sábado, 15 de octubre de 2011

CUANDO TORRENTE Y EL DIONI HICIERON GRANDES COSAS... 1





Cuando Torrente y El Dioni hicieron grandes cosas. (O el ambiguo pasado del antihéroe).


Un divisionario en el contubernio de Múnich.


La “otra” generación del 36.



“El que nunca se equivoca / tampoco puede acertar. / Para estar seguro y cierto / te tienes que equivocar”. (Popular)


No descubro nada nuevo al decir que en esas ocasiones, frecuentes por lo demás, en las que un autor se acerca demasiado a su personaje, no hace otra cosa que reflejarnos su propia persona; cuando no convierte la historia, aparentemente ficticia, en una franca autobiografía, sin necesidad de guiños a la complicidad del lector. Siempre y cuando a ambos, lector y escritor se les presuma cierta seriedad moral o intelectual que, en estos ámbitos, suelen ser sinónimas.


Otras veces es su exagerada insistencia en presentarnos ambientes de una lejanía, temporal o espacial, ciertamente inaccesibles, o el retrato de protagonistas tan irreales como esperpénticos, la que nos hará sospechar en la coartada, en los velos que ocultan aquello que resulta de una evidencia tan certera como la blancura en la yema del huevo de codorniz, que la tiene, si no nos limitamos a engullirlo de un solo bocado, sin mayores pretensiones gastronómicas. El escritor se refleja siempre en lo que escribe, y a veces se diluye, fundiéndose dentro de la trama que ingenuamente pretende crear.


Incluso algunos, mezclan en sus historias los nombres de literatos reales, dejando confundido al lector en la duda de las certezas vertidas sobre tal o cual autor, o sobre la exactitud del juicio, del que está escribiendo sobre otros colegas, coetáneos o no.


Bolaño quizás represente a esta última corriente, a la que tampoco me atrevería a calificar como contemporánea, en la que los nombres propios van desfilando accidentalmente en el transcurso de los capítulos de ficción, ajenos al estilo biográfico o incluso al de la crítica literaria, por más que queden los susodicho mejor o, generalmente peor, retratados al gusto de la opinión del que escribe, que tiene, obviamente, la palabra.


Pero imaginaos cuando uno indaga sobre un sujeto que lleva acoplada la etiqueta de literato, un sujeto que ha sido, que es un poeta oficialmente reconocido, y que entre versos más o menos perdonables, encuentra otras capas en la cebolla, más apropiadas que la inicial, como la de guerrero, pensador, o político, junto a laminas viscosas, ciertamente indefinibles, que le hacen pensar si no estará leyendo realmente un cuento de Borges. Si no será este fantasma, un invento del ciego argentino, o si ha sido real este sujeto y ha sido la única fuente de inspiración para media docena de las historias de Don Jorge. Perplejidad.



Todo comenzó en Ronda.


Leo accidentalmente que El Dioni (Dionisio Ridruejo a partir de ahora) estuvo desterrado en Ronda, y me saltan los fusibles, dos, de la sección sorpresas te da la vida, ay dios.


La primera es que Ronda pueda ser destino del destierro de nadie, que lo fue; la segunda es que preguntando, inquiriendo investigando por los rincones, buscando en los quicios de la mancebía, y cotejando la memoria de los supervivientes , en los círculos que, presumiblemente pudieron tener algún contacto con el Dioni, solo encuentro el silencio, el olvido, interesado si me hace sospechar de lo incomoda que pudo ser su presencia para los supervivientes de la hecatombe, cuando todavía humeaban las cenizas de la hoguera, o simplemente el olvido natural del que no ha dejado huellas entre los principales del lugar ni en el libro de los ilustres que estuvieron, y escribieron, en esta ciudad. Tan solo Rilke, “El chulo p.. de princesas” como diría Cela, y Hemingway, en su crepúsculo de huesos rotos, figuran en el escudo.


Pero hoy día, afortunadamente, no hace falta ser un buen detective, dejarse romper la cara, y el alma, como Marlowe, o dar saltos salvajes en el tiempo y sobre el mar; para encontrar hilos, trozos al menos de diferente naturaleza, y con sus colores ajados por los años, que te permitan elaborar una pequeña trama o, si tu capacidad es tan escasa como la mía, al menos elaborar un pequeño nudo, o un anillo para el meñique que te recuerde de vez en cuando, aquello que quieres, que pretendes olvidar.


“Hermosa y por debajo trágica, la imagen de Ronda sigue viva en mí en sus dos dimensiones. La que se me abría por la ventana esplendida entre lectura y lectura, entre poema y poema. Y la que por las calles iba embargándome con una pesadumbre parecida al remordimiento..”


(D. Ridruejo) 1945?




P.D.- La foto inicial no pertenece a ningún "cadaver exquisito", o esnobismo literario de la epoca a que me refiero-ré, si bien es un pretexto para atraer a aquellos que tienen fobia a las letras.


Pero si os fijais bien en la primera señorita, por la izquierda, podreis comprobar mas adelante que fué la pareja sublime, del amante de la espia que estuvo amancebada con nuestro heroe.


"Lo que tiene uno que inventar para que lo lean"

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