jueves, 24 de febrero de 2011

BLADE RUNNER Y LAS CORBATAS


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De la serie:
Notas que suelo escribir para aclarar las ideas de los que no se quieren enterar y que por respeto a sus deseos, destruyo después. Pero algunas veces olvido hacerlo.



Dice Montaigne que hay dos clases de sujetos, unos que hablan rápido y tienen reflejos para reconducir hábilmente cualquier incidente del dialogo al terreno para ellos mas conveniente. Y otros que son de natural callados, pensadores y cautos, y solo abren la boca para expresar certeramente un pensamiento irrebatible.
Asocia los primeros con la abogacía y a los segundos con la clerecía. Eran otros tiempos, siglos incluso, pero el juicio sigue vigente.

Juzgad vosotros si la hoja de hoy pertenece más bien a unos o a otros, o más bien al gancho que se ubica en el cuarto de baño, al lado del trono. (Virtual, por supuesto, que tampoco eso, ahora, es lo mismo).

Blade Runner, el personaje conductor de historia, detectaba a los replicantes, -que éticamente son malos, muy malos- mirando el iris de sus ojos y su reacción frente a preguntas provocadoras.
Lo hacía, y los liquidaba. Lo hizo hasta el momento en que el contenido estético, la belleza de los ojos de una replicanta en particular, le planteo la duda eterna:

-¿Puede lo bello ser malo? -¿Puede lo bueno ser feo?

El viejo truco de apreciar la bondad, o la honradez, del que tienes enfrente fijándote en la “nobleza” de su mirada, es un comodín literario y tradicional en el que sin duda, se inspiraron los guionistas de la película.
Solo que el mundo de actores, como el que nos ha tocado, acostumbrados y entrenados para interpretar personajes honestos, ha desvirtuado totalmente el valor de la mirada del que nos ofrece la transparencia de sus ideas, falsas o no, a través de sus ojos.

Salvo para el amor, droga del alma en la que la ética tiene nula influencia, o para unos ojos excepcionales, donde la estética es dueña y señora.

Para los demás compañeros de viaje, no nos sirve. Debemos buscar otros signos externos que nos manifiesten certeramente el grado de bondad o maldad que encierran sus intenciones.
De hecho, llevo tiempo sospechando, buscando en la imagen, en la postura, y sobre todo en la indumentaria, aquellos signos del mal gusto que, indudablemente retratan el alma, la catadura moral de sus propietarios.

Aunque los teóricos de la comunicación, y los dermatólogos, insisten en la importancia de ir al grano desde el principio, me voy a permitir citar a algunos grandes de la cosa para que veáis que no deliro, todavía.

Wittgenstein aduce que “ética y estética son lo mismo”, o literalmente “son Uno” (sind Eins). La ética se manifiesta a través de la estética.

Kierkegaard planteaba que se puede vivir la vida de dos maneras: estética o ética. Consideraba estas dos maneras, también, como dos etapas. Lo estético termina llevando a lo ético. Interpretación basada en una idea del desarrollo moral donde la etapa estética lo llevaba a la ética.

Jünger en Los titanes venideros: Lo que es verdaderamente bello no puede no ser ético, y lo que es realmente ético no puede no ser bello.

José María Valverde No hay estética sin ética, “Nulla estética sine ética”

Enmanuel Kant. Observaciones sobre el sentimiento de “Lo bello y lo sublime”

Para terminar, Sarita (Montiel), diciendo aquello de: “Soy mas bella que la Loren, pero menos que la Taylor” (corolario implacable, para sus predecesores).

Todos ellos, me han invitado a meditar seriamente sobre el asunto y llegar a una conclusión, que comparto con vosotros.

Una vez aceptada la inutilidad de mirarlos a la cara, a ellos, -y nada digo de escuchar sus falsas palabras-, he llegado a la conclusión de que me basta con mirar sus corbatas.

Si os fijáis con un poco de detenimiento, veréis que su color cambia – en las tornasoladas cambia de modo natural, no confundirse - según el escenario y la ocasión. Al igual que la indumentaria, según el gusto – malo por lo general- de la audiencia del lugar.

Ello no es fortuito en modo alguno. O bien son unos falsos, que se ponen la corbata que les selecciona el asesor de imagen, sin importarles el adefesio que llevan, y dando por tanto a entender que, en las otras áreas de la gestión de la cosa pública van a actuar con la misma displicencia. Malo.
O bien, la han elegido ellos mismos, y nos están mostrando de manera prístina, sus aviesas intenciones que, a tenor del fósforo que suele desprender el color cegador de dicho adminículo, nos está reflejando la condición diabólica del portador. Peor.

“Nulla ética sine estética”, dijo el otro. Y yo de los hombres de letras me fío más que de los que salen de medio cuerpo, gritándonos y escupiéndonos, mientras se supone que insultan a un tercero.

Ojo a la corbata. No hace falta que los escuchéis, ni que los miréis a la cara. Solo el color, Fijaos bien que, si es liso malo, si lleva rayas peor, si lleva figuritas caprichosas es que la cosa está realmente chunga, y si es tornasolado o fosforescente ya no voy a insistir en aquello que sus almas esconden.

Estad atentos, porque la época está muy cercana. Las fábricas están a tope, y los diseñadores prometen verdaderas y arriesgadas sorpresas en este terreno.
Ya os digo, gafas de sol, aunque estéis en casa. Desviad la mirada si consideráis en peligro vuestra virtud, y no os dejéis engañar por el maligno, que suele ocultarse tras las imágenes, las poses, y las prendas más inocentes.

Vuestro amigo.



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