Catástrofes previsibles y doblemente monitorizadas.-
Las cajas negras pasan necesariamente pot las manos de
técnicos y de jueces y, obviamente, no tienen el menor valor. El
enmascaramiento de los culpables, divinidades aparte, consigue crear una barrera
infranqueable para la luz del conocimiento y por tanto anula su utilidad en la
prevención de ulteriores, e inevitables por lo dicho, desastres.
Cuantos más medios dediquen a la investigación de sus
causas, cuanto más aspavientos jurídicos las envuelvan, cuanto más prolongada
en intensidad y duración sea la tormenta mediática, más seguridad tendremos de
no llegar a ninguna parte.
Por ello, y por la sorpresa que me he llevado sobre el grado
de estupidez que me es innata, y que por tanto no debería sorprenderme cada
poco, pero que vuelve a hacerlo porque es su esencia, siempre creí
que el culpable del desastre ferroviario del 44, en el que murieron miles ¿? de personas, como todo el mundo sabe,
fue Franco. Pensar que el contubernio informativo sobre la censura de la época –innegable-
hizo derivar la noticia hacia el terreno de lo innombrable y por tanto el
lector , un servidor, tuvo harto fácil identificar el culpable, ni mecánica, ni
logística, ni infraestructura, ni factor humano, no, Franco.
Lo tontos que llegamos a ser , y como cada vez que sucede el
disparate volvemos a caer en la trampa saducea de los minutos de silencio, las
corbatas negras, la ministra de luto, las agendas canceladas, o las banderas a
media asta. Panda de sinvergüenzas. Y panda de tontos los que jugamos al
entierro de la sardina. Solo han faltado las plañideras, las lloronas de mi
pueblo, para escenificar el cuadro goyesco antes del aquí paz y después gloria,
antes de partir de vacaciones.
Hoy sigo en la tontuna, pero al menos sé que de aquellos
muertos del túnel leones no tuvo la culpa El Jefe del Estado, antecesor del
actual por cierto, igual que ahora no la tiene ningún titular de un nombre
propio mas o menos ostentoso. Al menos no solo él, o al menos no solo ellos.
Como la película va ser de larga duración, posiblemente
serie de muchos capítulos, en varias temporadas, voy a permitirme centrarme en
un aspecto, el factor humano, a sabiendas de que los juicios de valor, en un país
donde las condenas son televisivas, son absolutamente irrelevantes.
Tan solo el factor humano, y su relación con un medio
tecnológico imperfecto, los monitores, y sus alarmas.
Estoy harto, hartísimo de comprobarlo, por tanto me limitaré
a exponer las posibles secuencias entre el alto que ordena la patrulla armada y
sus previsibles resultados..
Asumiendo que las alarmas del monitor estén conectadas, “ON”,
y comprobadas antes de comenzar el trayecto.
Posibilidades. :
1.- Suena la alarma, el factor humano mira la pantalla,
corrige inmediatamente la situación de peligro, y luego, apaga la alarma.
(Dabuten).
2.- Suena la alarma, el factor humano la apaga, y luego
corrige el fallo. (Flojo es el payo).
3.- Suena la alarma, el factor humano la apaga harto de que
suene periódicamente por cualquier tontería – por ejemplo el “hombre muerto”- y mira de reojo la pantalla con cierta
desgana. Arregla o no el entuerto según su disponibilidad anímica y/o física. (Mal
vamos). Ya estamos necesitando el azar a
nuestro favor.
4.- Suena la alarma y el factor humano la apaga, centrado en
otros quehaceres interesantes – no necesariamente el sudoku killer del semanal-
dejando enteramente la situación en manos de supuestos sistemas de seguridad a
los que finalmente, siempre culparán de cualquier falta. (Alea jacta est).
Solo cuando esa falta, se traduce en la muerte ajena, y
cuando esta resulta colectiva, decenas, cuanto más, mejor; tiene trascendencia el resultado del divorcio
entre la máquina y el ser humano. Olvidando que la muerte, el daño al prójimo,
es siempre individual, todos morimos solos, y la pantalla del espectáculo audiovisual
debe estar para otros asuntos distintos de la frivolización de un desastre y lo
más importante, de distraer la atención de las posibles causas –solo posibles,
no es necesario que sean las reales- al objeto de que no vuelva a repetirse; ni mucho menos buscar demonios en la cima de
la pirámide, cuando tenemos las calles repletas de ellos.
Tan solo se me antojan algunas preguntas, retóricas, puesto que
conozco las respuestas.:
¿Existen controles psicotécnicos, perfiles psicológicos periódicos,
de los trabajadores en cuyas manos encomendamos nuestras vidas de una u otra
manera?
¿Existen controles sanitarios sobre el nivel de alcohol y
otros estupefacientes en estos trabajadores, previos al inicio de cada jornada?
Os aseguro que en el sector donde trabajo, antes sector
sanitario, la respuesta es no.
Creo que las tripulaciones de aerolíneas pasan alguno de
estos filtros, pero me temo que los policías, los jueces, o los bomberos
tampoco andarán muy finos en el cribaje. Ojalá me equivoque.
Insisto en que solo he valorado una posibilidad que
seguramente esté fuera de lugar, pero es que la persistencia de los monitores
en mi retina, el respeto que tengo por la vida de los demás, se ha convertido
en una feroz pesadilla, justo desde hace dos días. Solo intento apartarla para
seguir viviendo en paz. Disculpad.
Intentemos hacer un cesto con estos deficientes mimbres.
Probablemente no sirva luego para nada. De ahí a intentar venderlo…
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