
`”El viejo John es un
músico supremo. Fíjate en su rostro y escucharas
la intemporal música de los siglos.
No prestes demasiada atención a los sonidos. Si lo haces, es
posible que pierdas su
música. Renunciarás a realizar un viaje celestial a
través de esos pequeños sonidos inaudibles”.
Charles Ives, de “Ensayos antes de una
sonata”.
Supongo que los responsables en el negocio del
entretenimiento tienen perfectamente estratificado el mundo de los
consumidores, tanto en sus apetencias pasionales – nada que ver con lo que nos
han vendido tradicionalmente como concepto exclusivo de las pasiones, hay
muchas otras – como del grado de incultura o estupidez – de estas gozamos
todos, y en grado superlativo aquellos que creen estar exentos- aunque esto sea
un factor probablemente secundario a la hora de hacer caja, pero sobre todo insisten en
el aspecto del quorum, de la mayoría, la que forma la base de la pirámide y por
tanto más beneficios puede aportar.
Periódico y endémico es el intento, casi siempre
satisfactorio, de someternos al dilema de si nos parece honesto y razonable el
reírnos de aquellos a los que se les supone algún defecto risible, pagando
claro está, o bien si realmente están riéndose de nosotros. Situación harto
frecuente y enigma para el que tampoco tengo respuesta.
Ahora y aquí, no habría más que encender el televisor para situarnos
en la cuestión.
Pero, afortunadamente hay otros mundos, infinitos, que
insisten en poner a prueba nuestro concepto de humanidad reflejada en el espejo
de cada cual.
Esos mundos, al menos para mí, no son otra cosa que lo que
aprecio cuando sigo uno de los hilos que cada mañana intento apartar de mi
cara, esos que la imaginación de Ariadna nos ha ido colocando enfrente, desde
nuestro nacimiento, para que busquemos la felicidad, el placer, o al menos las
ganas de seguir vivos.
Y este, que he seguido hoy, pertenece al género de las leyendas, como las
de Poe o Becquer, solo que dentro del mundo inexplorado de la fantasía musical que me ha
acompañado o que ha dejado de hacerlo, misteriosamente, hasta ahora.
Sabía que existía, como pueden existir esos mundos de
ficticios del horror en los cuentos de Hawthorne, en el Necronomicon, o en el mismísimo
de Juan Pimiento de Juan Pizarra, el que nunca se acaba pero ya se acabó, y si
quieres otra vez te lo cuento. El terror interminable.
En esta ocasión experimentamos la magia de lo desconocido, pero con certificado de
autenticidad, Billboard mediante. Incluyó dos canciones en sus principales del
66. Existir, existió.

Era solo un single, y su globo universal resulto pinchado
por un desaprensivo que puso nombre a su autor, hasta entonces desconocido.
Resultó ser una broma del chico de los recados en el estudio de grabación, y
los millones de discos vendidos quedaron como un magnifico reclamo para futuras
aventuras comerciales en el terreno de la estulticia infinita..
Supuse, por las referencias de los navegantes de ultramar -aquí
era inencontrable, y hasta ayer mismo inaudible- que el éxito de la Señora
Miller respondió a una maniobra similar. Ese superventas que te invita a reírte
de él, si previamente lo has adquirido, permitiendo
que se rían de ti. Bendita simbiosis.
Se desvaneció enseguida la buena señora, según los cronistas
musicales, no sin antes grabar cuatro o cinco Lp y ser estrella de los prime
time de la época, de acompañar a Bob Hope en las giras patrióticas para animar
a los chicos que morían en Vietnam, o incluso figurar en la banda sonora de dos
o tres películas de postín. Evidentemente la tontería, o lo que fuera, dejó
constancia de su existencia.
Y ese desvanecimiento, en todo caso no fue definitivo. Más de treinta años después
la exitosa Ultra Lounge, colección discográfica, relanza su primer disco, irónicamente
titulado “Grandes éxitos de la Sra. Miller”. Y el resto, la cadena de favores
de la red, la discoteca de Alejandría lo ha conseguido, la inmortalidad.
Dicen que su voz suena como las cucarachas
corriendo a través de una tapa del bote de basura, considerando que los
botes de basura americanos son metálicos y que si están vacíos su efecto
amplificador es superlativo. Que sus interpretaciones son estridentes y fuera
de tono, y que sin embargo…
Es un auténtico bálsamo para nuestras almas doloridas y
pisoteadas durante estos meses tan crueles que parece no van a terminar jamás.
La reina de karaoke la han llamado en alguna ocasión. Y es
que la escuchas y te convences de que tú
no puedes hacerlo peor, y que por lo menos debes intentarlo.
Si bien no debes hacerlo imitándola, no. Debes ser
consciente de tu propio ridículo, y así aceptarlo. Resulta maravillosa la
experiencia.
Aquí pasan a un segundo plano las reflexiones sobre la
banalización del mal, ya que no se trata de banalizarlo, sino de reconocerlo
como parte de cada uno de los amantes de la música, que es de lo que estamos
tratando.
Ya sé que el hilo de hoy os va proporcionar un placer
inenarrable durante estas fiestas. Que no vais a quedaros únicamente con la
muestra que os invito a escuchar, ya que otra docena de joyas os están
esperando, y si no quereis bucear en el proceloso océano de bits y
links, no preocuparos que yo las pondré a vuestra disposición. Y también sé que vais a agradecérmelo.
Solo os ruego que no seáis en exceso efusivos en el agradecimiento, que a mí
los enfrentamientos no me sientan nada bien.
Disfrutadla, y cuando se haya incorporado a vuestra panoplia
de talentos imperecederos, por favor, recordad que somos mortales. Todos.
Pinchad y disfrutad que, total, son dos días
Magnífico regalo para la Navidad. La Sra Miller sería magnífica para mis fiestas de la República canta como el resto de los asistentes...
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