
Reducirlo a agujetas no era seguramente, para
minusvalorar la dureza de la pena, ni para evidenciar el poderío del héroe que encarnaba -de hecho Louis
Jourdan estaba especializado en papeles dulces y melifluos, alejados de
protagonistas sobrados de fortaleza física- era más bien una manera de
acercamiento, de cortejo hacia el sexo débil que, en este caso era el fuerte,
la mujer pirata; encarnada por Jean Peters, la actriz con las mejores piernas
del Hollywood de entonces, según los expertos, que yo no puedo juzgarlas bajo
esos bombachos enormes y las correspondientes botas fláccidas de caña alta que,
al bueno de D. Luis Buñuel prestarían, sin duda,,motivos para algunas de sus
entrañables perversiones.
El asunto es que, agujetas, para el niño que
contemplaba la película, ignorante de su significado, eran lo más parecido a
”agujitas” y no lograba entender como aquellas heridas producidas por el
látigo, se habían convertido en “agujitas”, aunque los cuidados de la guapa y
el posterior desarrollo sentimental del asunto me hicieron olvidar la
contradicción enseguida. Olvidar, pero no desaparecer, que el ser humano es
obstinado, al menos con las pequeñeces de la vida, y las anécdotas sin apenas
importancia como la de estas agujas, quedan dando vueltas en su alma durante
años. Los asuntos importantes ya son otra cosa, como veremos enseguida.

Aquí hay demasiada metafísica, o al menos
demasiado elevada para incorporarla al quehacer cotidiano, por más que
reconozcamos la sabiduría o el brillo del poema, el larguísimo y eterno poema,
Masa y Poder de Elias Canettí, ensayo para otros.


Me
quedo de él, con su versión positiva, la terapia subconsciente del sufrimiento
impuesto por la necedad o por la maldad de otros, virtudes que a veces son
sinónimas, al menos para quienes las padecen.
Aprende uno, a quién la vida ha ido cubriendo
con el manto de la misantropía, que esta no tiene por que ser un defecto, ni un
pecado capital, que bien entendida es la revelación asumida de ese
subconsciente que debemos domesticar para poder seguir soñando con un mundo
mejor, el de la próxima jornada, porque esta nos la han vuelto a joder.

El tener fe en que un intermediario pagado
exclusivamente por una parte – el aporte de la otra resulta tan ridiculizo como
insignificante-, llegue a defender a la otra, a la insolvente, me parece digno
de interconsulta a la unidad de psiquiatría. Solo que aquí el comportamiento es
colectivo y para este no hay terapia protocolizada, aunque periódicamente la
historia suela aportar soluciones ciertamente drásticas.

Y ante esas evidencias, el ochenta por ciento,
cuatro quintos de las victimas, se declaran cómplices con su voto, y
manifiestan fehacientemente su voluntad de que todo, la vida, siga igual, y a mi Julio
Iglesias siempre me ha cargado, por lo que la ración de misantropía, la agujita
semanal ya la llevo puesta.
Por cierto que agujetas de color rosa es una
canción preciosa de Los Hooligans, grupo mejicano de los sesenta, y si mal no
recuerdo, lo de agujetas debe significar algo así como zapatos de tacón alto y
fino, de aguja, para acabar de liarme las neuronas, que no de volverme loco,
eso “ya” no es posible.
También es cierto que hoy su letra sería
acreedora de una denuncia en el juzgado de la violencia de género, o algo así.
Fetichistas abstenerse. https://www.youtube.com/watch?v=jY0s2FhrU50
Hoo
ho ho
Hoo ho ho
Hoo ho ho
Yo tengo una novia que es un poco tonta
Pero es mi gusto y yo la quiero mucho
No es muy bonita pero esta re loca
Hoo si ella usa mallas también
Agujetas de color de rosas
Y un sombrero grande y feo
El sombrero lleva plumas
De color azul pastel
Hoo ho ho
Hoo ho hoo
Hoo ho ho
Hoo ho ho
Hoo ho ho
Yo tengo una novia que es un poco tonta
Pero es mi gusto y yo la quiero mucho
No es muy bonita pero esta re loca
Hoo si ella usa mallas también
Agujetas de color de rosas
Y un sombrero grande y feo
El sombrero lleva plumas
De color azul pastel
Hoo ho ho
Hoo ho hoo
Hoo ho ho

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