Lecturas póstumas.-
O el por qué los gorriones se estrellan en mi parabrisas.
Conste que voy despacio, que con 1300 cc. en las carreteras secundarias de
un país en crisis, y con la mirada intermitente sobre el consumo medio o
instantaneo del motor, no estoy en situación de emular a nuestros campeones.
Y, a pesar de que todavia no me
hayan multado por ello, por ir despacio, o por distraerme con algo tan estúpido
como litro más o litro menos, se que es punible.
De hecho toda conducción , por
acción u omisión es punible, risible en un mundo donde la infracción, como el
pecado original, nos viene asignada con el permiso de conducir, y el solo hecho
de usarlo, de vivir en suma, nos hace acreedores de la pena, de pagar, de
seguir haciendolo hasta el fin de nuestros dias, perplejos ante los delitos
ajenos , pecados reales, no heredados del bautismo, y su impunidad.
Como si viviesemos en un mundo virtual, paralelo, donde las reglas del
juego (Renoir) son cambiantes, instantanea e inevitablemente modificadas , según
quien maneje la pelota en cada momento.

Multas por no llevar la matricula, de tamaño reglamentario en la rueda
delantera de la moto, por conducir con
las luces apagadas a las doce del mediodia, bajo « una intensa
lluvia » imaginada por el agente y corroborada por su compañero y testigo
de cargo. Testigo habitual en las sanciones, como en su acepción seminal , en
tandem para producir la semilla, del mal en este caso, y sin que puedan
atribuirse en propiedad la autoria del daño, tan solo la de colaboración
necesaria en el delito.
A veces, hasta me han dado a elegir amablemente el tipo de infracción que
iba a aceptar, entre dos ficticias, entre el sainete y el esperpento, entre
Alvarez Quintero y Valle, y yo en medio, disfrutando del paisaje que me ha
tocado.
Y sin embargo los pajaros se lanzan a cruzar la carretera, inician el vuelo
en el momento que más daño pueden hacerme, rompiendome el corazón tras cada
impacto, y dejandome la sensación del que abandona sin socorrer a la victima de
su error. Vuelve el mal rollo de la culpa, y luego dirán que es cultural el
pecado. Universal resulta la pesadumbre sobre los propios errores, incluso de
aquellos que no lo fueron a priori, sino que desembocaron accidentalmente en
daño ajeno. Pero, al parecer, algunos tienen el crimen por oficio – los
anglosajones llaman crimen a cualquier falta, incluso la de la misa domical, y
me dan envidia – y estan exentos de los cargos de conciencia, los peores
cargos.
Solo que el gorrión, el pardal, soy yo en este caso, y me estrello una y
otra vez en el espejo donde intento encontrar algo en lo que creo firmemente, a
pesar de estar avisado sobre su inexistencia. Las ediciones postumas de ciertos
libros que sus autores, no quisieron publicar en vida. Cuando no la
correspondencia, las invitaciones de boda, o los recibos de la compañia
electrica del escritor consagrado.
Pero veo el volumen exquisitamente editado, en la colección que alegra y
fortalece mi biblioteca, con la magnifica portada, derechos reservados , de la
agencia tal y el prologo del crítico cual, y no me puedo resistir.
Sebald y su « Campo Santo ».
!Por favor!, que no aparece ninguno a
lo largo de sus páginas, y mira que es sugerente la trampa. Ni los abuelos
corsos que aparecen en la foto con sus chalinas y chambergos de hace dos siglos
por lo menos, tienen nada que ver con la
media docena de ensayos sobre literatura alemana de los setenta, de los airados
Kluge, Boll y adlateres, y de las meditaciones de Sebald sobre la redención
moral de una Alemania en forma de reparación que, afortunadamente ni los
acreedores ni ella misma exigieron en ningun momento.
Claro que, después de « Vértigo » y sobre todo de
« Austerlitz » uno queda subyugado por la brillantez en la exposición
indirecta, comme il faut, de esas pequeñas anécdotas, grandes pero bellisimas
masacres morales, que la mirada de un apátrida culto, deja caer sobre la Europa que le ha tocado en
el reparto vital..
Inevitable volver a él, aunque sea dejándome las plumas en el parabrisas
otra vez. Sucede que muere precozmente, como Camus, conduciendo un auto, seguramente de
mayor cilindrada que el mio, y que los comerciales del papel impreso saben con
certeza que cualquier borrador que aparezca en su escritorio, con o sin sello
de la testamentaria, va a tener salida en las librerias.
Otro caso igual, solo que ciertamente más placentero, me ha sucedido con el
penultimo Bolaño, a pesar de que no muriese en accidente de tráfico, y por
tanto, no puedan culparme de ello los agentes de Farenheith 451. (Bradbury, que
ya lo intuyó que me iba a suceder).
« Los sinsabores del verdadero policia ». Bolaño.
Pasamos que el editor nos cuente la historieta de que el policia en
cuestión es el lector, o que nos confiese que son fragmentos que ha ido
apilando hasta rellenar el numero mágico de trescientas páginas , o incluso la
revelación, de la confidencia que el autor le hiciera , sobre que esta era
realmente « su » novela, la de su vida, con todo el morbo que
eso añade al lector que esté sediento de ese tipo de veleidades.
No obstante, lo pasamos, lo perdonamos, lo pagamos, y ciertamente lo
disfrutamos.
En este caso, doy por bueno que en el nombre de Bolaño nos vuelvan a vender
textos ya publicados con otros títulos, en ese puzzle en que han convertido su
obra, en el que tan dificil resulta distinguir el texto original, del repetido
en una o hasta dos publicaciones anteriores, pero que una vez sumergidos en la
segunda página, cuando no en la primera, nos atrapa otra vez la prosa del
colega dispuesto a divertirnos, a deslumbrarnos con el relato de aquello tan
cercano para nosotros, que pasó o que pudo pasar, y cuya proyección literaria,
imaginación y humor de Roberto mediante, nos llena de satisfacción a los
pajarillos que hemos iniciado el vuelo por el calor de los primeros dias del
verano, calor que nos desorienta a la vez que nos exige elevarnos para intentar
acercarnos al aire fresco, a la lectura aplazada durante largos y oscuros meses,
y que da por bueno el que alguna que otra vez nos estrellemos, incluso contra la luna de un biscuter.
(Este, el biscuter es de Vazquez
Montalban. El pardal, el German Areta de « El Crack » la película de
Garci, con la última aparición de
Bodalo, grandísimo actor).
«(no me gusta) la unanimidad
sacerdotal, clerical, de los comunistas. Siempre he sido de izquierda y no me
iba a hacer de derechas porque no me gustaban los clérigos comunistas, entonces
me hice trotskista. Lo que pasa que luego, cuando estuve entre los trotskistas,
tampoco me gustaba la unanimidad clerical de los trotskistas, y terminé siendo
anarquista [...]. Ya en España encontré muchos anarquistas y empecé a dejar de
ser anarquista. La unanimidad me jode muchísimo.»
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Opinar es una manera de ejercer la libertad.