tras cada kermesse el territorio es limpiado por compañías de zapadores especializadas en retirar los explosivos, no es infrecuente que algunos campesinos añosos, todos lo son, desparezcan después de adentrarse en el territorio sagrado de sus antepasados, y de escucharse algo parecido al ruido que hace un insecto al pasar cerca de la luz del fin del mundo, de la lámpara asesina.
-¡No lo hagas Jack. No lo hagas!- Le dice el compañero.
-No puedo evitarlo.!Es tan bonita! . Contesta la victima inminente.

Supongo que quedarán mas asuntos, incluso sobre la superficie, que han pasado desapercibidos para el viajero. Pero no dejan, los entrevistos en esa mañana, de confirmar el aforismo y de exagerarlo. “Hubo y habrá otros mundos, aparte del nuestro, pero están todos en este, están aquí , están ahora, y seguirán estando”
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