miércoles, 13 de noviembre de 2013

TAN CERCA Y TAN LEJOS. (LAS NIEVES DEL KILIMANJARO).-




Jean Jaurés y Camus, son dos rockeros a los que convendría una reedición fidedigna de sus discos.
Quizás remasterizados, quizás digitalizados con algún filtro discreto para eliminar ruido mediático, ya que el impacto explosivo de los noticieros exagerados suele ser la razón principal de la distorsión del sonido.

Camus siempre lo tuvo claro:
 “Excepto mi madre, todo lo demás es discutible” y así lo hizo.

Jaurés se enfrentó a la ortodoxia nacionalista, la peor de todas, y le costó la vida.
--"No se enseña lo que se quiere; diría incluso que no se enseña lo que se sabe o lo que se cree saber: sólo se enseña y sólo se puede enseñar lo que se es."


 Los sigo viendo, y sintiendo, en la Francia de cada día, al menos en las discrepancias de los ciudadanos – ellos lo son, otros son solo súbditos- con los representantes electos de la autoridad – ellos los eligen, otros solamente los votan- y en la forma de hacerlo. Movilizaciones, paros, abucheos y algún huevo podrido de vez en cuando.
Me dicen que aquí todavía no hay demanda y que los productores siguen destruyendo un bien tan preciado como ese, el huevo fétido, cuyo valor como reserva espiritual de un país, no tiene parangón. Una cierta cantidad de este tipo de aromática protesta en las alacenas domésticas, haría meditar a los dirigentes sobre las consecuencias personales de sus errores. No es el caso.

Fuí, no hace mucho, a tomar una cerveza al café Le Croissant en la Rue Montmartre, siguiendo la tendencia morbosa y degenerada del que pretende homenajear a un gran hombre, visitando el lugar donde fue asesinado.
No llegué a entrar, se me habían adelantado afortunadamente, poniendo en evidencia que la estupidez humana, de la que guardo mi correspondiente porción, es patrimonio universal. La UNESCO debería tenerlo en cuenta.

El enorme toldo frontal del café así lo demuestra. En caracteres superlativos, “RESTAURANT HISTORIQUE” y al lado “JEAN JAURES 31 JUILLET 1914”.

Tienen al menos la delicadeza de no hacer referencia a la marca del revolver usado, o al veredicto del jurado popular en el juicio al asesino, absuelto, y obviamente  puesto en libertad. Aunque las cosas a veces no son tan sencillas, ni los colores tan definidos, como nos hace ver cierta película que, curiosamente no trata de este personaje.

 

Todo esto es porque  ví el otro día “Las nieves del Kilimanjaro”, la de 2011 de Robert Guediguian, y estoy todavía algo afectado. Aún asumiendo que las películas, o lo que entendemos como tales, son solo eso, ficciones, y que puede resultar arriesgado y peligroso el extrapolar hechos y personajes desde la pantalla a la vida real, y que pueda ser incluso, motivo razonable para cuestionar mi salud mental – lo que queda de ella- el comparar, el buscar las similitudes y las diferencias entre ellos y nosotros, tan cercanos y tan lejanos.

Los protagonistas de Guediguian son siempre personas corrientes frente a situaciones y ambientes idénticos a las de cualquiera de nosotros. Eso los hace creíbles, eso y  no es poco, es una de las razones que justifican la pervivencia del buen cine o la buena novela, bienes ciertamente escasos, si no en extinción...
La figura principal, extraordinario Darroussin, es la de un sindicalista, miembro del comité de empresa en un astillero que, antes que eso es trabajador, trabaja con el soplete todos los días, algo extraño en nuestro medio, y que luego, a la hora de sortear los trabajadores que van a perder el empleo, es afortunado con el numero que lo pone en la calle, renunciando al privilegio sindical que lo eximía. Insiste en que es un obrero y su suerte es la del obrero.
Personaje sin duda considerado ficticio en mi país, sacado en parte de las pesadillas del Necronomicon y en otra de cualquier  cuento de Asimov.
Continúan  mostrando en el film, situaciones ciertamente aberrantes. No tienen ERE los gabachos, y se quedan sin trabajo y sin ingresos, a la espera de cumplir la edad que les de derecho a una pensión. Algo extraño e injusto, que solo sucede en un país republicano y,  además desconocedor de  algo tan grandioso como es el estado del bienestar.
Por supuesto que no es el asunto ni el trasunto de esta historia, solo el telón de fondo donde transcurre el capítulo inicial, y que me hace reflexionar otra vez sobre esto y sobre aquello, para concluir en que sigo sin entenderlo.

También es cierto que hay  palabras diferentes y más apropiadas para un colectivo cuya finalidad es la defensa de los trabajadores, como pueden ser Hermandad, Gremio, Asociación o incluso Cofradía –que también tiene pervertido el uso, como es habitual- mientras que la de sindicato a veces se asocia con ciertas organizaciones gansteriles que suelen polarizar películas llamadas thriller y novelas serie noire, por aquello del crimen, su motivo principal.

Aunque tampoco creo que cambiasen mucho las cosas modificando o trocando las palabras, al fin y al cabo estamos habituados a ver como su significado, y el sentido que este desprende, depende exclusivamente de sus dueños, los que las emiten y los que las transmiten.
Figuraos que hasta la pancarta sindical que aparece en el muro de la empresa en cuestión, me hace soñar con paraísos perdidos. “La crisis es la causa, nosotros la solución”. Inmediatamente le apliqué el traductor automático y  leí: “Nosotros somos la causa, la crisis la solución”. Por momentos he presentido que esta catástrofe colectiva iba a resolver errores políticos que están en la base de la mismísima crisis. Pero debían ser alucinaciones mías.

Haría falta una capacidad extraordinaria en las victimas, sus destinatarios, capacidad de filtro, de traducción, necesitada a su vez de un bagaje educativo, de una cultura que cada vez se encuentra más alejada del común, más cercana a la utopía, la  intelectual o la política, que predicaron Albert Camus o Jean Jaurés. Una verdadera lástima.

La película es preciosa, de las que fuerzan la lagrimita de sensibleros como el que esto escribe y de las que reconfortan también la autoestima de los que intentamos cantar canciones – como no, de los sesenta- tan bonitas como “Kilimandjaro” de Pascal Danel, al comprobar que los de la pantalla lo hacen incluso peor. Se agradece el detalle.

Il n'ira pas beaucoup plus loin
La nuit viendra bientôt
Il voit là-bas dans le lointain
Les neiges du Kilimandjaro…


“Un hombre sin ética es una bestia salvaje soltada a este mundo”
(Camus)



P.D.- Si sois llorones, o bailones, y quereis escucharla, el enlace abajo.


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